
“…<La entrevista con el general Romerales fue decepcionante -escribía poco después Joaquín Polonio mientras que a través de la ventana entreabierta llegaban ruidos dispersos, última entrega de la animación que había reinado hasta hacía poco en la concurrida calle donde estaban el juzgado y su vivienda-. Este militar de alta graduación es culto, ha escrito varios libros y creo que toca aceptablemente el piano, me parece, además, una buena persona, pero, aunque está cargado de buenas intenciones republicanas, lo veo cautivo de una ingenuidad que deforma la realidad que lo rodea. Ojalá me equivoque, pero considero que no da la talla para un puesto tan delicado como el que desempeña. Es la segunda vez que lo nombran jefe de las fuerzas militares de la circunscripción oriental y comandante general de Melilla, y, a pesar de ello, cuando me entrevisté con él hace unos días me dio la impresión de no haberse caído todavía del guindo. Lo veo demasiado confiado y haciendo lo indecible por resaltar que tiene todos los resortes militares en sus manos. Que me disculpe, pero por los contactos personales que voy teniendo y por todo lo que me llega al juzgado, dudo mucho que a los Seguí, Barrón, Gazapo, Bartomeu, Rolando de Tella y compañía los tenga embridados. Me temo que estos militares tienen carácter más fuerte, experiencia de mando directo más actualizada y determinación más férrea que Romerales, por muchos distintivos de general de brigada que éste exhiba en su uniforme. Por decirlo de otra manera: estoy muy preocupado. Redactar estas líneas me sirve de desahogo.
(…) Me preocupa mucho la actitud amenazante de los militares que no soportan el sesgo que ha tomado la República con la victoria electoral del Frente Popular. Las informaciones que recabo de aquí y de allí y las opiniones que voy formando a partir de conversaciones más o menos fortuitas con sus cabecillas me llevan a pensar que son muchos, que les son afectas muy importantes unidades de la circunscripción y que se están preparando concienzudamente para no sé qué, pero, en todo caso, para algo atentatorio contra la legalidad republicana con la que se consideran incompatibles. Me dan mucho miedo los Seguí, Barrón, Bertomeu y compinches… (…) Cuando hablo con Romerales de este feo asunto, me queda el agrio sabor de boca producido por lo que voy a llamar su aldeanismo. Parece solo mirarse en el ombligo de Melilla; su visión llega poco más allá de Nador y Segangan y lo hace muy a duras penas hasta Alhucemas. No hay que tener muchas luces para comprender que la trama de militares antifrentepopulistas únicamente tiene sentido encadenada con otras de mucho más allá de Melilla.
Si se me apura, la entrevista con Romerales me sirvió para tomar conciencia de que el horno que es Melilla hierve a temperatura todavía más alta que la que yo soy capaz de apreciar. Hasta ese momento me limitaba a la idea que me he ido haciendo de los militares enfrentados a una República que, según ellos, está traspasando muchos límites infranqueables. No era consciente de la confabulación de otro tipo de militares descontentos que, primero, consideran que la República del Frente Popular está amenazada por sus compañeros derechistas, y, segundo, que la República está siendo demasiado pacata en sus avances sociales y políticos. A raíz de la reunión del otro día en la comandancia general he indagado con la ayuda de Lalaguna y me han soplado varios nombres de este último grupo entre los que he retenido los de los capitanes Leret, Casado y Rotger y del teniente Arrabal, que con mayor o menor intensidad conspiran con este otro sector…”

“…Solans, al enterarse de que le iba a informar de algo que le interesaría relacionado con el juez que le había plantado cara, recibió a García Vallejo la misma tarde del sábado, a pesar de la desenfrenada actividad de aquellos momentos cruciales para el levantamiento le obligaban a desplegar.
Lo recibió en el despacho que le correspondía como nuevo jefe de la circunscripción oriental de Marruecos y comandante general de Melilla. Lo hizo acompañado del teniente coronel Peñuelas, que de jefe de estado mayor había pasado a encargarse de los asuntos de justicia.
(…) Cuando García Vallejo concluyó satisfecho al percibir que había dado en la diana, Solans se concedió quebrar su normalmente mesurado comportamiento. Por su boca se despeñaron exabruptos malsonantes y cuarteleros dedicados al roblizo magistrado. Pero al pronto se controló, su semblante volvió a su ser natural sobrio y comedido. Agradeció a su visitante la información y, virando la cabeza hacia un Peñuelas que no había parado de escribir, le ordenó con palabras cortantes: <Redacte usted con toda urgencia un informe que recoja al detalle estos hechos y manifestaciones y páselos sin demora alguna a la auditoría de guerra para que nos informe de cómo proceder contra ese juececillo que se permite desafiar de palabra y ahora con hechos las órdenes de la autoridad nacida de nuestro movimiento nacional. ¡Quiero que esté esta misma tarde! ¡Comportamientos como el suyo no pueden quedar impunes! ¡Contra el enemigo con armas o sin armas hay que extremar la contundencia hasta donde sea menester!>. Estas aterradoras palabras quedaron suspendidas en el aire mientras que Peñuelas y García Vallejo se despedían y salían zumbando del despacho. Solans, cuando volvió a sentarse en el sillón del escritorio, murmuró para sí: <Creo que lo hemos pillado. No tomaremos el juzgado con las armas, como le dije ayer al dichoso juez, lo haremos con lo que se pavonea tanto, lo haremos con la ley, con el Código Penal>, y procedió seguidamente a revisar las listas de sindicalistas, militantes de organizaciones izquierdistas y dirigentes frentepopulistas que había que localizar sin tardanza para que los de la Falange de la sangre, que encabezaban el teniente y cruel falangista Sánchez Suárez y el herrador militar y fanático falangista Cuadrado Yelo, los eliminaran por la vía rápida…”
“…Soy consciente -masculló para sí ya en el despacho- de la impotencia de una lucha estrictamente jurídica contra el poder militar armado hasta los dientes y encabezado por jefes ebrios de odio y deseos de venganza frente a la mayor parte de la sociedad melillense que no piensa como ellos, como se demostró en las elecciones del pasado febrero. No soy menos consciente -siguió recapacitando mientras se sentaba en el sillón de su escritorio- de que lo que yo pueda hacer sería inútil casi con toda seguridad. Lo sé todo, no me engaño, pero tengo que ser fiel a la misión a la que he consagrado una parte muy importante de mi persona y hacerlo cueste lo que cueste…”