Ediciones del Genal, ha publicado hace apenas unas semanas Miramar, la nueva novela de Carmen Enciso y Eloísa Navas.
Tal y como ya hiciesen con El hotel del inglés (Ediciones del Genal – Málaga, 2014), Carmen Enciso y Eloísa Navas vuelven a otro establecimiento hostelero para hilvanar su nueva novela: en esta ocasión, el hotel Miramar de Málaga. Y, como en aquella otra, también aquí las dos autoras consiguen con pericia el escribir a cuatro manos una nueva trama en la que, una vez más, conjugan la historia en minúscula con la Historia en mayúscula.

A través de los personajes de Mercedes y de Trini, recorreremos los avatares del hotel Miramar desde los años veinte (cuando aún se denominaba hotel Príncipe de Asturias) hasta 1966, cuando se produce el cierre de este emblemático establecimiento. Mercedes representa en esta obra la pequeña historia vista desde el prisma de la clase alta, ésa que podía permitirse el lujo de alojarse y de, incluso, residir de manera casi habitual en el hotel; y Trini, por el contrario, a la clase más popular de Málaga, la que vivía en corralones y para la que, cruzar la frontera del río Guadalmedina para llegar al centro de la ciudad, era incluso una aventura. Como en las novelas de Galdós, Carmen Enciso y Eloísa Navas dibujan el paso del tiempo a través de las peripecias personales y familiares de sus dos protagonistas a la par que retratan de manera eficaz la situación social y política del momento que les ha tocado vivir, es decir, la Historia de Málaga en esos años.
“…El merendero estaba en la playa, muy cercano al hotel. Nos atendió el dueño, Antonio Martín. Explicó, ante la curiosidad de mi esposo, que era del pueblo de Algarrobo y que había trabajado de licorero en las Bodegas Príes, ubicado justo enfrente del chambao. Del negocio de había ocupado su esposa, María Coral, hasta que falleció y entonces él se había hecho cargo. Decidió remozarlo y de paso cambiarle el nombre de La Coral por Antonio Martín para no tener que recordar a su esposa constantemente. Nos contó que el merendero había cambiado mucho desde que se abrió en 1886 con cajas de madera, palos hincados en la arena y un entramado de cables y cuerdas para sostener las esteras que protegían del sol a los clientes. <No son más que cuatro mesas y otras cuantas sillas de enea, ese era el mobiliario>. Dijo que siempre tuvieron clientela, primero procedente de los baños de Apolo y de La Estrella y luego se sumó la del hotel, que aumentó muchísimo desde que lo frecuentaran los reyes…”
Los avatares de Trini están llenos de sinsabores. No puede ser de otra manera para quien vive en el popular barrio de El Perchel. Con curiosidad, nos introducimos en ese barrio y en las vidas miserables de principios del siglo pasado, las ilusiones que despiertan en los más humildes los cambios que llegan con la República, la devastadora experiencia de la guerra civil, la desoladora huida de miles de malagueños de los bombardeos a la ciudad por los sublevados, la cruda realidad de una posguerra triste y gris, los cambios que, poco a poco, van ocurriendo con el paso de los años, las nuevas ilusiones que se materializan en los hijos.
El hotel Miramar será testigo de esa vida llena de altibajos, y será también testigo de cómo esa mujer que comenzó como limpiadora en el establecimiento, acaba siendo primero denigrada y luego rehabilitada para convertirse en gobernanta. Carmen Enciso y Eloísa Navas saben sacarles partido a las frustraciones de una vida salpicada por la mala suerte, el infortunio y, sobre todo, por los contratiempos de unos años convulsos y de una realidad que suele cercenar los sueños de los más humildes.

CARMEN ENCISO Y ELOÍSA NAVAS – foto de La Opinión de Málaga
Por el contrario, Mercedes es la otra cara de la moneda. Una mujer de muy buena posición que se aloja en el hotel, con un marido de origen suizo primero, y, luego, sola en compañía de su criada. Por supuesto, la visión de los acontecimientos que se van produciendo tanto en el hotel Miramar como en Málaga, y en España en general, es muy diferente, a veces opuesta, a la de que se enfrenta Trini. Porque, como bien demuestra esta novela, la guerra no golpea de igual manera a unas capas sociales que a otras.
Para mi sorpresa, durante la guerra civil, Mercedes encuentra refugio en el Tánger internacional, y, con el paso de los años, se convierte en su ciudad.
“…Esta ciudad me ha enamorado, no hay día que no me sorprenda un rincón, una calleja en escalera, el color, su olor o sus gentes. Los españoles, cuando llegan aquí, se vuelven tolerantes, o quizás sea que los que vienen son los abiertos de mentes y de corazón. Hasta la Iglesia es mucho más comprensiva…”
(La proliferación de novelas que se han editado en los últimos cinco años, ambientas en la misma época y en la misma ciudad tangerina, comienza a ser llamativa).
Salvo este largo período, en el que el personaje de Mercedes pasa a vivir en otro mundo totalmente diferente al de Málaga (Tánger entonces era un lugar tan anacrónico como fascinante), el resto de su vida se moverá al otro lado de la orilla del río: la más privilegiada. Sin embargo, Carmen Enciso y Eloísa Navas introducen un elemento de rebeldía en Mercedes, que arrostrará la realidad a veces en contra del criterio general de su clase social. Esto enriquece sin duda al personaje.

Otro acierto es ese contraste que las autoras nos muestran entre la Málaga destrozada por la guerra y ese Tánger de vida cosmopolita y sofisticada.
“…A eso del mediodía del lunes oímos a lo lejos una marcha militar.
-Es el himno de Mussolini -nos dijo don Ernesto, que de estas cosas sabía mucho.
Luego nos enteramos de que las tropas italianas habían desfilado por el puente de Tetuán y la Alameda, celebrando el triunfo. En el barrio, en cambio, reinaba el silencio. La sala donde vivía Miguel con su madre tenía una sola ventana que permanecía cerrada para no llamar la atención, por la que nos asomábamos a la calle a través de una rendija del viejo postigo. Todo parecía desierto y abandonado. Entre los que habían huido y los que, como nosotros, se encerraban en sus casas aparentando no estar en ellas, el Perchel se había convertido en un barrio fantasma en esas primeras horas de la ocupación.
A partir del segundo día, de vez en cuando sentíamos el motor de un coche que se paraba delante de alguna de las viviendas cercanas. Eran las nuevas autoridades que venían a buscar a alguien del barrio para llevárselo detenido, acusado de haber colaborado con el régimen republicano. Muchas veces estas detenciones se producían por denuncias de los mismos vecinos, que con este gesto pretendían ganarse la confianza de las nuevas autoridades y así evitar que sospechasen de ellos…”
En El hotel del inglés, las autoras efectuaron un admirable trabajo de documentación. En Miramar, vuelven a hacerlo. Los personajes malagueños más conocidos de esos años, Guerrero Strachan, Pérez-Bryan, Van Dulken… se mezclan con tradiciones populares de la ciudad, con dichos y vocablos propios de Málaga, con la memoria de los edificios más emblemáticos, con decenas de detalles que demuestran esa labor meticulosa de investigación que, sin duda, atraerá a un buen número de lectores malagueños que recordarán en estas páginas muchos de los episodios que han vivido o que les han contado sus familiares. Y, de la misma forma, no es despreciable en absoluto el mismo trabajo de documentación efectuado sobre Tánger para ambientar los capítulos que se desarrollan allí.
Estamos ante un gran fresco pintado desde el interior del hotel Miramar. Desde allí, y guiados por sus dos protagonistas femeninas, recorreremos la historia de Málaga y de los malagueños durante casi cincuenta años, los más duros, los que han ido marcando el carácter de una ciudad y el de su gente. Un viaje al pasado de los nuestros.
Sergio Barce
“…Durante mis visitas, salíamos al frondoso jardín y dábamos un tranquilo paseo por los senderos entre los raros ejemplares de palmeras y jacarandas, o a la sombra de los pinos, con el olor de los eucaliptos y los falsos pimenteros. A veces veíamos ardillas y camaleones y ella solía decir, bromeando, que era Edward que había venido a visitarla. Yo le hablaba de las fiestas y de los artistas que se hospedaban en el hotel, como Elizabeth Taylor, Ava Gardner, Orson Welles, Jean Cocteau, Anthony Quinn y tantos y tantos otros que venían a Málaga a rodar sus películas…”
