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«PASEANDO POR EL ZOCO CHICO. LARACHENSEMENTE» DE SERGIO BARCE, VISTO POR JOANA MÁRQUEZ

Siempre digo que Joana es el eco de mi blog, de este blog. Atenta, sagaz, cariñosa, no deja de pasar un solo post que cuelgo aquí para hacer una pequeña aportación que, siempre, siempre, lo enriquece un poco. Por eso es mi eco. Y ahora, después de leer mi nuevo libro de relatos, también quiere hacer de eco. Pero como no le es suficiente ya un solo comentario, se ha lanzado como una kamikaze (encantadora y siempre llena de afecto) a analizarlo desde el comienzo hasta el final o, como ella explica, desde el final hasta donde le ha dado la real gana. Y ha resultado un ejercicio que me ha cautivado y, en algunos instantes, emocionado profundamente. Y por eso le doy las gracias.

Os dejo con Joana, larachense hasta el tuétano, zambulléndose en las imágenes de la otra banda, quizá cruzando la plaza de España o paseando por el Zoco Chico…

 Sergio Barce, octubre 2014

JOANA MÁRQUEZ

JOANA MÁRQUEZ

PASEANDO POR EL ZODO CHICO. LARACHENSEMENTE

de Sergio Barce

por Joana Márquez

Se me antoja jugar a la Rayuela en recuerdo al centenario de su autor que en este 2014 se conmemora. Leí la obra de Julio Cortázar empezando por el capítulo 73 y así, fui saltando, siguiendo el orden que se indicaba al pie de cada capítulo. Creo que, de esa forma, leí muchos libros en uno solo.
Recuerdo mi juego de niña “la marelle/le carrré/la carelle” como le llamábamos en Casablanca, donde, en el patio de la escuela y a la patita coja, saltaba los cuadrados que con tiza habíamos dibujado en el suelo para ir del infierno al cielo, intentando no perder el equilibrio antes de llegar al lugar seguro donde podía apoyar el pie que estaba en el aire. Llegar al destino era todo un desafío y, luego, volver a desandar el camino, un nuevo reto a conquistar. Con la práctica, cada vez era más divertido el juego porque la falta de equilibrio desaparecía y te hacía ser muy rápida en el recorrido.
Arañando un poco de tiempo al tiempo, he querido dedicarte el pequeño diario de mis emociones tras el recorrido por estos inigualables pasajes llenos de colorido, sabores y olores tan añorados. Ya mis páginas te pertenecen.
Comienzo por el último cuento “Los herederos de Al-Ándalus”, como no podía ser de otra manera. Acostumbro a comenzar a leer los periódicos por la contra, de derecha a izquierda, y este libro de cuentos también quiero empezarlo por la última historia. Me dejo llevar, me entrego a tu escritura, para concluir sintiendo lo que tú también sientes y un escalofrío recorre mi cuerpo porque… yo también vengo de allí.
Quiero seguir saltando y jugando a la rayuela pero quiero hacerlo ordenadamente, yendo a los primeros años, de forma correlativa, siguiendo los pasos de tus historias tal y como sucedieron por orden de fechas. O sea, que he deshecho el bienintencionado trazado de Mauro Guillén para seguir jugando a mi manera.
“Mimo” . Con quien me llegan su temblor, sus lágrimas, su amargura por un amor lejano y por un hijo desaparecido.
“El Flaco”. Los ojos de Zohra pudieron con todo, con ese flamante coche, con una bonita casa, con esos sueños de alcanzar la otra costa… Una vez más venció la fuerza del amor.
“Dukali”. Me ha hecho pensar en el poder de la ilusión y de la fantasía de un niño.
“El Ideal”. Donde me asalta el olor a garrapiñadas pero también a garbanzos molidos –me compraba un cartucho bajo los arcos y me encantaban- . Preciosa escena, la mano de Abdelazziz, la tuya, ambas unidas, cómplices, hermanadas, bajo la incrédula y absurda mirada de los que no entienden nada de la amistad, nada de la vida.
“El Nadador”. Esta tarde con las piernas zambullidas en el agua, sentada al borde de la piscina, vuelvo a ver ese mar de Larache y me emociona la vuelta a casa de Hakim.
“El corazón del océano”. Me roba el corazón la escena representando a Rachid, sin palabras, dejándose acariciar por ese mar tan soñado.
“Mina, la negra”. En ese paseo de la mano de Mina, me han vuelto todos los olores y colores de la infancia. Esos que jamás, en ningún lugar, volveré a encontrar.
“Abdelazziz”. Esa esencia del ser marroquí, el hannan, y las lágrimas de Abdelazziz me recordaron la despedida de nuestros amigos y vecinos antes de dejar unas gentes y unos recuerdos maravillosos que no habrían de volver.

PASEANDO POR EL ZOCO CHICO - cubierta
“El primer regreso”. Tampoco llego a entender mi presente sin que el recuerdo de la infancia, nuestro punto de referencia, me asalte mostrándome el tiempo de convivencia y felicidad compartidos.
“Moro”. Me pregunto por qué divino designio sabes describir tan maravillosamente bien las despedidas, los silencios que hablan, las ausencias. He retrocedido en el tiempo y he revivido nuestra despedida en Marruecos, cuando vinieron los compañeros marroquíes de la imprenta donde trabajaba mi padre, con unas chilabas para mis hermanos y para mi -que aún conservo con todo cariño-. Recuerdo las lágrimas de mis padres. Y siguieron llorando por mucho tiempo, una vez llegados a España, porque aquellos irrepetibles años fueron lo mejor que nos pudo pasar.
“Últimas noticias de Larache”. Tu sentida descripción de lugares, edificios, de las emociones inolvidables, de los aromas aún vivos también me llevan a la irremediable determinación del ansiado regreso.
“Al otro lado del Estrecho”. Preciosa foto, sentados alrededor de la misma mesa el señor Beniflah, un cristiano y un musulmán con su mejor amigo, recordando la liberación del pueblo de Israel. Y como telón de fondo, la ausencia de Ruth y la inmensa nostalgia de Jacobi por el postergado regreso.
“Solo quiero remar”. Preciosa, conmovedora hazaña de remar junto a Abdussalam. La playa, tus amigos, esos jugosos chumbos y tus padres, tus maravillosos padres, siempre ahí, a tu lado, porque sin ellos tú no habrías sido.
“Un paseo por la Medina de Larache”. A través de tus ojos, y los de Hanan, de vuestra mano, he vuelto a sentir los latidos de Larache y sus murmullos.
“En la playa peligrosa”. Jamás recuperaremos ese tiempo que se nos fue, por eso, salvemos nuestros recuerdos.
“Ellos vuelven a Larache”. Esa abuela gaditana que me recuerda tanto a la mía que con tanto salero cantaba.
“Ramadán en Larache”. Preciosos recuerdos, olores inconfundibles. Todo lo que me gusta, la hierbabuena, el té, la chuparquía… hasta las golondrinas, y cuando sobrevuelan mi terraza, ¡creo que vienen de Larache!
“La Cautiva”. Exquisita descripción que cautiva, enamora y estremece. Donde puedo oir la respiración entrecortada del voyeur, sentir su incipiente deseo, ver el temblor de sus dedos y leer en su mente palabras aún jamás pronunciadas.
“Medina de Larache”. La que te arropa y te cobija, como una madre, suavemente, sin prisas…
“Esa foto de la otra banda”. Con un toque mágico le has dado un maravilloso colorido a esta foto que, muy probablemente, en aquellos años quedara plasmada en blanco y negro.
“Mohammed, el niño de Alhucemas”. Todo está impregnado de Maruja, la he visto, la he sentido en cada renglón, entre líneas. Me queda la pena de que no haya podido volver a encontrarse con su hermano Mohammed. Sería precioso continuar esta búsqueda… por ella, por nuestra maravillosa y tan amada Maru.
“La luz de Larache”. Es multicolor, porque en Larache caben todos los colores del arco iris.
“Recuerdo un pequeño taller de bicicletas”. Las bicicletas de nuestra infancia fueron nuestra moto, nuestro coche, nuestro caballo, las que nos transportaban a un lugar soñado con alguien con quien jugar y soñar.
“El hombre del carrillo”. ¡Infinita tristeza!
“El callejón sin salida”. Asombra la fuerza de esos recuerdos tuyos que hasta consiguen transmitirme olores olvidados.
“Mamy Blue”. Ya no podré desvincular la canción tan tarareada por mí -a mi madre le encantaba- de Fatimita. Ya, para siempre, Fatimita formará parte de la historia de este vinilo.

Plaza de España en Larache (foto de la web de Houssam Kelai)

Plaza de España en Larache (foto de la web de Houssam Kelai)

“Gusanos de seda”. ¡Me has hecho sonreir con las parejas más picaronas! He vuelto a ver la misma caja de cartón que mi padre me traía con los gusanos de seda, he vuelto a acariciar los conejitos que también, por unos días, él traía a casa para que jugase y que yo vestía con la ropa de las muñecas. O las tortugas, a las que mi hermana la mayor pintaba las uñas de color amapola. Todo un mundo que quedó atrás pero que resurge con todo fuerza en mi memoria.
“Larachensemente”. Todo el espíritu larachense cabe en estas páginas. ¡Exquisito!
“Larache, sin Sibari”. El último relato, acabo de leerlo hoy. He sentido frío por la pérdida de Sibari.

Y así, Sergio, año tras año, he ido paseando por Larache a través de tus historias y de tus emociones. Me han invadido los recuerdos. He vuelto a mi infancia, a mis abuelos, a mis padres tan jóvenes y felices. He vuelto a mis paisanos, a los que jamás olvidé y de los que me rodeo en el presente para seguir creyendo que estoy allí y porque los quiero.
A esta narración tuya de la vida, de las ausencias, de los colores y olores de Larache, he querido devolver simplemente algunos breves apuntes de lo que quedó en mí tras leer cada uno de tus inolvidables cuentos. Y además decirte que, gracias a ti, Sergio, las calles y plazas, los edificios, el Balcón, las gentes de Larache, todo sigue latente en mí, en nosotros.
Sabes trazar constantemente con tus relatos la huella que podemos seguir, que podemos palpar para no olvidar, para asirnos a unos recuerdos a veces adormecidos y que tan bien sabes hacer despertar!
Gracias por estos inmensamente bellos momentos de lectura.

29 de Septiembre de 2014

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EL PAISAJE DE MI MÚSICA, UN RELATO DE JOANA MÁRQUEZ

Hagamos un paréntesis en este mundo caótico y cainita en el que nos ha tocado vivir y dejémonos mecer por la música y por las palabras de Joana Márquez, que se ha venido destapando últimamente como una narradora excepcional. Me ha enviado un nuevo texto, para mi sorpresa dedicado al paisaje de su música, y me parece armonioso, melódico, sonoro. Creo que es una delicia para los sentidos. Te mece, te lleva, te hace bailar (muy lentamente). Te deja un regusto amable, es incluso recomendable para tratar estados de ansiedad. Así que Joana Márquez, a mi entender, puede considerarse una creadora larachense en su más amplio sentido, yo creo que es una excelente narradora, y por eso la animo constantemente a que siga escribiendo.

Le sugerí a Joana que su narración, como texto melódico que es, debe ser leído obviamente con acompañamiento musical en el sentido más literal (creo que se disfruta mejor), y le pedí que me propusiera el tema que deseaba adosar a su relato. Me envió dos melodías, una compuesta por John Williams y otra por Maurice Jarre, dos grandes. He decidido yo (que para eso el blog es mío), y me he decantado, por supuesto, por el tema de Jarre, que es, claro, «Lara» de la película Doctor Zhivago.

Pero siendo osado, incluso me atrevo a sugerir como música de fondo de esta balada que es «El paisaje de mi música» una pieza compuesta por Shigeru Umebayashi para la película «In the mood for love» de Wong Kar-Wai, de manera que mientras leéis este texto, por favor, poned de fondo uno de los temas musicales que os proponemos (preferiblemente el de Lara, que para eso es el elegido por Joana). Venga, a leer meciendo los pies…

Sergio Barce, marzo 2013

EL PAISAJE DE MI MUSICA

Música sin palabras, sólo música, melodías… para que vuele la mente, para que pueda soñar y amar en la distancia, en el recuerdo, en el silencio…

Para llorar sin que las lágrimas asomen a los ojos y para que sonría el alma por tanta belleza…

Para abrazar con todo el cuerpo Sigue leyendo

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EL HOMBRE DE LA PLAZA, un cuento de la narradora larachense JOANA MÁRQUEZ

Pensaba cómo comenzar 2013 en mi blog, y de pronto, Joana, que siempre hace comentarios tan sugerentes en él, y que a veces me ha enviado sus relatos hasta ahora inéditos, me hace llegar otro nuevo, y al leerlo me doy cuenta de que éste es el texto que debe abrir el año, primero porque incorporo una voz nueva, aire fresco, y temas inéditos, y segundo porque es una narración tan bien escrita como comprometida, tan humana como desoladoramente bella. Y porque, leyéndolo, me han venido a la memoria imágenes de dos de mis películas favoritas: <Ladrón de bicicletas> (Ladri di biciclette) de De Sica y <Cinema Paradiso> de Giuseppe Tornatore. No sé si el efecto se lo producirá a otros, pero he visto en el personaje de su relato al protagonista de la primera y también al hombre que, en la segunda, gritaba: ¡la plaza es mía!

Por otro lado, siento como si le abriera la puerta a alguien que, por timidez, hasta ahora no se atrevía a hacer públicos sus escritos, y que al hacerlo no sólo creo que comparto con todos algo que merece la pena sino que, además, empujo a Joana al escenario para que nos haga disfrutar con sus creaciones. No tengo que decir que también lo hago porque ella es alguien muy especial para mí, una amiga que está ahí y que sé que no me fallará. Así que <El hombre de la plaza> es el primero que incorporo, y espero que sea el que dé inicio a una larga lista. De manera que pongamos el pie en la calle, adentrémonos en este nuevo año lleno de incertidumbres y acerquémonos a la plaza donde Joana nos va a relatar, como una cuentacuentos en medio del zoco chico, una de sus historias.

Sergio Barce, enero 2013

Joana Márquez

Joana Márquez, en The Dylan Thomas Centre, Gales

EL HOMBRE DE LA PLAZA

No quiero despedir este año sin dedicarte mis pensamientos. Te debo unas líneas a ti que tantas veces te vi en la misma plaza, con la mirada perdida, como esperando a alguien que marchó con la promesa de volver un día. Una mujer, o puede que un hijo…

Sin fallar a esa cita diaria, haga frío o calor, allí estás presente, vigilando y aguardando con la colilla aplastada entre los labios resecos, faltos de pronunciar unas palabras que tal vez ya se te olvidaron, o algún nombre que te duele recordar.

Te van pasando los días, Sigue leyendo

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LARACHE – ALBUM DE FOTOS 13

Es bastante difícil continuar este álbum, y me refiero al texto que trato que acompañe a las imágenes, porque fotos sigo recibiendo de muchos amigos, pero no repetirse en las palabras resulta complicado. Lo último que desearía es aburrir a quien se asoma a estas páginas.

Rio Lukus, y, al fondo, LARACHE – foto de Javi Lobo

Por eso, en esta ocasión, creo que me refugiaré de alguna forma en los textos de varios autores de los que, aunque les dedico artículos individuales, pueden servir para “ilustrar” lo descrito por las fotografías.

No es la primera vez que uso la imagen de un cuadro para abrir el álbum de fotos –ya estamos en su página 13, y creciendo-. En esta ocasión es un cuadro del pintor larachense Hakim el Harrak. Gracias a él, me rindo a la majestuosidad del Castillo Laqbíbat o de San Antonio o de Al Nasr, que todos estos nombres ha tenido.

Parece increíble que este majestuoso castillo del siglo XVI fuera mandado erigir por el Sultán Ahmad al-Mansúr al-Dahabi tras la batalla de los Tres Reyes, y digo que parece increíble que sea un monumento de tal historia y que se haya dejado caer en el olvido… Sin embargo, el pincel de Hakim el Harrak le ha devuelto la vida, y los colores de su paleta lo han restaurado para nuestra imaginación.

Escribía Ali Bey (Domingo Badía) en 1805: “A un extremo de la ciudad, en la embocadura del río, hay un castillo que me dijeron fue construido por Muley Yezid (Nota: Se trata de una edificación más antigua que el reinado de Muley Yezid /1790-1792/. Este sultán visitó cuatro veces Larache durante su reinado, según relata ad-Du´ayyif, pero que no señala que se dedicara en esas breves etapas de visita a la construcción o reparación de las fortalezas. Este castillo, llamado de San Antonio por los españoles, es más antiguo que el de la parte de tierra o de las Cigüeñas). La fortaleza cuadrada está guarnecida por varias pequeñas culebrinas. Defienden la embocadura del puerto dos baterías colocadas al sur y otra batería o castillo por el mismo lado con cañones y mortero, situada a trescientos cincuenta toesas de distancia…”

Cuánta historia tiene Larache…  Cuántas vidas vividas en sus calles… Creo que la siguiente foto es de una simbología ejemplar: en la terraza del Café Central vemos a Pepe Osuna, Mohamed Sibari y Carlos Amselem, tres viejos amigos, un cristiano, un musulmán y un hebreo, tres amigos de toda la vida, tres larachenses que simbolizan lo que siempre hemos transmitido a los que no son de nuestro pueblo.

Alfonso Santamaría me ha enviado un buen puñado de imágenes, hoy colgaré alguna de ellas, como ésta, en la que aparecen Alfonso, Emilio y Elena Santamaría.

También de Paco Selva traigo hoy bastantes fotos y carteles. En esos viejos anuncios también nos reencontramos con la historia de la ciudad…

Creo que una de las cosas que mejor se recuerdan en una vida, son las celebraciones, las fiestas, la algarabía, los instantes de felicidad. En Larache hemos vivido tantos buenos momentos, familiares, personales o entre amigos, que eso es lo que más une en la memoria. Por eso, quizá sea un buen instante para llenar nuestras vidas de celebraciones… Así que nos vamos de bodas. En la imagen siguiente, asistimos a la de Mohamed, empleado de la compañía del Lukus, y en la foto están celebrándolo Aquilino, Sentamans, Emilio y Alfonso Santamaría, Bautista, el propio Mohamed, Narai, Julio el cubano, X y la esposa de Aquilino.

También acudimos al enlace de la hermana de Rafael de Cárdenas, y allí vemos, en la foto de abajo, al hermano de Castaño, Joaquín García, Ochoa y Rafael de Cárdenas.

Y de ahí nos vamos a celebrar el cumpleaños de la nieta de Cristóbal,  el de la Colonial:

La fiesta no decae, y damos salto en el tiempo, como siempre hacemos gracias a este álbum anárquico al que une en decenios la ciudad de Larache y los larachenses, y de los años sesenta y setenta aparecen estampas como las siguientes: Fiesta de Carnavales en el Colegio Nuestra Señora de los Ángeles, de la que Mati López Quesada guarda un par de imágenes curiosas…

Los disfraces ya nos dan una idea de la época…

Paco Selva es de los que más imágenes conservan de las celebraciones y parrandas. Estas dos son de la llegada de los Reyes Magos en 1962, y espero vuestra ayuda para reconocer a quienes aparecen en ellas… Primeras respuestas: Dice Clarisa que en esta primera foto de Reyes, agachada a la derecha, ve a Pepi Pereira, y arriba, entre los dos Reyes, cree que la chica rubia es MªCarmen Morcillo y la que está a su lado Africa Fernandez.

En 1963 volvieron Sus Majestades para repartir sueños… En las dos fotos que siguen: en la primer, los tres reyes son Paco Selva, Cuqui Andrade y Lucio Dámaso; en la segunda, los mismos reyes muy bien acompañados de tres bellas larachenses…

Fiesta de Reyes del año 63 que se prolongó bastante, según atestiguan las siguientes fotos…

Aunque quizá sea el Fin de Año la que hace que la alegría se desborde siempre anhelando la llegada de un tiempo mejor… Como en esta imagen, en la que aparece mi madre -segunda a la derecha-, la primera a su lado es Nena, pero no conozco al resto del grupo. Eso sí, se lo pasaron en grande.

Chicas larachenses divirtiéndose siempre vamos a encontrar en nuestros álbumes familiares. En la siguiente, de nuevo mi madre, Maru Gallardo (tercera por la derecha) con un grupo de amigas tomándose un vinito… Algunas ya muestran síntomas de estar algo chispas… Espero que reconozcáis a alguien para poder ponerles nombres.

Muchos años después, en 2005, durante el Festival de Guitarra y Música, celebramos un emotivo homenaje al músico larachense Tomás Chacopino, que aparece en esta imagen acompañado por Ahmed el Guennouni y por mí, Sergio Barce.

Y en esta otra, también celebramos un encuentro lleno de buena camaradería y calidez. Creo reconocer en la foto a los que nos reunimos en Larache creo que en 2004: en primer término Mohamed Akalay, y con él Abderrahman Lanjeri, Bouissef Rekab, Mohamed Sibari, el cónsul José Ramón Remacha, Mohamed Laabi, Mustapha el Bouhtoury, Ramón López Tuñas, Miguel Ángel, Gonzalo, Sergio Barce, Maria Luisa Diéguez y Mohamed Lahchiri.

Curiosa  la vida… En la fotografía anterior, está mi amigo Mohamed Akalay, y Alfonso Santamaría me ha remitido otra en la que, varios años antes, él acompaña a Akalay junto a su hermano Emilio, que perdimos hace muy poco tiempo, y cuya memoria guardamos con afecto.

A principios del siglo XX, Luis Antonio de Vega escribe: “La primera ciudad marrueca donde fijé mi residencia durante los dos lustros que residí en África fue Larache. Es tal vez por esto y porque en su recinto aprendí a conocer y amar a Marruecos por lo que mis mayores simpatías las reservo para la ciudad, que es proa de navío en la quilla del viejo Castillo de San Antonio, quilla metida en el mar.

Allí pasé un año, primero en la calle Real, luego en el callejón de Hamed Ben Tzami, donde los tejeringueros moros amasaban cada mañana la pasta de los aceitosos churros que serían adorno suculento en el collar que formaba un junco verde; la calle de Hamed Ben Tzami, en el barrio primoroso de la Marina, con la terraza situada frente a la barra que forma el Lükus en su desembocadura y en la que hasta en los días dulces y en las dulces tardes se revolvían las aguas en amasijos de olas turbias”.


 

Y algunos nombres de empresas y negocios que siguen en el recuerdo… Urrestarazu, Baeza…

O Bensimón, Morales o Caballero…  El Banco Hispano Americano en Larache…

 

Una joya de fotografía es la que me ha hecho llegar Juan M Fernández Gallardo, con quien me unen lazos familiares por la rama Gallardo, y se trata de este grupo del Colegio Santa Isabel, del curso 1947-1948:

Si fantástica es la estampa anterior, la siguiente me parece de una belleza plástica extraordinaria. Se trata de la pesca del atún, y quien habla de Larache habla de la almadraba y de sus atunes. Reconozco que me atrae mucho la fotografía en blanco y negro, pero es que en concreto esta foto parece sacada de una película neorrealista, como un fotograma de un largometraje filmado por Vittorio de Sica o Roberto Rossellini… En ella aparecen Julián Aixelá Ballester, Joaquín Garcia Camuñez, Guegue, Vicente Pro y Claudio Columé.

De 1967 es la foto de la Primera Comunión del siguiente grupo de larachenses: Mari Nieves Rebollo, Martín Romo, Alfonso Santamaría, Mula, José María López Garry, Pedro Bono, Miguel Ángel Ramírez Cano, Venancio, Agapito y Bono.

Un paréntesis deportivo… Menuda paliza le dio el Betis al Larache: 8 a 0. Desconozco si hubo revancha…

En esta otra imagen, quizá uno de los mejores amigos de mi padre: Alfonso “Ponchi” Ariza, con Mercedes, su mujer. Dos larachenses hasta el tuétano.

Como larachense hasta la médula es Abdellah Charafi, siempre una sonrisa, siempre entrañable.

Aprovechando que estoy ahora colgando las fotos de paisanos y amigos, traigo también a este rincón del álbum a dos larachenses a los que les profeso un afecto especial: Joana Márquez y a Luis María Cazorla, con quienes compartí un inolvidable acto en Madrid. Por cierto, que Luis Cazorla presentará en Larache el próximo 14 de Mayo su novela «La ciudad del Lucus» en el Colegio Luis Vives.

Y para cerrar esta página 13 del álbum de Larache, dos fotos más y un poema.

La primera de las fotografías pertenece a la película “Balcón Atlántico” del realizador larachense Mohamed Chrif Tribak.

El poema pertenece al escritor larachense Hassan Tribak, que escribe en su libro El eco de la huída:

 

Mi ciudad de Larache.

Un ciego que camina cada noche,

Un pájaro que pone su nido

Entre los dedos de un mendigo

Y entre dedo y dedo

Hay una voz que grita y pide perdón

Pero rechaza su castigo.

Mi ciudad ignora

Su mar con sus olas trajineras,

Sus años y años llora y llora

En la estéril zona de los engaños.

Así voy a morir;

No voy a decir

Más que mi Larache

Vive en su perpetua

Noche.

Y la última imagen es esta simpática foto tomada en la otra banda, en la que están Otra banda Pepe García, Gálvez, Antonio Salles, Diego Ramos Guegue y Munik.

Escribe Carlos Tessainer en su novela Los pájaros del cielo: “Como en un pueblo forzosamente abandonado por sus habitantes y luego anegado por las aguas de un embalse… vivimos en un mundo que ya no existe -nuestro pueblo, nuestro lugar- y que, sin embargo, siempre nos deleitamos en revivir en las conversaciones…” 

Pero Larache sigue ahí, y los larachenses también. El álbum de fotos trata de que ningún larachense abandone su pueblo ni que termine anegado por las aguas de un embalse, sino que perdure en nosotros, porque quién puede hacer desaparecer un sentimiento…

Sergio Barce, abril 2012

 

 

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