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FUNDACIÓN MARIANO BERTUCHI
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MARIANO BERTUCHI
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Tetuán – por Mariano Bertuchi
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Cartel de Mariano Bertuchi
MARIANO BERTUCHI
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Tetuán – por Mariano Bertuchi
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Cartel de Mariano Bertuchi
Mujer amazigh
(…) .¿Quién eres tú, hijo del pecado, que no sabes quién es el Jeriro? ¿O eres un que has manchado un traje de musulmán? Vendrías aunque fuera de la Meca y no podrías dejar de saber quién fue el Jeriro, el hombre que con los suyos luchó tanto por Marruecos.
-Si vienes de allí -gritó con ira una mujer señalando con el puño cerrado y con gesto amenazador a Tetuán-, pregunta quién es el Jeriro y verás qué bien lo saben. Y si vas a Muley Abdselam, que él te proteja, pregunta también allí, y te enseñarán su tumba y te dirán quién fue el hombre que asaltó a Tazarut y llevó al Cherif a los pies del rifeño…
La cosa iba tomando mal cariz, las mujeres comenzaban a incorporarse y algunas, cogiendo su cántaro, se disponían ya a marchar al poblado. Feddul las contuvo.
-Siempre seréis iguales todas las mujeres. Pero, ¿no habéis comprendido que mi pregunta sólo era para oíros? ¿Creéis que yo podría estar aquí hablando con vosotras sin saber quién era el Jeriro? Veréis…
Y sentándose, comenzó a darles referencias concretas y precisas del Jefe, de su partidas, de los golpes más afortunados. La confianza renació y las mujeres volvieron a sentarse, ahora formando corro alrededor de Feddul y pidiéndole nuevas referencias, que oían complacidas.
Ganada la confianza, la muchacha que cantaba, dijo así la kasida:
Oh, hermanos míos, ved lo que ha logrado Jeriro
en las cabilas de Yebel y del Rif
a todos los ha traído enrolados en la guerra santa en el sendero de Dios.
El pobre pedía que se luchara con buena fe y lealtad,
ante Dios hemos de comparecer
y la guerra santa se hace en el sendero de Dios.
Empezó la guerra santa en Beni Hoznar
y les atacó con dureza
hasta el punto de que empezó a incendiarse, casa por casa.
Los reunió y subió a Dar-er-Rai
y empezó a exclamar: ¡Oh, pobre mío!
al que no entre bajo mi obediencia
en el acto me apoderaré de su vida.
Montó (a caballo) y subió a Hasan
y reunió a las cabilas en su totalidad
preguntándoles, ¿qué decís?
¡y la guerra santa se hace en el sendero de Dios!
Le contestó Sid el Aarbi ben Halima
volviéndose con cara risueña
y dijo: vamos a apagar esta ira
en la Policía (indígena), enemigos de Dios.
Después fueron con fuerzas
hasta Sid el Hach el Harrat
con armas refulgentes,
y ¡la guerra santa se hace en el sendero de Dios!
Preguntaron por Beni Imigdir (Ider)
se reunieron grandes y pequeños,
les dijo: ved a Beni Arós,
no penetra en ellos ninguna falsedad,
y la guerra santa se hace en el sendero de Dios.
Alcazaba de Zeluán – 1909
Se reunieron todas las cabilas
dijeron: este es el Caíd Jeriro
el que no se quiere someter a él, en el acto le quemaremos.
Montó (a caballo) Jeriro y atacó Tazarut
se libró el combate con muchos muertos
hasta que se apoderó del Raisuni
e hizo de él lo que quiso.
Llamó a las cabilas del Jolot
¡y cuántos pobres hay entre ellos!
y los españoles están asentados en su seno
y la guerra santa se hace en el sendero de Dios.
Después llamó a las cabilas del Sahel
les dijo: traed las escopetas
los españoles están metidos dentro de vosotros
y la guerra santa se hace en el sendero de Dios.
Fue Jeriro a las cabilas de Yebel Hebib
y vio que no les había dejado ni una majada
y se asentó allí insultándolas
e imploró: ayúdanos ¡oh! Sidi Habib.
Fue a Beni Mansor
¡cuántos aduares tienen!
y el cañón los agujerea
les dijo: tened resignación, en el camino de Dios.
Fue a Uad Ras
no encontró jefes
sólo muchachos desperdigados
que luchan en el sendero de Dios.
Después envió recado a la cabila de Anyera
y le devolvieron sobre la cara las palabras
y huyeron de nosotros nada más que los principales
y los restantes huyeron al Biut
y gritaron: la guerra santa en el sendero de Dios.
Pasó por las cabilas del Hous
¡cuántos fusiles hay entre ellos!
y la hombría en ellos está guardada.
Termino estas palabras sobre el Jeriro, completamente,
¡oh, mi chej Muley Abdeslam
cuyo abuelo es el enviado de Dios!
Se levantó y atacó al Ajmás
se descolgó sobre ellos con pólvora y plomo
tiros a la cabeza
hasta llegar a poner ante cada casa un centinela.
Después se reunieron los Beni Hasan
y vinieron a él en su totalidad
le dijeron: todos te acatamos,
la guerra santa se hace en el sendero de Dios.
Los Beni Said se sublevaron contra Jeriro
y les envió al Caíd Jeriro
al punto los trajo volando
y procedió con ellos como quiso.
Llamó al Chahniti
envió a llamar al Caíd el Hartiti
lo trajo en el acto desconfiado
y a punto lo envió preso a Axdir.
Se levantó y se preparó con guidor
entró e hizo oír la pólvora en el Feddan
nos enseñaban los talones y las espaldas
y la guerra santa se hace en el sendero de Dios.
Después fue al Rif
trajo cañón y plomo
y descargó sobre Tetuán pesares
y la guerra santa se hace en el sendero de Dios.
Después el Majzén (demostró actividad)
se apoderó de llanos y montes
y no quedó nada que rechistara
ya no cabe más que la formalidad.
Salió la columna de Tetuán
no pernoctó hasta Chauen
los jefes todos ayudaban.
El Majzén atacó Jezana
para los Muyahedín no quedaban estancias
aquel que de entre ellos seguía ciego
apareció, perdido, en Quetama.
Fondak de Ain Yedida
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LA VENUS DE TETUÁN
Llevaba años sin saber nada de él, y cuando recibió la llamada de Jadiya no supo negarse a ir. Pero de aquel trabajo en Tetuán recordaba muy a menudo los apacibles días, las largas sesiones en el estudio, las playas de Martil, los paseos hasta la plaza del Feddan, los valses embriagando las estancias, a veces, incluso, lo que nunca ocurrió. No podía hacer demasiadas conjeturas porque todo le parecía inesperado y extraño, y, sin embargo, cómo eludir esa cita, cómo despreciar la última voluntad de un hombre como Rivanera. Sin embargo, seguía sin comprender por qué al final se había acordado de ella.
Mientras el taxi, un viejo modelo Mercedes de los setenta, avanzaba por la carretera, un calor húmedo y cansado la acompañó durante la mayor parte del trayecto hasta Tetuán. El taxista le hablaba en perfecto castellano de su familia, del tiempo, de Castillejos, de que Marruecos no notaba la crisis porque llevaban toda la vida en crisis, del año que pasó en Barcelona trabajando en la construcción… Paloma cerró los ojos en algún instante, acunada por la voz del hombre, por el monótono ronroneo del motor, por el bochorno que entraba por la ventanilla del coche. En la breve duermevela quizá, fue cuando regresaron como la pleamar los largos meses que pasó con Rivanera. Se acordó de su casa, un riad en la vieja medina situado en una callejuela estrecha pero con un mirador espectacular, los colores, las voces, los alumnos que pasaban por allí, y aquella copia de La Venus del espejo de Velázquez que presidía el patio. Rivanera la había hecho reproducir a tamaño real y, cada mañana, se sentaba frente al cuadro y lo contemplaba durante una hora.
Pero en esta ocasión iba al encuentro de la sombra del artista. Jadiya le rogó que fuera porque, aunque hacía un mes que ya lo habían enterrado, debía enseñarle algo, algo que no podía dejar de ver, algo que él había legado para ella, pese a los años sin ningún contacto entre ellos. No le dijo de qué se trataba y Paloma no lo preguntó.
Paloma tenía una coqueta tienda de ropa en Sevilla, pero durante quince años fue una de las modelos más solicitadas por los pintores de Madrid. Modelo y musa, así la describieron en algún artículo de prensa. Y cuando Rivanera la reclamó para que acudiera a su estudio en Tetuán, fue sin pensarlo. Eso ocurrió en 1996. Entonces Paloma acababa de cumplir veinticinco años. Se miró las manos, delgadas, desde hacía tiempo le iban apareciendo manchas en la piel, muescas del tiempo que avanzaba imparable, y pensó que comenzaban a transformarse en las manos de una mujer mayor.
Rivanera pasaba por ser uno de los mejores pintores realistas del momento, y trabajar para él como modelo suponía entonces elevar el caché. Le pagaría bien, y además, durante su estancia en Marruecos, tendría cubierta la manutención y la estancia. La recibió en su casa como si esperase a alguien que iba a salvarlo de algún desastre. Eso halagó a Paloma, y se rindió en seguida a los educados modales de Rivanera, a su voz tranquila y modulada, a sus largos monólogos mientras pintaba, a sus discos. Pero lo primero que hizo cuando ella entró en la casa, fue enseñarle la réplica del Velázquez.
-Es la perfección –dijo entre dientes-. Lástima que no tengamos el original ¿verdad?
La acomodó en la casa adyacente a la suya, a la que solo debía ir para asearse, cambiarse y dormir. Y salvo las horas que no estuviera obligada a posar, era libre de hacer lo que se le antojara. Paloma se acostumbró en seguida a su nuevo ritmo de trabajo, a los apacibles desayunos con rarif recién hecho y untado de miel, acompañada de Rivanera y de Jadiya, a veces también con algún admirador que él nunca dejaba en la calle, a las cenas en la terraza bajo el cielo embaucador del viejo Tetuán, a los largos paseos. Iba acordándose de esas escenas, que habían sido su única compañía en los últimos años, y de aquella casa, siempre llena de lienzos, caballetes, óleos, pinturas, y sobre todo de música, música que resonaba sin parar deteniendo las horas. Era fácil encontrar la casa de Rivanera porque se escuchaban los conciertos desde las callejas cercanas, como invisibles anzuelos lanzados al aire. Paloma sonrió. Veía a Rivanera con Jadiya entre sus brazos, bailando un vals, la chica con las mejillas rojas como rosas… Durante las dos primeras semanas creyó que ella era su amante. Luego supo que nunca hubo nada entre ellos. Solo era una alumna de la Escuela de Bellas Artes que, para pagarse sus clases, trabajaba en la casa. Para su suerte, Rivanera, además, le enseñaba el oficio.
El primer día,