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JAQUETÍA – CARTA A JUANITA NARBONI – un relato del escritor larachense LEÓN COHEN

Al hilo del relato en jaquetía que me envió Mercedes Dembo, León Cohen me recuerda este otro relato que escribió y que es el único en el que emplea el judeoespañol que le enseñaron su abuela y sus tías paternas.

LEON COHEN

CARTA A JUANITA NARBONI

 En homenaje a Ángel Vázquez(*) y a todos los tangerinos

 por León Cohen Mesonero

Leí tu historia en el año 1976, la contó Ángel Vázquez como todas sabemos. Claro que <el malogrado> de Ángel tardó bastante tiempo en contarnos tu vida perra,  porque como comprenderás hija mía, en el año 76 de nuestro pueblo no quedaba más que la apariencia. Mira mi reina, primero voy a presentarme, yo soy Sol aquella hebreita tan mona que salía con el <ferasmal> de Jacobi. Qué guapo era, con ese pelo negro ondulado y abundante, qué bien puesto, y qué ojos, pero hija mía el tiempo no perdona a nadie, el <mesquin> murió hace cuatro años y lo enterramos cerca de Málaga, en un cementerio judío que está medio escondido, no me explico porque taparon esa <mehara>. Todavía lo estoy viendo caminando como un rey por el Boulevard Pasteur, con su chaqueta marrón de doble pecho, alto y erguido. Ni Robert Taylor se le acercaba en guapura, qué <gial>.  Bueno a ti que te voy a decir que tu no sepas, si me consta que tuviste alguna aventurilla, cuando él paraba en la pensión de Mesody, sí, la que estaba a mitad de la cuesta de la playa. Un pajarito me contó que una noche te metiste en  su cama cuando dormía, valiente <pelagarta> estabas hecha. Recuerdo que me dejaba sentada en el Ford  y se bajaba cerca de Galeries Lafayette para comprar monedas de oro mejicanas en el banco de Méjico que daba a la calle Velásquez. En esa esquina han puesto ahora una perfumería de productos baratos, creo que es de un soussi. Luego por la tarde me llevaba a comer pinchitos <en cade> Elías (hace poco supe que se apellidaba Benzaquen) y por la noche íbamos al Casino, le encantaba el bacarrá. Era el año 47 ó 48 y como no podía ser de otra manera, Jacobi como casi todos era contrabandista y además daba muy bien el tipo.  Pero no voy a pasarme toda la carta hablando de mi <gial>.

Mira la razón por la que te escribo es para darte novedades de cómo ha cambiado Tánger desde nuestros tiempos. Nada que ver reina. Cuando te bajas del barco, lo primero que te viene a la cabeza es <wo, wo, ¿dónde caí?>, ¿qué es esto? El puerto y la aduana parecen del siglo pasado, los taxis son peores que los de Nueva York. Nos fuimos andando por la Avenida de España, <qué guesera es esta> que hasta las palmeras están viejas y estropeadas. El hotel Rif, lo cerraron, con lo que era <ese diamante> de hotel. De los balnearios de la playa, esos que tanto te gustaban, la Pergola, las Tres Carabelas, se perdieron, aquel día el paseo de la playa estaba cubierto de arena, era invierno y además hacía un levante <preto>, así que hasta la playa, esa joya de playa me pareció fea  y desangelada. La Ibense, la heladería, por supuesto estaba cerrada, y casi todos los bares que regentaban los ingleses, te acuerdas que nosotras comentábamos que todos eran maricones, pues bien no queda ni uno, no, ni un maricón no, lo que no queda es ningún bar. Luego subimos la cuesta de la playa que lleva a la Poste, la cuesta ha cambiado poco, la verdad, llegas arriba <quebrada>,  y entonces empiezas a recorrer el Boulevard, ¿qué boulevard es este? Ya no están ni el Comedia, ni Kent, ni Monoprix, ni la Librairie des Colonnes, sí, están los edificios, no los van a tirar, pero todo cambiado, todos son bazares o cafetines, ni una buena cafetería, ni unos buenos almacenes, nada de nada. Me dirás que hay que comprender que Tánger ya no es internacional, es verdad, es verdad, pero hija hay un término medio. ¿Y Porte? Estoy viendo de nuevo a monsieur Porte acercarse a nuestra mesa para dedicarnos un piropo o una sonrisa, ¡qué salón de té <mi bien>! Ahora han puesto uno que parece un desierto, como si hubieran saqueado la cafetería antigua y los ladrones se hubieran dejado algunas cosas olvidadas, porque reina, vaya unos escaparates.

Pero lo peor de todo esto, es que ya no quedan tangerinos, un tangerino se nota, yo vi a mucha gente desconocida, pero no vi ningún tangerino. ¿Qué habría pasado con ellos, se perderían, se esfumarían o peor aún estarían escondidos por miedo a enfrentarse con esa realidad que ya no era la suya?  Juanita, en ocasiones he comentado con otros tangerinos las razones ocultas o demasiado evidentes que nos obligaron a todos a dejar nuestro pueblo. ¿Fue acaso una mano oculta la que nos expulsó? ¿No sería más bien un castigo de unos dioses atónitos y desconcertados, cansados hasta la envidia de permitirnos vivir en un paraíso al que contra su voluntad nos habíamos hecho acreedores? ¿O  fueron los tiempos históricos, eso que llaman el devenir y que siempre acaba impidiendo la existencia prolongada de situaciones diferentes, impropias de la vulgaridad en que se desenvuelve la mayoría? ¿<Chi lo sa>? El hecho cierto es que nos fuimos empujados por esa posible mezcla de fuerzas  misteriosas, abandonamos nuestra torre de Babel, nuestra pequeña Troya, nuestras casas y nuestras avenidas, nuestro Boulevard y nuestro Monte Viejo, nuestras playas incomparables, nuestra façon d’être, ese estilo de vida único e irrepetible. Y nos dispersamos por el mundo, aunque ninguno de nosotros volvió la vista atrás por temor a que nuestro pueblo se convirtiera en montaña de sal como le ocurrió a la mujer de Loth en la mitología judía. Hoy sabemos que la suma de nuestras melancolías ha traspasado los mares y las montañas  y que Tánger desapareció con el último tangerino, que de ella  sólo queda una imagen hueca hecha de recuerdos y de nostalgia.

Hoy sabemos también que Tánger fue paradigma durante un periodo relativamente largo, que abarca más de la mitad del siglo XX, del florecimiento de una cultura cosmopolita que iba  más allá del simple multilingüismo para adentrarse en facetas más amplias como la heterogeneidad religiosa y social de la que surgió una sociedad donde la regla era la pluralidad, el laissez faire y el laissez vivre. En Tánger casi nadie prejuzgaba a nadie ni por su origen social ni menos aún por el religioso o nacional. En este punto los tangerinos fueron más que tolerantes, clarividentes y solidarios. En Tánger se podía pasar sin transición del castellano al francés y viceversa, también era el único lugar en el mundo donde los no judíos hablaban <haketía>, hacía parte de la cultura tangerina. Paradójicamente, esa altura de miras se daba en una sociedad necesariamente cerrada y aislada por un lado por el mar y  por otro  por la frontera con el resto de Marruecos.

La vida perra de Juanita Narboni, film dirigido por Farida Banlyazid

¿Qué me pasó? <no hay mal>,  ¿qué estoy diciendo? Se me fue la olla, como dicen ahora, y me puse a decir tonterías como aquella <meloca> que iba <jarduando> por la Calle Italia. Mira Juanita, reina mía, no quiero hacer esta carta interminable, así que si dios quiere otro día te seguiré contando más cosas de nuestro querido y añorado pueblo, al que como te dije encontré tan cambiado.

                                                                       “Sol  Bensusan”      

                                       28/03/2002

 * Ángel Vázquez: LA VIDA PERRA DE JUANITA NARBONI. Seix Barral, Tercera edición 1990.

Nota del autor:   Las palabras <entre corchetes> pertenecen a la haketía o judeo-español.

 

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Con sonido e imagen – JAQUETÍA – EL DON JUAN DE LA CALEJA CHINGUITI – un relato en jaquetía de MERCEDES DEMBO

Cuando he coincidido en Larache con Carlos Amselem, he sido testigo de cómo en medio de la  conversación Carlos, Mohamed Sibari y El Hachmi Yebari, incluso Angeles Ramírez, intercalan bromas, giros y frases en jaquetía, recordando a los antiguos hebreos que utilizaban esta forma de hablar tan singular en Larache, y que yo recuerdo vagamente de haber oído también en mi niñez.

Ya que Mercedes Dembo anda preparando una antología en jaquetía, y que me ha enviado un relato de ésta, aprovecho primero para colgar su relato, titulado <Don Juan de la caleja Chinguiti”, y segundo para reproducir lo que nos enseña el  tebib larachense  José Edery en su “enciclopedia” <Viajando por el Magreb Hispánico>. En ella, dice Edery: “según el profesor José Benoliel el jaquetía procede probablemente de la raíz árabe <haka> que significa <conversar o hablar> añadiendo una terminación castellana. El profesor Benoliel, judío sefardita natural de Tánger, fue un distinguido filólogo en el primer tercio del siglo XX. Dominaba el castellano, francés, portugués, árabe y hebreo, en cuyos idiomas redactó gramáticas, traducciones y ensayos. Este ilustre tangerino ha sido la principal fuente y referencia existente hasta el día de hoy del jaquetía o judeo-español marroquí como la denominan algunos, lengua familiar que en la actualidad casi ha desaparecido. Por lo que considerándome uno de los pocos centenares de sefarditas que todavía la conoce elementalmente, procuro utilizarla y practicarla a nivel familiar y entre determinado grupo de amigos y conocidos.”

Poco a poco añadiré lo poco que puedo aportar del jaquetía, no porque sea algo que domine, porque en realidad soy un absoluto desconocedor del tema, sino porque, aunque no soy hebreo, lo considero parte del patrimonio cultural de Larache que hemos heredado y que merece ser protegido de alguna forma. (Confieso que en mi novela inédita <La emperatriz de Tánger> me he arriesgado a introducir algún que otro diálogo en jaquetía). De modo que además de los relatos que pueda conseguir, también echaré mano del Glosario de Jaquetía de Sara Fereres, una fuente extraordinaria de vocabulario y frases. ¡El Dio cumpla con bien!

Sergio Barce, mayo 2012

 EL DON JUAN DE LA CALEJA (calle) CHINGUITI 

Un relato en haquetía de Mercedes Dembo

 Si señores es verdad, había un Don Juan famoso en la caleja (calle) Chinguiti en Larashe. Era un g’ial (muy guapo) pintado, alto y con un puerpo (cuerpo) endiamantado; las mujeres se enloquecían por él y los hombres se encelaban de él.

Discúlpeme pero no cuedo (puedo) dezirle su nombre, yo le juri que nadie lo sabrá.

Un día que Don Juan doreaba (paseaba) por el puerto, vio un hombre aprontándose (preparándose) a subir al vapor (barco); tenía güen porte y vistía de como y como (muy elegante).

Oyó como el hombre comendaba (daba órdenes) a su ayudante que talearía (velaría) bien sobre el negocio hatta (hasta) que él vuelva de su viaje de negocios.

El ayudante le preguntó: ¿jefe, cuánto tiempo estará de viaje?

Unas doz mezes, ya te deshi (dejé) en el libro lo que hay que fazer (hacer). Dale las cuentas a mi sirviente que se las dé a mi mujer.

Don Juan se quedó jameando (pensando): esta pobre mujer la va deshar (dejar) sola tanto tiempo, que manzia (que pena).

Cunando (cuando) el vapor salió, preguntó Don Juan al ayudante: ¿Sinyor quien ez ese señor jefe suyo?

-Ez Don Izake Fuentes, commerciante de cuero, muy respetado por todo el país.

-Ah si, ¿vive en la caleja (calle) roza?

– No sinyor vive en la caleja Chinguiti, una cazza blanca de piso alto, un olam (muy grande)  de grande

– Gracias senyor y se marchó.

Aspero (esperó) unos días y fue a rondar por esa caleja por la noshe.

Contró la cazza de Don Izake, ya weldi (mi hijo) ¡que palacio! En la reja de la ventana estaba una mujercita jameando (pensando). Que ghzala (guapa) pensó él y ese marido que se fe (fue) y la decho (dejó) sola.

Se quedó mirándola hatta (hasta) que ella se fetneo (se dio cuenta) y aferrojo (cerró con cerrojo) la ventana.

 -Señorita a si me quedes tu no se vaya por favor, no la quiero jaufear (asustar).

-Yo no soy señorita, soy doña Oro.

-Perdone no la quize ofender, es que sus ojkos me parecieron tan tristes, ¿por que?

-Si soy triste, porque s’toy sola, mi marido viajo leshos (lejos), no tengo nadie con quien hadrear (hablar).

-Pobre mía, mira yo le cuedo (puedo) dar un poco de compañía, la tocaré unoz romanceros.

Que mazal (suerte) güeno me vino, pensó Oro: le voy a tirar la llave y suba.

Claro que a Don Juan no se la fazen (hacen) repitir doz vezes esas cozzas. Subió l’ascalera de un tirón y halaquile (aquí está) al lado de la donya.

De cerca parecía máz fermozza (hermosa) tavia (todavía), ¡que ghzala (hermosa)!, que ojos máz grandes pretos (negro azabeche) como el carbón y esa boca como una frutilla jugosa. El hombre estaba ya loco por cojerla en los brazos y bezzarla sin parar.

¡No! pensó, tengo que resistir la tentación, tengo que tomarla con paciencia, máz larga la aspera máz sabrozzo el fin.

Se sentó en el siyón, tocó y cantó unos romanceros de amor, los ojos la sha’leaban (brillaban) a ella de ferja (alegria).

A cabo de un rato se paró y se alevantó a irse.

-¿Como ya se va? con lo alegre que me fizo.

-Ya volveré y la enjubilaré máz tabia (todavia).

Ella toda la noshe soñando con él y se quedó jameando (pensando), no sabía que cozzas buenas la iba fazer.

la caleja o calle Chinguiti de Larache

Noshe ajar (tras) noche él venía, la cantaba y ella le miraba con ansia y sonrizas.

El supó que este día ella estaba bien yebda (a punto), se la acercó con dabagar (despacio) y la afalagó (acarició) la cara, la tenía ensapuzzada (mojada), la tocó el brazo. Ella estaba ya braza (ardiendo), nuncua  (nunca) sintio algo ansí (así) con ferazmal (salido del mal) Izake.

La cojio en sus brazos y la bezzo en la boca largo, largo, hatta (hasta) que la faltó el respiro.

¿Qué marido desha a una mujer como esta sola, no sabe que hay lobos soltos (sueltos) por estos barrios?

-Ay, como me endujea (marea), disho ella, ¿te gusta? Si, si, máz, máz, no te pares.

El empecijó (empezó) a quitarla los atuendos, uno por uno despacieto, despacieto, hatta que no quedó nada. La afalagaba (acariciaba) y la bezzaba cada pedazito de su puerpo (cuerpo), sudaban, esas manos la volvían loca. Sabía darle tanta plazer (placer) que quería gritar de gozo, Don Juan era muy davivozzo (generoso) con su cariño, muy hnin (dulce).

Mammá nuncua me dishites que uno podía sentir tanta farja (alegría). Esto era como un baile moruno. Sus puerpos apegados (pegados) en uno, no quería que esto no se acabe nuncua.

Ueno todas las cozas uenas tienen un fin, Don Izake volvió.

Las vezinas se queshaban (quejaban) a ella que sus maridos no laz avazziaban (alegraban). Y ella que conoció la gloria las encommendo (aconsejó) a Don Juan como amenjura (cura). Y ansina (así) fue que Don Juan pasaba las noshes de una cazza a la otra en la caleja Chinguiti. Se volvió tan famozzo que ya no le abondaban (no eran bastante) sus manos y tuvo que tomar un ayudante que le acuda (ayude).

Las mujeres que aprendieron los plazzeres del amor ambezzaron (enseñaron) a los maridos. La caleja Chinguiti se volvió la máz  alegre del barrio. Tantos suspiros, jadeos, aíteos (gritos), máz, máz…..

Mercedes Dembo Barcessat

SI QUIERES ESCUCHAR CÓMO SE LEE EN HAKETÍA ESTE RELATO,

PUEDES ESCUCHARLO Y VERLO ENTRANDO EN EL SIGUIENTE ENLACE

http://www.youtube.com/watch?v=soM7u34l6U0

Mercedes Dembo Barcesat. Nació en Soko l’Arba, Marruecos, de padres larachenses. Vivió su niñez en Larache y Soko l’Arba, y luego emigró a Israel y años más tarde a Australia. Actualmente vive en Perth Western, Australia. Escribe en inglés, francés, español y portugués, y ha participado en varias antologías.

Su obra, una antología en cuatro idiomas, compuesta por escritos diversos de narrativa y poesía en jaquetía, ingles, francés y español, se está editando actualmente.

 La pronunciación de la haquetía o jaquetía:

por Alicia Sisso Raz

Nueva York, Septiembre, 14, 2010

En general, la pronunciación es como el castellano moderno, con las siguientes excepciones:

    El ceceo no existe en la haquetía

    La pronunciación de las consonantes en palabras derivadas del hebreo y del árabe siguen la pronunciación de estas lenguas.

    En haquetía, la «s» al final de palabras, se pronuncia como «z» cuando después hay una vocal, una ‘’h’’ española, o una consonante sonora: «b»; «d»; «l»; «m»; «n»; «v»

    Los sonidos específicos de la haquetía, diferente del castellano son:

g – antes de «i» o «e» se pronuncia como «j» francesa (jardín).

g – como la “غ” árabe, o «r» uvular fricativa en francés (rue).

h – como «ח» hebrea o “ح” árabe (חכם). El sonido es parecido a la «jota» castellana, pero el aire pasa a través de la parte profunda de la laringe.

j como «j» francesa (jardín).

k – como en español (karate). En palabras de origen hebreo o árabe.

l.l – “l” geminada, acentuada, como en español “al lado”.

q – como en español (quedar).Palabras de origen árabe se distinguen por la

ausencia de la «u» después del «q» (qailear), y se pronuncia como «ق» árabe

(se pronuncia en la glotis).

sh – como la “ch” francesa (chemise).

como «ע» hebrea o “ع” árabe (עולם– ‛olam; za‛ama) laríngea sonora.

z – como «z» francesa (zéro).

zz, ss, dd, etc. letras dobles indican una pronunciación acentuada.

 

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SARA FERERES DE MORYOUSSEF, escritora larachense

SARA FERERES DE MORYOUSSEF

Raquel Fhina, la hija de Sara Fereres de Moryoussef, me envió unas notas sobre su madre después de que yo le pidiera algunos datos para poder escribir sobre ella, ya que hace tiempo leí su precioso libro “Larache, crónica nostálgica” (Centro de Estudios Sefardíes de Caracas, Venezuela, 1996).

Raquel me cuenta que Sara es una larachense nacida en Casablanca (Marruecos) en 1929, hija de Jacob Fereres y de Berta Amar. Sus padres y toda la familia paterna vivían en Larache pero al momento del parto, Berta, su madre, que era de Tánger, se trasladó a Casablanca para ser atendida en una clínica en lugar de recurrir a la comadrona, como era la costumbre en el pueblo durante la época del Protectorado Español.

Dada la época, su infancia en Larache obviamente transcurrió bajo los efectos indirectos de la Guerra Civil Española y de la Segunda Guerra Mundial. La buena posición económica de los Fereres y su condición de ciudadanos ingleses, gracias a un antepasado nacido en Gibraltar, ayudaron a su familia a paliar las secuelas que ambos conflictos, que se dieron seguidos, tuvieron en la economía local. No obstante, apenas obtener su certificado de estudios en la Alianza Israelita Universal, a los 14 años, la situación la llevó a trabajar con su tío Salomón Fereres en su negocio de alimentos.

Niños de la Alianza Israelita Universal de Larache

Con veintidós años, Sara se marchó sola a Casablanca, lo que era entonces la “zona francesa”. Sin embargo, a decir de Raquel, los años que su madre vivió en Larache y el jaquetía que ahí se hablaba la marcarían por siempre.

Al poco tiempo de establecerse en Casablanca se le unieron sus padres y hermanos. Su dominio del idioma inglés le facilitó el poder trabajar en la base militar norteamericana de Nouasseur como asistente del Comandante General. En 1954 se casó con su novio de la adolescencia, Saadia Moryoussef, también de Larache, y dejó ese trabajo para mudarse con su esposo, primero a Louis Gentile, cerca de Marrakech, y luego a Mogador donde Saadia gerenciaba la tienda de calzados Bata. Al año siguiente tuvieron su primera hija, que fue Raquel.

Tras declararse la independencia de Marruecos en 1956, se produjo un fallido atentado con bomba contra el negocio de su esposo, que como otros extranjeros de la zona, por algunos sectores radicales les consideraban relacionados con los colonialistas, hecho éste que les empujó a dejar el país y establecerse en Venezuela, estimulados por los tíos y las primas de Sara, Aurora y Salomón Coriat, y sus hijas Eva y Yolanda, que vivían en Caracas y gozaban de buena posición. Llegaron al puerto de la Guaira en febrero de 1957 a bordo del paquebote “Virginia de Churruca”. Más tarde, los padres de Sara y dos de sus hermanos también llegaron a Venezuela.

Fue ya en Caracas, donde tuvieron dos hijos más, Bertha y Alberto. La familia se integró lógicamente a la comunidad judía, y según cuenta Raquel, Saadia se afilió a la “Unión Israelita de Caracas”, en lugar de la “Asociación Israelita de Venezuela”, ya que el primo político de Sara, David Katz, era para entonces presidente de la institución ashkenazí.

Paralelamente al trabajo de Saadia en Benatarco, dedicado a la venta de máquinas para zapatería y costura, ambos llevaron durante muchos años una tienda de calzados en la Av. Urdaneta. El negocio cerró en 1983 y Sara se retiró para dedicarse al hogar, viajar, pintar y escribir. Saadia, su esposo, falleció en 1998.

Sara Fereres comenzó a escribir artículos de prensa que han sido publicados en Nuevo Mundo Israelita, en las revistas Maguen Escudo y Alef de Barcelona, así como en medios web como Maroc Amitie y Sefarad.

Rindió un homenaje a su terruño cuando escribió “Larache, crónica nostálgica” que publicó el Centro de Estudios Sefardíes de Caracas en 1996. Un delicioso libro, del que hablaré más detalladamente cuando le dedique un artículo a “Larache vista por Sara Fereres”, lleno de nostalgia, cariño y melancolía. Como adelanto de ese otro artículo, rescato un breve párrafo de su introducción:

A pesar de la protección del Consulado Británico, teníamos que estar siempre alerta y preparados para lo peor. Para nosotros, la situación era doblemente difícil: éramos británicos y judíos. Aún recuerdo las maletas preparadas con ropa, al pie de la cama de mis padres, por si llegaba el aviso de evacuación inmediata y por lo tanto la necesidad de abandonar el hogar precipitadamente. Era como una espada de Damocles pendiente sobre nuestras cabezas. Se podía esperar que Franco, presionado por Hitler, decidiera entregar o deportar a los habitantes de Marruecos español de las diversas nacionalidades de los países aliados. Se sabe que el rey Mohamed V, de grata memoria, fue un adalid de los judíos de Marruecos. No obstante, su brazo quizás no llegase tan lejos como para proteger también a judíos ingleses.

Durante los años de la Guerra Civil española, los secuaces de la Falange en Larache vigilaban a los judíos por una razón u otra. Podía ser porque entre ellos había muchos masones o por la simpatía que profesaba la mayoría de ellos hacia la República. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, la vista de estos esbirros cayó sobre los varones de mi familia. A papá lo tenían vigilado todo el tiempo, aunque nunca hallaron prueba de nada para atraparle. Pero mi tío Salomón, con quien yo trabajaba, fue arrestado y estuvo confinado en su casa durante un año…”

El libro también incluye un curioso glosario, casi diccionario, de jaquetía. Dice Raquel que la pasión por la jaquetía ha llevado a Sara a escribir cuentos y participar en tertulias públicas. Se puede leer en este glosario:

“Empleo del habla jaquetiesca.  Ejemplo Primero:

Oyeme, mi ueno, dile a Ya´acobito, que las turmas, me disheron ¡que stan cáaaras! Ua n´importa, que merque ukuán unos dos kilos, pa´l sabaló de noche – sabbad.

Ejemplo Segundo:

Esa negra toda de Mazaltica, no fregó la olla de la adafina, ni mondó la jodra, ni escamondó los garbanzos pa´l leshiado. ¡Waaa… se la caiga el mazzal y no se la levante…! ¿Qué voy a hazer con ella…? ¡No la quede amo lo tuerta que es…!”

Sara Fereres ha publicado también dos libros basados en sus investigaciones bibliográficas: “Akenatón y Moisés” (1999), que  escudriña los paralelismos históricos y culturales de ambas figuras, y recientemente “El Cristianismo de Jesucristo”, resultado de 20 años de reflexiones e indagaciones sobre la vida de ese personaje en el contexto de la vida judía de su época. Tiene aun sin publicar “Las profecías de Ezequiel desveladas”.

A la fecha Sara es abuela de siete nietos y una bisnieta, y continúa viviendo en su Pent House de la  esquina Canónigos, en Caracas.

 

Raquel Fhina de Moryoussef & Sergio Barce, abril 2011

 

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