
JOSÉ MARÍA DE MURGA, EL MORO VIZCAÍNO
En su libro Larache a través de los textos (Junta de Andalucía – Consejería de Obras Públicas y Transportes, 2004), Lola López Enamorado recoge, entre los distintos textos, el relato del moro vizcaíno José María de Murga y Mugártegui (Bilbao, 1827 – Cádiz, 1876), redactado en el siglo XIX. De Murga fue un viajero, militar y escritor español que participó en la Guerra de Crimea como agregado de la comisión española. Había estudiado árabe en París, y en Madrid se doctoró en cirugía menor. Abandonó el ejército tras no poder participar en la Guerra de África, y en el año 1863 emprendió su primer viaje a Marruecos que hizo vestido con chilaba y con la compañía de un asno, haciéndose pasar por renegado bajo el nombre de Hach Mohamed el Bagdady. En Marruecos trabajó como curandero, exorcista, sacamuelas, partero e incluso de buhonero. En ese viaje recorrió Tánger, Tetuán, Larache, Alcazarquivir, Mequinez, Fez, Salé, Rabat y Fedala, y luego regresó a España. Fruto de esta experiencia es la obra titulada Recuerdos marroquíes del Moro vizcaíno, publicada en Bilbao en 1868, por la Imprenta de Miguel de Larumbe. Un compendio de impresiones, historia, observaciones etnográficas, radiografía social y reflexiones producto de sus vivencias. Encargó doscientos ejemplares y se los regaló a sus amigos de un lado y otro del Estrecho.
(También hay una publicación más actual de la obra en Miraguano Ediciones)

En 1870 fue nombrado diputado general del Señorío de Vizcaya, y aunque realizó un segundo viaje a Marruecos, hubo de cancelarlo al poco tiempo de partir, y ya nunca pudo regresar, pese a sus deseos por hacerlo.
Estos datos los aporta tanto Lola López Enamorado, como Federico Verástegui, estudioso de la figura del arabista vasco, y que se puede hallar en el Blog de Roge:

Lola López Enamorado seleccionó un largo extracto de ese relato del moro vizcaíno, del que extraigo únicamente los primeros párrafos:
“…Un encuentro sangriento junto al río de los Judíos (inmediaciones de Tánger) y en el que, aunque vencedor, salió con vida (el rey portugués don Sebastián), merced a su valor desesperado y temerario, no hizo sino afirmarle en su idea de empeñarse en empresas de más cuenta y, apenas puesto el pie en sus Estados, empezóse a ocupar de los preparativos para ella. Con ánimo tan dispuesto no le fue muy difícil dar oídos a las promesas del destronado Cherif ni a este el asegurarle que, apenas desembarcados, el país se sublevaría en masa a nombre suyo y que recibiría, en cambio de su ayuda, muy grandes y ventajosos territorios. Uno de tantos, y que no lo era poco en aquel tiempo, y aun muchos años después, era el puerto de El Araich (Larache) próximo a la boca del Estrecho y verdadero nido de piratas, donde no sólo se abrigaban los africanos sino también los turcos, según se convinieron con el usurpador Abd-el-Melec al darle ayuda.
(…) Obligado se vio don Sebastián a comprender que sus fuerzas no bastaban y abatido y caviloso acudió a su tío el Rey de España, hermano de su madre doña Juana, en demanda de auxilios y de ayuda. Entabláronse las negociaciones por medio del Embajador don Pedro de Alcanora, al que se envió a pedir a Felipe II la mano de su hija Isabel Clara Eugenia. Diole largas en cuanto al matrimonio y le prometió soldados y galeras en número bastante para hacerse dueño del puerto de Larache el que, según expresión del Rey de España, valía él solo todo el África…”
