MICHAEL CAINE
“El estreno de Alfie en Estados Unidos tuvo tanto éxito que se exhibió en cines de todo el país, algo raro para una película británica. Y el plan era que yo me exhibiese con ella en mi primera gira promocional americana, en Nueva York. Al llegar allí me enteré de que Universal había comprado Ipcress y también la había distribuido por todo el país. La respuesta a mi trabajo empezaba a abrumarme. Un año antes era un completo desconocido, y de pronto soy el protagonista de dos películas que llenas los cines de un extremo a otro de Estados Unidos y en todos sitios me reciben como a una estrella. Aunque, en realidad, el deslumbrado era yo: cada noche, en las fiestas que se celebraban en mi honor y en los restaurantes, coincidía con una leyenda del cine tras otra. En el 21 Club me senté junto a Kirk Douglas y Maureen O´Hara; en Elaine´s (que pronto se convertiría en un fijo de mi vida en Nueva York) derramé la copa de vino de Woody Allen y di un pisotón a Ursula Andress; y en el Russian Tea Room me senté entre Helen Hayes y Walter Matthau. Si, años atrás, alguien le hubiera dicho al muchacho que se sentaba en aquel cine oscuro y lleno de humo de Elephant que acabaría así, lo habría tomado por loco.
Pero quizá lo más memorable durante aquella gira relámpago fue conocer a la legendaria Bette Davis. Todo el mundo había sido tan generoso en aquel viaje que pregunté a Paramount si les parecía bien que organizase una fiesta de agradecimiento la noche antes de mi partida. Dos de mis nuevos amigos, la maravillosa pareja teatral compuesta por Jessica Tandy (que después, con ochenta y dos años, ganaría un Oscar por Paseando a Miss Daisy) y Hume Cronyn, preguntaron si podían llevar a Bette Davis. Yo no me lo podía creer. Cuando llegó la noche en cuestión estaba impaciente por presentarme.
-¿Sabes una cosa? -dijo arrastrando las palabras de aquella manera inconfundible-. Me recuerdas a Leslie Howard cuando era joven.
Ya me lo habían dicho antes, ¡pero ahora me lo decía Bette Davis! Y continuó:
-¿Y sabías que Leslie se tiró a todas las mujeres de todas las películas en las que trabajó… excepto a mí?
Le contesté que algo había oído al respecto.
-Bueno -dijo ella-, yo no estaba dispuesta a ser una más en su lista… pero ahora que te veo creo que tampoco me habría importado mucho.
Por la forma en que lo dijo parecía que incluso lo deseara, y yo solté atropelladamente:
-¿Le apetece cenar conmigo esta noche?
Se me quedó mirando y finalmente dijo con voz severa:
–No estaba tirándote los tejos.
-No, no -repliqué apresuradamente. Y realmente no lo creía, entendí que ella quería decirme que había vivido muchas cosas y que en ocasiones uno se arrepiente de sus decisiones-. Podríamos cenar con Jessica y Hume, los cuatro solos.
Sonrió relajada.
-Me encantaría -dijo-, siempre y cuando pueda volver sola a casa en taxi.”
Sean Connery, John Huston, Shakira y Michael Caine
“…Y eso es lo que me sucedió en París, en otoño de 1974.
Shakira y yo celebrábamos una pequeña luna de miel en el Hotel George V. Habíamos pasado un fabuloso fin de semana y estábamos sentados en la cama con la primera taza de café de la mañana, decidiendo qué haríamos ese día, cuando sonó el teléfono.
-¿Michael Caine?
Aquella voz era inconfundible, pero así y todo no podía creérmelo. ¿Sería algún amigo mío tomándome el pelo?
-¿Sí? -dije cautelosamente.
-Soy John Huston.
Casi dejo caer el teléfono. Huston era muy fácil de imitar -siempre he pensado que Dios debe de tener la voz de John Huston-, pero era el auténtico John Huston. Me estremecí.
-¿Michael? ¿Sigues ahí? Estoy en el bar de al lado… ¿Tienes un par de minutos para mí?
Tardé ocho en afeitarme, asearme, vestirme y llegar al bar donde me esperaba el director de directores, el que yo más admiraba, el hombre que había dirigido a mi ídolo, Humphrey Bogart, en seis de sus mejores películas, el hombre que yo consideraba como el mayor talento cinematográfico de nuestra era.
Cuando entré, el mayor talento cinematográfico de nuestra era estaba sentado con un vodka entre las manos. Trajeron mi bebida, le di un largo trago sin pestañear y el hombre mostró su aprobación con un gesto.
-Llevo veinte años intentando hacer una película basada en un cuento de Rudyard Kipling, El hombre que pudo reinar. Ya lo tenía todo listo. De hecho -hizo una pausa y me miró a los ojos-, los dos protagonistas que había elegido estuvieron sentados donde estás tú ahora.
Habría sido más elegante no preguntar nada, pero no pude contenerme.
-¿Quiénes eran?
-Gable y Bogart. -Cogí aire. Pausa dramática-. Y van los dos y se me mueren.
Nueva pausa mientras Huston perdía la mirada en su copa y yo trataba de entender qué demonios estaba pasando. Finalmente levantó la vista.
-Pero vuelvo a tener respaldo y quiero que hagas de Peachy Carnehan.
No sé cómo me atreví a preguntarlo, pero lo hice.
-¿Qué papel iba a interpretar Bogart?
-Peachy.
-Cuenta conmigo.
-¿No quieres leer el guión? -preguntó levantando una de sus pobladas cejas.
Tengo que admitir que me pudo la ansiedad. Intenté calmarme un poco y ser más prudente.
-¿Qué hay del personaje de Gable? -pregunté.
-Se llama Daniel Dravot y es el mejor amigo de Peachy.
Deseé intensamente que fuera alguien que también fuese mi mejor amigo. Esta vez fue mi turno para enarcar una ceja.
-Sean Connery -dijo.
No había más que hablar.”
El hombre que pudo reinar
Michael Caine y Sidney Poitier