Aunque no podré asistir al aniversario de nuestro grupo literario, comparto la alegría por haber llegado hasta aquí con un puñado de escritores a los que me une la pasión por narrar. Diez años ya, y continuaremos, guiados por la mano experta y pacífica de nuestro boss: Mauro Guillén. La Generación BiblioCafé tiene nuevo libro de relatos: Salgan con los libros en alto. Con un diseño magnífico para la cubierta obra de Paco Roca.
Hoy es el Día de las Librerías. He escrito varios relatos y alguna novela ambientados en librerías, como los cuentos <Librería Sueños>, que apareció en el libro colectivo Último encuentro en BiblioCafé (GB y Jam Ediciones – Valencia, 2014) o <La librería del tío Hugo>, publicado en otro volumen colectivo titulado Me estás pisando el Chéjov (Espai Literari – Barcelona, 2016), y la novela corta El laberinto de Max (Mitad Doble & Ediciones del Genal – Málaga, 2018). Pero quizá sea el cuento que escribí para el 50 Aniversario de la Librería Proteo de Málaga, el que me resulta más entrañable, porque fue un homenaje a Pablo Aranda y su libro infantil Fede quiere ser pirata, que, al final, se convirtió en un texto de admiración y cariño hacia Pablo y un homenaje a quienes durante años han estado al frente de la Librería Proteo. Así que hoy, en este día, me place recuperar mi relato El renacuajo de Pablo, rendir homenaje a las librerías con él y, sobre todo, recordar al amigo y al escritor Pablo Aranda, que sigue y seguirá con nosotros.
Sergio Barce, 11 de noviembre de 2022
EL RENACUAJO DE PABLO
Federico entró en Proteo y se dirigió a la sección de libros de aventuras. Allí era donde solía encontrar sus novelas favoritas. Las de piratas y bucaneros. Y en seguida comenzó a ojear el estante a la caza de algún título novedoso. Estaba tan absorto en sus pesquisas que apenas reparó en un hombre que lo miraba con curiosidad, arrugando los ojos que se escondían tras unas gafas de pasta.
-¿Tú no eres Fede? -le preguntó el hombre de las gafas de pasta acercándose a él.
-Sí. Me llamo Federico.
Los dos se estudiaron en silencio. Y aunque la cara de ese hombre con gafas le resultaba familiar, Federico no acababa de reconocerlo.
-Soy Pablo. Pablo Aranda. El famoso escritor de novelas de piratas -dijo muy serio, y luego sonrió-. No. Es broma. Pero sí que soy Pablo Aranda. El escritor que te creó. ¿Lo recuerdas?
-¿Tú eres mi padre? -Federico había palidecido al escucharlo.
-Tampoco exageremos -dijo rápidamente Pablo Aranda temiendo que su prole creciera sin proponérselo.- Te observaba sin poder entender que hayas logrado escapar de la novela en la que habitas. Y menos aún que hayas crecido tanto sin mi permiso.
-¿Ves? Eres mi padre. Y me abandonaste cuando cumplí los cinco años.
Pablo Aranda enmudeció. De pronto, ese niño se le antojaba impertinente y malencarado.
-Fede, tú tienes a tu padre. Un cobarde, cierto, pero es tu padre y te quiere mucho. Y otra cosa más: nadie te abandonó a los cinco años. Eso te lo estás inventando tú.
-Es lo que me dijo Sergio. Que me abandonaste para irte con unos soldados. Siempre te he esperado -y al decir esto, su voz se quebró.
Federico giró la cabeza dejando que su mirada vagase por la estantería. La taza de oro, El corsario negro, La isla del tesoro, Los dueños del viento, Fede quiere ser pirata… ¿Fede quiere ser pirata? Releyó el título, perplejo.
Antes de que Federico pudiera reaccionar, Pablo Aranda se adelantó sagaz y se hizo con el libro, primorosamente editado. Lo abrió y pasó varias páginas. Luego levantó los ojos por encima de la montura de sus gafas de pasta negra.
-¿Cuántos años tienes? -Pablo Aranda lo preguntó con cierta cautela.
-Doce -respondió Federico sin apartar los ojos de la novela de Pablo Aranda-. ¿Qué hace ese libro en la sección de piratas y bucaneros? Es de literatura infantil.
-¿No dices que ya tienes doce años? -reconvino el escritor con una ironía acerada.
De pronto, las maderas del suelo crujieron y los dos se giraron. Jesús Otaola y Paco Puche encabezando un grupo que se acercaba con intenciones imprevisibles. Junto a ellos, Sergio, también con sus doce recién cumplidos, que había clavado su pierna ortopédica en el parqué; y un paso por detrás, Ana, Cristina, Francisco y Milagros, crispados porque eran los encargados de velar por los libros infantiles. Susana y Miguel Ángel franqueaban la puerta de salida. Y Vanesa, Carlos, Rosa, Beatriz, Carmen, Inma y Ana María se agolpaban a las escaleras. Pablo Aranda frunció el ceño. Y Federico se temió lo peor.
-Lo siento, Pablo -dijo Jesús Otaola-. No sé cómo ha podido ocurrir, pero te prometo que es la primera vez que se nos escapa un personaje de un libro.
-Lo devolveremos a las páginas de Fede quiere ser pirata -añadió Jonatan, que apareció por una puerta camuflada sacando unas esposas del interior de su cazadora-. Vamos, Fede, no nos lo pongas difícil.
-No puede regresar con doce años -protestó Pablo Aranda al grupo-. La novela dejará de tener sentido. Y, por cierto, ¿qué hace aquí Sergio?
-Salió de tu libro, pero solo para buscar a Fede -se excusó Paco Puche.
-En cuanto regresemos, volveremos a tener cinco años -lo interrumpió Sergio, y miró a su amigo-. Allí estamos mejor, Fede. Seguiremos soñando que somos piratas y viajaremos en nuestro bajel con Marga y con Isa.
Federico sopesó las posibilidades que tenía de huir de allí observando de reojo al grupo de Proteo-Prometeo. Famosos por no haber dejado escapar a ningún personaje si no lo hacían dentro del libro al que pertenecían. Y lo cierto era que añoraba sus años en la novela. Levantó la vista y escrutó a Sergio.
-De acuerdo -dijo en un susurro-. Pero con una condición, papá -y miró a Pablo Aranda.
-Y dale. Que no soy tu padre -replicó el escritor con voz de paciencia-. A ver. ¿Qué me vas a pedir?
-Que Isa deje de llamarme renacuajo.
-Pero si te lo dice con cariño -Pablo Aranda temía que ese cambio afectase a su historia y trató de convencerlo-. Llamarte renacuajo te hace más humano. Además, un niño de cinco años es un renacuajo.
-Entonces no volveré a la novela.
El grupo se movió inquieto, y Federico dio un paso atrás.
-De acuerdo -cedió Pablo Aranda-. Haré que Isa deje de llamarte renacuajo. Aunque seas un renacuajo.
Dicho eso, Fede y Sergio avanzaron juntos y se esfumaron misteriosamente de la librería. Pablo Aranda abrió su novela dejando escapar un largo suspiro.
-Menos mal. Todo parece estar en su sitio. Incluso ese renacuajo cabezota -susurró dibujando una sonrisa en sus labios.
Hay personas que te marcan o que pasan a formar parte de ti aunque no tengas la oportunidad de verla durante mucho tiempo. Eso me ocurre con Susi Bonilla. Los dos formamos parte del grupo literario Generación BiblioCafé y ella ha sido quien, ya en dos ocasiones, ha presentado mis libros en Valencia, y en ambos encuentros de una manera magistral, tanto que yo me quedaba escuchándola con la boca abierta. Le pone tanto entusiasmo y calidad que hace que sea difícil resistirse a leerlos. Susi es profesora de Didáctica de la Lengua y Psicóloga con formación en terapia del arte, imparte cursos de narrativa y es una excelente escritora, reconocida con diversos premios por sus relatos. Este pasado 23 de abril, Día del Libro, escribió algo en Instagram que hizo que volviera a elevarme en una especie de éxtasis. Su texto era el siguiente:
¿Cómo no seguir narrando cuando lees algo así de alguien a quien respetas y quieres? Como no hay dos sin tres, espero que muy pronto coincidamos para presentar algo nuevo. Lo que sea. Cualquier excusa será buena para volver a vernos, charlar de literatura y contagiarme de su sonrisa.
Estas son mis novelas y libros de relatos hasta el momento. Ya un pequeño universo.
Y estos (amén de las publicaciones en revistas culturales varias) son los libros editados en los que he participado con algún relato en obras colectivas (especialmente con la Generación BiblioCafé, de Valencia), o bien con un artículos o algún prólogo, como el que escribí para La Jaima, de Chukri.