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CARLOS BAEZA Y SU CIUDAD DE LAS CÚPULAS

 

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CARLOS BAEZA Y SU CIUDAD DE LAS CÚPULAS

Sergio Barce – 2 de diciembre de 2025

Hace ya casi diez años que tuve la suerte de ser invitado a Melilla, la ciudad en la que nació mi abuela materna, para dar una conferencia sobre mis novelas ambientadas en Larache y en Tánger. Un viaje inolvidable para Berry (mi mujer) y para mí por muchas razones. Entre otras, la de haber podido adentrarnos en profundidad en la ciudad. Sus edificios modernistas y su sabor añejo nos sorprendieron y nos cautivaron.

Hoy, volvemos a Melilla de la mano de Carlos Baeza, al que conocí en aquel encuentro literario, y de quien tanto Berry como yo nos declaramos seguidores acérrimos.

Su obra plástica es extensa y múltiple. Pero hoy voy a centrarme en sus dibujos y en su pintura. Más concretamente en ese proyecto original y faraónico (en el mejor sentido de la palabra) que es “La ciudad de las cúpulas”, en el que viene trabajando desde hace años.

Francis Ford Coppola ha tratado de legarnos una obra cinematográfica digna de un genio. Lo ha logrado a medias, gracias sobre todo a su trilogía de “El padrino”, pero desgraciadamente lo ha dilapidado con su última y megalómana cinta titulada precisamente “Megalóplis”.

Carlos Baeza, desde su modestia y su humanidad tan cercana y cálida, quizá sin ser consciente, también pretende dejar un legado majestuoso con “La ciudad de las cúpulas”, pero él lo ha logrado. No le ha vencido la megalomanía porque le empuja el amor por una ciudad.

En efecto, Melilla le ha inspirado, le inspira y le inspirará, y en esa búsqueda que es el regreso a una ciudad que ya no existe se levanta su desbordante entusiasmo. Un entusiasmo que es contagioso.

¿De qué hablamos cuando hablamos de “La ciudad de las cúpulas”?

Cuando descubrí sus “Skyllines” (en lápiz sobre papel) y sus tres particulares versiones de “Ciudad de las Cúpulas”, me impresionaron esos edificios oníricos y surrealistas gravitando sobre el mar, me deslumbró esa ciudad que flota sobre una gigantesca balsa de piedra, me atrapó esa ciudad que transpira magia bajo una melancólica luz de ocaso. Y pensé de inmediato en qué hermoso paisaje para escribir una novela de género fantástico.

Luego, al profundizar en estos trabajos de Carlos Baeza, te das cuenta de que no se trata de un mero paisaje. De que, tras esas calles, tras esos muros, tras esas puertas y ventanas cerradas, se esconde algo más.

A diferencia de las obras de Canaletto (y voy a ser aquí un poco osado al pensar que pueda existir alguna influencia de este pintor italiano en el trabajo de Carlos), que plasmó la Venecia del siglo XVIII, Carlos Baeza suprime por completo el elemento humano.

Su ciudad es una ciudad en la que habita el silencio, el color y la nostalgia, también el sosiego del recuerdo y el eco del olvido. Sus habitantes no son de carne y hueso, sino fantasmas que nadie puede ver, que viven escondidos al otro lado del tiempo. Porque lo que pinta Carlos Baeza en “La ciudad de las cúpulas” es Melilla, pero no esa Melilla que conocemos el resto del mundo, sino la que habita en su memoria y en su imaginación, una Melilla reconstruida y mantenida desde el recuerdo de la infancia y de la juventud, una Melilla abierta en canal.

También una Melilla henchida de belleza, bañada por un mar que es cruce de culturas y huella de otras lenguas y de otras religiones. Por eso hay cúpulas de edificios públicos, de viviendas y de mezquitas, y cúpulas de palacios, de iglesias, de fábricas y de sinagogas. Una pintura urbana que late al ritmo de un corazón nostálgico, pero no melancólico.

Y ahí es donde nuestros caminos se cruzan de alguna manera. Mis relatos y novelas ambientados en Larache reconstruyen una ciudad que existió y que desaparece lentamente ante mis ojos. Las pinturas de Carlos reconstruyen una ciudad que existió y que desaparece lentamente antes sus ojos. Los dos mantenemos vivas a una y a otra tal y como las desearíamos ver.

Carlos Baeza suele hablar de “la belleza de la decadencia”. De eso se trata. Y de una batalla contra el inexorable tiempo que lo arrasa todo.

Me detengo ahora ante “Las puertas de la ciudad de las cúpulas”. Puertas, en un entorno modernista, que parecen labradas por antiguos artistas llegados de Fez y de Marrakech. Puertas que, de la mano de Carlos Baeza, alcanzan lo sublime. Pintadas con tal primorosidad que uno tiene la tentación de tratar de abrirlas por descubrir qué se esconde tras ellas. Probablemente hallemos el mismo silencio y el mismo equilibrio emocional que se respira en “La ciudad de las cúpulas”.

Y ahora, desde la cubierta de la Gran Mezquita, observo las calles de Melilla. Vacías, silenciosas, plácidas. Todo embozado por la luz rojiza y marrueca del atardecer. Y pierdo la vista por las arterias que delimitan los edificios levantados por Carlos Baeza año tras año. Melilla ingrávida, desplazándose por el Mediterráneo como un bajel pirata. Escudriño hipnotizado, hasta que, de pronto, oigo unas pisadas que rompen la paz del instante. Se trata de un niño de corta edad que aparece al final de una avenida. Viste pantalones cortos y camisa blanca inmaculada. Lleva un cuaderno y un lápiz en las manos. Lo veo detenerse ante la entrada de uno de los edificios modernistas de Enrique Nieto que ha rehabilitado el pincel de Carlos. El niño emborrona una página, y, tras media hora dibujando, finalmente la arranca con furia y la arroja al suelo. Luego, levanta la vista y se fija en una cúpula, que sólo puede ver él. Frenético y entusiasmado, la plasma a toda prisa en otra hoja. Lo hace apenas en unos minutos, sin esfuerzo. Y, al acabar, esboza una sonrisa.

Es en ese instante cuando intuyo que ese niño podría ser Carlos Baeza con nueve o diez años, imaginando ya su ciudad, la que dejará de existir, grabándola en su cerebro, tallándola para que no se borre de sus recuerdos. También presiento que ese niño acaba de descubrir, en ese mismo momento, cuál será su gran proyecto cuando ya sea mayor. Y piensa en llamarlo “la ciudad de las cúpulas”. Sin saber aún que será uno de los mejores regalos que pueda hacernos a quienes le admiramos.

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ASI FUE LA PRESENTACIÓN DE «PASEANDO POR EL ZOCO CHICO. LARACHENSEMENTE» EN ÁMBITO CULTURAL DE MÁLAGA

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De nuevo, paseamos larachensemente… Esta vez, en Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Málaga, con la ayuda inestimable y siempre tan accesible de su directora Isabel Ramírez, y la asistencia técnica de Yolanda en la sala.

La nueva reedición que ha lanzado Ediciones del Genal de mi libro de relatos Paseando por el Zoco Chico. Larachensemente, con la incorporación al libro de una imagen interior, obra del fotógrafo Achraf Etaaqafy, y de la traducción al árabe por Rajae Boumediane y Messari Hamza y al francés por Nabila Boumediane y Fidele P. Dikam del relato Larache, sin Sibari, nos sirvió para hacer un recorrido sentimental y nostálgico por las calles Larache. 

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El poeta Víctor Pérez, que me echó una mano para que unos libros de Alessandro Baricco llegaran de regalo inesperado a sus destinatarios durante el acto, ha resumido perfectamente lo acaecido en un comentario en su muro de Facebook. Cuenta Víctor: «Ayer se presentó en el ámbito cultural del Corte Inglés la reedición del libro de relatos «Paseando por el zoco chico larachensemente», un conmovedor y lírico paseo por Larache a través de una treintena de relatos escritos por Sergio Barce entre los años 2000 y 2013. Fue un acto emotivo y de enorme calidad. La presentación de José Luis Pérez Fuillerat, las lecturas de su cuaderno «La otra banda» por parte de Paco Selva, las canciones sefardíes de Sara Sae, el desglose histórico y poético de Larache por Mónica López contenido en su obra «Los colores de la memoria» con preciosas imágenes proyectadas de Larache, muchas de ellas del magnífico pintor Mariano Bertuchi y la lectura del relato de amor y ausencia sobre el amigo entrañable de Sergio, Mohamed Sibari, realizado magistral y hondamente, larachensemente, o sea, pausada y profundamente, por parte del poeta Pedro Enríquez, pusieron colofón al acto.

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La intervención de Jesús Otaola, editor de ediciones del Genal, nos avisó de la selección de la novela «La Emperatriz de Tánger» como una de las cinco seleccionadas en la final del Premio de la Crítica de Andalucía de este año.
Sin desdeñar a los otros cuatro, grandes escritores todos, yo que he leído la emperatriz, solo digo, que su factura impecable, sus misterios y situaciones, me hicieron no poder abandonar su lectura en ningún momento, miento, en una noche hube de hacerlo porque me asusté, porque Sergio tiene la habilidad de escribir y que leamos con los ojos de la mente, como se debe hacer según Stevenson. Es en esa forma de escribir que él tiene la que hace que vivas los momentos como si pasaran ante ti, y algunos momentos de la novela son realmente estremecedores, por todo ello, la emperatriz la hacen para mi, favorita

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Añadiré algunas notas más a lo dicho por Víctor: Paco Selva, que nos conmovió con la lectura de sus poemas dedicados a Larache, con esa emoción que lo desbordaba en algunos instantes, poco antes de comenzar, me hizo un regalo que me dejó sin habla. Me entregó un ejemplar, publicado en Tetuán por la Editorial Cremades en 1962, de Miscelánea, el libro que escribiera el poeta larachense Dris Diuri. En su interior me encontré una dedicatoria de puño y letra de Diuri al padre de Paco Selva, y bajo ella, la que me escribía Paco a mí. Me pareció excesivo que se desprendiera de un libro que estaba dedicado por el autor a su padre, pero Paco Selva me dijo que prefería que lo tuviera yo. Ya digo, me pareció un regalo impagable.

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A partir de ahí, como bien cuenta Víctor, todo fue encadenándose de una manera perfecta, y la exposición del profesor y poeta José Luis Pérez-Fuillerat, llena de hallazgos y de momentos divertidos, dio paso a la voz emocionada de Paco Selva y sus versos, y éste a la voz melodiosa e inolvidable de Sara Sae, rasgando el aire con las letras de la poesía sefardita, cantada con una pasión electrizante. Luego, Mónica López comenzó a leer un texto en el que, fragmentos de los cuentos de mi libro Paseando por el Zoco Chico. Larachensemente, le servían de hilo conductor para llevarnos por las callejuelas de la Medina de Larache; y escuchar así mis relatos leídos por ella, con las imágenes que se proyectaban a la vez, siguiendo el itinerario que Mónica trazaba, nos hizo creer por un instante que habíamos regresado al Balcón del Atlántico…  

Anécdota: durante la mañana, el trabajo en mi despacho había sido altamente estresante. Al acabar la jornada, Mónica me enviaba un mensaje pidiendo auxilio porque las imágenes que había montado para ser proyectadas en la presentación de la tarde eran incompatibles con el programa existente en la sala… El power point que ella usa es demasiado moderno o sofisticado… Nos cruzamos varios mensajes, en los que ella me daba cuenta de que las gestiones que realizaba resultaban infructuosas y era probable que no pudiésemos proyectar las fotos de las calles de Larache… A la vez, me llegaba un correo de Pedro Enríquez: él y Sara Sae tienen fiebre y no saben si podrán acudir… Pareciera que Okyanus no quisiera que llegara el evento a buen puerto… Berry, al comprobar mi estado de zozobra y nerviosismo, me envió un mensaje: no te preocupes, piensa que es como cuando haces algo en Larache… al final, todo se arregla en el último minuto. Me eché a reír. Tenía razón. Parecía que estábamos en Larache…

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Camino de Ambito Cultural, Mónica me anunciaba que a grandes problemas, grandes soluciones… Se llevaba la torre de su ordenador a la sala y que fuera lo que Dios quisiera… Pedro Enríquez y Sara Sae, con fiebre, llegaron e intervinieron, pese a todo… Un esfuerzo que merece su recompensa. Y sí, larachensemente, todo se arregló en el último segundo.

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Cuando Pedro Enríquez, uno de los poetas más reconocidos de Granada, comenzó la lectura de mi relato Larache, sin Sibari, su voz, pese a la fiebre, se transformó en la voz del poeta que es, y nos dejó a todos mudos, hechizados, e hizo de mi relato algo decente y mágico. Cuando él acabó, apenas me salía mi agradecimiento del cuerpo. Era como si toda la emoción por lo que habíamos escuchado, leído y visto hasta ese momento, me sobrepasara. El recuerdo de Sibari y de todos los que han ido desapareciendo de nuestras vidas, de todos los que añoramos, se habían dado cita en ese instante, y nada podía hacerse, salvo permanecer callados. Entonces resurgió la voz de Sara Sae y, su canción de cierre, nos dejó flotando en el aire, como suspendidos en la añoranza, como si nos dejásemos llevar por el tiempo, larachensemente, sentados en la terraza del Central.

Después de todo eso, llegó el momento de la firma de libros y allí confluyeron ejemplares de Paseando por el Zoco Chico. Larachensemente y de La emperatriz de Tánger. Todo seguía teniendo sabor a hierbabuena.

Sergio Barce, enero 2016

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Sergio Barce, Víctor Pérez y Jesús Otaola

Sergio Barce, Víctor Pérez y Jesús Otaola

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SARA SAE

SARA SAE

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PEDRO ENRÍQUEZ, MÓNICA LÓPEZ, JOSÉ LUIS PÉREZ-FUILLERAT Y SARA SAE

PEDRO ENRÍQUEZ, MÓNICA LÓPEZ, JOSÉ LUIS PÉREZ-FUILLERAT, SERGIO BARCE Y SARA SAE

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Fotos e intervenciones en la presentación en MÁLAGA de mi novela UNA SIRENA SE AHOGÓ EN LARACHE

Pablo Cantos, Sergio Barce & Pedro Delgado durante la presentación en Ambito Cultural

El pasado 1 de Junio, se presentó en Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Málaga mi última novela UNA SIRENA SE AHOGÓ EN LARACHE (Edit. Círculo Rojo). Fue un acto simpático, en el que nos reunimos un buen grupo de amigos, conocidos y aficionados a la lectura. He de agradecer la ayuda de Isabel Ramírez, responsable de Ámbito en Málaga, por cederme una vez más la sala de conferencias para presentar mi novela. Y a José Luis Gutiérrez por las fotografías que me ha enviado ( de la misma manera que le agradezco la que me hizo para la solapa del libro), y especialmente a Pablo Cantos y a Pedro Delgado por sus estupendas y entrañables intervenciones, que reproduzco para vosotros. Y, por supuesto, a todos los que acudisteis para arroparme en esta ocasión.

Larachenses – Julio Zambrano, Sergio Barce & Jose Mari López Garry

Jose Luis Arrojo & Elisa, Sergio Barce, Leopoldp López-Herrero & Paloma

El acto lo abrió Pablo Cantos Ceballos, con palabras cálidas con las que daba la bienvenida a todos, y las que me dedicó rezumaban cariño y afecto, el mismo que yo le profeso a él.

Pablo Cantos durante su intervención

Siempre le he admirado, y me ha transmitido en estos años la constancia, el tesón, el seguir adelante con la escritura porque, como me repite, sólo la perseverancia da sus frutos. Luego, leyó un texto precioso sobre mi novela y que tituló «La rebeldía de los soñadores»:

No conozco Larache. ¿Has estado por allí?, me preguntó Sergio Barce hace casi diez años. He estado varias veces, sobre todo en el Norte pero una vez llegué hasta Ouarzazate, le contesté. Tienes que venir conmigo, en cuanto haya ocasión. Pero la ocasión tarda, a su pesar y al mío. Entretanto, Sergio me va regalando fragmentos de su ciudad. Nombres, rostros, edificios antiguos, recuerdos tomados de un botín inagotable que trajo consigo y que siempre lo acompaña. Sergio vive aquí, en Málaga pero, para soñar, se traslada hasta su ciudad de siempre. Cuando la realidad lo enreda, Sergio mira hacia arriba y, sin esfuerzo, se eleva hasta el laberinto de su infancia. El laberinto está pintado de cal y azulina, y tiene vistas al Balcón del Atlántico. Por eso huele a mar y a sardinas, o a aceitunas, jengibre y pimentón. Ahí es donde vive Tami. El niño encimado por la maldad ajena, y redimido por los relatos de su abuelo y los brazos de su madre. El niño frágil que, incomprensiblemente, resiste. No le es fácil. Hace falta creer mucho, sortear mentiras y amenazas para convertir un cigarrón verde en aguerrido combatiente, para servir al gran Saladino y para cortejar princesas tan altivas como Aixa. Pero la realidad, aunque retrocede, no se rinde; la realidad es un padre impío, un hermano mayor, un abuelo viudo, y un cuartucho con jergón en el que dormir la fiebre. La realidad tiene los brazos fuertes, y Tami los bronquios cargados y un propósito hecho ilusión de belleza. Así, entregado y decidido, llega hasta la Playa Peligrosa. Ya no valen medias tintas: la fantasía que lo ha protegido, lo desafía. Una sirena. Es una sirena varada quien lo mira, lo seduce y lo reta para que compruebe si los sueños tienen la verdad necesaria para seguir viviendo. <<¿Y tú me crees?- su pregunta brota de la garganta con un temor de descalabro. Su madre parpadea un par de veces esbozando una sonrisa de conmiseración, tal vez sopesando la respuesta adecuada. Asiente con la seguridad que le da el no poder defraudarlo. Lo arropa de nuevo y lo besa en la frente, barruntándose que probablemente tendrá que llevarlo al médico.

-Claro que te creo. Siempre- toma aire antes de preguntarle- Tami, ¿me regalarás algún día una de tus estrellas?>>

No es verdad. En el mundo no hay sirenas, y Rachida lo sabe. Pero la ilusión de Tami es tan vigorosa que algunos, sin creerla, ansían compartirla. Luego están los otros, los miserables, los sometidos, los ventajistas borrachos de mundo y de realidad. Pero nada de esto es para ellos. Ellos se conformarán con sus abusos, su violencia y sus engaños de filibustero, porque sospechan que las sirenas nunca los mirarán con sus ojos transparentes. Las sirenas son solo para los rebeldes que sueñan.”  (Pablo Cantos Ceballos, realizador y guionista de cine)

Sergio Jr., Berry, Sergio Barce, Remedios, Antonio Berrocal

Más larachenses – las hermanas Salgado, Sergio Barce y Marina López Matres

Además de los amigos de la infancia en Larache, acudieron los amigos que compartieron mis primeros años en Málaga, los años de juventud, los años de Universidad, los amigos y compañeros de hoy, quienes hacen mi vida. Pepe Sierras, Oscar Campoy y María José, Pepe Guti, Leopoldo López-Herrero y Paloma Naranjo, José Luis Arrojo y Elisa, Julio Zambrano, Marina López, Jose Mari López Garry, Lucy, Lola…

Pedro Delgado Fernández durante su exposición

Luego tomó la palabra Pedro Delgado Fernández que también me apoya en esta lucha por continuar intentándolo, igual que yo le animo a hacerlo, pese a las dificultades que se nos presentan. Me fascina su pundonor, su pulso por sacar adelante sus libros, igual que un corredor de fondo. Con su texto, complementó perfectamente las palabras previas de Pablo, porque las suyas eran ahora como mirar mi novela, es decir, Larache, desde una terraza, éste podría haber sido el título que precedieran a sus palabras:

Hay escritores para los que no tiene importancia el lugar en el que se desarrollan sus novelas. Lo mismo podrían tener como escenario Madrid que Barcelona, Lisboa que Faro, Nantes que París…, pero Sergio es de esos otros autores para los que ese hecho sí es importante, para los que el paisaje es un personaje más, como lo es el Monument Valley para John Ford en sus películas del Oeste, haciendo de paso referencia a esa afición compartida por el western. La ciudad es un personaje más con sus luces y sus sombras que hace que, los que seguimos su trayectoria y hemos leído sus novelas anteriores, conozcamos, hayamos estado o no allí, la villa de Larache.

   Es por eso que reconocemos esos lugares comunes: El embarcadero y la desembocadura del Lükus;  el Mercado Central; el castillo de las Cigüeñas, en cuyas ruinas se esconden los amigos de Tami para fumar o cruzar sus espadas de madera, y donde se celebraba el festival de guitarra y música; la cuesta del Hammam; el cementerio cristiano sobre el acantilado, por el que corre Tami con Bennani, y en donde estuve con Sergio visitando la humilde tumba de Jean Genet; la explanada del Majzén; el Luís Vives, adonde me llevó Sergio para presentar <Al sur del Sahara>, mi primer libro de viajes; el bazar Comandancia de Ragala, lugar de encuentro de artistas donde lo de menos es vender instrumentos musicales; la Medina, laberíntica y mágica como todas; la calle Real, donde Tami se encuentra con Hassan, que debió de ser alguien muy parecido al <Lengua> de Málaga; el Zoco Chico, con su piso empedrado sobre el que algunos, como el padre de Tami, extienden sus mercancías de segunda mano haciéndole la competencia a los vendedores de los bazares que se cobijan bajo los arcos de los soportales; la plaza de España o de la Liberación, con los arriates que la rodean; el balcón. ¿Cuántas veces no se habrá sentado Sergio con sus amigos sobre la balaustrada, con los pies colgando hacia fuera, cara al océano? ¿Cuántos barcos pesqueros, de paso lento y pesaroso, no habrá visto atravesar la barra de la desembocadura?

   Uno adivina esas pinceladas autobiográficas en algunos apuntes, e imagina a Sergio creyéndose el mismísimo Barbarroja al cruzar el Lükus o jugando al fútbol con sus amigos, aunque sus nombres no sean exactamente Lotfi, Mustapha, Miguelito, Samir o Bennani.

   Y me gusta que existan personajes reales entre los “extras” de la novela: Filali el del banco; Pilar Triviño y su hermano Toni, el que trabaja en el consulado de España; la doctora Ouazari y el doctor Ali Marzouki; Mayid Yebari, hermano de El Hach Yebari, el del bazar de la avenida Mohamed V, que a veces le da cinco dirhams a Tami para que se compre garrapiñadas. Yo he estado con Sergio en el bazar del Sr. Yebari; los directores de cine Abdeslam Kelai y Cherif Tribak, sentados en el café Lixus; el guitarrista Ahmed el Guennouni;  Luisito Velasco; los poetas Mohamed Abid y Al Bakri; Sibari, el más popular de los escritores marroquíes que escriben en castellano. Una persona entrañable con la que compartí unas horas en la Casa de España de Larache; Mohamed Mrabet, que no es el escritor que encumbró mi admirado Paul Bowles al transcribir su Amor por un puñado de pelos, sino ese señor con mayúsculas que vive en la Medina y que tiene una pequeña asociación llamada Al Kasaba, y que es de los pocos que cuidan la zona; Rachid Serrouk, el de la librería Al Ahram, donde también estuve, la persona que le regala a Tami ese cuaderno de dibujos que todos los niños quieren tener; Manuel Gallardo, el abuelo materno de Sergio, que es el policía que abrió camino con la sirena de su motocicleta al abuelo de Tami y a Casitas, el jugador del Larache, para que llegase a tiempo al partido que le ganaron al Martos. El otro día miré por curiosidad en qué división juegan actualmente cada uno de los equipos. El Martos Club de Fútbol milita en la tercera división (grupo IX), pero el Larache Club de Fútbol desapareció con la independencia de Marruecos en 1956. Jugaba en el estadio de Santa Bárbara, con capacidad para 4.900 personas, y la camiseta de su equipación era como la del Málaga. El equipo se fundó en 1940 con el nombre de Patronato Deportivo Larache, y en 1947 cambió de nombre por Larache C.F. Alcanzó la tercera división española, donde militó 8 temporadas hasta su desaparición. La sede social del club se encontraba en el Bar Selva, en la plaza de España.

   Hablando de fútbol, me gusta pensar que Tami, de existir, estaría contento por la victoria del Barça el pasado sábado, y que se habría paseado con su camiseta blaugrana con el nombre de Xavi en la espalda, por las plazas y las calles de la ciudad.

   Todos sabemos, como el tio de Miguelito que era marinero, que las sirenas desaparecieron hace siglos, pero después de leer esta novela uno no podrá dejar de otear la playa cuando visite Larache, con la esperanza de que aquella sirena todavía no se haya ahogado.”          (Pedro Delgado Fernández, escritor)

Con mis padres y mi hijo Sergio

Jose Luis Gutiérrez en primer término, el paparazzi cazado

Creo que vi a Montecatine pero no me dio tiempo a saludarlo al finalizar la presentación; Manolo Franquelo y prometida llegaron a última hora apurados por la preparación de su boda al día siguiente (un detalle precioso el intentar llegar a tiempo, eso ya merece de por sí un tributo), Amelia Arán y Ángel Bayo,  también Jofran Martín Caparrós, que acaba de sacar su nueva novela «El cráneo de la araña»; Ricardo Fernández y Dolores Campos, que nunca me fallan, Jose Luis Gutiérrez, cámara en ristre, mis padres, más nerviosos que nosotros, Vanesa y Francisco Vertedor (buen golpe el suyo al preguntarme en el coloquio final «¿para cuándo una novela sobre Larache?»), Lolín, Mavi, Pilar Rodríguez y Mari Carmen Costa, que presagiaron este momento, Uco y Pilar, mi sufrida secretaria Palmira y su marido Antonio García, estaba también José Luis Gómez, que siempre nos hace recordar a su padre don Aurelio, Loli Salgado y su hermana, Jesús Ortega y José María Solís, que trataban de hacerme una pregunta en italiano y correr la voz de que el Club del Gourmet del Corte Inglés iba a ofrecer una degustación gratis (menos mal que nadie se enteró de sus pretensiones, porque hubiésemos causado un caos absoluto).

Pedro con sus padres y Lucy

Paco Vertedor, o Francesco Vertedore, como a él le gusta llamarse en Florencia

Pablo Cantos invitó a unos alumnos suyos, dos chicos, ella nacida en Nador, así que creo que disfrutó especialmente de cuanto se dijo. Mi compañero Francisco Jurado y Dorita (ella amenaza con hacerme una crítica exhaustiva de la novela que ya espero con ansiedad), Julio Rabadán, que puso la «nota» musical, los padres de Pedro Delgado, Carlos Jiménez, que no se prodiga demasiado y eso sube el caché de su presencia, Berry y Antonio Berrocal y Remedios, que, según mi padre, iba a romper la cámara de fotos por ser tan bonita, Paquita, y mi hijo Sergio (Pablo estaba en Madrid, donde estudia). Por supuesto había mucha más gente, algunos no los conozco personalmente, y a otros los recordaré sin duda en alguna ráfaga de lucidez que me traiga sus imágenes. A quienes no he nombrado, les pido disculpas por mi despiste, mi mala memoria, o simplemente porque, quizá, no nos dio tiempo a saludarnos y ni siquiera sepa que estuvieron allí.

Al final leí algunos párrafos de UNA SIRENA SE AHOGÓ EN LARACHE, y firmé varios ejemplares. Fue una jornada perfecta, rodeado de la gente que aprecio y que quiero. Mi hijo Sergio se rio mucho, y eso fue lo importante.

Carlos Jiménez junto a mi madre

Paquita, una fan desatada

Después de esta presentación, vino la de Madrid que, si el tiempo y la autoridad no lo impide, será el siguiente capítulo…

Sergio Barce

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Presentando mi libro de relatos «ÚLTIMAS NOTICIAS DE LARACHE»

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La presentación de mi libro de relatos «Últimas noticias de Larache» (Aljaima, 2004)

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La presentación se hizo en AMBITO CULTURAL de El Corte Inglés de MÁLAGA

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