
De José Sarria, Abderrahman El Fathi, Marta Querol y Sergio del Molino. De Encarna León, Inmaculada García Haro, Sonia García Soubriet, Abdellah Djbilou, Rocío Rojas-Marcos y Ahmed el Gamoun; y de Víctor Morales Lezcano, Hassan Tribak, Pepe Ponce, José L. Gómez Barceló y de Javier Otazu.




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Y más libros de Juan José Téllez, Alfredo Taján, José Sarria, Manuel Gahete, Tahar Ben Jelloun o Najat el Hachmi. De Julio Rabadán, Salvador López Becerra y Pedro Delgado.







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«…Debemos indicar unas etapas para esta literatura hispanomarroquí. Vamos a seguir las establecidas por Chakor y Macías (1996), pues parten de una observación minuciosa y fundamentada. En primer lugar, se agrupa a los mencionados estudiosos que coinciden cronológicamente con el Protectorado español en Marruecos, entre 1912 y 1956. Forman parte de este grupo escritores tan trascendentales como Mohammed Ibn Azuz Hakim, Abdul-Latif Jatib, Muhammed Temsamani, Moisés Garzón Serfati y Dris Diuri.
En segundo grupo lo formarían los escritores que empezaron a publicar desde la independencia de Marruecos hasta la década de los ochenta del pasado siglo. A él pertenecerían Abdelkader Ouarichi, Mohamed Mamún Taha, Mohamed Chakor, León Cohen Mesonero, Aziz Bennani y el tangerino Abdellah Djbilou (ägreda, 2008). Este último marcará un antes y un después en cuanto a la trascendencia de la literatura que tenemos entre manos y su resonancia en el ámbito cultural español cuando en 1986 publicó con la editorial Taurus Diwan modernista. Una visión de Oriente, en el que recopila textos de escritores marroquíes en español. Logró darles visibilidad en España, como explica Mohamed Bouissef Rekkab (2005: s.p.) <anima a los hispanistas marroquíes a plantearse la posibilidad de lanzarse a la publicación de sus trabajos>. Empiezan a tener repercusión.
Por último, el tercer grupo de escritores surge ya en la década de los noventa y perdura hasta el presente. El aumento del número de escritores es significativo, coincidiendo con el auge que la literatura hispanomarroquí ha experimentado estos últimos años. Dentro de este tercer grupo es donde incluimos nosotros a los escritores tangerinos que estudiamos en este trabajo. Entre los más destacados están: Mohamed Akalay, Mohamed Lahchiri, Ahmed Mohamed Mgara, Aziz Tazi, El Harti, Mohamed Bouissef Rekkab, Said Jedidi, Jalil Tribak, Abderrahman El-Fathi, Ahmed Doudi, Sara Alaoui, Simón Levy, Ahmed El-Gemoun, Ahmed Ararou o Mohamed Laabi. A los que nosotros añadimos Choukri El-Bakri, Farid Othman-Bentria Ramos y Sanae Chairi.
Es un número muy amplio, y como vemos, en permanente crecimiento…»

¡Hay moros en la costa!—el cúmulo de muchos años de investigación, lectura, entrevistas y erudición por parte de su autor—es una obra de capital importancia en la divulgación de la valiosísima obra de autores y autoras marroquíes contemporáneos de expresión castellana y catalana. Se trata éste de un corpus hasta ahora poco y no muy sistemáticamente estudiado, salvo en contados artículos sueltos por un puñado de críticos—sobre todo marroquíes—y por el mismo Cristián H. Ricci quien, desde el principio, ha ido marcando la cartografía de este campo, delimitando el área de estudio y, ante todo, se ha entregado con pasión a la labor de diseminar la obra de estos escritores.
Hoy por hoy, se conocen bien los nombres de Laila Karrouch y Najat El Hachmi, por la importancia y novedad de ser las primeras escritoras bereberes-catalanas en publicar obras de autoficción y narrativa de gran calidad en catalán. De cualquier manera, el lector podrá descubrir entre estas páginas, gracias a la generosidad y el trabajo incansable de Ricci, a otros valiosísimos escritores de importancia capital para las letras hispanas y catalanas. Entre ellos y ellas, cabe mencionar a las escritoras marroquíes de expresión castellana desconocidas para la mayoría de estudiosos de la literatura contemporánea en castellano, como lo son Sara Alaui, Karima Aomar Toufali, Sanae Chairi, o Lamiae El Amrani, quienes a partir de esta sustanciosa obra de Ricci empezarán, sin duda, a recibir la misma atención de la que han gozado Karrouch y El Hachmi (y más recientemente el también amazigh-catalán, Saïd El Kadaoui). Y también rescata el crítico argentino la obra de grandísima calidad de narradores de deliciosa pericia e intrincadas armazones narratológicas como Larbi El Harti, Ahmed Ararou o Mohammed Lahchiri, felices descubrimientos, lectores, al menos para la que estas líneas redacta.
Ricci apuntala su estudio de los autores más recientes delineando la historia literaria hispano-marroquí y rescatando nombres como los de Mohammad Sabbag, Mohamed Ibn Azzuz Hakim, Mohamed Chakor, Said Jdidi y, más recientemente, Mohamed Sibari, Ahmed Daoudi, Abderrahman El Fathi, Mezouar El Idrissi y Mohamed Bouissef Rekab—narrador prolífico y de gran impacto en las letras hispano-marroquíes. Y por si fuera poco, Ricci nos devuelve—o nos coloca en su apropiado contexto—al “escritor fronterizo” larachense-malagueño Sergio Barce Gallardo, cuyas novelas bien merece la pena conocer y estudiar.
(…) Ricci no sólo se conforma con presentarnos y analizar a los nombres y sus obras más importantes de este canon de la literatura marroquí fronteriza en castellano y catalán, sino que aquilata su estudio con acercamientos eclécticos pero efectivos provenientes de los estudios literarios hispánicos y marroquíes, de los estudios de frontera y migración y de la teoría poscolonial—no sólo aquélla producida en naciones de la Commonwealth inglesa o en el ámbito de la literatura de expresión francesa, sino especialmente aquellas teorizaciones procedentes de Latinoamérica y autóctonas del Maghreb, insistiendo así en un importantísimo y necesario diálogo entre las naciones del llamado “sur global”. Tal vez en este privilegiar las conversaciones sur-sur radique una de las mayores contribuciones de su autor, amén de la mencionada labor de divulgación de la obra de escritores y escritoras marroquíes que merecen una mayor atención, más allá de los oportunismos del mercado editorial.
(…) …el estudio de Ricci cumple con el propósito de su autor de demostrar cómo los escritores marroquíes de expresión castellana, al hacer suya la lengua de Cervantes, intentan “dar universalidad al discurso a través de una lengua que es hablada por más de 400 millones de personas y, de este modo, acercar a los lectores hispanohablantes a sus perspectivas y apoyar ‘su causa.’”
Sólo queda darle las gracias a Cristián H. Ricci por la enorme labor de recopilación, diseminación y trabajo incansable que ha llevado a cabo para dar voz y publicar un valiosísimo corpus literario que está necesitado de mucha más atención… (…)
Gema Pérez-Sánchez
(…) Tanto las “historias” de Lahchiri como las novelas y cuentos de Sergio Barce poseen un intenso contenido autobiográfico en el que se refleja una vida marcada por el cruce de culturas. Sus narraciones son fundamentalmente un ejercicio de nostalgia y de memoria crítica por un mundo, el de su niñez y adolescencia, en el barrio ceutí Príncipe Alfonso (Lahchiri) y en el casco viejo de Larache (Barce Gallardo). Lahchiri reconoce que no sólo había empezado a publicar sus cuentos en el periódico La Mañana “para llenar columnas”, sino que lo que más le llevaba a escribir era su afición por adentrase en “temas tabúes para nuestra escritura en árabe, como historias de primeras experiencias sexuales de adolescentes con prostitutas o mujeres adultas o de chicos arrastrando el temor –mejor dicho el terror–a ser sodomizados” (2007b: 28). Por otro lado, y a pesar de que “el libro de [sus] sueños estaba escrito en árabe, soñaba (como todo hijo de Adán picado por la literatura) con escribir un buen libro o varios buenos libros y ganar[s]e la admiración de [sus] amigos, colegas y alumnos” (1995: 6). De forma análoga, en la novela de Sergio Barce Una sirena se ahogó en Larache el personaje Tami, un niño de familia proletaria de nueve años al que le diagnostican un mal incurable que podría acabar con su vida en cualquier momento, sueña con escapar de la mísera realidad que le rodea, alterna la imaginación desbordada con sus correrías, con los cuentos de piratas, héroes y monstruos del mundo árabe-musulmán relatados por su abuelo, El Hach, y con su anhelo de aprender a tocar el laúd para conjurar así el terror, la decepción por los suyos (en particular de su padre, Mohammed) y la perversidad de otros niños y adultos que se aprovechan de él psicológica y físicamente. (…)
12 de marzo, de 18:30 a 20:30.
13 de marzo, 12:30.
13 de marzo, 20:30.
17 de marzo, 10.00.
18 de marzo, horario a confirmar.
19-20 de marzo