Cuando formaba parte del Taller de Narrativa que, durante los años de Universidad, dirigía el dramaturgo y poeta Miguel Romero Esteo, recuerdo que nos insistía que, entre otros narradores, leyésemos a Charles Bukowski. Para mí fue como entrar en otra dimensión. Sus novelas y sus relatos iban contracorriente. Hacía apenas seis años que había muerto Franco y nuestras ansias de libertad y de descubrir todo lo que había estado prohibido o censurado nos caía en avalancha, y Bukowski era como romper con muchas cosas. Transgresor, outsider, molesto, provocador. Me encantaban sus textos, escritos como se respira, línea tras línea sin respiro, diciendo las cosas como son, sin tapujos, sin subterfugios, sin necesidad de usar metáforas cursis o rebuscadas. Hablaba del sexo igual a como se bebía sus cervezas. Algunos de sus relatos me han hecho llorar de risa. Bukowski siempre en mi biblioteca, mirándome con su cara de boxeador machacado, vigilándome para que no baje la guardia, para que no ceda, para que no me venda.
Anagrama acaba de editar La enfermedad de escribir (On writing), que se publicó en 2015 en Nueva York, libro que recoge cartas y dibujos que Charles Bukowski envió a editores, críticos y escritores y poetas desde 1945 a 1993, en las que habla del oficio de escribir, de la poesía, de la narrativa, de las penurias que pasaba para ver alguno de sus escritos publicados, sus pensamientos sobre autores consagrados, sus experiencias con los editores y críticos, sus cambios de humor, su desesperanza o sus ilusiones…
“ (Extracto de carta de fecha 5 de agosto de 1963 a Marvin Malone, editor de Wormwood Review, que publicó la poesía de Bukowski en casi cien números de la revista)
Subí las escaleras con el sobre pesado y pensé que habrías rechazado los poemas, que seguían allí dentro, es tan duro como hacer que los elefantes caminen por el barro, pero lo abrí y vi que habías aceptado ONCE, y once poemas son muchos poemas aunque te hubiera enviado docenas más…
(…) Escribir es un juego de lo más divertido. Cuando te rechazan, escribes mejor; cuando te aceptan, sigues escribiendo. Dentro de 11 días cumpliré 43 años. Es normal escribir poesía a los 23, pero si sigues haciéndolo a los 43 significa que no estás del todo bien de la cabeza, pero no pasa nada…: otro cigarrillo, otro trago, otra mujer en la cama, y las aceras siguen ahí y los gusanos y las moscas y el sol también; y es asunto mío si prefiero meterle mano a la poesía que invertir en inmuebles, y once poemas son muchos poemas, me alegro que aceptaras tantos. Las cortinas ondean como la bandera del país y queda mucha cerveza.”
A veces me identifico con algunas de sus experiencias: cuando te rechazan una novela o unos relatos es cierto que, como Bukowski escribe, sientes tal desengaño que escribes mejor, o al menos eso crees, y también que, aunque juras que nunca volverás a hacerlo, sigues escribiendo, pero ahora con rabia y con la intención de demostrarle al mundo que sirves para algo, que narras porque necesitas hacerlo y porque te va la vida en ello.
“ (Carta enviada el 15 de septiembre de 1970 a Harold Norse, que para Bukowski era uno de los mejores poetas vivos. Norse publicó varios poemas y cartas de Charles Bukowski en la revista independiente Bastard Angel en 1974)
No tengo nada que decir. estoy pillado por los huevos. los relatos me llegan de vuelta con la misma velocidad con que los escribo. se acabó. por supuesto, siguen aceptándome los poemas, pero la poesía no da para pagar el alquiler. estoy deprimido, eso es todo. no tengo nada que decir. desesperanzado. desesperado. finis. Neeli dice que ve ejemplares de Escritos de un viejo indecente y del libro de Penguin por todas partes. Escritos acaba de traducirse al alemán y recibió una reseña positiva en Der Spiegel (con una tirada de un millón de ejemplares), pero da lo mismo, el libro podría haberlo escrito Jack el Destripador y nada cambiaría. no es fácil vivir así. hoy he de recibir el primer cheque en dos meses: 50 dólares de mierda por un relato que escribí para una revista porno sobre un tipo que está en un manicomio, se escapa escalando la pared, sube a un autobús, le toca la teta a una tipa, se baja de un salto, entra en una tienda, coge un paquete de cigarrillos, enciende uno, le dice a todos que es Dios, alarga la mano, le levanta la falda a una niña y le pellizca el trasero. supongo que ese es el futuro que me espera. Hal, estoy depre: no puedo escribir.”
El título en español de este libro es toda una declaración de principios que suscribo: escribir es una enfermedad. Una enfermedad que no tiene cura. Ni siquiera deseo que encuentren el remedio para curarla. Y ahí sigo, como haría Bukowski, escribiendo contra viento y marea, aunque a veces me sienta frustrado o desengañado o terriblemente abatido, porque soy feliz cuando narro.
La enfermedad de escribir ha sido publicada por Anagrama con edición y traducción de Abel Debritto.
Sergio Barce, enero 2021
