Última entrega del hermoso relato que Driss Sahraoui nos ha ido regalando últimamente. Ahora nos sumerge en el barrio de la Alcazaba y nos lleva por los callejones, devolviéndonos estampas e imágenes íntimamente ligadas a todos. Pero noto a Driss más combativo, más comprometido, y supongo que se debe a que habla del barrio de su niñez y le duele especialmente todo lo que le afecta, todo lo que se va perdiendo sin remisión. Me ha encandilado esta parte de su relato, me ha desbordado, me ha tocado el corazón. Por eso lanzo un aviso a navegantes, especialmente a los navegantes larachenses que vayan a leer este texto: os va a emocionar, os va a abrir las carnes, os va a hacer temblar. A mí me ha provocado todo eso. ¡Qué relato tan sencillo pero a la vez tan humano y entrañable! Y ahora sólo quiero volver a releerlo con vosotros…
Sergio Barce, julio 2012

Driss Sahraoui
Al franquear la puerta de la Alcazaba, cuyo arco tiene forma de herradura, encontramos a la derecha una antigua barbería propiedad de un conocido y respetable larachense que llevaba el nombre de Hach Alaui y, una vez dentro, atravesando el umbral, techado de unos tres metros, encontramos dos tiendas de dos hebreos que vendían al por mayor mercancías diversas, higos secos, dátiles en el mes de Ramadán y otras cosas como garbanzos, lentejas, alubias y otras cosas. Uno se llamaba SONEGO, cuyo hijo era amigo mío, junto con BENSASON que era sastre, ubicado en el principio de la calle Real, en la esquina donde empiezan las largas escaleras que conducían al mar. Al lado se hallaba una tienda de comestibles de un Susi que hacía esquina con la calle Gnaua.

Hay que recordar que en Larache el 95 por ciento de las tiendas, sobre todo de comestibles, pertenecían a SUSIS, procedentes de la región del Sus mas allá de Marrakech. Una anécdota: De niño mi madre me decía: vete al Susi y compra tal cosa…, porque todas las tiendas eran susis. Es como si me dijera vete a la tienda o al bacalito y compra tal cosa.

Aquí nos encontramos con una bifurcación de tres calles: la izquierda de la ya mencionada calle Gnaoua, la de enfrente que es la de la casa del Niño, y la de la derecha que es calle Aztot y que llega al Mechuar y a la Comandancia General. La izquierda empieza por la esquina del citado bacalito seguido de una escuela coránica del Fakih BENHLIMA, por donde pasaban casi todos los niños del barrio en edad preescolar, y siguiendo hallamos un antiguo horno para cocer el pan de todos los vecinos del barrio; curiosamente el dueño, que era una persona respetable, no era panadero de profesión y la tarea de cocer el pan corría a cargo de un profesional llamado Maalem Abdeslam. La gente amasaba el pan en casa y lo llevaba al horno en una tabla de madera en las que cabían 3 a 5 panes o tortas. La mayoría de las mujeres no salía de la casa; si después de amasar el pan no hay nadie en casa, sacaba la tabla con el pan y lo dejaba en la puerta, dando a la calle, el primero que pasa, hombre o jovencito, cogía la tabla y la llevaba al horno, sin que el Maalem le preguntara de quién es el pan. El Maalem sabía a la perfección a quién pertenecía cada tabla.
En la hora punta, cuando la gente venía a recoger el pan, le preguntaban al Maalem y este les indicaba cual era la tabla suya, él sabia mejor que ellos sus tablas de pan. Era increíble.

En el horno solía estar un jovencito que llevaba estas tablas con el pan ya cocido a sus respectivas casas con las que ha concertado sus servicios, mediante el pago con la mitad o la cuarta parte de una torta según el tamaño. Había mujeres que, al amasar el pan, añadían una torta pequeña destinada a este portador. Enfrente, había un bacalito, que hacía excepción. No era Susi. Era hijo del barrio.
Seguimos y encontramos que se trata de una larga calle, teniendo a su derecha e izquierda muchas calles adyacentes, cortas y sin salida, que desembocaba en la Torre, teniendo a su izquierda el Ye-biyel, Este era un rinconcito en la esquina de esta calle llamado así porque en este rincón había una roca en forma de montaña que en árabe quiere decir Yebel, lo cual en diminutivo es Yebiel. Aquí había no más de dos casas y la panadería de DEMGA, este era maestro de escuela; tenia familia en Ceuta y en tiempos de la guerra civil española fue encarcelado junto con otros, entre ellos hebreos, acusados de comunistas. En este lugar había unas escaleras exiguas y muy pendientes que permitían la comunicación rápida con la Calle Real. La calle de al lado de Ye- biyel era una simple escalera muy larga, ancha, adoquinada, y que bordeaba la parte lateral de la Comandancia de Marina, llegando a la antigua Aduana y al puerto.

Volvemos a nuestro punto de partida para coger la calle de la derecha, llamada calle Aztot. Antes de empezar esta calle hay que decir que existía el cuartel de la Meha-la Jalifiana a su derecha. Este era un ejército simbólico, jalifiano, con su uniforme especial, al estilo marroquí, una vestimenta muy vistosa por cierto. Era diferente a los demás ejércitos en todo, hasta en su marcha militar, que era lenta y con una música militar adecuada para ello. Destacaba en esta Mehala un oficial llamado el Caíd Chiadmi, cuyo hijo fue Coronel en el ejército marroquí actual. Este cuartel constaba de grandes espacios para el entrenamiento, una cuadra para el cuidado de la caballería, una enfermería, una carpintería para las necesidades del cuartel y varias dependencias. La parte administrativa constaba de dos plantas. La calle Aztot empieza teniendo a su derecha el citado Cuartel Jalifiano y a la izquierda la antigua prisión. Esta era amplísima con grandes y gruesas columnas y con una distribución extraña. Habían celdas y lugares para la corrección corporal de los presos, en algunos lugares había unas cadenas gruesas en la pared y columnas, yo lo visité de muy niño cuando era asilo para las personas mayores sin recursos ni familia y se me quedó la estampa grabada; fui con un vecino mío de mi edad, acompañado de su padre para visitar a una mujer. A decir verdad, me entró miedo durante mi visita a este centro por el aspecto y la tristeza del lugar, donde había poca luz y en algunos sitios ninguno, el sol apenas entraba, y como complemento el triste ambiente de los asilados que vivían de forma desordenada, cada una cerca de una columna con sus cosas y enseres. Eran pocas en un lugar tan inmenso. Para ellas, esto era la cárcel no el asilo, de hecho cuando podían se escapaban de este centro que era solo para mujeres. Durante y después de la visita pasé miedo por lo que he visto y por el efecto psicológico a mi edad de niño.

Antes de la entrada de esta prisión había una forma de puerta de almacén que no abría nunca, luego resulta que formaba parte de la prisión; actualmente ha sido derribado y en su lugar se ha levantado un edificio de varias alturas, rompiendo totalmente con la estética del lugar y del barrio en general. Se han levantado muchas quejas en las que se ha implicado el Delegado de Cultura, pero hasta ahora el inmueble sigue ahí con el cartel de <se venden pisos>. Lo más curioso de todo esto es que el propietario de esta construcción es un puro Larachense, nacido y crecido en este mismo barrio durante toda su juventud, se trata del Sr. BUSABUN. ¿Dónde estás, conciencia?
Subiendo, a su derecha, existía una calle sin salida en la que vivía e impartía justicia cheránica el mismo juez Aztot, cuya calle lleva su nombre. Enfrente estaba el Mechuar donde había un pequeño jardín con árboles y largos bancos construidos en firme y alicatados con bonitas lozas andaluzas. Aquí pasaban la hora de recreo los alumnos de la escuela Franco-Árabe que estaba muy cerquita. Al otro lado había también grandes bancos construidos en firme y alicatados igual que los otros, pero estos estaban cubiertos. Este Mechuar servía para venir a pedir justicia o asistir a la audiencia de la misma. La casa del Bajá BENEICH, que impartía la justicia, estaba detrás. Hay que recordar que entonces la justicia era expeditiva, por lo que no había abogados ni apelación a la sentencia. En la que era casa del Bajá se había construido una especie de monolito en forma de los del Soldado Desconocido, donde la bandera española se izaba y bajaba por las mañanas y tardes a cargo de los militares afectados a la Comandancia General. En este monolito estaban instalados los dos célebres leones donde, a escondidas de los soldados, subíamos encima con gran alegría, éramos niños…
El Bajá, después del derribo de su casa, se trasladó al Fondak Alemán, cerca del Cuartel de la Guardia Civil y enfrente de la cuesta del Aguardiente, donde casualmente hemos sido casi vecinos, al comprar mi padre una huerta, junto al citado Cuartel. En tiempos de la guerra Civil española fue nombrado el Baja RAISUNI.

Casa de la Cultura, antigua Comandancia – foto de Javi Lobo
Enfrente se hallaba la Comandancia cuya arquitectura es puramente árabe, aunque recibió pequeñas modificaciones, como el reloj y algunas cosas. Por dentro era una maravilla con sus espacios anchos todos alicatados con bonitas lozas y esos alegres patios y escaleras. Era un verdadero Alcázar árabe. En el balcón que está encima de la puerta principal había una larga escritura en árabe que decía: < Este palacio ha sido construido en la era del malik…>
La ultima vez que estuve en Larache y visité la Comandancia, esta escritura ya no estaba, me extrañé, le pregunté a uno que estaba ahí y que pertenecía a la Delegación de Cultura, me contestó que no tenía ni idea.

Castillo de las Cigüeñas
Detrás de la Comandancia, en su lado izquierdo, está el Castillo de las Cigüeñas, que, con su forma triangular, termina, limita y se asoma al jardín de Las Hespérides. Enfrente estaba el castillo del Judío, actualmente Museo Arqueológico. Este castillo en un tiempo estuvo abandonado. Los niños del barrio jugaban aquí subiendo a la azotea del mismo; después, el Baja Beneich se lo cedió a unos familiares suyos de Arcila que han vivido ahí durante mucho tiempo. Al lado había un muro de contención cuya parte final superior servía de balcón para asomarse a la Torre, ésta era en un tiempo un gran jardín y después una explanada con eucaliptos. Aquí se celebraban algunas fiestas, algunos bailes, los circos se instalaban aquí, como el Circo Amar que era célebre en esos tiempos. En la fiesta de la Achura, como complemento, se encendía una hoguera, al estilo de la fiesta de San Juan, cada barrio competía con el otro para saber cuál era la mejor hoguera. Algunas veces, en tiempo de verano, abría aquí un Café con muchas sillas y en tiempos vagos jugábamos al fútbol con pelota de trapo, porque el balón entonces era un lujo en esos tiempos de crisis. Los que han vivido los años de la guerra civil española saben algo de esto, cuando el pan y los artículos de primera necesidad estaban sometidos a racionamiento. Por no haber, no había ni dinero, la gente utilizaba sellos de Correos como dinero y algunas tiendas imprimían cartulinas en forma de tarjeta de visita y las hacían circular como moneda. Esta explanada de la Torre contaba con una carretera que venía de la Comandancia, atravesando toda la parte derecha de la misma, teniendo ahí un gran jardín bien cuidado y donde había una fuentecita salvaje que llamábamos en árabe LAAUINA, que despedía agua continuamente. Al final, y al borde este jardín, se encontraba una carretera que conducía al puerto, llamada Cuesta del Alemán, en alusión al consulado de Alemania que se encontraba ahí. También llamaban esta carretera la de Renschawssen, creo que era el nombre del Cónsul alemán que existía entonces. Este, además de su cometido de diplomático, se daba al comercio y era un gran importador de mercancías, como harina, aceite, azúcar y algunas cosas más. En la parte izquierda del citado jardín, había unas escaleras, bordeando la otra parte lateral de la Comandancia de Marina y que terminaba frente al Consulado de Alemania.

Torre del Judío
Nos queda por describir la calle de enfrente, que es la de la Casa del Niño. Esta empieza por la izquierda con la que era Escuela Hispano Árabe y después Comisaría de Policía; a la derecha había una calle sin salida donde estaba la Casa del Niño, subvencionada y mantenida por la Duquesa de Guisa, una señora que ha hecho mucho bien en Larache, en obras caritativas. En esta calle vivía la gran familia de Almanzor, muy apreciada, cuyo hermano mayor era un gran intérprete en la administración española. Era español, pero integrado de tal manera que era un marroquí más, toda la familia hablaba perfectamente el árabe. Ha causado sorpresa –no rechazo- que se casara con una musulmana, Cherifa Aarosya, de familia conservadora con la que tuvo muchos hijos, todos respetados, queridos y bien posicionados. Esta familia era muy grande y parte de ellos estaban en Alcazarquivir, uno fue director del Banco Inmobiliario y Mercantil de Marruecos en Alcazarquivir y Larache, el otro era comerciante y últimamente funcionario en el Consulado de España en Uxda. También, en esta misma calle, vivía la familia Buhorma que tenía mucho parentesco con la anterior y era numerosa. Cuentan que aquí nació o se crió la simpática actriz española Concha Velasco, yo no tengo constancia. En esta calle han vivido muchos notables de la ciudad como El Hach Mailud, El Hach Wakrim, la familia Crucho, la familia Jammal, la familia Jannira, la familia Ejnachar, la familia Habbasi, y la familia Aamiar; este último era un hombre adinerado que vivía a lo príncipe; en su casa siempre había huéspedes y todos los viernes había una orquesta de música andalusí, al estilo de los palacios reales. Tenía muchos hijos con mujeres distintas porque estaba casado con varias. Uno de ellos, Abdelwahed, fue amigo mío de la infancia y compañero de clase en la escuela Franco Árabe que estaba muy cerca de nuestras casas.
Seguimos y encontramos un cruce de tres calles: la derecha, la izquierda y la de enfrente. La izquierda es una calle ancha, muy corta y sin salida llamada calle BURBAB. Solo había tres casas, en una de ellas nací un 25 de agosto de 1929. Teníamos como vecinos a una familia musulmana y otra hebrea. Esta ultima se puede decir que fue la que me crió, pues estando todavía en pañales, venían, me cogían y más tarde me llevaban a su casa; después de gatear y ya casi andando me llevaba en brazos la YEMULA, única hija que tenían entre cinco hermanos, más tarde me llevaba a la tienda y me compraba cosas. El padre se llamaba Majluf, la madre Bahida, y tenían cuatro hijos varones, uno era joyero. El padre tenía un negocio de chatarra y pieles para curtir, situado en la cuesta que, bajando por el último garaje de la Valencia, cerca de la Comandancia y que desemboca en las Electras Marroquíes, quedando este local a mitad de camino. Recuerdos imborrables y ejemplo de la sana convivencia que existía entonces en esta ciudad.

Entramos en la calle de enfrente. Hallamos la casa donde nació y se crió el desaparecido Abdessamad El Kenfaui, escritor- dramaturgo de relieve. Al lado vivía un comerciante adinerado llamado BENZAINA, tenía varios hijos, el benjamín naturalmente estaba muy mimado y se llamaba Susan. Había otras dos familias, entre ellas la de BENDRISS, que era policía. Esta calle no tenía salida y se asomaba a la Torre.
La calle de la derecha es relativamente larga pero solo había dos casas teniendo enfrente una calle con dos direcciones, la izquierda donde había unas cinco casas y terminaba en la Torre, a la derecha se encontraba la Escuela Franco-Árabe y cuatro casas más: una, de una familia hebrea, con un hijo, bajito y muy inteligente, de cuyo nombre no me acuerdo, era empleado con José Gallego, creo que administraba los asuntos del Cine Ideal porque siempre lo veía entrar y salir del Cine en plan de trabajo. Al seguir, nos encontramos con Sidi Abdelkrim, la mezquita de YAMAA ANUAR y ya el Mechouar y la Comandancia General.
Aquí, muy a pesar mío, termina esta historia, que no quisiera que terminase nunca, y que siga reviviendo esos sueños reales, que, cada vez que los recuerdo, me dan vida, alegría, entusiasmo, ganas de vivir, pero de vivir como en esos tiempos nuestros, donde todo era sano: la amistad, el compañerismo, la vecindad, todo. No se conocía la hipocresía, el engaño, el de si te he visto no me acuerdo. Esta cultura llevaba el nombre de:
MADE IN LARACHE
Porque solo los larachenses viven de esta forma, nadie se los enseñó, lo han amamantado desde el nacimiento, prueba de ello cada vez que leemos u oímos algo sobre Larache nos llena de alegría y satisfacción, que no son pasajeros sino de recuerdos eternos, es como decir para toda la vida. Son forzosamente inolvidables esos tranquilos paseos en NUESTRO PASEO, esos primeros de Mayo en los viveros, ese Balcón del Atlántico, ese… Bueno, aquí paro, muy a pesar mío como he dicho al principio, guardando mis recuerdos que, ojalá, fuese posible llevarlos conmigo a la tumba, que por cierto la tengo reservada en Lalla Menana El Mesbahya…
Driss Sahraoui
