Después de hacerse de rogar, Driss Sahraoui por fin se ha animado a realizar uno de esos fantásticos paseos con los que nos describe al detalle los rincones de las calles más emblemáticas de Larache. En esta ocasión ha escogido una de las arterias que encierran más recuerdos e imágenes para quienes son de Larache o han vivido allí. Como siempre, Driss pasea tranquilamente por la avenida y va reconstruyendo todo lo que ya no es más que una vieja estampa o la sombra de un hermoso recuerdo, pero tiene la habilidad de conjugar en esa película que filma con sus palabras escenas rodadas en diferentes épocas, y con eso consigue que, cualquiera que sea nuestra edad, volvamos a pasear por la calle Chinguiti, por la avenida Hassan II. Todo un placer hacerlo con su prodigiosa memoria.
Se me ha ocurrido (espero que a Driss le parezca bien) que siendo como es la calle Chinguiti parte de la historia de Larache, abra su relato junto a una fotografía que me hizo llegar el profesor Fernando de Ágreda en la que se ve al poeta larachense Dris Diuri, otro nombre emblemático de la ciudad, paseando precisamente por esta avenida en compañía de sus hijos. Creo que es una hermosa estampa y una inmejorable manera de empezar a leer esta crónica.
Sergio Barce, marzo 2013
LA CALLE CHINGUITI DE LARACHE
(I parte)
Esta calle, que primero se llamó calle Canalejas, luego calle Chinguiti, después Muley el Hassan y finalmente Hassan II, empezaba en la misma plaza de España, hoy plaza de la Libertad, teniendo a su derecha el Hotel España, a su izquierda el emblemático Café Central y terminaba en la Mercería la Zamorana que hacía esquina con la calle Cervantes, hoy calle Malik Ibn el Morhil, teniendo a su derecha y ya al otro lado de esta calle el Café Bar La Marquesina. De hecho aquí terminaban esos lindos paseos que nos dábamos, pero no la calle que llegaba hasta la plazoleta de la calle Barcelona.
La calle Chinguiti era el centro predilecto de los encuentros, donde se daban grandes paseos para arriba y abajo a lo largo de la misma. Entre nosotros la llamábamos el Paseo; para citarnos nos decíamos: Nos veremos en el paseo. A partir de las dos de la tarde aproximadamente se cerraba para la circulación rodada y se convertía en calle peatonal. Para hacer más amenos estos paseos, un técnico en radio y electricidad cuyo, despacho-taller se encontraba en el pasaje Goya y llevaba el nombre de Pentodo, había colocado justo en el centro de la misma un altavoz colgante mediante el cual transmitía música y canciones de esa época, Sigue leyendo