Archivo de la categoría: CINE

FOTOS DE CINE – 33

Foto tomada durante el rodaje de la obra maestra Pat Garrett & Billy the Kid (1973) del gran Sam Pechinpah. En ella vemos al propio realizador en primer término junto a los actores R.G.Armstrong y James Coburn, que interpreta al sheriff Pat Garrett en esta cinta llena de melancolía, decadencia, desilusión y violencia. Me declaro «peckinpahiano» desde hace muchísimos años. Sus films Duelo en la Alta Sierra (Ride the high country, 1962), Mayor Dundee (Major Dundee, 1965), Grupo salvaje (The wild bunch, 1969), La balada de Cable Hogue (The ballad of Cable Hogue, 1970) y ésta de Pat Garrett & Billy the Kid, forman todo un cuerpo fílmico que, si no fuera por los destrozos cometidos por los distintos productores, habrían pasado a ser trabajos aún más perfectos de lo que, con sus mutilaciones, son todos estos westerns.

En Pat Garrett & Billy the Kid, además de la hermosa historia de una amistad traicionada que nos relata, hay también un homenaje a un mundo que se iba perdiendo, el del viejo Oeste americano. Pat Garrett representa el nuevo orden, Billy the Kid la libertad absoluta. La banda sonora de Bob Dylan, que ha pasado a la historia del cine, acentúa aún más ese contrasentido, ese enfrentamiento entre lo viejo y lo nuevo. «Los tiempos están cambiando», dice Pat en algún instante.

Para los amantes del cine, para los fervientes seguidores del western, entre los que me encuentro, esta película rinde también homenaje a los grandes actores de carácter, a los mejores secundarios. Y es que el reparto de Pat Garrett & Billy the Kid reúne a lo más granado del género: desde un inconmensurable James Coburn, quizá en su trabajo más completo, hasta un joven Kris Kristofferson que, con los años, se ha convertido en uno de los referentes del western. Junto a ellos, nombres inolvidables: Jack Elam, Jason Robards, Emilio «Indio» Fernández, Gene Evans, Paul Fix, R.G.Armstrong, Katy Jurado, Slim Pickens, L.Q.Jones, Gene Evans, Richard Jaeckel, Harry Dean Stanton, Barry Sullivan, Chill Wills, John Beck, Luke Askew, Richard Bright, Matt Clark, Jack Dodson, Jorge Russeck, Charles Martin Smith, John Davis Chandler, Elisha Cook jr., Dub Taylor, Aurora Clavel, Bruce Dern… Y el propio Peckinpah en un pequeño papel con una frase de diálogo y Bob Dylan como Alias. (Quienes no reconocen a estos actores por sus nombres, si los buscan por Google se sorprenderán al reconocer a gran parte de ellos).

Sergio Barce, abril 2023

      

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FOTOS DE CINE – 32

Clark Gable y Burt Lancaster. Supongo que se tomó durante el rodaje de la película Torpedo (Run silent, run deep), dirigida por Robert Wise en 1958.

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Si Clark Gable fue el «rey,» Burt Lancaster ha sido quizá el actor con la mejor y más brillante carrera de la historia del cine. Décadas rodando buenas cintas y con excelentes trabajos de interpretación. Desde su primer largo Forajidos (The killers, 1947) de Robert Siodmak, que ya era una obra maestra, hasta su último trabajo en la muy interesante producción para televisión Enfrentados (Separate but equal, 1991) de George Stevens Jr., en un gran cara a cara con Sidney Poitier. Fue, además, productor independiente, arriesgándose a financiar cintas nada comerciales, como Chantaje en Broadway (Sweet smell of success, 1957) de Mackendrick, o Los que no perdonan (The unforgiven, 1960) de John Huston. Y ahí están sus papeles en cintas inolvidables: El temible burlón (The Crimson pirate, 1952), De aquí a la eternidad (From here to eternity, 1953), Veracruz (1954), Duelo de titanes (Gunfight at the O.K. Corral, 1957), Mesas separadas (Separate tables, 1958), El fuego y la palabra (Elmer Gantry, 1960), Vencedores o vencidos (Judgment at Nuremberg, 1961), El hombre de Alcatraz (Birdman of Alcatraz, 1962), El gatopardo (Il gattopardo, 1963), Los profesionales (The professionals, 1966), El nadador (The swimmer, 1968), La venganza de Ulzana (Ulzana´s raid, 1972), Novecento (1976), Atlantic City (1980) o Un tipo genial (Local hero, 1983). Y fue dirigido por maestros del cine que, en su mayoría, repitieron con él: Robert Siodmak, Jules Dassin, Fred Zinnemann, Robert Aldrich, John Sturges, Alexander Mackendrick, Richard Brooks, Johm Huston, Stanley Kramer, John Frankenheimer, John Cassavetes, Luchino Visconti, Sydney Pollack, Bernardo Bertolucci, Robert Altman, Louis Malle, Liliana Cavani…

 

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NOTAS A PIE DE PÁGINA 12 – CABALLOS Y HOMBRES CORRIENTES

Ayer vi por fin As bestas, la cinta de Rodrigo Sorogoyen de la que todos hablan. La sala del cine Albéniz, en Málaga, pese a que la película lleva en cartel varias semanas, estaba llena. Lo que me alegró.

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Buen cine, aunque la trama sea demasiado previsible. Sin embargo, cuando se dirige bien, lo previsible pasa a un segundo plano y la cinta, que dura 2 horas y 17 minutos, siendo lenta, no decae, tal vez porque Sorogoyen logra que la tensión larvada que subyace en cada escena no te permita relajarte del todo. Muy bien reconstruida la vida rural y excelentes, diría que perfectos, todos los actores, comenzando por un Luis Zahera que se sale en cada nueva película que protagoniza, quizá uno de los mejores actores españoles de los últimos años; así como el magnífico Denis Ménochet, un grandullón con un corazón de oro que vive aterrado, pero defendiendo su dignidad con credibilidad. Las dos actrices que dan vida a la mujer y a la hija de Ménochet no se quedan a la zaga: Marina Foïs hace de sus silencios y miradas una actuación sensible, y la jovencísima Marie Colomb sorprende por su intensidad dramática. El conflicto de los intereses de unos y otros está muy bien planteado, de ahí que As bestas te haga reflexionar sobre este mundo que construimos en una dirección equivocada.

En As bestas, los caballos son también personajes muy secundarios pero esenciales para una de las escenas claves de la película, al igual que son secundarios pero esenciales en una novela sorprendente, bellísima: Salir a robar caballos (Ut ogstiaele bester, 2003), del escritor noruego Per Petterson. Está editada por Libros del Asteroide, con traducción de Critina Gómez Baggethun.

“…A la gente le gusta que le cuentes cosas, en la cantidad adecuada, en un tono humilde y familiar, y creen que así te conocen, aunque se equivocan, saben de ti porque averiguan los hechos, pero no conocen tus sentimientos ni lo que piensas sobre las cosas ni saber cómo lo que te ha pasado y lo que has decidido te han convertido en quien eres. Lo que hacen es rellenar los huecos con sus propios sentimientos, opiniones y suposiciones, y así componen una vida nueva que tiene bien poco que ver con la tuya, de modo que estás seguro. Basta con ser amable, sonreír y rehuir las paranoias, hagas lo que hagas hablan de ti, es inevitable, y tú habrías hecho lo mismo. No necesito gran cosa, solo un pan y un poco de embutido, resuelvo rápido. Me sorprende lo vacías que se han ido quedando mis cestas de la compra, las pocas necesidades que he acabado teniendo desde que estoy solo. Sufro un súbito ataque de tristeza cuando voy a pagar y siento sobre mí los ojos de la cajera mientras saco el dinero, ella lo que ve es al viudo, no entienden nada, y es mejor así. -Ahí tienes -dice suave como la seda, y bajito, al darme las vueltas. -Muchas gracias -le digo, y estoy a punto de echarme a llorar, joder, y me apresuro a salir con la compra en una bolsa y regreso a la gasolinera. He tenido suerte, pienso. No entienden nada.”

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Con una prosa limpia y diáfana, Per Petterson nos cuenta la historia de Trond, un hombre que abandona Oslo para vivir en medio del campo, apartado de todo. Allí tendrá un encuentro con alguien que parece surgir de su infancia, de un pasado doloroso, y, desde ese instante, por medio de saltos temporales, iremos descubriendo su vida y la de su familia, con un padre enigmático, hasta que lo oculto va aflorando y descubrimos por qué “salían a robar caballos”. Es de esos libros que se te graban para siempre. Una delicia de gran calidad.

Mientras leo Al sur de Tánger, de Gonzalo Fernández Parrilla, acabo la autobiografía de Paul Newman, que lleva por título Paul Newman: La extraordinaria vida de un hombre corriente, que se basa en entrevistas y anécdotas recogidas por Stewart Stern, y que ha publicado Libros Cúpula, con traducción de Francisco Javier Pérez.

“…creía que el talento sería algo así como una explosión mensurable, un increíble sentido de la bohemia, una bufanda que se te ajustaba al cuello y te desconectaba de cualquier predisposición a lo convencional. Ser un innovador, alguien que descubre cosas, nuevas formas de ser y nuevos estilos… Nunca me sentí así. Nunca sentí que tuviese talento, ya que era alguien que seguía a los demás, alguien que interpretaba lo de otros, pero nunca creaba por sí mismo.”

Interesante leer las reflexiones del actor y del hombre, que nada tienen que ver uno con el otro, como si fuesen dos personas distintas habitando en un solo cuerpo. Fascinante seguir su evolución, desde el Paul Newman inseguro y hermético hasta ese Paul Newman ya maduro que, en la vejez, llegó a reconciliarse consigo mismo y a ser el hombre generoso y humanitario que siempre había sido. Su relación con la bebida es impresionante, no sé si recuerdo a alguien que bebiera como él, quizá Charles Bukowski, pero su mujer, el gran amor de su vida, Joanne Woodward, llega a confesar en algún momento lo siguiente:

“…Paul casi se mató mientras estaba dirigiendo <Casta invencible> en Oregón, en 1971. Una noche se cayó de la cama. Lo encontré en el suelo, con la cabeza sangrando, y fue lo más cerca que he estado nunca de decir: <Se acabó, ya no lo soporto>. Cuando la película estuvo lista, Paul dejó el alcohol fuerte. Yo misma solía decir que para Paul la única forma de encontrar cierta paz era emborracharse hasta las trancas. Ahora la encuentra en las carreras de coches. La paz y la gracia, el consuelo de saber que ha hecho algo bien.”

Y es que la relación que nos han vendido siempre entre Joanne Woodward y Paul Newman, como ese matrimonio perfecto, a contracorriente en Hollywood, no fue tan idílico y pasó por muchos baches, algunos complicados y duros. Pero de la lectura de esta autobiografía uno saca la conclusión de que, sin Joanne, él nunca habría sido el mismo, que en ella halló cuanto buscaba, que ella era su verdadero refugio.

Me ha impresionado cómo era su madre. Esa mujer que no dejaba oportunidad para zaherirle, para hacerle daño, en una extraña relación de amor-odio que ella alimentó y que a Paul Newman le supuso un sufrimiento atroz.

También llego a la conclusión de que amó a sus amigos sin fisuras y de que sus amigos lo adoraban, pese a esas contradicciones que le hacían dudar de su capacidad como marido, como padre y como actor, él que nos ha regalado interpretaciones memorables siempre dudó de sus dotes interpretativas, aunque nunca lo llevó al extremo de convertirse en alguien difícil para quienes trabajaron con él.

Y mientras escribo este artículo, y escucho de fondo al grupo Queens of the Stone Age, me pregunto si escribir las novelas y los relatos que ya he publicado hasta ahora (un total de siete novelas y cuatro libros de relatos, amén de cuentos incluidos en títulos colectivos de varios autores), si ese esfuerzo que hago con cada obra para narrar con decencia, cuidando la trama y la escritura, buscando el verbo y el adjetivo adecuado, me lleva a alguna parte. No encuentro una respuesta que me satisfaga.

En mis próximas “notas a pie de página”, si me decido a escribirlas, debería contar la anécdota con Lorenzo Silva.

Sergio Barce, 22 de enero de 2023

 

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FOTOS DE CINE – 31

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En la imagen: Marlon Brando y Karl Malden, en un descando durante el rodaje de La ley del silencio.

Karl Malden es de esos enormes actores que solo recordamos ya los amantes del buen cine. Inolvidable en sus papeles en varias obras maestras y en grandes películas como Un tranvía llamado deseo (A streetcar named desire, 1951) de Elia Kazan, Yo confieso (I confess, 1953) de Alfred Hitchcock, La ley del silencio (On the waterfront, 1954) y Baby doll (1956) ambas de nuevo con Kazan, El árbol del ahorcado (The hanging tree, 1959) de Delmer Daves, El rostro impenetrable (One-Eyed Jacks, 1960) de Marlon Brando, El hombre de Alcatraz (Birdman of Alcatraz, 1962) de John Frankenheimer, El rey del juego (The Cincinnati Kid, 1965) de Norman Jewison, Patton (1970) de Franklin J. Schaffner o la serie de TV Las calles de San Francisco (The streets of San Francisco, 1972-1977). Dio la réplica a los mejores: a Gregory Peck, a Gene Tierney, a Marlon Brando, a Vivien Leigh, a Montgomery Clift, a Jennifer Jones, a Gary Cooper, a Charlton Heston, a Natalie Wood, a Burt Lancaster, a Eva M. Saint, a Steve McQueen, a George C. Scott… y siempre marcó su sello.

En la autobiografía escrita por Paul Newman, que estoy devorando, titulada Paul Newman, la extraordinaria vida de un hombre corriente, editada por Libros Cúpula, con traducción de Francisco Javier Pérez, Karl Malden relata lo sucedido durante la selección para el papel protagonista masculino de La ley del silencio (On the waterfront, 1954).

Cuenta que Marlon Brando declinó el ofrecimiento de Elia Kazan para interpretar el rol de Terry Malloy, por lo que la productora recurrió a Malden para que convenciese a Brando, que era buen amigo suyo. La razón del actor para no intervenir en la cinta fue que pensaba que Elia Kazan era un soplón, que delató a gente del cine como comunistas a izquierdistas, en la caza de brujas que impulsó el senador McCarthy (acusación que parece que era cierta). Pese a sus intentos, Brando no cedió, por lo que Elia Kazan le preguntó a Karl Malden qué le parecía darle el papel a Paul Newman. A él, le pareció bien.

Antes de firmar el contrato, le obligaron a que interpretase alguna escena del guion que Newman debía seleccionar, así como a la actriz que le diera la réplica en esa prueba. Paul Newman eligió a Joanna Woodward, de la que ya estaba enamorado y, para la escena en cuestión, se inclinó por la que transcurre en el banco del parque. Según Karl Malden, resultó perfecta.

Al verlos actuar, se dio cuenta de que había algo entre ellos, y se sintió reconfortado al comprobar que Paul Newman aceptaba que fuese él y no Elia Kazan el que supervisara esa prueba de casting. También cuenta que le resultó muy fácil que Newman sedujera a Joanne Woodward en esa escena, que era lo que exigía el guion, porque estaba totalmente entregado a la actriz.

Sin embargo, pese a la buena química, a lo bien que resultó la escena, en cuanto el productor dio el visto bueno a Paul Newman, Marlon Brando aceptó el papel. Por entonces, Brando ya era una estrella y un actor reconocido, mientras que Paul Newman aún no había despegado. Además, era la opción preferida de Kazan, por lo que acabó siendo él el elegido.

La Ley del silencio obtuvo 8 premios Oscars, entre ellos el de mejor actor protagonista para Brando, mejor actriz de reparto para Eva Marie Saint y mejor director para Elia Kazan. Para el Oscar al mejor intérprete masculino de reparto, Karl Malden estuvo nominado, pero que ya lo había ganado con Un tranvía llamado deseo. (Por esta misma cinta, estuvieron también nominados como actores de reparto Lee J. Cobb y Rod Steiger).

Sergio Barce, 8 de enero de 2023 

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25 DE NOVIEMBRE – ESTRENO DE «LOS CONSTRUCTORES DE LA ALHAMBRA», UN FILM DE ISABEL FERNÁNDEZ

Aviso a navegantes. Este próximo 25 de noviembre de 2022, en salas de cine, se estrena la película Los constructores de la Alhambra, dirigida por Isabel Fernández. Por cuanto he leído e indagado, se trata de una cinta llena de poesía y belleza, emocionante y diferente. Por eso, os hago llegar este anuncio. En el siguiente enlace, encontraréis las ciudades y salas en las que se estrenará, por si tenéis la oportunidad de asistir:

https://constructoresdelaalhambra.com/consigue-entradas-en-tu-cine-favorito/

Como se indica en la ficha: «La película se basa en las crónicas de Ibn al-Jatib, “El de las dos vidas”, uno de los mayores historiadores de la Edad Media en Europa. Poeta, diplomático, médico, filósofo… Un hombre del Renacimiento antes del Renacimiento, que tuvo una actividad intelectual frenética, escribiendo más de setenta obras de poesía, jurisprudencia, o medicina, y cuya fama traspasó las fronteras del Reino de Granada...» Este personaje histórico es quien servirá de hilo conductor para adentrarnos en la Alhambra y en sus secretos. Ibn al-Jatib está interpretado en la película por el excelente actor egipcio Amr Waked, que ha intervenido en cintas dirigidas por Luc Besson, Ricky Tognazzi, Stephen Gaghan, Tarek Alarian o Lasse Hallström, aunque creo que es su papel en la serie House of Saddam (2008) dando vida a Hussein Kamel uno de sus mejores trabajos. 

Su directora, Isabel Fernández, es productora, guionista y directora de cine independiente. Sus documentales han sido emitidos por las principales televisiones públicas europeas. A través de su productora, Al Pati Produccions, desarrolla films comprometidos con temas sociales que exploran las fronteras entre el documental y la ficción, y que apuestan por nuevas narrativas. Su filmografía incluye el corto documental The Neighbour (2015, premiado en el Festival de Aljazeera) y los largos El fill de son pare (2010, mención especial del jurado en Prix Europa) y Corredors de fons (2014, mejor dirección en el Festival de Aljazeera y mejor guion en Europe-Orient du Film Documentaire, en Asilah).

Los constructores de la Alhambra (2022) - Filmaffinity

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