

“…<Toro salvaje> fue la historia más pesimista contada hasta la fecha por Martin Scorsese, con el tema de la caída espiritual y la redención. Es posible que su director, asmático, sensible y de salud débil, encontrara en el impetuoso boxeador Jake La Motta una metáfora de sí mismo, a pesar de los escasos puntos en común desde el punto de vista físico, salvo el detalle de que los dos están obsesionados con el hecho de tener unas manos pequeñas. Ese tipo de detalles contribuyeron a que el director se identificase con el personaje de ficción. Muchos cuestionan la valía de Jake, y él mismo se da cuenta de ello cuando, ya en la cárcel, se pone a golpear las paredes diciendo: <¡No soy un animal! ¡No soy un animal!>. Scorsese conocía de sobras esa misma rabia. Era un sentimiento muy real para él y, en las escenas de boxeo, nos muestra su ser más íntimo, cómo parece flotar en el aire y cómo de repente se sume de nuevo en la desesperación. Los planos picados reflejan la desorientación de ese cuerpo derrotado, y la combinación de cámara lenta y rápida no hace sino reflejar el estado mental de La Motta. La meticulosa banda sonora incorpora una serie de ruidos de fondo que contribuyen a afianzar esa impresión. Esta manera de rodar estaba a la altura de Méliés, Cocteau o Welles, pero a los pocos instantes Scorsese lleva la cámara al suelo. Para plasmar la vida familiar de Jake (las discusiones con su esposa, ante el televisor…), rueda de una manera que recuerda a Italianmerican (1974), un documental sobre sus padres. Nadie, hasta ese momento, había logrado combinar el expresionismo y la no ficción de esa manera…”


“…guardo el recuerdo imborrable de la vez que vimos juntos Elio y yo Indagine su un cittadino al di sopra di ogni sospetto (…) …Has de saber que mis primeras propuestas no lo convencieron, pero luego encontramos el camino definitivo. Grabé los temas y se los entregué. Él insistió en que no estuviese en la mezcla de la película y no tardó nada en convencerme: aquellos años yo tenía la costumbre de no acudir a las mezclas, consideraba que eran cosa del director. Después me llamó, para pedirme que le diera mi opinión sobre lo que había hecho.
Entramos en la salita, se apagaron las luces y comenzó la proyección. Desde la primera escena, hasta el asesinato de Florinda Bolkan, había algo que fallaba. Los temas que escuchaba no eran los que había escrito para su película, sino otros, pertenecientes a Comandamenti per un gangster (1968), un trabajo más bien flojo para el que había escrito una banda sonora que cautivase al público (algo que no he vuelto a repetir, pero que por aquel entonces a veces intentaba).
Yo lo miraba horrorizado y no comprendía nada. Elio de vez en cuando me hacía un gesto, con el que me daba a entender que le gustaban más los temas elegidos por él.
Durante el asesinato de Florinda Bolkan, dijo: <¡Ennio, fíjate qué bien queda! ¿A que sí?>.
Era absurdo, un sufrimiento increíble: un director que ponía en entredicho la música a un compositor de ese modo…
Terminado el primer rollo, por aquel entonces se funcionaba con rollos, se encendió la luz. Yo estaba hecho polvo, destrozado, petrificado.
Elio se me acercó y me dijo: <Y bien, ¿qué te parece?>.
Saqué fuerzas de flaqueza y contesté: <Si te gusta así, está bien…>.
Él cargó las tintas y, absolutamente convencido, añadió: <Es perfecta, ¿no?>.
No tenía palabras y no sabía qué responder. Me dije que, en el fondo, aquello no era una pregunta retórica, pues, al fin y al cabo, él era el director y aquella era su voluntad. ¿Qué podía hacer?
Tragué saliva y me di ánimos, pero antes de que pudiera pronunciar una sílaba, Elio me dio una palmada en un hombro, luego me sacudió un poco con las dos manos y, en dialecto romano, me dijo: <¡Ay, Morricó…! ¡Picas siempre, picas siempre! ¡Has escrito la mejor música que podía escribirse para esta película y tendrías que emprenderla a bofetadas conmigo por esta broma!>. Eso fue lo que dijo.
Me había gastado una broma, pero yo no caí en la cuenta de ello. Me confesó que hacía tiempo que la había planeado. Fue un mazazo sin igual. Petri también era así.
En aquel momento comprendí, como nunca en toda mi vida, hasta qué punto el músico está al servicio del director y de la película…”
“…Hablaba sobre ello desde hacía años. Un proyecto semejante precisaba mucha inversión, pero Sergio estaba a punto de encontrarla. Todavía no habíamos hablado de los temas musicales, pero Sergio me dijo que aparecería una orquesta desde el principio, tocando una de las sinfonías de Shostakóvich. Como un símbolo de resistencia, reaparecería en varios momentos, cada vez más diezmada, con músicos heridos y sillas vacías.
Era raro que yo no hubiese comenzado aún a elaborar ningún tema, pero siempre tuve la sensación de que Sergio no iba a acabar aquel proyecto. Había recibido el visto bueno de las autoridades soviéticas para los tanques, seguramente no serían cien, como él quería, y también había comprado los pasajes para viajar allí y ver localizaciones de exteriores, pero nunca llegó a ir.
Su corazón se paró el 30 de abril de 1989. Al final de su vida, su corazón estaba muy mal, sabía que necesitaba un trasplante, pero no lo quiso por temor a acabar en una silla de ruedas y así se condenó a una muerte segura. Yo me enteré de su decisión ese día, cuando fui a su casa: estaba echado en la cama, ya exánime, y su nieto Luca me explicó todo. Era muy temprano por la mañana y fue un día espantoso, repleto de dolor. El día siguiente, si cabe, fue aún peor.
Luego se celebró el funeral, del que guardo recuerdos bastante confusos porque estaba desolado. Hubo una participación popular increíble y tocaron algunos de mis temas. Cuando me llamaron al altar, me limité a decir:
<Después de tanta atención al detalle del sonido en sus películas, hoy solo hay un profundo silencio>.
Estaba desolado. Había muerto un amigo y un gran director de cine que todavía no había sido plenamente reconocido como tal.”
“…Lo que sé es que no haber ganado el Óscar me molestó un poco durante años, pues he colaborado mucho con el mercado norteamericano. Así que, para mí, al final, recibirlo fue significativo.
(…) …El premio en sí mismo es solo parte del reconocimiento con motivo del Óscar Honorífico, por ejemplo, recibí una llamada de Quincy Jones, que me dijo cosas que nunca olvidaré…
(…) Clint Eastwood me entregó la estatuilla y me hizo de intérprete en la ceremonia. Y, en mis recuerdos, fue un largo viaje lleno de anécdotas. Eastwood me dio una preciosa sorpresa la noche anterior a la ceremonia, cuando se unió en la fiesta que habían organizado en el Instituto Italiano de Cultura. Llegó sin decir nada a nadie, por propia iniciativa, para saludarme. Me felicitó por el resultado y yo me emocioné mucho: hacía casi cincuenta años que no nos veíamos.
La noche de la ceremonia estaba en el palco con mi esposa María y uno de mis hijos, que, detrás de mí, traducía lo que decía Eastwood en el estrado.
En un momento dado, Céline Dion, que estaba en primera fila y debía cantar la melodía del tema de Deborah de Érase una vez en América (Once upon a time in America, 1984), vino hasta el pie de mi palco y me dijo: <Maestro, esta noche no cantaré con la voz, sino con el corazón>.
Esa fue la primera vez que se me puso la piel de gallina aquella velada. Su actuación fue extraordinaria: nunca me habría podido imaginar que una pieza tan célebre, escrita hacía tantos años, pudiera llegarme tan hondo…”

VIDAS REBELDES – 1961 – FRANK TAYLOR, HENRY MILLER, ELI WALLACH, JOHN HUSTON, CLARK GABLE, MARILYN MONROE Y MONTGOMERY CLIFT