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«EL INVIERNO DE LOS JILGUEROS», UNA NOVELA DE MOHAMED EL MORABET

Casi al comienzo de mi reseña sobre la primera novela de Mohamed El Morabet, Un solar abandonado, escribí casi literalmente lo siguiente: “Después de leer su libro he comprendido que nos une el mismo alambique en el que se destilan los sentimientos. El estilo de Mohamed El Morabet es elegante y silencioso.”

Llevaba pocas páginas de lectura de su segunda novela y no pude resistirme a enviarle un audio en el que le decía: “Del desierto no se regresaba, porque el desierto está en el desierto. Era como la vejez. Una vez alcanzada, solo cabía resignarse y aceptar la amabilidad de un cuerpo senil. Parecido al abrazo de un adiós incierto”.  Es un brevísimo fragmento de su libro, El invierno de los jilgueros. Leérselo era una manera de decirle a Mohamed que estaba fascinado con su novela. Acabo de terminarla. Sus poderosas imágenes finales me envuelven en un estado de embriaguez absoluto. Si Un solar abandonado me llevó de regreso a mi tierra (su abuela era mi abuelo; su Alhucemas era mi Larache; su solar abandonado era mi callejón sin salida; su relato de un regreso era mi relato de otro regreso y, para colmo, su niñez era mi niñez), ahora con El invierno de los jilgueros vuelve a tocar temas que nos siguen conectando de manera impetuosa e inesperada: Mimouna es como Mina (las dos viviendo a ras de suelo), los cigarrillos inundan nuestras páginas, la pintura y la luz nos deslumbra de la misma manera, los personajes que deambulan por su novela son simétricos a otros que pueblan las más… Pero me estoy desviando de lo importante: hablar solo de él y de su libro.

Primer apunte: los primeros párrafos ya te hacen ver que no estás ante una novela cualquiera, que tienes entre manos un valioso regalo. Sus páginas engulléndome, comiéndose mis entrañas hasta la emoción más honda, sin lágrimas, de esa otra emoción que te hace tragar saliva, que te hace temblar. La historia de Brahim, de su madre y de su hermano Musa. La de Rocío, Mimouna y Habiba. La de sus amigos Isaac y Jamal. Los detalles cotidianos que pueblan el relato de vida, de desesperanza, de afecto, de frustración, de amor maternal, de amor fraternal, de respeto, de amistad. Y Alhucemas. Sí, Alhucemas y sus luces, Alhucemas y su pequeña historia cuarteada.

Los personajes los reconocía, como algo propio; vivos, carnales. Eso solo se logra con una pluma estilizada, delicada, maestra. Habiba, Mimouna, Rocío y la madre de Brahim. Ese grupo que me hacía recordar a mi madre junto a Mina y a Rachida. Vidas paralelas. Creo que Mohamed ha querido hacer un pequeño y emotivo homenaje a esa generación que supo convivir en Alhucemas (igual que en otras zonas del norte de Marruecos) en una armonía llena de respeto y de cercanía, tan sincera, tan limpia. Esa solidaridad que nacía espontáneamente. El retrato de un mundo que iba descomponiéndose. Que ya no existe.

Y con una sutileza de encomio, en esas vidas rutinarias, sencillas y humildes, Mohamed El Morabet desliza un elemento distorsionador: la Marcha Verde. Pero no lo analiza, ni cae en la trampa de intentar explicarlo ni analizarlo, solo lo utiliza como una sombra que planea sobre estos personajes desde el instante en el que a Musa lo alistan para ocupar el Sáhara. Un hecho accidental e inevitable que cambiará sus vidas. A partir de ahí, el desierto, tan opuesto y alejado de Alhucemas, se convierte en otro personaje de la novela.

Segundo apunte: cambio de estilo. De pronto, Mohamed nos saca de Alhucemas y nos traslada a Tetuán. Y lo hace de dos maneras: a través del diario que escribe una profesora de pintura española que llega a la ciudad para trabajar y con un giro radical en su manera de narrar. Pasa de sus frases y construcciones moduladas por un ritmo cadencioso y casi hipnótico a otras rápidas y breves, a veces casi ráfagas de ametralladora. La vida de Olga se nos muestra día a día hasta que se cruza en su camino Brahim, que reaparece así de manera inesperada. Lo que suceda ha de suceder.

Las mujeres de Alhucemas, la bondad y la solidaridad, desaparecen en esta otra ciudad. Olga se ve asediada por una sociedad que parece abierta pero que se comporta como un pueblo cerrado y cainita. El personaje de Zorba, el pintor Meki, el inquietante subdirector de la escuela, todos poseen una cara falsa o impostada. Incluso Javier, el escultor, oculta algo. Todos parecen guardar secretos en Tetuán. Y aquí El Morabet juega otra inteligente baza: la luz de Tetuán, que deslumbra a una Olga aún entusiasta pero que se irá destiñendo hasta convertirse en una luminosidad casi opaca, húmeda, sucia, que se oculta tras los nubarrones que acechan con el invierno y con la traición. La luz de los cuadros, el horizonte de Brahim, el lienzo de Olga. Todo a la velocidad de esas frases cortantes que son como una agonía, un grito al vacío. En esta segunda parte de la novela, el gris se va apoderando de la historia página a página.

Y de nuevo, otro desvío de estilo y de narración. Vuelta a Brahim, de regreso en Alhucemas. Lo que esperamos ahora se nos oculta, se nos hurta en la lectura. No voy a desvelarlo, por supuesto. Pero asombra el giro que da la historia, como si lo ocurrido antes quedara en un plano aparte, escondido por el pasado o por el olvido, como si existiesen dos mundos paralelos.

La vuelta a Alhucemas es regresar a otra ciudad diferente. Musa ya no es el mismo y Brahim se reencuentra con un hermano perdido en el desierto que puebla sus pesadillas. Es la hora de tomar las riendas, de dejar a un lado los sueños y comenzar a afrontar la cruda realidad. Brahim ya es un hombre, se hace hombre. Entrañable la relación entre los hermanos, utilizaré una palabra cursi: «preciosa» la historia de Brahim y Musa en esta segunda etapa de sus vidas. Y Mimouna ahí, en un lateral de la narración, pero llenándolo todo. La escritura de El Morabet nos lleva ahora en volandas con su escritura aterciopelada. Es como si acariciase a sus personajes, a los que trata con mimo, con dulzura, con un cariño primoroso. Hace que los amemos, que los acojamos, que deseemos protegerlos. La historia me pasa por encima, me atropella, me llega al corazón. Musa y Brahim. Qué deliciosa relación epistolar a base de notas la que se entabla entre ellos. Es un himno al amor fraternal de proporciones colosales. Incluso lo más duro y cruel, en manos de Mohamed El Morabet pasa a ser pacífico y hermosamente humano.  

Segundo apunte: es un consejo. Sí, sugeriría a cualquier director de un taller de escritura que, si desea explicar qué es una elipsis, lea El invierno de los jilgueros. Creo que Mohamed ha construido la elipsis más bella.

Con lo anterior quiero decir que el final no podía ser más inesperado, clarificador y certero para hacer de esta novela la perfecta obra que es.

Un último apunte: no todos los premios se otorgan a un advenedizo o a un personaje mediático. Hacía mucho que no me reconciliaba con un premio literario. El invierno de los jilgueros merece ese Premio Málaga de Novela que ha obtenido este año, aunque no haya leído a los otros candidatos. Pero, cuando se falló el galardón, ya comenté que sería justo porque sé cómo escribe Mohamed El Morabet.

 Sergio Barce, 1 de mayo 2022

 

 

 

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CROQUIS DE BOLSILLO DE LAS ZONAS DE CEUTA-TETUÁN-LARACHE

Ésta es una de mis últimas adquisiciones para la colección de grabados, mapas, revistas, carnets, documentos y libros antiguos que guardo relacionados con Marruecos. Se trata de un curioso mapa desplegable que se guarda en un pequeño cuadernillo que cabe en la mano, de ahí que se le llame «Croquis de Bolsillo de las zonas de Ceuta-Tetuán-Larache», y data del año 1921. El mapa al desplegarse muestra todo el territorio, pero, para poder escanearlo y exhibirlo en mi blog, me he visto obligado a dividirlo en dos. Además, presenta la curiosidad de contener una errata en la fecha: «Obtubre» de 1921. Cosas de imprenta.

 

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PORTADAS

Como hoy no tengo demasiadas ganas de escribir, haré uso de las fotos de las portadas de mis libros que mis amigos y lectores me envían con tanto afecto. Una manera de invitaros a leerlos.

 

FOTO DE MARÍA ORTEGA
FOTO DE CONSUELO HERNÁNDEZ
FOTO DE MARÍA SIBARI
FOTO DE NAIMA HAYAT
FOTO DE ISABEL FLUXA
FOTO DE SALVADOR LÓPEZ BECERRA
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«EL LIBRO DE LAS PALABRAS ROBADAS», DE SERGIO BARCE, INCOMBUSTIBLE

Mi novela El libro de las palabras robadas (Ediciones del Genal, 3ª edición) ha tenido un largo recorrido y sigue viva. Hace un par de días, alguien, bajo el seudónimo de «André Gide junior», me escribía para decirme que acababa de leer este libro y que le había parecido tan fascinante que no entendía que no hubiera alcanzado ya mayor repercusión. Además, añadía, es de esas novelas que se te quedan grabadas y no eres capaz de desprenderte de ella durante semanas.

No está nada mal leer este tipo de comentarios, como todos los que reproduzco a continuación sobre esta misma novela. Te dan aliento y te empujan a no cejar en el empeño. 

«Esta es la tercera novela que leo de Sergio Barce y, engolfado en toda su ciencia literaria, proveedora de materia y espíritu, de símbolos y signos, de solaz y conocimiento, se halla siempre un hombre que nos conmueve y nos seduce, que nos provoca ese leve gesto de rebeldía frente a lo inhumano y no nos libra de una lágrima inflamada cayendo lentamente sobre las sombras del corazón.

Manuel Gahete»

 

«Sincronías entre lo real y lo onírico, el yo y el ello, lo racional y lo mágico envuelven esta novela de un halo freudiano. La grave relatividad del espacio tiempo literario se va desmenuzando entre personajes que, en cierto modo, parecen replicar la misma historia, como si huyeran sin saberlo del olvido (otra forma de canibalismo) para conservar el enigmático libro de las palabras robadas.

Una metáfora sobre los espacios ocultos, pues todos arrastramos palabras robadas que nos dejaron espacios en blanco difíciles de escribir.

Súper recomendable.

David Rocha»

 

«Esta novela introduce unos elementos novedosos en la narrativa de Sergio Barce que no habían aparecido hasta este momento. Está aderezada por un toque de realismo mágico a través del personaje de su madre muerta con el que va contactando a lo largo de la historia. También el propio libro de hojas blancas en el que se pueden leer todas las palabras de los libros perdidos o destruidos introduce un elemento sobrenatural.

En los últimos tiempos se está sacrificando el arte literario por conseguir una trama atrayente. Se está perdiendo los artesanos de la palabra, los que pulen y embellecen el lenguaje, y no solo importa lo que se dice sino cómo se dice. Esa es la verdadera literatura. Sergio es uno de los escasos escritores que consiguen atrapar con su trama mediante una narrativa precisa, cuidada y elegante sin perder por ello ni un ápice de intensidad en su historia.

Combina de forma magistral ficción y realidad y sabe confundirlas de forma magistral hasta fusionarlas. Es un escritor sensorial especialmente habilidoso en conseguir que el lector empatice con sus personajes lo cual facilita que nos identifiquemos con ellos en muchas escenas.

Cuando impartes un taller literario se insiste a los alumnos en la importancia de  mostrar en lugar de contar y Sergio Barce es el mejor ejemplo de ello.

Susi Bonilla»

 

«La narración continúa in crescendo, irremediablemente y sin dar tregua al lector para desviar su atención de la misteriosa y complicada trama.

Y página tras página, ya sin remisión me encuentro como una más dentro de la historia, vibrando con ella. Sergio Barce es tremendo. Una narración compleja pero llevada a cabo de una forma magistral.

Joana Márquez»

 

«Entre Málaga y Tánger, entre tiempos presentes y pasados, entre recuerdos que transitan en la memoria perdidos y reencontrados por el protagonista Elio Vázquez gracias a la terapia certera de un psiquiatra llamado Moses Shentov, entre personajes como editores, periodistas y libreros, Barce compone una novela negra llena de amor por los libros, el cine y los ambientes llenos de humo.

Víctor Pérez»

 

«En <El libro de las palabras robadas>, el misterio y la intriga son las características más recurrentes de las que hace uso Sergio Barce, para adentrarnos en la vida de los protagonistas de esta acción enigmática y de fantasía que se va descubriendo a través de las páginas de la novela.

Paloma Fernández Gomá»

 

«Dos de las veinte razones que doy para leer <El libro de las palabras robadas>:

Por el tratamiento que tiene la familia en la novela. La familia como asunto suele tener una gran –y feliz- presencia en los libros de Sergio Barce. Aquí, lo que comienza como un thriller termina como la relación con un padre y con una madre. Yo creo que tal vez esa sea la parte de mayor poder del libro. La más musculosa.

Porque en la novela aparecen muertos que hablan. (Y no se muere en el intento). Es bien difícil que esto funcione en una novela o en una película. Pero yo les puedo asegurar que aquí funciona. Es más, hay una idea maravillosa de Sergio Barce sobre los muertos, que la da uno de los personajes (muerto) cuando aclara que ellos pierden sus rencores porque pasan horas riéndose de su propia vida cuando mueren. Si esto es así, les digo en serio que morirse no va a tener ya tanta importancia como le damos.

En fin, que ahí llevan ustedes dos de las veinte razones que he dado para leer esta novela, Habrá sin duda muchas más y cada uno encontrará las suyas.

Jesús Ortega»

 

«Esta es una novela con el formato de thriller psicológico, que sin embargo lleva insertas algunas pinceladas mágicas, que introducen una nota onírica, suprasensorial y un punto de imaginación y fantasía, lo que constituye, como decía Hitchcock, el MacGuffin, la excusa para contar una historia. Una historia que en algunos momentos traspasa la racionalidad de la vigilia para adentrarse en los mundos oníricos del sueño, la alucinación y roza la locura.

Fuensanta Niñirola»

 

«<El libro de las palabras robadas> es un libro muy romántico, con varias escenas que se desarrollan en la Plaza de Toros de Tánger como ciudad protagonista, además de escenas en Málaga y Tetuán. También es un libro que rinde homenaje a los hebreos de Tánger, ya que el psicoanalista que trata al personaje principal de la novela es un hebreo que vive en esta ciudad cosmopolita. Por lo que esta ciudad se convierte en un sueño para el protagonista. Novela que engancha desde el comienzo, tanto por su intriga como por su ambiente.

Naoual Maaroufi»

 

«<El libro de las palabras robadas> aunque podría considerarse una novela negra, también es una narración de aventuras, y, sin embargo, no ha abandonado su manera de relatar intimista y detallista, de manera que el protagonista, aun enfrentándose a una trama que le resulta inexplicable y terrible, también ha de afrontar los problemas vitales que le preocupan: su relación con su hijo, sus fracasos amorosos, la enfermedad de su padre, las inesperadas reacciones de los que cree amigos de toda la vida… Es una novela también muy romántica, pero en el mejor sentido de la palabra.

Yolanda Aldón»

 

«Entre la intriga y la novela negra, página a página vamos descubriendo la fascinante vida del padre de Elio, el protagonista de la historia, el enigmático personaje de Dalila Beniflah, los viajes a Tetuán y a otras misteriosas ciudades, qué significa Tánger para ellos, el pasado errático y misterioso de Arturo Kozer, los intereses ocultos de Joan Gilabert qué significan Marco y Sara, el hijo y la mujer de Elio, en la vida del protagonista y el verdadero secreto de El libro de las palabras robadas, un codiciado y misterioso manuscrito, hasta llegar a un desenlace imprevisible. Con gran maestría el autor de esta novela teje una historia de intrigas y misterios que hará las delicias de los amantes del género.»

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LECTURAS PARA ESTE VERANO

Os propongo para este verano cualquiera de mis libros. En ellos encontraréis historias que os llevarán a Larache, a Tánger, a Tetuán, a Málaga o al interior de una pequeña librería llena de magia.

En estas páginas viviréis las vidas de otros, viajaréis en el tiempo, sufriréis, os emocionaréis, os embarcaré en la búsqueda de un libro que guarda las palabras robadas, amaréis, odiaréis, os estremecerá alguna historia, abriréis la puerta azul y eso os permitirá transitar por calles y lugares que acabaréis deseando visitar o queriendo volver si ya las conocéis. Hay intriga, traición, frustración, sexo, deseo, alcohol y humo, mucho humo. Viviréis en un Tánger inexistente y en un Tánger real, habitaréis en un Larache idealizado y en un Larache real y vivo. Pasearéis por el zoco chico y acabaréis perdiendo la vista en el mar desde Malabata. Hay seducción, amor y miedo, y también cariño entre padres e hijos y pasión entre amantes. Hay muerte y hay vida. Viviréis intrigas, asesinatos y naufragios. Encontraréis la sirena varada en la playa, y también ese libro que jamás pudisteis localizar.

Todo esto lo he escrito para vosotros.

Sergio Barce, julio 2021

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