Archivo de la etiqueta: Lorenzo Silva

NOTAS A PIE DE PÁGINA 13 – DE MUJERES ADMIRABLES Y OTROS PECADOS

Desde el pasado mes de enero no retomaba mis notas a pie de página. Cómo pasa el tiempo, cómo se nos escapa de las manos sin apenas darnos cuenta. Y continúa adelante sin detenerse, sin darnos un respiro.

Esta mañana, mientras escuchaba Impossible Germany, de Wilco, he leído la siguiente noticia de Europa Press: “Un distrito escolar de Utah (USA) retira la Biblia de las bibliotecas por contenido <pornográfico o indecente>”. Otro pasito más en esta ola de censura pacata y moralizante que invade todos los países. A ver, cuando se lee un texto de la Biblia, al acabar su lectura, los sacerdotes siempre dicen: palabra de Dios. Así que esos puritanos, con su decisión, se están enfrentando a la cólera divina. Dentro de poco, vestirán a Adán y Eva con trajes EPI y escafandras de astronauta para cubrir su desnudez y para evitar que “se contagien con algo”, y también arrancarán las páginas donde se habla de Sodoma y Gomorra, con lo divertido que fue aquello. Llamativo que esta iniciativa arranque en el país donde, en cada cajón de la mesita de noche en las habitaciones de los hoteles y moteles, siempre hay una Biblia y en el que habitualmente sus dirigentes acuden al consabido “Dios bendiga a América”. Pues que sepan que el chollo se les acaba y que Dios no les va a hacer ni caso. Censurarlo a Él. ¡Por dios!

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es el-hombre-joven-ernaux-cubierta.jpg

“A veces notaba en algunas mujeres de mi edad el deseo de atraer su mirada según, pensé, una lógica simple: <Si le gusta a ella, es que prefiere a las mujeres maduras; entonces, ¿por qué no a mí?>. Conocían perfectamente su lugar en la realidad del mercado sexual, y que fuera transgredido por una de sus semejantes les daba esperanzas y audacia. Por irritante que fuera esa actitud de querer captar -discretamente en la mayoría de los casos- el deseo de mi compañero, no me molestaba tanto como el descaro con el que algunas chicas jóvenes coqueteaban con él delante de mí, como si la presencia a su lado de una mujer mayor fuera un obstáculo insignificante o incluso inexistente. Sin embargo, pensándolo bien, la mujer madura era más peligrosa que la joven, prueba de ello es que había dejado a una de veinte años por mí.”

Este párrafo pertenece a El hombre joven (Le jeune homme) de Annie Ernaux, escritora que sigue fascinándome por su sinceridad irrenunciable. Lo he escogido como contrapunto a la noticia de Europa Press, porque la Ernaux es libertad pura. Se trata de un libro corto, que se lee en pocos minutos, pero de gran intensidad, en el que relata su experiencia pasional y sexual real junto a un hombre muchísimo más joven que ella. Y lo hace con una lucidez admirable. Me encanta su estilo corto, seco, sin fisuras.

Estos meses han sido muy femeninos. Además del libro de Ernaux, me zambullí en la vida de Emily Brontë, el primer capítulo que Lydie Salvayre dedica a siete escritoras en su libro Siete mujeres (7 femmes), que ha traducido del francés Marta Cerezales Laforet. La lectura de esta primera biografía comprimida pero tan completa es conmovedora. Lydie Salvayre la hace, además, atractiva con su excelente prosa, logra que se perciban fácilmente hasta las fragancias de los campos de Haworth y el pequeño mundo que se construyó la joven Emily.

Hablando de Marta Cerezales, acudí al encuentro que se organizó con ella en el CAL de Málaga, con ocasión de la presentación del libro Discurso sobre la felicidad (Discours sur le bonheur, 1779), de Madame de Châtelet, que Marta ha traducido, y en el que intervenían también mi admirado Miguel Ángel Moreta-Lara junto a Antonio Álvarez de la Rosa. Agradable reencontrarme con dos de mis personajes de El mirador de los perezosos: Marta y Miguel Ángel. Y muy curiosa la vida de Madame de Châtelet, escritora y matemática, y la relación que mantuvo con sus distintos amantes, entre ellos, Voltaire.

Como ha sido igualmente curioso el descubrir la existencia de Inés Joyes y Blake (1731-1808), una traductora española que vivió en Vélez-Málaga. Mi amiga la escritora Herminia Luque fue quien nos acercó a su figura y a su obra en el Ateneo de Málaga.

También veo dos documentales de excepcional calidad que hablan de dos mujeres llenas de talento creativo: el primero es A las mujeres de España: María Lejárraga (2022), de Laura Hojman, que ya me impresionó como directora con el maravilloso trabajo que dedicó a Antonio Machado: Los días azules (2020) del que ya escribí en su momento. Ahora, Laura Hojman saca del ostracismo a una mujer admirable, María Lejárraga (1874-1974), que vivió a la sombra de su marido, Gregorio Martínez Sierra, que era quien aparecía como el autor de muchas de las obras que había escrito ella porque, claro, en aquellos años no estaba bien visto que una mujer firmara con su nombre. Una historia de injusticia, pero una historia de amor por el arte al que María Lejárraga jamás renunció. Entre sus obras de teatro se encuentra Canción de cuna y es la autora de los libretos para Falla de El amor brujo y El sombrero de tres picos, entre otras creaciones. Luchó por los derechos de la mujer y, como tantos otros intelectuales, acabó exiliada tras la guerra civil. El documental de Laura Hojman la sitúa en el lugar que le corresponde.

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es the-last-movie-stars.jpg

El segundo de los documentales es la serie titulada Las últimas estrellas de Hollywood (The last movie stars, 2022), dirigida por el actor Ethan Hawke, que dedica seis episodios a la carrera artística y a la relación que mantuvieron Joanne Woodward y Paul Newman. La serie documental tiene la virtud de salirse de los caminos trillados y, a la vez que asistimos a todo el proceso de investigación y consultas, así como a su manera de encarar esta producción por parte de Ethan Hawke, en paralelo, recorremos la vida de estos iconos del cine: la Woodward y Newman. Y el resultado es espectacular y emocionante. Una preciosa serie que recomiendo efusivamente.

Hablando de Ethan Hawke, él es, junto a Pedro Pascal, uno de los protagonistas del mediometraje de Pedro Almodóvar: Extraña forma de vida (2023). Al acabar la proyección, escuché a alguien decir que le había encantado la cinta y que se había emocionado. Creo que había visto algo distinto a lo que yo acababa de ver: una película mediocre con un guion muy flojo. Si en vez de estar dirigida por Almodóvar, el realizador hubiera sido alguien menos renombrado, no habría llegado a las salas de cine. El caso es que, en estos casi cinco meses, se han encadenado acontecimientos, eventos y noticias muy positivas, y otras decepcionantes (que me abstengo de mencionar por no aportar nada de valor). Supongo que es como debe ser.

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es tanger-noir-la-foto-de-los-7.jpg

Estuve en Tánger para la puesta de largo del último número de la revista SureS, que dirige Santiago de Luca, y en el que he participado con dos artículos. Lo pasamos genial hablando de cine negro y de novela negra, siempre ambientados en Tánger. Semanas después, fui el encargado de presentar en la Librería Luces, de Málaga, el libro de relatos del propio Santiago de Luca: Los irregulares de Tánger. Que fue todo un éxito de público. Hay mucho tanyaui en Málaga y se notó.

Mi libro El mirador de los perezosos, ha sido reconocido con el Premio Andalucía de la Crítica al mejor libro de relatos publicado en la Comunidad durante 2022. Todo un hito, teniendo en cuenta la modestia de mi editorial, Ediciones del Genal, y la calidad del resto de autores. Me lo he tomado como el resultado de más de veintitrés años de esfuerzo y constancia, de tratar de mejorar con cada libro que publico. Enorgullece pensar que los escritores y críticos que decidieron conceder el galardón apostaran por la calidad de estos cuentos. Así lo quiero pensar.

A raíz de este premio, he vivido situaciones curiosas. Por un lado, la más satisfactoria, que los amigos, los verdaderos amigos, hayan compartido conmigo la alegría del momento. También es grato el hecho de que me están invitando a instituciones, eventos y encuentros para los que, sin ese galardón, es probable que no habrían contado conmigo, pero tomemos esto último como algo natural y hasta comprensible. Sin embargo, han sido los lectores, junto a los amigos, quienes me han sorprendido con su generosidad. Recibir los comentarios y las sensaciones que han experimentado con El mirador de los perezosos, no tiene precio y, en ocasiones, ha sido toda una sorpresa lo que me transmiten. Pero es que esto ha provocado que muchos de ellos se hayan animado a leer mis anteriores títulos y que nuevos lectores hayan descubierto mis novelas La emperatriz de Tánger, El libro de las palabras robadas o Malabata, y que se hayan convertido así en fieles seguidores.

El premio, por supuesto, no cambia nada. El camino es arduo, pero son precisamente mis lectores los que me dan aliento para seguir bregando.

Tras mi paso por las Ferias del Libro de Huelva, Granada y Málaga, toca estar en la de Madrid el día 9 de junio, y, apenas veinticuatro horas antes, el día 8, estaré en el Salón Internacional del Libro de Rabat, invitado por la Fundación Tres Culturas, para hablar de El mirador de los perezosos con la escritora Karima Ziali. Luego, trataré de estar en la de Sevilla y presentar el libro en Barcelona y Bilbao. Incha alláh.

“Calles, plazas, estanques, huertos, olivares y naranjales. El tío-abuelo sabía a quién pertenecían <aunque él no fuese el catastro>, aclaró con cierto regomello. Comerciantes, funcionarios, obreros, desocupados, ricos, pobres (éstos eran legión; la lista no se acababa nunca). También las que hacían negocio con lo que Alá les había puesto entre las piernas, debajo de las faldas. A quién debía de saludar el chico y con qué grado de deferencia; a quién decirle sólo <Alá te guarde>. Sin ir más lejos. <Y sin echarle demasiada fe a lo de Alá te guarde, intervino Fátima, no sea que el Señor te haga caso y tengamos hijo de puta para la eternidad>. <No se trata de un hijo de puta, mala lengua>, cortaba el tío-abuelo. Pero sin convicción. <¿Ah, no? Ese fulano te enreda todo lo que puede, habla mal de ti cuando le das la espalda, sus deudas duran más que las sequías, pero claro, para ti ese tío no es un hijo de la gran puta. ¡Pues a mí ya me lo parece!> <Mujer, para ser hijo de puta hay que tener una madre un poco rara…, como una perra movida. No es el caso de Alí>. (El interfecto se llamaba Alí, señal de identidad más bien imperfecta: ¡hay miles de interfectos que se llaman Alí!). <¿Y usted qué sabe? (Fátima empleaba el usted cuando su mala uva subía como espuma de leche.) Es cierto que yo no conocí a la madre de ese Alí de joven, cuando estábamos en Tánger, pero me tropecé mil veces con su tía, que hacía el puerto mañana, tarde y noche. ¿Quiere usted saber de lo que se quejaba? De que su querida hermanita la obligaba a trabajar en los peores cafetuchos. Mientras ella, la guapísima, madre del tal Alí, se reservaba para sí misma los salones de té del centro y los bares americanos de la colina. No, a mí el Alí no me las da con queso. ¡De tal palo tal astilla!>.”

Este otro párrafo pertenece a la novela Marruecos (1991), de Agustín Gómez-Arcos, obra que me ha descubierto el poeta Salvador López Becerra, que me lo ha regalado después de reencontrarnos tras mucho tiempo sin vernos. Un detalle precioso por su parte y que agradezco. Es una novela dura, pero, a la vez, llena de ironía y fino humor. Sigo su lectura con deleite.

Mientras escribo, mi hijo Pablo, junto al productor César Martínez Herrada, y los miembros del equipo del nuevo cortometraje que dirigirá en el mes de julio, se encuentran en Larache fijando ya las localizaciones y efectuando el casting para seleccionar a la niña que acompañará al niño protagonista del film. Es una nueva adaptación de otro de mis cuentos, como ya ocurriera con El nadador. Ilusionados con este nuevo proyecto que ya llega a su fase crucial.

Hoy no he hablado de Lorenzo Silva. Pero adelanto algo para el próximo artículo: cuando nos conocimos en Tánger, hace ya unos veintidós años, tras comer en el hotel Minzah, él y su mujer me preguntaron si los acompañaba a dar un paseo por la ciudad. Creo que, en esos instantes, Lorenzo me intimidaba… Continuará.

Sergio Barce, 4 de junio de 2023

Etiquetado , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,

Y MÁS AMIGOS ESCRITORES

Continúo esta serie de imágenes, pertenecientes a los títulos de mi biblioteca, en las que algunas de mis obras se muestran junto a las de otros buenos y queridos amigos escritores. Hoy: mi libro de relatos Paseando por el zoco chico, larachensemente, junto a El olivo de Larache, de Carlos Tessainer; Un largo sueño en Tánger, de nuestro añorado Antonio Lozano, y al lado de Larache a través de los textos, de Mª Dolores López Enamorado. 

Mi novela La emperatriz de Tánger, posando con Amar tanta bellezade Herminia Luque; Mar de lija, de Susana Gisbert y junto a El viajante, de Emy Luna.

Y mi novela Una sirena se ahogó en Larache, junto a Cordones pareados, de Paco Huelva; Melilla, 1936, de Luis María Cazorla; Alfa & Omega, de David Rocha, y junto a Carta blanca, de Lorenzo Silva .

 

***
***
Etiquetado , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,

NOTAS A PIE DE PÁGINA 11 – CON MÚSICA DE FONDO

Mientras comienzo esta undécima nota, suena de fondo en el ordenador la canción The magnificent seven, de The Clash, uno de los temas que tengo grabado en mi biblioteca de Spotify. Esta canción me levanta el ánimo, por su ritmo magnético. Luego sonarán Slippery people, de Talking Heads, Rock´Roll Star, de Barclay James Harvest, Rebel Yell, de Billy Idol y las que vengan detrás. Se me hace más fácil narrar con este “ruido” de fondo, con el volumen bastante alto. Con eso consigo obligarme a estar muy concentrado en el texto que escribo.

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es the-clash-1.jpg

Hace un rato he habado con Pilar, de la Librería Antonio Machado, de Madrid. Local emblemático donde los haya. Es la primera vez que nos comunicamos. Me ha parecido amable, divertida y dinámica. Me ha abierto las puertas de par en par para presentar El mirador de los perezosos. Estamos barajando fechas posibles. Probablemente en febrero. Me ilusiona mucho llevar estos relatos a la librería que lleva el nombre de mi poeta de referencia.

Hablando de El mirador de los perezosos: ayer me llegó la reseña que firma el escritor Paco Huelva y que se ha publicado en la revista Entreletras. Sus palabras no podían ser más positivas. Es un artículo hermoso y emocionante que ha sabido comprimir algunas de mis intenciones o los motivos por los que escribo. Lo he degustado.

Acabo la lectura de dos novelas completamente distintas y que me han causado también diferentes sensaciones. El insomnio (L´insomnie, 2019) de Tahar Ben Jelloun, publicada por Cabaret Voltaire, con traducción de mi admirada y querida Malika Embarek. Me ha desconcertado. No sé qué esperaba de este libro, pero no lo que me he encontrado en sus páginas que, a veces, se me han hecho espesas. Tengo la sensación de que hubiera necesitado de una poda para dejarla más esquelética y ágil. La trama apenas me ha creado la sensación de inercia por saber si en las siguientes páginas se produciría un giro que nunca ha llegado. Me gusta más Ben Jelloun cuando me habla de Marruecos, de sus experiencias vividas en la época de plomo o en sus historias más sensibles e íntimas. Incluso me atrapan más sus libros explicando qué es el Islam o el racismo a nuestros hijos. Esta trama de misterio, sin embargo, me deja tan frío como indiferente.

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es el-acontecimiento-1.jpg

Sin embargo, El acontecimiento (L´événement, 2000), de la escritora francesa Annie Ernaux, con traducción de Mercedes y Berta Corral, me ha impactado por su crudeza, por su sinceridad, por la desnudez de su narrativa. Ernaux va al grano, sin florituras, a degüello. Una novela de apenas cien páginas de una intensidad abrasadora. Y el tema que plantea no es nada fácil: el aborto. Y, además, ambientada en el contexto de una Francia en la que estaba penalizado y en la que se perseguía a las mujeres que lo practicaban.

“Después de mi infructuoso intento, llamé por teléfono al doctor N. Le dije que no quería <tenerlo> y que yo misma me había lesionado. No era verdad, pero quería que supiera que estaba dispuesta a todo. Me dijo que fuera de inmediato a su consulta. Creí que iba a hacer algo por mí. Me recibió silenciosamente, con una expresión grave en el rostro. Después de explorarme me dijo que todo iba bien. Me eché a llorar. Él estaba postrado en su escritorio, con la cabeza gacha: parecía muy turbado. Pensé que estaba luchando consigo mismo y que iba a ceder. Al final levantó la cabeza y dijo: <No quiero saber adónde va a ir. Pero vaya a donde vaya, tendrá que tomar penicilina ocho días antes y ocho días después. Le extenderé una receta>.

Al salir de la consulta me enojé conmigo misma por haber echado a perder mi última posibilidad. No había sabido jugar a fondo el juego que exigía el hecho de burlar la ley. Hubiera bastado con un suplemento de lágrimas y súplicas, con una mejor representación de mi desasosiego, para que él accediera a mi deseo de abortar. (Al menos así lo creí durante mucho tiempo. Sin razón, quizá. Solo él podría decirlo.) Por lo menos trató de evitar que yo muriera de una septicemia.

Ni él ni yo pronunciamos la palabra aborto ni una sola vez. Era algo que no tenía cabida dentro del lenguaje.”

Sirva como ejemplo de su estilo el fragmento que acabo de reproducir de la novela. Las páginas en las que describe la operación, la reacción posterior de la protagonista (quizá la propia Ernaux), las secuelas, son de un realismo desafiante.

Pero son sus pequeños apuntes sobre el proceso creativo, a partir de esta dolorosa experiencia, las que me han llamado la atención en su texto. “Ver con la imaginación o volver a ver por medio de la memoria es el patrimonio de la escritura”, afirma en algún instante. O estas otras líneas tan explícitas y sinceras al referirse a lo que está narrando: “…porque la conmoción que experimento al volver a ver esas imágenes, al volver a escuchar esas palabras, no tiene nada que ver con lo que sentía entonces: es tan solo una emoción para la escritura. O lo que es lo mismo: una emoción que permite la escritura y que constituye la señal de su verdad”.

En cuanto a cine, lo mejor que he visto últimamente es un refugio habitual para alguien que ama el séptimo arte como yo: revisitar los clásicos. Y confieso que he vuelto a disfrutar enormemente de Monsieur Verdoux (1948) de Charles Chaplin y de La ventana indiscreta (Rear window, 1954) de Alfred Hitchcok. Aunque conozca sus tramas, sus trucos, los diálogos, los desenlaces, eso da igual, porque lo que importa es descubrir detalles que antes no vimos o darle una nueva interpretación a alguna frase o a un gesto de los actores. Las obras maestras tienen estas cosas.

Muy recomendable la miniserie de televisión italiana Exterior noche (Esterno notte, 2022) del gran Marco Bellocchio que, a sus ochenta y tres años, sigue dando lecciones de cine. Una reconstrucción admirable del secuestro de Aldo Moro y de esa época convulsa de la política italiana.

Estamos de fiestas navideñas. Entre frase y frase me he zampado un polvorón exquisito acompañado de un té (verde, por supuesto). También ha caído un buen trozo de turrón de chocolate Suchard, irresistible. Ahora me siento gordo y pesado. Pero a veces vienen bien estos caprichos. Le echaré la culpa a las navidades. Venga, arriesguémonos con otro corte de turrón. De perdido al río.

Cuando acabo este artículo, suena en mi ordenador Always the sun, del grupo The Stranglers. Y me acuerdo de que me había propuesto escribir una anécdota sobre Lorenzo Silva que siempre dejo para más adelante. Hoy también lo haré. Para más adelante, sí.

Sergio Barce, 27 de diciembre de 2022

 

Etiquetado , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,

NOTAS A PIE DE PÁGINA 10 – ESCRIBIR ES RESPIRAR. GARRIGA, SALVAYRE,  JOSEPHINE BAKER Y ALGO DE CINE

Hace un tiempo, hallé, entre mis papeles, un pequeño cuaderno de viaje que me acompañó unos años a partir del 2000. Leyéndolo, me topé con unas notas sobre el día en el que conocí a Lorenzo Silva. Nos vimos por vez primera en un encuentro que organizaba la AEMLE (Asociación de Escritores Marroquíes en Lengua Española) en colaboración con el Instituto Cervantes de Tánger. Yo terminaba de hablar de mi primera novela, que presentaba en una de las jornadas, cuando Lorenzo entró en la sala un tanto azorado por llegar tarde. Su avión se había retrasado.

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es garriga-barce-2.jpg

JOSÉ A. GARRIGA VELA Y SERGIO BARCE

Hablando de aviones. Creo que José Garriga Vela vuela en estos instantes camino de Ecuador mientras escribo estas notas, aunque probablemente, el día que las cuelgue en el blog, ya estará en Quito. José y yo nos despedimos la semana pasada tomándonos varias cervezas, brindando por este viaje y por algunas cosas más. Va a dar unas charlas en distintas universidades y centros culturales del país, de manera que pasará unas semanas al otro lado del Atlántico. Le hace ilusión este viaje. Hablamos, como siempre, de literatura y de cine. Me reitera que le ha encantado mi libro El mirador de los perezosos. <No hay un solo adjetivo mal puesto>, me dice con énfasis. Luego, me confiesa que le admira mi capacidad para escribir con tanta intensidad en tan poco tiempo, más porque mi trabajo me roba la mayoría de las horas del día. Que todo esto me lo diga un escritor de su talla, me reconforta y me anima a continuar con mis historias. Le respondo que, para mí, escribir es una necesidad como el respirar. Se ríe cuando se lo digo. José Garriga es humilde y generoso, una rara avis en el mundo de la literatura. Ha terminado de leer el borrador de mi nueva novela y le ha encantado, se la leyó de una sentada.

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es lydie-salvayre.jpg

                                            LYDIE SALVAYRE

Le cuento a Jose que acabo de terminar No llorar (Pas pleurer), con la que Lydie Salvayre obtuvo el Premio Goncourt hace unos años, una novela que me descubrió Miguel Ángel Moreta-Lara. Me ha parecido una excelente obra. Escrita por una autora francesa de origen español, retrata de una manera directa y precisa lo que fue nuestra guerra civil en una pequeña población de Cataluña, de donde es originaria su familia. Me gusta ese juego de espejos que hace Salvayre entre lo que, durante la contienda, iban descubriendo por un lado su madre, que es quien le cuenta toda esta historia, y Josep, un idealista que creyó en la revolución, pero que poco a poco van asumiendo el fracaso, y por otro lado el escritor Georges Bernanos, que apoyó a los golpistas para darse cuenta, poco a poco, que los franquistas solo pensaban en exterminar a sus adversarios sin la menor compasión, algo que iba contra sus principios católicos.

Escribe Lydie Salvayre:

“…En Palma pasan los meses y se confirma el horror. Bernanos se entera de que los cruzados de Mallorca, como llama a los nacionales, ejecutan en una sola noche a todos los presos capturados en las trincheras, los conducen <como ganado hasta la playa> y los fusilan <sin prisas, animal por animal>. Tras lo cual, los cruzados <amontonan a las reses, ganado absuelto y no absuelto>, y los rocían con gasolina.

<Es muy posible (escribe) que esa purificación por el fuego revistiera entonces, debido a la presencia de los sacerdotes de servicio, un significado litúrgico. Por desgracia no vi hasta pasados dos días a esos hombres ennegrecidos y relucientes contraídos por las llamas, y algunos de los cuales adoptaban con la muerte poses obscenas, capaces de entristecer a las damas palmesanas y a sus distinguidos confesores.>

La muerte se adueñó de Mallorca.

La muerte. La muerte. La muerte. Hasta perderse de vista la muerte. En medio de la angustia y la repulsión que le invade, Bernanos procura mantenerse lúcido. Cueste lo que cueste. <Es usted para mí un hermano desoladoramente lúcido>, le escribió Artaud en 1927, el único o casi de sus contemporáneos a quien gustó La impostura.

Lúcido contra la cobardía y contra el silencio.

Lúcido obligándose a mirar de frente el horror y a dar fe puntualmente de los crímenes que silencian los franquistas.

Porque a diferencia de los republicanos que posan para la posteridad en las iglesias que han destruido, o ante los cadáveres de las monjas que han asesinado (fotografías que darán la vuelta al mundo), la propaganda franquista vela por que no salga a la luz ninguna imagen de las tropelías perpetradas por el terror azul (el terror azul, del color del uniforme falangista).

Bernanos se decide a contarlas (esas tropelías). Está en juego su honor…”

(No llorar ha sido editado por Anagrama, con traducción del francés de Javier Albiñana).

Tras acabar esta novela, que es uno de los mejores relatos sobre la guerra civil española que he leído, me sumerjo en los cuentos de El cuaderno marroquí, de Joaquín Cestino. Para ir degustando muy lentamente.

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es argentina-1985.jpg

ARGENTINA, 1985

Veo la película Argentina 1985, de Santiago Mitre. Excelente cinta con el siempre impecable Ricardo Darín. La sala del cine Albéniz estaba llena de argentinos que asistieron a la proyección en un silencio de sepultura (salvo algunas escenas que nos hicieron reír y descargar la tensión, muy bien incardinadas en la cinta). Cuando acabó la proyección estallaron en aplausos. La emoción se respiraba en el ambiente. Tremenda historia sobre la dictadura militar argentina representada por los líderes de la junta militar a los que se les juzgó por los crímenes cometidos. Una película de obligada visión y que muestra la inhumanidad de los fascistas y de cualquier dictadura. Muy recomendable.

También me ha parecido excelente la serie Antidisturbios, de Rodrigo Sorogoyen, uno de los realizadores españoles más competentes del actual panorama. Los actores están todos extraordinarios y la serie mantiene una tensión, de principio a fin, que la engrandece. Sorogoyen ya me pareció un realizador excepcional con su cinta El reino, y ando en deseos por ver su última producción As bestas.

Dos films antibélicos que me han parecido extraordinarios: la nueva versión alemana de Sin Novedad en el frente (Im westen nichts neues) de Edward Berger y la danesa Bajo la arena (Land of mine) de Martin Zandvliet. La primera es desoladora, pero la segunda es toda una sorpresa por su argumento. Cuenta la historia de los soldados alemanes que, tras finalizar la segunda guerra, deben desminar las playas de Dinamarca que el propio ejército nazi había llenado de minas. Películas que están llenas de humanidad.

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es bajo-la-arena.jpg

BAJO LA ARENA (LAND OF MINE)

Acudí a la exposición que se organizó en la Casa Gerald Brenan, que dirige Alfredo Taján, sobre Josephine Baker, una mujer que siempre me ha fascinado por su arrojo y valentía. Los cuadros de Diego Santos son increíbles, y escuchar la explicación del pintor sobre el proceso creativo de esta colección y lo que se encierra en cada uno de ellos resultó aleccionador. Además, mi querida Mónica López, junto a Alfredo, hicieron una presentación entretenida, divertida y atractiva. Tras escucharlos y contemplar esos cuadros, mi admiración hacia Josephine Baker se ha disparado.

Como guinda, hace unos días, la Casa Gerald Brenan ha sido galardonada con el Premio Andalucía al Mejor Proyecto Cultural, algo que me ha alegrado, tanto por el reconocimiento a una labor encomiable como a que sea Alfredo Taján, al que aprecio mucho, el artífice principal de este éxito.

Como me viene ocurriendo en estas últimas entregas de mis Notas a Pie de Página, iba a hablar de Lorenzo Silva y me he ido por las ramas. En la próxima entrega continuaré relatando lo que sucedió en Tánger cuando conocí a Lorenzo. O, al menos, volveré a intentarlo.

Sergio Barce, 18 de noviembre de 2022

JOSÉPHINE BAKER
Etiquetado , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,

NOTAS A PIE DE PÁGINA 9 – VERSO Y PROSA, «BLONDE» Y LA NEGRITUD

Cuando Antonio Machado fallece en Collioure, antes de ser inhumado, Julián Zugazagoitia le dedica unas últimas emocionadas palabras que cierra con unos de sus versos, de una hermosa simpleza:

“Corazón, ayer sonoro,

¿ya no suena

tu monedilla de oro?”

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es machado-1.jpg

Los poemas de Machado y de García Lorca me estremecen. Cualquier lectura de sus versos acaba por encogerme las entrañas. Igual que rememorar sus muertes, tan llenas de significado. Ese poema que Machado dedica a Lorca cuando se entera de su vil asesinato me deja sin respiración.

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es blonde-1.jpg

Acababa de leer algo acerca de don Antonio Machado que me hizo pensar en la soledad que debió de sentir el poeta al cruzar la frontera, en su desesperanza y en su tristeza, en su desarraigo obligado. Lo hice poco antes de ver la película “Blonde”, de Andrew Dominik, sin saber que me sumergía en otra triste y patética historia, la de Marilyn Monroe. Sin embargo, al acabar de ver el film, centrado en la parte más oscura y deprimente de su vida, pensé que no hubiera estado nada mal que hubiera reflejado también un atisbo de felicidad, un leve destello de alegría, arrancar al espectador una sencilla sonrisa, aunque fuese marginal. Porque eso siempre se agradece en un drama. Pero no, “Blonde” es triste hasta la tristeza más profunda, hasta la incomodidad. Y, sin embargo, reconozco que Dominik consigue algunas escenas de gran belleza plástica, aunque también hay otras que alarga innecesariamente, convirtiendo en tediosos algunos tramos de la película. También hay que alabar lo que ha conseguido de Ana de Armas: que nos creamos a su Marilyn. La actriz hace una gran interpretación, sin duda.

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es the-assessination-of-jesse-james.jpg

De Andrew Dominik me fascinan varias de sus cintas, pero en especial su maravilloso western “El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford” (The assassination of Jesse James by the coward Robert Ford, 2007), que recomiendo con entusiasmo.

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es montevideo.jpg

También la última novela de Vila-Matas me ha dejado indiferente. “Montevideo” (Seix Barral, 2022) es uno de esos artefactos que el escritor catalán arma desde la nada, pero, en esta ocasión, no he logrado conectar con él. Hay páginas de gran altura, claro, es un maestro de la narrativa, pero no son suficientes. Quizá lo que más me ha fascinado de su nuevo libro ha sido la relación del narrador con Madeleine Moore.

“…Todo esto, de algún modo, me recuerda que mi gran amistad con Madeleine Moore se mantuvo a través del tiempo en gran parte debido a que ella no entiende excesivamente mi idioma, y mi francés siempre ha sido imperfecto. Recuerdo el día en que Madeleine le comentó a su amiga Dominique Gonzalez-Foerster acerca de su relación conmigo: <De haber entendido él y yo todo cuanto nos decíamos, a estas alturas tendríamos una amistad con un grado de intensidad más bajo, seguro>…”

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es un-pais-para-morir.jpg

Algo parecido me ha ocurrido con “Un país para morir” (Un pays pour mourir – Cabaret Voltaire, 2021), con traducción de Lydia Vázquez Jiménez. Es como leer algo ya sabido, como si Abdelá Taia hubiese contado esta misma historia en alguno de sus otros libros. No obstante, Taia siempre es un valiente que se desnuda en cada obra, y en éste también lo hace.

“…Viene de lejos, Naima. De muy lejos. Tiene hoy 50 años. Y a Dios gracias no se ha convertido en una buena musulmana, como tantas otras al final de su carrera. No quiere ir a La Meca para lavar sus pecados. No. No. Considera que haber trabajado de puta todos estos largos años es más que suficiente para entrar, cuando muera, en el paraíso. Ha sido mejor musulmana que muchas otras, que te dan la lata con una piedad que es pura fachada…”

Su juego de espejos para relatarnos el cambio de sexo en el/la protagonista está muy bien conseguido, al igual que su ya permanente denuncia de la situación de los magrebíes en Francia, la prostitución, la homosexualidad… Todos temas que aborda una y otra vez en sus novelas, siempre tan personales y descarnadas.

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es la-memoria-del-alambre.jpg

Muy interesante es “La memoria del alambre” (Tusquets, 2022), de Bárbara Blasco. Me acerqué a esta novela con cierto recelo, no sé la razón, pero a medida que avanzaba me fue convenciendo su prosa. La segunda parte sube en enteros, en esa búsqueda de un monstruo más aterrador que cualquiera de esos que pueda crear la fantasía, porque se habla de un monstruo real, de carne y hueso. Muy sutil su forma de plantearlo y de resolverlo.

“No hice otra cosa más que pensar durante todo el día. Me desperté de madrugada, sin recordar qué había soñado pero con la sensación del sueño en la lengua y una determinación, la orden precisa de no huir. Después de haberle mandado mi recuerdo como resumen, epílogo, conclusión que todo lo abarca al no pretender decir nada absolutamente nada, volví a escribirle:

<Sé que eres tú. Quiero verte>.

Una frase estúpida porque tú siempre es tú. Una frase que deja constancia de la supremacía de él, el rey de los pronombres. Pero es que no conseguía recordar su nombre.

Respondió. Nos citamos al día siguiente…”

Un libro que me ha sorprendido por su sinceridad es “Cuaderno de memorias coloniales” (Caderno de memórias coloniais – Libros del Asteroide, 2021) de Isabela Figueiredo, con traducción de Antonio Jiménez Morato. El retrato que hace la autora de los años en los que vivió en Mozambique es tan crudo como admirable, como valiente es denunciar la manera en la que Portugal explotó y maltrató a los mozambiqueños durante sus años de dominio, el racismo tan lacerante que demostraron sobre la población del país. Hay párrafos verdaderamente duros, escritos con una excelente prosa, como los dedicados a su padre, tan fiero y racista que la propia autora no puede evitar dejar escapar su rabia y su decepción.

“…Recuerdo bien escucharle en la mesa, cotorreando sobre el asunto, con mi madre, contar cómo algunos blancos venían a pedirle trabajo, y que acaso contratarlos fuera un buen negocio, claro, sí señor, pero el sueldo era el doble o el triple, y no, prefería encargarse él solo de sus incontables obras, donde colocaba sus incontables negros. Tenía doce en el edificio de la avenida 24 de Julio, otros veinte en Sommershield, siete más en una vivienda en Matola… y recorría la ciudad, durante todo el día, de un lado para otro, controlando el trabajo de la negrada, poniéndolos en su lugar con unos sopapos y unos guantazos bien dados con la mano larga, y unos puntapiés, en fin, alguna que otra paliza pedagógica, lo que fuese necesario para lograr la fluidez en el trabajo, el cumplimiento de los plazo y la eficaz formación profesional indígena.

Un blanco salía caro, porque a un blanco no se le podían dar golpes, y no servía para meter los tubos del suministro eléctrico por las paredes y luego, los cables por dentro de ellos; no tenía la misma fuerza de la bestia, resistencia y mansedumbre; un blanco servía para jefe, servía para ordenar, vigilar, mandar a trabajar a los perezosos que no hacían nada, salvo a la fuerza. Lo que se decía en la mesa era que al sinvergüenza del negro no le gustaba trabajar, apenas lo justo para comer y beber la semana siguiente, sobre todo beber; después, se quedaba en la choza tirado sobre la estera pulgosa, fermentando aguardiente de anacardo y caña, mientras las negras trabajaban para él, con los niños a la espalda. Los blancos respetaban a estas mujeres del negro mucho más de lo que lo hacían sus hombres. Era frecuente que mi padre les diera dinero extra a las mujeres, cuando los iba a buscar a las chabolas, y los encontraba borrachos perdidos. Dinero para que comiesen, para que se lo gastasen en sus hijos.

El negro estaba por debajo de todo. No tenía derechos. Tenía los de la caridad, y si la merecía. Si era humilde. Si sonreía, si hablaba bajo, con la columna vertebral ligeramente inclinada hacia el frente y las manos cerradas la una dentro de la otra, como si rezase.

Este era el orden natural e incuestionable de las relaciones: el negro servía al blanco, y el blanco mandaba sobre el negro. Para mandar ya estaba allí mi padre; ¡no hacían falta más blancos!

Además, los empleados blancos traían vicios; a un negro, por muchos vicios que fuera adquiriendo, siempre había modo de sacárselos del cuerpo…”

Un libro potente y necesario para no olvidar lo que supuso el colonialismo. Tras estas pinceladas sobre mis últimas lecturas, me doy cuenta de nuevo de que, como me ocurriera en mi anterior artículo, lo que realmente quería era hablar de Lorenzo Silva, de algo que encontré en un cuaderno de viajes, pero lo dejaré una vez más para la próxima nota a pie de página.

Sergio Barce, 8 de octubre de 2022

 

 

Etiquetado , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,