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«TETUÁN Y LARACHE 1936», UNA NOVELA DE LUIS MARÍA CAZORLA

Ayer, en la Sociedad Económica de Amigos del País, en Málaga, y organizado por la Sociedad Erasmiana de Málaga, presentamos la novela de Luis María Cazorla «Tetuán y Larache 1936», editada por Almuzara.

Aquí os reproduzco mi intervención:

«Hace ya unos años que conozco a Luis María Cazorla. Y, aunque nos hemos visto en contadas ocasiones, a causa de la distancia, poco a poco nuestra amistad se ha ido consolidando en el tiempo, argamasada con materiales diversos. El primero, nuestra ciudad de origen: los dos somos de Larache. Y lo crean o no, eso crea un vínculo inicial muy especial. El resto lo componen el respeto, la simpatía y la admiración.

Si revisan el currículum vitae de Luis María Cazorla, da vértigo. Lo primero que uno piensa es que aquí hay gato encerrado. Que esto está inflado. Que nadie cuenta con el tiempo suficiente para poder hacer parte de todo lo que él ha hecho y hace. Pero les aseguro que no, que están ante una mente brillantísima. Eso me causa un enorme respeto. Y de ahí mi temor hoy a no estar a la altura.

La simpatía la derrocha a manos llenas. Dicen que, cuando alguien es de veras inteligente, lo demuestra por su cercanía. Luis Cazorla cumple este aserto. Y su cercanía trae aparejada esa simpatía; amén de ser un hombre de una enorme generosidad, que a mí me ha demostrado ya en varias ocasiones y que no creo haber sabido corresponder.

Por último, la admiración. Es la que le profeso desde que lo conozco. Por todo lo que acabo de glosar, y por alguna cosa más.

Pero como lo que nos reúne aquí es su nueva novela, voy a dejar de darles la brasa a ustedes y la coba a Luis, y voy a centrarme en “Tetuán y Larache, 1936”.

Ya he escrito en varias ocasiones sobre los anteriores títulos publicados por Luis Cazorla: “La ciudad del Lucus”, “El general Silvestre y la sombra del Raisuni”, “Las semillas de Annual”, “Melilla1936”… Y en alguna o varias de estas reseñas, escribí algo así como que sus novelas históricas (porque todas estas y la que presentamos hoy lo son) y su estilo narrativo tienen un profundo calado galdosiano. Y eso es importante a la hora de adentrarse en su obra, porque marca un estilo y una forma de contar la Historia en mayúscula desde la historia en minúscula.

Su anterior novela, “Melilla 1936” me impactó por la carga de profundidad que encerraba y porque me descubrió a un personaje admirable, el juez Joaquín María Polonio, un juez que trató de aplicar la ley contra viento y marea, pese a las presiones que sufrió, hasta ser degradado por los fascistas, pero que no se dejó humillar en ningún momento. En esa novela, todos los personajes que aparecen en la trama existieron, son reales.

Por el contrario, y me parece muy bien este giro que diferencia una de otra, en “Tetuán y Larache 1936”, Luis ha preparado un cóctel con personajes reales y ficticios, de ahí que hablara antes de una obra en la que, para contar la Historia con mayúsculas utiliza la historia en minúscula. Un juego de espejos que la enriquece.

Luis Cazorla juega en esta nueva novela con un reloj. Es como si le hubiera dado cuerda cuando se puso a escribir la primera línea y se hubiera propuesto detenerlo al poner el punto final. Porque de eso se trata, de construir un artefacto que, si fuera una película, diría que bebe de Alfred Hitchcock. Y, aunque los sucesos que narra, los conocemos, sin embargo, logra eso tan difícil como marcar un tempo y un ritmo; que es lento, sí, y pausado, hecho a conciencia, pero no por ello falto de tensión. Crear suspense con una historia y un desenlace sabidos de antemano es un logro enviable.

Además, Luis hace aquí de reportero gráfico. Porque, por una parte, parece que usa una cámara de cine para filmar lo que sucede día a día, hora a hora, casi minuto a minuto, y no exagero; y, a la vez que graba las escenas, las transcribe con lujo de detalles.

De esta manera, gracias a esa cámara que ha introducido clandestinamente, Luis nos hace testigos de cuanto acontece en el norte de Marruecos, en especial en Larache y Tetuán, pero también en Ceuta y Melilla, durante los días cruciales del levantamiento contra la República.

La novela arranca en Larache, y la mayor parte de la novela trascurre también allí, como debe ser, tratándose Luis de un larachense de pro. Con apenas unos fotogramas iniciales, nos describe el contexto y nos da una idea general de las distintas posiciones ideológicas que se mueven por la ciudad: la de la logia masónica número 446B en contraste con la que representa el abogado falangista Sánchez Ferrero y los militares que acuden con asiduidad al Casino, cara y cruz de dos realidades enfrentadas.

Y, en medio de ellos, la moderación, la decencia y el sentido democrático, que representa el personaje de Pedro Robi, quizá por el que el autor (espero no equivocarme) muestra más querencia.

A partir de aquí, siempre bajo la dirección de Luis Cazorla, recorremos las calles de Larache y contemplamos cómo se va enrareciendo el ambiente, cómo los falangistas van haciéndose dueños de ella, cómo la violencia va arrinconando a la población civil y cómo las autoridades republicanas se muestran incapaces de reaccionar y de ni siquiera ponderar la gravedad real de lo que está a punto de suceder.

Y de la mano de sus personajes, excelentemente descritos y desarrollados, nos balanceamos de uno a otro lado. Toda la trama llevada con una minuciosidad de amanuense, grabada y transcrita secuencia a secuencia mientras se construye, se ejecuta y se afianza el golpe de estado en el norte de Marruecos.

Dada la cuantiosa documentación que ha acumulado Luis en sus investigaciones, sigue grabando y transcribiendo desde el interior de los despachos, de los casinos, de los cuarteles, de las casas, y eso hace tan creíbles y reales los perfectos retratos de Yagüe, de Beigbeder o de Franco. Tan certero, que podemos escucharlos no sólo hablar, sino hasta respirar. Su cámara nos convierte en testigos presenciales de sus reuniones y conciliábulos, vemos sus reacciones y cada uno de los pasos que dan durante la trama conspiratoria y el golpe definitivo. Como si reloj al que dio cuerda al comienzo de la novela marcara la cuenta atrás minuto a minuto, es decir, párraflo a párrafo.

Muy interesante y documentado todo lo relativo a los movimientos de Juan Beigbeder para ganarse a los independentistas marroquíes, con Abdeljalek Torres a la cabeza. Algo que ya intentó la República pero que, por su torpeza, no supo llevar a buen término. Los africanistas, sin embargo, supieron cómo atraerlos a su causa, y Luisa Cazorla en este sentido también logra pintar ese mosaico de intrigas, engaños, anzuelos y presiones sutiles.

Y, además, nos rescata a un personaje real fascinante: Johannes Bernhardt, un nazi que será crucial para el éxito del golpe, al que Luis ha dedicado horas de investigación y de estudio. Porque gracias a este hombre, la Alemania de Hitler ayudó a que las tropas franquistas cruzasen el estrecho, y todo lo que vino después. Y aquí Luis sí que se la ha jugado, porque también ha sabido camuflar su cámara en el despacho del Führer para proyectarnos en blanco y negro la reunión crucial que hizo que Hitler, pese a sus reticencias iniciales, se decantara finalmente por ayudar a Franco.

Del otro lado, su crónica sobre el general Gómez Morato y el teniente coronel Luis Romero Bassart, amén del general Romerales, es la crónica de quienes acabaron siendo devorados por las circunstancias y por la sensación de soledad que experimentaron, que Luis Cazorla retrata igualmente de manera certera. Militares éstos que se mantuvieron fieles a la legalidad vigente y que, sin embargo, ven cómo sus esfuerzos caen en saco roto, engañados por sus propios compañeros, denostados por los golpistas que los consideran a ellos curiosamente como traidores.

Pero, de la misma manera, se nos muestra la cara más feroz de ese movimiento de sables. La inmediata creación de campos de concentración, casi sobre la marcha, como el de Mogote, o la represión a sangre y fuego que llevaron a cabo de manera sistemática. Como larachense, me ha conmovido volver a leer el fatal destino que recibieron algunos paisanos tras el golpe de Estado. Cómo se forzaba a la ciudadanía a realizar el saludo fascista, la imposición de multas económicas por motivos ideológicos y cómo se ejecutó a personas honestas sin motivo de peso, como ocurrió con Mauricio Matamala. Esta crónica es la que me resulta más dura.

Y así, paso a paso, llegamos hasta el triunfo del golpe militar en Marruecos, es decir, el inicio de la guerra civil.

Pero Luis no podía dejarnos con ese mal sabor de boca, porque todos sabemos qué es lo que vino en los años siguientes. No. Casi al final de su relato, Luis rescata a su personaje Pedro Robi, que representa la sensatez, para que emerja igual que una luz al final de ese largo túnel, como hiciera en “Melilla 1936” con el juez Polonio. De esta manera, abre una pequeña puerta a la esperanza cuando hace que Pedro Robi decida sacudirse el peso que viene soportando durante toda la novela para volver a comportarse como el hombre decente que siempre había sido. Y lo hace de la manera más audaz pero más sencilla: actuando con humanidad.

Pero para conocer qué es exactamente lo que hace, han de leer la novela hasta el final.

Si quieren adentrarse en esos días terribles y conocer los hechos tal y como realmente acontecieron, les recomiendo que no dejen de leer “Tetuán y Larache 1936” de Luis María Cazorla Prieto, larachense.

Sergio Barce, 10 de junio de 2025″

 

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«TETUÁN Y LARACHE, 1936», UNA NUEVA NOVELA DE LUIS MARÍA CAZORLA

El larachense Luis María Cazorla tiene nueva novela: «Tetuán y Larache, 1936» que publica Editorial Almuzara.

Si todo va bien, el 10 de junio estaré a su lado para presentarla en Málaga. En estos días os confirmaré día, hora y lugar del acto.

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ASÍ FUE LA TERTULIA «TÁNGER EN NUESTROS LIBROS»

El pasado 7 de marzo, en Ámbito Cultural de El Corte Inglés, mantuvimos una tertulia Rocío Rojas-Marcos, Javier Valnezuela y yo, sobre Tánger en nuestro libros.

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Como siempre, impecable la organización por parte de Isabel Ramírez, directora de Ámbito Cultural de Málaga, y la ayuda de Yolanda en la sala.

Rocío presentaba su nueva obra Tánger, segunda patria (Almuzara, 2018), en la que hace un exhaustivo estudio sobre las novelas, poemarios y ensayos y demás libros que tienen a Tánger como inspiración, una obra monumental y fundamental para conocer qué autores y qué razones nos han llevado a escribir de esta ciudad marroquí. Pero también hablamos de su anterior libro, Tánger, la ciudad internacional (Almed, 2009), obra imprescindible para conocer los entresijos y el funcionamiento de la ciudad durante los años de su estatuto especial y que la convirtió en una ciudad mitificada. 

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Traté de hacer de moderador en esta tertulia, en la que Rocío Rojas-Marcos nos dio varias claves para entender las razones por las que los escritores nos sentimos tan fascinados por Tánger, y le pedí, en un momento dado, que nos desvelara algunos de los hechos que más le habían llamado la atención de lo que significó Tánger en sus años de esplendor, y nos confesó que, quizá, uno de los acontecimientos que prueban la importancia que llegó a alcanzar Tánger fue, sin ninguna duda, cuando, auspiciado por el Marqués de Comillas, los hermanos franciscanos encargaron en 1892 al arquitecto Antoni Gaudí los edificios para las misiones franciscanas en Tánger. A ello se dedicó  Gaudí en cuerpo y alma, y su proyecto final acabó por incluir la construcción de una Catedral, un convento con claustro, hospedería, sastrería, refectorio, habitaciones… Era tal su coste y envergadura que el padre Lerchundi lo rechazó, ya que era además un contrasentido al espíritu austero de la congregación. El proyecto de Gaudí era un ensayo y un claro anticipo de la Sagrada Familia, que luego levantaría en Barcelona, pero que no llegó a construirse en Tánger por falta de financiación y por las razones expuestas. ¿Qué habría supuesto la construcción de esta transgresora obra en Tánger si se hubiera materializado? Nunca lo sabremos.

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Yo hablé de mis novelas que también se ambientan, total o parcialmente, en Tánger: Sombras en sepia (Pre-Textos, 2006), La emperatriz de Tánger (Ediciones del Genal, 2015) y El Libro de las palabras robadas (Ediciones del Genal, 2016). Rocío calificó a mi novela negra La emperatriz de Tánger de desasosegante. Y yo aclaré que, aunque parezca otra cosa, considero que mi novela más tangerina es El libro de las palabras robadas, porque Tánger, que es el paraíso perdido del protagonista, será, sin embargo, donde al final encontrará su redención.

Javier Valenzuela, que fuera subdirector del diario El País, y corresponsal del mismo medio en Washington, París, Beirut o Rabat, nos habló de sus novelas negras Tangerina (Martínez Roca, 2015) y de Limones negros (Anantes, 2017). Su última novela, que para mí, y así lo manifesté en la charla, es quizá, de entre todas las novelas ambientadas en Tánger que se han publicado en los últimos meses, la mejor de todas ellas, dio lugar a un amplio debate, porque, de pronto, dimos un salto en el tiempo y, desde aquel Tánger internacional de los  años treinta, cuarenta y cincuenta, que estábamos rememorando, nos vinimos al Tánger actual, en el que se ambienta Limones negros. La corrupción, que une a ambas orillas a través de los negocios inmobiliarios que se desarrollan en Tánger, la prostitución infantil, la existencia de niños en las calles que siguen drogándose con pegamento, las inversiones de los países árabes, la extensión del salafismo, el retroceso en las libertades personales, especialmente el estancamiento de la libertad femenina a causa de la expansión de una interpretación del islam menos permisivo y más intransigente, la clausura de locales que antes abrían sus puertas con libertad para poder consumir bebidas alcohólicas y que ahora van desapareciendo por una presión social y religiosa antes impensable, pero también el resurgir de este nuevo Tánger, con sus aspectos positivos, que también los tiene y muchos, fueron temas que surgían al hilo de su nueva novela…  Javier que, además, posee un gran sentido del humor, nos deleitó con anécdotas personales de toda esta realidad, y nos llevó por los locales y lugares en los que se ambienta la novela. También nos habló de su amistad con Chukri. Todos estos elementos, que forman parte indisoluble de su libro, y que lo hacen por ello más poliédrico e interesante, animaron a que los numerosos tangerinos o tanyauis que estaban presentes también interviniesen, y, como muchos nos confesaron al final del acto (que comenzó a las 19:30 y acabó a las 21:25), la tertulia se les hizo muy corta. Y esa fue la mejor crítica que pudimos recibir.

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Asistieron muchos amigos, entre ellos los escritores Víctor Pérez, José Luis Pérez-Fuillerat, Fernando Gálligo o Alberto Gómez Font, autor de Cócteles tangerinos, que, tras la charla, nos llevó, como gran conocedor de la materia, a probar algunos cócteles por Málaga.

En definitiva, fue una gozada pasear de nuevo por Tánger a través de nuestros libros y de los libros de otros autores. Así que, Rocío, Javier y yo salimos más que satisfechos de este encuentro que, quizá, tenga continuación en algún otro lugar…

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(A continuación, algunas imágenes de la charla, fotografías realizadas por mi hijo Sergio, Fernando Gálligo y José Arias)

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