
El pasado sábado, 14 de diciembre, se presentó en la Librería Sin Tarima, de Madrid, mi novela Malabata (Ediciones del Genal – Málaga, 2019) de la mano de mi hijo Pablo Barce.
Después de discutirlo brevemente, decidimos improvisar y que todo sucediera al azar. Y la verdad es que todo fluyó con naturalidad y nos sentimos muy a gusto y cómplices en todo momento. Los asistentes nos transmitieron esa misma sensación al acabar el acto, y eso me tranquilizó, aunque ya se percibía a medida que el encuentro discurría a buen ritmo. Se abrió un bonito debate donde, inevitablemente, los tanyauis y larachenses que asistían se dejaron llevar por la emoción, algo ya habitual en mis presentaciones.
Estuve rodeado una vez más de buenos amigos y de excelentes escritores. Por fin coincidí con Iñaki Martínez, autor de La ciudad de la mentira (finalista del Premio Nadal) que también se desarrolla en Tánger, y sellamos nuestra amistad con la promesa de vernos de nuevo y seguir compartiendo lecturas de nuestras novelas. También estuvieron Malika Mbarek, una de mis debilidades por la admiración que le profeso como traductora y ahora amiga; Alberto Gómez Font, cuya sola presencia ya envuelve los encuentros y presentaciones de libros y obras relacionados con Tánger de una pátina de calidad, otro lujo; como lo fue tener allí a Abderrahman el Fathi, una sorpresa inesperada que me hizo especialmente feliz.
Temo olvidar a todos los amigos, paisanos y compañeros, pero trataré de nombrar a los que recuerdo y que tuvieron la deferencia de desplazarse para arroparnos a Pablo y a mí en torno a Malabata: María Poveda, paisana y fan de mis libros, hay que decirlo, y que además me cedió temporalmente pero con gran generosidad un libro fascinante con viejas fotografías de Tánger (y que para mi sorpresa y la de ella, resultó que en su publicación había participado Alberto Gómez Font como comisario de su edición); los entrañables Ángela García Salazar y su marido, Jesús Gómez Navarro, junto a otros queridos paisanos larachenses, Mohamed Aboudzaz Elfedali y Najim El Ouahabi, a los que siempre es tan grato de ver, y Hicham el Jamraoui, también larachense; Sandra López, artista fascinante donde las haya y enamorada de Larache; Roberto Novela, casablanqueño de pro y autor de un bello libro de recuerdos del viejo Casablanca; Dulce Orduña que nos trajo un pedazo de Tánger junto a Consuelo Hernández, a la que fue un placer conocer, como también a la encantadora Nieves Martínez; y no me olvido de los inseparables de Pablo y que siempre acuden a mis presentaciones, Leandro Pavón y Juan Carlos Moreno; ni a esas personas que ya son de mi familia, como mi «hermana» Gabriela Grech, la fotógrafa que ha atrapado el Larache que llevamos en el recuerdo, Ángeles Ramírez (Ange), que nos trajo como siempre una sorpresa llena de emotividad, y Lola Ruiz (más inseparable aún de Pablo). Y, evidentemente, Berry.
También tuvo la deferencia de acudir el nuevo consejero de la Embajada de Marruecos en Madrid, Nabil Druich, al que agradezco enormemente el gesto.
Nos acordamos de Antonio Lozano, como no podía ser menos hablando de Tánger; y, por supuesto, de Pablo Cantos, la persona que nos unió felizmente a Charo Sánchez y César Martínez, que también nos arropaban. Y claro, inevitable fue que se hablara del cortometraje dirigido por mi hijo Pablo y producido por César. Todos nos conjuramos para irradiar toda la energía positiva posible para que se alce con el galardón en los Premios Forqué y, especialmente, en los Goya que se fallarán en el mes de enero. Incha alláh.
Acabando el acto, llegó mi querido amigo Mohamed el Morabet y nos arrastró (sin mucho esfuerzo) a un bar de los ochenta en el que bebimos, nos reímos y escuchamos viejos temas musicales que disfrutamos.
Se me ha escapado alguna fotografía del día, pero trataré de rescatarlas para incorporarlas al álbum de este acto.
NB: si observáis bien, en algunas fotos en las que aparezco da la sensación de que mi cabeza flota en el vacío… Os doy mi palabra de que es un efecto provocado por la cortina negra del fondo y de mi jersey negro de cuello alto. Nada que ver con trucos de Houdini.
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Pablo Barce
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Dulce Orduña, tanyaui hasta la médula
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