Este pasado viernes, estuve en Melilla, invitado a las Jornadas Culturales que organiza el Real Club Marítimo. Mi charla se tituló «De Larache a Tánger, un viaje a través de mis novelas«. Tuve la inmensa suerte de que me acompañaran a la mesa tres personas excepcionales: Encarna León, que expuso una detallada y muy atractiva mirada sobre mi novela La emperatriz de Tánger, dejando además al final un suculento anzuelo para que los asistentes picaran y se animasen a leer el libro; Juan Antonio Bellver, director general de cultura, que moderó el acto y que luego hizo de excelente cicerone (al día siguiente tuvo la amabilidad de acompañarnos por los fuertes de la Victoria, qué mejor guía) y Antonio Bravo Nieto, cronista oficial de Melilla y amigo entrañable, que me sorprendió gratamente cuando habló de mis novelas Sombras en sepia y Una sirena se ahogó en Larache leyendo un correo que me envió cuando nos conocimos, hace unos años, y en el que me transmitía sus impresiones al acabar su lectura durante un viaje. Sus comentarios de entonces fueron ahora como un aire fresco, y me agradó escuchar de nuevo esas palabras. Luego, me tocó el turno de hacer ese viaje literario y personal de Larache a Tánger, e improvisé la ruta y las paradas, y hasta creo que logré que todos los que estaban en la sala, siguieran el itinerario con atención y expectantes ante lo que iba ocurriendo en mi narración. El acto, que me compensó tanto con una gran asistencia de público como por la cantidad de libros que firmé al final, resultó perfecto.
José Manuel Calzado, presidente del Real Club Marítimo, tuvo la gentileza de hacerme entrega de una placa por mi paso por las jornadas, y, mientras tomábamos unos canapés y unas bebidas al acabar la presentación, tuve también la suerte de conocer a un grupo de personas extraordinarias y de las que me llevo un muy grato recuerdo. Pero he de mencionar en especial a Manuel Aragón, que nos llevó esa mañana por las murallas de las viejas fortificaciones y nos enseñó la Melilla vieja, y a Fran Alvarez, de La Librería, que amablemente se prestó a instalar un expositor con mis libros. En fin, una experiencia inolvidable que he de agradecer en especial a Antonio Bravo, que fue quien sugirió la idea inicial de acudir a Melilla; una ciudad, por cierto, preciosa.
Sergio Barce, abril 2016
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