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LAS LLAMAS NO PODRÁN CON LA LIBRERÍA PROTEO DE MÁLAGA

Abderrahman El Fathi, Ahmed El Gamoun, Ahmed Mgara, Ahmed Oubali, Alberto Gómez Font, Alfredo Taján, Alice Wagner, Alicia Acosta, Alicia Muñoz Alabau, Ana Añón, Antonio Abad, Antonio Bravo Nieto, Antonio Fontana, Antonio García Velasco, Antonio Herráiz, Antonio Lozano, Antonio J. Quesada, Aurora Gámez, Aziz Amahjour, Bernabé López García, Carlos Salazar Fraile, Carlos Tessainer, Carmen Enciso, Cecilia Molinero, Cristián Ricci, Cristina Martínez Martín, David Rocha, Eloísa Navas, Emilia Luna, Encarna León, Enrique Baena, Enrique Lomas, Farid Othman Bentria Ramos, Felicidad Batista, Fernando Castillo, Fernando de Ágreda, Fernando Tresviernes, Francisco Morales, Francisco Muñoz Soler, Francisco Ruiz Noguera, Francisco Selva, Fuensanta Niñirola, Guillermo Busutil, Herminia Luque, Hipólito Esteban Soler, Inmaculada García Haro, Iñaki Martínez, Javier Lacomba, Javier Otazu, Javier Rioyo, Javier Valenzuela, Jes Lavado, José A. Garriga Vela, José Mª Lizundia, José F. Martín Caparrós, José L. Gómez Barceló, José L. Ibáñez Salas, José L. Pérez Fuillerat, José L. Rosas, José A. Santano, José Sarria, Juan Clemente Sánchez, Juan Gavilán, Juan Goytisolo, Juan José Téllez, Juan Pablo Caja, Julio Rabadán, Laila Karrouch, León Cohen Mesonero, Leonor Merino, Lorenzo Silva, Luis María Cazorla, Luis Leante, Luis Salvago, Manuel Gahete, Marceliano Galiano, Marcos Ana, María Sangüesa, Mario Castillo del Pino, Miguel Romero Esteo, Mohamed Abrighach, Mohamed Akalay, Mohamed Bouissef Rekab, Mohamed Chakor, Mohamed El Morabet, Mohamed Lahchiri, Mohamed Sibari, Miguel Sáenz, Miguel Torres López de Uralde, Miguel Angel Moreta Lara, Montserrat Claros, Mustafa Busfeha, Pablo Aranda, Pablo Macías, Pablo Martín Carbajal, Paloma Fernández Gomá, Patrick Tuite Briales, Paula Carbonell, Pedro Delgado, Pedro Munar, Pedro Pujante, Pepe Ponce, Presina Pereiro, Rafael Ballesteros, Ramón Buenaventura, Randa Jebrouni, Remedios Sánchez García, Roberto Novella, Rocío Rojas-Marcos, Sahida Hamido, Said El Kadaoui, Saljo Bellver, Salvador López Becerra, Santos Moreno, Sergio del Molino, Sonia García Soubriet, Susana Gisbert, Tahar ben Jelloun, Tomás Ramírez, Víctor Morales Lezcano, Víctor Pérez, Yolanda Aldón y Zoubida Boughaba Maleem.

Todos estos autores podéis encontrarlos en la página web de la Librería Proteo, de Málaga, que, como ya sabéis ha sufrido un grave incendio.

Librería Proteo necesita nuestra ayuda. Con todos estos autores que he mencionado me une algo, vínculos afectivos y de amistad en unos casos o eventos compartidos en otros. Por eso destaco sus nombres. Y para ayudar a la Librería Proteo, que tanto significa para Málaga y para nuestras vidas, que es además la sede de Ediciones del Genal, con quien he venido publicando mis últimos títulos, os pido que compréis al menos un libro de cualquier de estos escritores, el que más os guste o al que queráis descubrir por primera vez, y que la compra la hagáis a través de la web de Librería Proteo, que os indico:

https://www.libreriaproteo.com/

Entre todos, la librería Proteo de Málaga va a renacer, y entre todos vamos a ayudarles a que vuelva a señorear como ha hecho en estos cincuenta años. Durante la dictadura fue el lugar donde poder hallar los libros prohibidos y censurados, el refugio de quienes buscábamos aire puro. Tenemos que reencontrarnos de nuevo entre sus estanterías, abriendo los libros que se exponen, oliendo las páginas recién editadas, hallando nuevas aventuras en las que embarcarnos… 

Sergio Barce, mayo 2021

 

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«PIZZICATO» CON MIGUEL ROMERO ESTEO

El pasado 23 de septiembre acudí al Rectorado de la Universidad de Málaga donde comenzaba un ciclo dedicado a la memoria y obra del dramaturgo Miguel Romero Esteo, organizado por la propia Universidad y la Asociación que lleva su nombre, que ese día estaba dedicado a “La música en la obra de Miguel Romero Esteo”.

Fue una suerte ir, porque disfruté enormemente al encontrarme allí con dos amigos, mi profesor de filosofía Juan Gavilán, y el poeta Salvador López Becerra, y los tres recordamos anécdotas de nuestros años con Miguel o de sus frases inolvidables y de su actitud ante la vida y el teatro. Y también disfruté con la interpretación de los temas musicales que ejecutó el Cuarteto de Cuerda de la Orquesta Málaga Camareta, con la soprano Lourdes Martín-Leiva y con los arreglos, adaptación y dirección musical de Luis María Pacetti. La actuación fue divertida, como no podía ser de otra manera tratándose de partituras ideadas por Miguel Romero, pero también de gran calidad. Nos sorprendieron muy agradablemente y cantamos todos como si estuviésemos en una taberna tomando jarras de cerveza. Literal.

Miguel Romero Esteo

Miguel Romero Esteo

Después del acto volvieron los recuerdos, como me ocurrió cuando me llegó la noticia, hace ya un año, de su muerte. Miguel Romero Esteo, una de las personas más generosas que he conocido, que fue Premio Nacional de Literatura Dramática, Premio del Consejo de Europa por su obra magna Tartessos o Premio Andalucía de Teatro, dedicaba parte de su tiempo a enseñarnos a escribir a un grupo de muchachos y muchachas universitarios, como él nos llamaba. Con él aprendí a narrar con cierta decencia, y fue él quien me editó, en sus Papeles del Calafate, un par de mis relatos. También me descubrió a autores que yo no conocía y me abrió a un mundo narrativo distinto e innovador.

Y esa misma noche del pasado lunes busqué en mi biblioteca el ejemplar de su pieza de teatro Pizzicato irrisorio y gran pavana de lechuzos (Cátedra – Madrid, 1978), que compré en la Librería Proteo en 1982 por trescientas pesetas, y releí una vez más su pequeña autobiografía que sirve de presentación del autor antes de su obra teatral. Y no dejé de sonreír mientras leía, sonreía por sus anécdotas y por su peculiar forma de construir las frases, únicas e inimitables. Y he pensado que no estaría mal traer un fragmento para compartirlo con vosotros.

Sergio Barce

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Sergio Barce, Juan Gavilán y Salvador López Becerra

Fragmento de su Introducción al curriculum vitae y al agua de rosas, de su libro Pizzicato irrisorio y gran pavana de lechuzos:

“Los años de la postguerra.

Liamos los bártulos otra vez, y nos volvimos al pueblo. En el pueblo se habían quedado las gentes de orden y las gentes de bien. Y las gentes de orden y las gentes de bien se habían saqueado una por una sistemáticamente todas las casas. Y no unas cuantas casas de ricachos caciques como es lo que los milicianos habían hecho. En el pueblo, muchas gentes de orden y gentes de bien se han pasado los muchos años de la postguerra yéndose a Córdoba a venderles muebles y cosas del botín a los anticuarios, y de eso han venido viviendo tan ricamente. Hasta las monjas y los frailes habían coparticipado caritativamente en esa cosa del saqueo sistemático y el botín. Todo el pueblo estaba minuciosamente saqueado, y las gentes de orden y las gentes de bien decían que ellas no habían sido, que habían sido los moros. De nuestra casa se habían llevado como botín hasta los clavos de las paredes. Así que otra vez a dormir en el suelo, y qué hacer y qué no hacer. De las monjas se trajo mi madre tan sólo el santo cristo, y les dejó no sé qué óleos que valían mucho y que las indinas de las monjas no querían soltar. Visto que entre saqueo y fusilados el pueblo era una tumba, encomendándose piadosamente al santo cristo mi madre lió los bártulos, y nos fuimos a Málaga.

(…)

Al llegar ya con la primavera las primeras calores, nos bañábamos de matute y en pelota los chiquillos en la playa de El Morlaco. Luego, en una hoguera en mitad de la playa, nos asábamos mejillones, lapas y cañaiyas. Y sardinas que nos daban cuando a los pescadores les ayudábamos a tirar del copo. A las lapas había que sacarles una cosa verde -puede que la bilis, o algo así- antes de comérnoslas. En cuanto que me veía llegar bien tostado del sol y con olor a mar, mi madre me investigaba las cejas para ver si tenían salitre. Y si tenían salitre, es que me había bañado en cueros vivos, y me breaba mi madre los cueros con la zapatilla. Así que luego de bañarnos de matute, los chiquillos íbamos a una fuente y allí nos quitábamos de cara y piernas y brazos el salitre a base de agua dulce. Entonces el mar estaba siempre lleno de barcos de vela. De blancos veleros en mitad de las aguas por bajo del sol. De los cartuchos de caza -que había traído mi padre cuando apareció por Navidad- lo que más me gustaba era cogerles a puñados los pistones, y poner luego un rosario de pistones en la vía del tranvía. Y luego, al pasar el tranvía, los pistones explotaban igual que un tiroteo, y se paraba el tranvía, y se bajaban los tranviarios a ver si era la caja de transmisiones que se les había reventado, o era el maquis de las montañas. Otra cosa que mucho me gustaba era fabricar cometas con cañas, engrudo y papel de periódicos. Luego se nos quedó vacío el piso bajo, y allí en la habitación de fondo organizábamos un escenario, y en la habitación de por delante se sentaban las chiquillas hermanas de mis amigos, y hacía de boca del escenario la puerta entre ambas habitaciones. Con colchas y sábanas y espadas hechas a base del tallo de las hojas de palmera, improvisábamos espectáculos para las chiquillas y los niños chicos. Había un hilo argumental que siempre era a base de barco, capitán pirata al abordaje, y luego un fantasma ensabanado. El barco lo hacíamos con sillas, y encima una sábana grande. La verdad es que la cosa terminaba siempre como happening, o terminaba en un combate de esgrima. O terminaba con el fantasmón de la sábana poniéndole un tenedor en el cogote al pirata, y matándoselo a base de tenedor allí en mitad del suelo. Y es que si utilizábamos cuchillo, mi madre luego me organizaba una reprimenda de aúpa, y nos echaba rápido a la calle en cuanto nos veía en plan de teatro en las habitaciones vacías…”

Miguel Romero Esteo

Pizzicato irrisorio... portada

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