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LAS LLAMAS NO PODRÁN CON LA LIBRERÍA PROTEO DE MÁLAGA

Abderrahman El Fathi, Ahmed El Gamoun, Ahmed Mgara, Ahmed Oubali, Alberto Gómez Font, Alfredo Taján, Alice Wagner, Alicia Acosta, Alicia Muñoz Alabau, Ana Añón, Antonio Abad, Antonio Bravo Nieto, Antonio Fontana, Antonio García Velasco, Antonio Herráiz, Antonio Lozano, Antonio J. Quesada, Aurora Gámez, Aziz Amahjour, Bernabé López García, Carlos Salazar Fraile, Carlos Tessainer, Carmen Enciso, Cecilia Molinero, Cristián Ricci, Cristina Martínez Martín, David Rocha, Eloísa Navas, Emilia Luna, Encarna León, Enrique Baena, Enrique Lomas, Farid Othman Bentria Ramos, Felicidad Batista, Fernando Castillo, Fernando de Ágreda, Fernando Tresviernes, Francisco Morales, Francisco Muñoz Soler, Francisco Ruiz Noguera, Francisco Selva, Fuensanta Niñirola, Guillermo Busutil, Herminia Luque, Hipólito Esteban Soler, Inmaculada García Haro, Iñaki Martínez, Javier Lacomba, Javier Otazu, Javier Rioyo, Javier Valenzuela, Jes Lavado, José A. Garriga Vela, José Mª Lizundia, José F. Martín Caparrós, José L. Gómez Barceló, José L. Ibáñez Salas, José L. Pérez Fuillerat, José L. Rosas, José A. Santano, José Sarria, Juan Clemente Sánchez, Juan Gavilán, Juan Goytisolo, Juan José Téllez, Juan Pablo Caja, Julio Rabadán, Laila Karrouch, León Cohen Mesonero, Leonor Merino, Lorenzo Silva, Luis María Cazorla, Luis Leante, Luis Salvago, Manuel Gahete, Marceliano Galiano, Marcos Ana, María Sangüesa, Mario Castillo del Pino, Miguel Romero Esteo, Mohamed Abrighach, Mohamed Akalay, Mohamed Bouissef Rekab, Mohamed Chakor, Mohamed El Morabet, Mohamed Lahchiri, Mohamed Sibari, Miguel Sáenz, Miguel Torres López de Uralde, Miguel Angel Moreta Lara, Montserrat Claros, Mustafa Busfeha, Pablo Aranda, Pablo Macías, Pablo Martín Carbajal, Paloma Fernández Gomá, Patrick Tuite Briales, Paula Carbonell, Pedro Delgado, Pedro Munar, Pedro Pujante, Pepe Ponce, Presina Pereiro, Rafael Ballesteros, Ramón Buenaventura, Randa Jebrouni, Remedios Sánchez García, Roberto Novella, Rocío Rojas-Marcos, Sahida Hamido, Said El Kadaoui, Saljo Bellver, Salvador López Becerra, Santos Moreno, Sergio del Molino, Sonia García Soubriet, Susana Gisbert, Tahar ben Jelloun, Tomás Ramírez, Víctor Morales Lezcano, Víctor Pérez, Yolanda Aldón y Zoubida Boughaba Maleem.

Todos estos autores podéis encontrarlos en la página web de la Librería Proteo, de Málaga, que, como ya sabéis ha sufrido un grave incendio.

Librería Proteo necesita nuestra ayuda. Con todos estos autores que he mencionado me une algo, vínculos afectivos y de amistad en unos casos o eventos compartidos en otros. Por eso destaco sus nombres. Y para ayudar a la Librería Proteo, que tanto significa para Málaga y para nuestras vidas, que es además la sede de Ediciones del Genal, con quien he venido publicando mis últimos títulos, os pido que compréis al menos un libro de cualquier de estos escritores, el que más os guste o al que queráis descubrir por primera vez, y que la compra la hagáis a través de la web de Librería Proteo, que os indico:

https://www.libreriaproteo.com/

Entre todos, la librería Proteo de Málaga va a renacer, y entre todos vamos a ayudarles a que vuelva a señorear como ha hecho en estos cincuenta años. Durante la dictadura fue el lugar donde poder hallar los libros prohibidos y censurados, el refugio de quienes buscábamos aire puro. Tenemos que reencontrarnos de nuevo entre sus estanterías, abriendo los libros que se exponen, oliendo las páginas recién editadas, hallando nuevas aventuras en las que embarcarnos… 

Sergio Barce, mayo 2021

 

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MARRUECOS Y CINCO NOVELAS IMPRESCINDIBLES

   Hoy me voy a limitar a recomendar cinco libros de obligada lectura, todos ellos relacionados con Marruecos, todos escritos por autores de origen marroquí. Novelas excepcionales, devastadoras y de gran calidad estilística y narrativa. Obras que no son nada complacientes.

Junto a cada título, os dejo el enlace de la reseña que les hice en su momento a cada uno de estos títulos.

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Tiempo de errores (Zaman al-ajta) de Mohamed Chukri. Editada por Cabaret Voltaire, con traducción del árabe de Karima Hajjaj y Malika Embarek.

https://sergiobarce.blog/2011/03/08/otros-libros-otros-autores-tiempo-de-errores-zaman-al-akhtaa-1992-de-mohamed-chukri/

https://sergiobarce.blog/2010/12/21/larache-visto-por-mohamed-chukri-en-tiempo-de-errores/

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El pasado simple (Le passé simple) de Dris Chraibi. Publicada por Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, con traducción del francés de Leonor Merino e Inmaculada Jiménez Morell.

https://sergiobarce.blog/2019/05/21/el-pasado-simple-le-passe-simple-1954-una-novela-de-dris-chraibi/

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Sufrían por la luz (Cette aveuglante absence de lumiére), de Tahar Ben Jelloun. Editada por RBA, con traducción del francés de Manuel Serrat Crespo.

https://sergiobarce.blog/tag/sufrian-por-la-luz/

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El último patriarca (L´ultim patriarca) de Najat el Hachmi. Publicado por Planeta, con traducción del catalán por Rosa María Pratts.

https://sergiobarce.blog/2015/08/24/el-ultimo-patriarca-lultim-patriarca-2008-una-novela-de-najat-el-hachmi/

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Los caballos de Dios (Les Étoiles de Sidi Moumen) de Mahi Binebine. Editado por Alfaguara, con traducción del francés de María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego.

https://sergiobarce.blog/2016/06/13/los-caballos-de-dios-les-etoiles-de-sidi-moumen-una-novela-de-mahi-binebine/

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«EL HOMBRE DEL LIBRO», UNA NOVELA DE DRIS CHRAIBI

Hace un tiempo, escribía acerca de la magnífica novela El pasado simple (Le passé simple, 1954) del escritor marroquí Dris Chraibi, nacido en El Yadida en 1926 y fallecido en Crest (Francia) en 2007.

EL HOMBRE DEL LIBRO de Dris Chraibi Portada

Impelido a leerlo de nuevo, me he sumergido en El hombre del libro (L´Homme du livre), de 1995. Pero me he encontrado con una obra radicalmente distinta a El pasado simple. Si su primera novela es un retrato duro y sin concesiones del Marruecos bajo el Protectorado francés, El hombre del libro es casi el otro extremo, y Dris Chraibi lo aborda con soltura, inteligencia y maestría.

Esta obra es una bella aproximación a la figura del profeta Mohammed (Mahoma). Para ello, Chraibi reconstruye y retrata al personaje desde su lado más humano, y qué mejor para hacerlo que partir de los días en los que le llega la gran Revelación, los instantes más cercanos al momento en el que se le desvela que él es el profeta, el Elegido.

Me gusta el tono del libro, con una narrativa poética llena de aciertos. Conocemos a Mahoma justo cuando Jadiya hace aparición en su vida y se convierte en su esposa devota y apasionada, y la delicada y sutil descripción de cómo era y cómo actuaba Jadiya me ha fascinado.

“…El rostro de Jadiya, contemplado tan de cerca, tenía algo de libro -un libro al que le faltaban páginas: aún no estaban escritas…”

DRIS CHARIBI 1

Dris Chraibi no censura los deseos más íntimos de esta mujer que se enamora de un hombre mucho más joven que ella pero al que decide seguir en todo momento, sabedora de que no es un hombre como los demás. Tampoco oculta lo que el propio Mahoma podía pensar o sentir acerca de la fascinante Jadiya, o sobre sus hijas.

“…Era una mañana radiante. A la caída de la tarde, fui a visitar a mi destino. Jadiya permanecía inmóvil frente a la hornacina, aquella donde estaba colocada la lámpara de cristal. Tenía la espalda erguida, y su abundante melena caía en cascada por debajo de la cintura. No se dio la vuelta. Con una voz neutra, me preguntó:

-¿Aceptas?

Dije:

-Sí.

Pasó un largo rato envuelto en silencio. Luego, desde el centro del silencio, ascendió la alegría: ¡qué bonita era esa risa, y verdadera e indecible, que resonaba contra la pared de la hornacina y me alcanzaba por todas partes! No se dio la vuelta ni el grosor de un cabello. Su voz sonaba grave, grave y lenta cuando me dijo:

-Te quiero. Te quiero porque siempre te sitúas en el centro, evitando tomar partido con la gente por esto o por aquello. Y te quiero por tu rectitud, por tu hermoso carácter y porque tus palabras no mienten. Te quiero sobre todo por ti mismo. Ahora vete. Vete, te lo ruego.

¿Se dio por fin la vuelta? ¿Y había en sus ojos esa desnudez en la mirada, privilegio de la infancia? Era la primera noche…”

Como decía antes, la novela posee una bella narrativa muy poética y musical. A través de sus palabras, Dris Chraibi no sólo  nos describe esa parte de la vida de Mahoma: cuando se casa con la viuda Jadiya, cuando conoce el amor de esa mujer, cuando asiste al triunfo de Qais en la justa poética que, cada año, se celebraba en Meca y al que el rey de Yemen proveía de premios al vencedor (una espada de oro macizo y un caballo de pura raza), episodio este de gran belleza narrativa; cuando Mahoma va vislumbrando por pequeños hechos y acontecimientos que algo está a punto de suceder y cómo va dándose cuenta de que esa sucesión de hechos lo van a llevar a ocupar un lugar en la Historia que nunca hubiera imaginado, cuando al fin Mahoma se transforma en “el hombre del Libro”…

La historia está jalonada de otros capítulos no menos interesantes y con otros personajes vistos desde la perspectiva musulmana: Moisés, Jesús, Abraham… Todo narrado con una exquisitez primorosa. Ya casi al final del libro, Chraibi introduce al personaje para mí inesperado de Muhyiddin Ibn Arabí, al que dedica unos párrafos llenos de admiración, respeto y belleza.

“…Una hogaza amasada con aceite de oliva. Un hombre la mastica lentamente. Es su única comida del día, o casi. No tiene hambre. Tiene hambre de lo que es, de lo que hay detrás de la ciencia y del arte. Tiene sed de lo insondable. Se llama Muhyiddin Ibn Arabí. Delgado, ni alto ni bajo, y vestido con un sayal. La coronilla despoblada, párpados frágiles y cejas negras enmarañadas. Imberbe. En la mano derecha, en la palma y el dorso, y sobre todo en la punta de los dedos, manchas de tinta. El cálamo está en el tintero. El tintero está vacío, seco. La última gota de su contenido acaba de utilizarla Ibn Arabí para escribir la última palabra de su libro Las perlas de la sabiduría. Ha escrito numerosas obras en los últimos años, pero éste es su recién nacido. Está temblando todavía -y el durmiente tiembla con él. ¿Quién, quién llora -llora sin ruido? ¿Las lágrimas son perlas del pensamiento, como el rocío tras una noche oscura: lo último de lo que un hombre ha podido sentir y pensar, y que su pluma no ha podido traducir en palabras? Ibn Arabí se siente vacío, vacío y solo. No vuelve a leer lo escrito, igual que una mujer que acaba de parir no puede volver a tener el mismo parto…”

Preciosa esta última parte.

Como ya hiciese en El pasado simple, la Noche del Poder, la noche vigesimoséptima del mes sagrado de Ramadán, ocupa una parte importante de su novela, es una clave, el punto de inflexión, y dota a ese acontecimiento de un barniz mágico y eterno, una noche de fe, en la que, según la tradición, todos los deseos son otorgados. Pero aquí la arrostra en el momento en el que Mahoma ocupa el lugar que le tiene reservado el Destino.

“…Era la vigesimoséptima noche de Ramadán, a mediados de agosto del año 610 de la era cristiana. Un hombre de unos cuarenta años, vestido con un jaique de lana cruda sin costuras ni mangas, iba al encuentro de su destino. Nada, todavía nada, presentía de ese destino, salvo la inminencia indecible que lo había sacado de la cama y lo empujaba ahora hacia delante, dirigiéndolo inexorablemente al monte Hira. Iba descalzo y con la cabeza descubierta. En lo más profundo de su orgullo y de su nobleza, tenía la íntima convicción de que, del más lejano al más presente, del más grave al más benigno, todos los momentos de su existencia lo acompañaban paso a paso. Más negra de que las tinieblas, una sombra lo precedía y le indicaba claramente el camino. Se había detenido dos o tres veces y había escrutado las tinieblas en torno suyo. Estaba solo, y su cuerpo no proyectaba ni un ápice de sombra. Y la sombra estaba allí, delante de él, parada también, impaciente y conminatoria.

-Se acerca la hora…”

Como bien indica mi admirada Leonor Merino “no se trata de un libro de historia… sino de una obra de pura ficción, aunque verse sobre un personaje formidable: el profeta Mahoma, a quien la obra devuelve su dimensión humana con frecuencia ocultada…”

El hombre del libro, ha sido publicado por Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, con traducción del francés de Inmaculada Jiménez Morell.

Sergio Barce, octubre 2020

L´Homme du livre

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BREVE FRAGMENTO DE «EL PASADO SIMPLE», NOVELA DE DRIS CHRAIBI

EL PASADO SIMPLE PORTADA

La primera novela del escritor marroquí Dris Chraibi fue El pasado simple (Le passé simple) de 1954, novela de la que ya escribí una reseña, que os indico:

https://sergiobarce.blog/tag/dris-chraibi/

Pero no me he podido resistir a copiar un nuevo fragmento de este magnífico libro ambientado en el Marruecos bajo el Protectorado francés. 

Me ofrecía la llama de su mechero. Me observaba con bondad y, en el fondo de su mirada, seguía habiendo una pizca de amargura. La amargura del hastío. Estaba hastiado.

Estábamos hastiados. Florilegio de sortilegios, estoy seguro de que inmensamente hastiados. Como ese siervo que sudaba la gota gorda en las tierras de su caíd, y cuanto éste acertó a pasar por allí le preguntó: <¿Qué pasa?> <Pasa -respondió el siervo-, ¡maldita sea!, que prefiero ser caíd a sudar como estoy sudando>.

Estábamos hastiados.

Poco más o menos desde el día en que él había descubierto en mí no sé qué promesa o qué primicia con la que contaba: apto para el servicio, presunto heredero. Me envió a una escuela francesa, y, desde entonces, ni un solo instante hemos dejado, él, de querer yugularme, yo, de dar coces. De vigilarnos, porfiar, explorarnos, intuirnos, pertrecharnos y precavernos, modificando los parámetros del instante anterior en función del que estaba por llegar -ni siquiera la noche servía de tregua sino de reorganización, revalorización y aprovisionamiento de nuestras fuerzas-, hasta tal punto crueles uno y otro, que, a veces, me sorprendía en su pellejo, cuando justo él debía de estar en el mío.

El pasado simple (Le passé simple) fue publicado en España por Ediciones del Oriente y del Mediterráneo en 1994, con traducción del francés de Leonor Merino e Inmaculada Jiménez Morell.

 

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«EL PASADO SIMPLE» (Le passé simple, 1954), UNA NOVELA DE DRIS CHRAIBI

A Dris Chraibi, nacido en El Yadida en 1926 y fallecido en Crest (Francia) en 2007, se le considera el padre de la literatura marroquí moderna (aunque escribía en francés, una de las ventajas de estos escritores que pueden narrar en árabe, francés o español, y no por ello pierden su condición de creadores marroquíes). Estudió química en París, pero posteriormente se interesó por la neuropsiquiatría, la literatura y el periodismo, y produjo programas de televisión y fue profesor de literatura del Magreb en la Universidad de Quebec.

El pasado simple cubierta

Su primera novela fue El pasado simple (Le passé simple) de 1954, novela que hoy traigo aquí. Se trata de un retrato duro y sin concesiones del Marruecos bajo el Protectorado francés. El protagonista, llamado Dris, como el propio autor, vive en un mundo lleno de contradicciones difíciles de arrostrar. Por un lado, la relación con su padre, el Hach Fatmi Ferdi, un déspota, autoritario e inflexible, que rige su vida bajo los dictados del Corán, y que somete, humilla y maltrata tanto a sus hijos como a su mujer. Por otro, el propio Dris, un joven que ha de enfrentarse a esa autoridad para sobrevivir, y que, sin embargo, es animado por su propio padre para que estudie y se forme en un colegio francés. Además, por su aspecto físico, es normalmente confundido con un cristiano. Este detalle que introduce Dris Chraibi en su alter ego es el que utiliza para mostrar esa lucha entre la tradición y la costumbre y el deseo de progresar y romper con el pasado. Además, le permite introducir un tema interesante cual es la de la relación entre los colonos y los nativos, la amistad entre los burgueses franceses y los marroquíes que aspiraban a salir de su entorno, y el encontronazo que se produce entre las dos sociedades.

Junto al padre y al hijo, los hermanos, el tío, la madre. Todos ellos personajes fundamentales para entender el proceder de uno y de otro. Y planeando sobre ellos la tragedia, que aparecerá de la manera más cruda y sangrante en sus vidas.

Dris Chraibi narra con un pulso endiablado. Con un vocabulario rico y con una estructura elaborada. Es sin duda un escritor fascinante. Es hábil al retratar a los personajes. El padre, al que siempre se le llama Señor, representa la peor cara del país. Usa el Corán para someter a los demás siempre usando su interpretación más intransigente y, sin embargo, es capaz de desviar el camino en su peregrinación a La Meca para estar con prostitutas y gastar el dinero de la familia.

Son extraordinarios los pasajes que dedica a los días de Ramadán en los que se desarrolla la historia, con descripciones ricas en detalles, como el siguiente:

“…Salí a la calle, llevando una alfombrilla verde, vestido con chilaba y tocado con un fez.

-La noche vigesimoséptima es una noche de revolución -me había dicho mi tío.

-Una noche de fe – añadió Kenza.

-La Noche del Poder ( N.del T.: Laylatû lqadr, la noche del destino o la noche del decreto divino. Se trata de la vigesimoséptima noche del Ramadán en la que, según la tradición, todos los deseos son otorgados) -dijo mi madre.

Estaba chupando un dátil, el último que le quedaba del kilo que había traído el Señor de Medina. Preguntaron a la vez:

-¿A dónde vas?

-No lo sé -contesté-, a dar una vuelta por ahí, a callejear, a fumar y a beber en una taberna, tal vez entrar en una mezquita y en ese caso rezar a quien se me ocurra. Los negocios paternos todavía se resienten, no lo olvidéis.

Era la Noche del Poder. Un ulema de los Karauin había encendido un cirio de cera virgen al atardecer, y cuarenta alminares rutilantes de bombillas azules, amarillas, rojas y verdes se habían iluminado, cuarenta gargantas habían gritado la llamada a la fe, el contenido de las tiendas se había vaciado precipitadamente en las calles, mercados y andrajos perfumados con sándalo e incienso, y los que no creían creyeron, los que se arrastraban echaron a andar, surgían petardos y bengalas, transformándose en hogueras de leña por encima de las cuales saltaban, como se salta a la comba, agarradas de la mano o en corro, chiquillas y viejas, sin acordarse ninguna de que habían tenido hambre, sed, frío, calor, dolor en el alma y miseria en el cuerpo, y que la vieja había sido la chiquilla, y que ésta a su vez sería la vieja, desdentada, ajada, oliendo a estiércol, a reclusión, a clavo y a orina, y los mendigos en hordas engrosadas con los que lo serían mañana, que atravesaban la muchedumbre como los narcisos de nieve, llevando serones, cestos de palmito y sacos de yute en los que normalmente la caridad islámica debía verterse en monedas, pero en los que solamente caían higos agusanados, nueces podridas, trapos, restos viscosos de las cazuelas, zapatos viejos, ropa vieja, vuelve el año que viene, ya han pasado veinte de tus hermanos; secuencias temporales: esas manos que -tendones blancos, hoyos azulados entre tendones, nerviosas y despavoridas- reciben un mendrugo de pan y luego se transforman -dignas de una dina y de un calor humano- cuando llevan ese mendrugo a otro mendigo, que carece de pan y que solo tiene muñones, o es un lisiado sin piernas atado a un mojón de la esquina por miedo a que se le antoje echarse a rodar como un tonel y se pierda como un niño en este cataclismo de ruidos y vidas; secuencias también en ese par de ojos de granuja clorótico, en los que se plantan y se injertan sobreexcitaciones, luces y estruendo, y los cierra, como mi madre había cerrado los suyos en el autocar de Julio César, y se pregunta si no será que Dios, a la luz del cirio de cera virgen, ha dado rienda suelta a todas las criaturas del infierno para que confraternicen con los ángeles en esta Noche del Poder…”

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No hay respiro en esta novela. Asistimos página a página a la evolución de Dris. Primero sumiso, aterrado ante la figura omnipresente del Señor, su padre, y luego, a medida que avanza la trama, rebelde y furioso con esa vida y con el destino que le ha tocado, enfrentándose al fin de manera violenta y vengativa a su padre. Algo que parecía inevitable desde la primera línea. Pero Dris Chraibi lo narra de manera que todo va in crescendo y la tensión se palpa en diversos momentos, como en la siguiente escena que se desarrolla entre padre e hijo y que parece desembocar en una segura tragedia:

“(…)

Apagué el cigarrillo.

-¿Ya no le gustan las metáforas?

-¿A dónde quieres ir a parar?

-Estamos en ello.

Mi colilla todavía se podía fumar. Tres o cuatro bocanadas le traen sin cuidado; y a mí me harán mucho bien. La vuelvo a encender.

-Aún podemos llegar a un acuerdo. Estoy dispuesto a olvidar todo lo que ha sucedido. ¿Qué digo?, ya lo he olvidado todo. Dispuesto a comerme las habas, a no dormir si le parece, a permitir a su esposa la transcendencia que está esperando -mírela: se ha engalanado- y mañana renacerá Dris, su hijo, y Dris, su esclavo. Con la condición…

-¿Condiciones? ¿A nosotros, condiciones? ¿Pero de quién se están burlando aquí?

Nos levantamos al mismo tiempo. Y mientras su tarbús rueda por el suelo, y yo apago el centímetro de colilla con los dedos, me pregunto si el mendigo se ha marchado, por qué el reloj no toca ya, qué hora puede ser, y si el gato ha decidido morirse.

-Con la condición…

-Nada de condiciones, ni de chantajes.

-¿Acaso va a soplarme encima y convertirme en cenizas? Ya no creo en las mil y una noches. Con la condición, digo, de que se resigne a cambiar su teocracia en paternidad. Necesito un padre, una madre y una familia. Y también indulgencia y libertad. Y si no, haber limitado mi enseñanza a la escuela coránica. Habas, esperas, oraciones, servilismo y mediocridad. Una ligera reforma que podría concederme, sin que por ello se atente contra soberanía puesto que sigo bajo su tutela. El borrico ha crecido y ahora necesita tres sacos de avena. Y no intente persuadirme de que precisamente usted no ha dejado de ser un padre fuera de serie, algo que yo no he dejado de ignorar. Porque le respondería que ese tarbús que nos separa es una calabaza. Bueno, ¿qué?

-¿Y si no?

-Si no, el segundo filo de la navaja. ¿Sentado o de pie?

-De pie, perro.

-Como usted quiera, un perro que lo va a morder. Pero antes reflexione. Confío en usted. Usted es inteligente, muy inteligente, inteligentísimo. Y sé que no tolera, no ya la idea de que me haya rebelado contra su autoridad (lo hice desde los cuatro años, usted lo sabía y lo aceptaba), sino que esta rebeldía haya podido alcanzar su objetivo. ¿La teocracia musulmana? La cuarta dimensión. Sin embargo, usted tiene que haber oído hablar de Atatürk. Si continúa revistiéndose con la toga de su intransigencia, habrá un segundo Atatürk. Aquí. Ahora mismo. ¿He sido claro?

He entrecortado las palabras, gritándolas o susurrándolas, me trae sin cuidado, y además eso no es lo esencial. Cincuenta y ocho años, barba negra, calvo, y buena presencia, reducido a sí mismo, lo quiero mucho. En Europa hubiese sido un mediocre tendero o un íntegro funcionario.

-¿Has terminado?

-Creo que sí.

-Sal.

Esa breve palabra arrojada con la punta de los labios: igual que un salivazo.”

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DRIS CHRAIBI

Es sorprendente comprobar la actualidad de esta novela. Publicada en 1954 sin embargo podría estar escrita hoy mismo. Dris Chraibi destila rabia en sus frases, elegantes y crudas a un tiempo. No hay censura en los temas que aborda: desde su denuncia a la hipocresía de la sociedad marroquí de la época hasta su revelación de la asfixia que causa la religión, desde su rechazo frontal a la autocracia y al patriarcado imperante hasta su crítica a la reprochable sumisión de la mujer, desde su acusación de la falta de libertad que vive Marruecos hasta su desprecio por los falsos santones, en fin, desde la crítica al colonialismo hasta su lamento por la vida miserable que soportan los más humildes… El abanico es amplio y denso.

Pero lo indudable es que El pasado simple es una novela magnífica, irreprochable, un grito de rebeldía contra la injusticia moral, política y religiosa. Una novela que hay que reivindicar.

Gracias, Alberto Mrteh.

Sergio Barce, mayo 2019

El pasado simple (Le passé simple) fue publicado en España por Ediciones del Oriente y del Mediterráneo en 1994, con traducción del francés de Leonor Merino e Inmaculada Jiménez Morell.

El hombre del libro

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