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«EL CORDERO CARNÍVORO», UNA NOVELA DE AGUSTÍN GÓMEZ ARCOS

«…Al final, mi hermano declara que no debe perderse mis clases, me besa en la boca (¡delante de todo el mundo, el cabrito!) y nos deja, para reunirse con sus amigos, contoneándose como aquel chopo joven, que confundía la brisa con un vendaval…»

Ya es difícil hallar libros que nos sorprendan realmente, pero «El cordero carnívoro» (L´agneau carnivore) puedo asegurar que es tan retorcido, tan directo sin embargo, tan valiente y escrito tan a contracorriente que es llamativo el hecho de que sea una obra publicada por primera vez en Francia allá en 1975, cuando agonizaba Franco. Una fecha que casa muy bien con todo lo que contiene esta novela. Una obra difícil de calificar pero una joya como narrativa. Antifranquista, por supuesto, y anti moralista, algo que siempre asomó en sus obras, Gómez Arcos hubo de exiliarse a Francia durante nuestra dictadura. Allí fue reconocido y laureado como el gran escritor que fue.

Ya he reseñado con anterioridad su novela «Marruecos», que tanto me impresionó. Ahora os hablo de «El cordero carnívoro», que también me ha impactado por su forma tan directa de abordar temas como la homosexualidad, las relaciones incestuosas, la religión, la dictadura franquista, la censura, los abusos de la iglesia…

«…A pesar suyo, mamá contribuía a mi educación.

Por un lado, y contra todo pronóstico, yo era su única razón de ser. Ni papá ni mi hermano Antonio sintonizaban con su universo. Pero ella sentía que, a falta de amor, podíamos establecer entre nosotros profundas relaciones de odio. Y, al no ser ya un niño, me consideraba perfectamente capaz de comprender el laberinto de su mente…»

«…Ella, mamá, estaba al corriente de todo lo que había entre mi hermano Antonio y yo, y le importaban un bledo nuestras relaciones sexuales, pero no podía soportar el universo de amor con el que mi hermano me protegía…»

«Se inició la misa. El latín desveló sus poderes mágicos y me hechizó, echando por tierra toda mi resistencia. Yo no veía a Dios por ninguna parte en la capilla, pero la Iglesia, con sus artimañas de misterios y de ritos, se iba apoderando de mi sensibilidad. La presencia de mi hermano me inducía a desear un Apocalipsis. Las palabras en latín que salían suavemente de su boca acariciaban los rincones más secretos de mi cuerpo, como si fueran dirigidas a mí y no a Dios. Y cuando mamá y yo nos acercamos al altar abrió los ojos, fijó en mí su mirada, y me hinqué de rodillas en el reclinatorio, porque la tormenta del deseo me dejó sin fuerzas…»

Estos otros tres párrafos que he escogido de la novela, muestran a las claras la depuración en su manera de narrar. Audacia y concreción, armas bien usadas, como su demolición consciente de una moral que impregnó a generaciones de españoles.

«El cordero carnívoro», para quienes no conozcan esta obra, puede ser un descubrimiento absoluto. Está editada por Cabaret Voltaire, con traducción del francés de Adoración Elvira Rodríguez.

Sergio Barce, 1 de febrero de 2025 

        

 

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«MARRUECOS», UNA NOVELA DE AGUSTÍN GÓMEZ-ARCOS

 

 

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“Las pertenencias de Marruecos cabían en un cesto de esparto, áspero como un chumbo y raído como su chilaba dominguera. Su fuerza de cinco años bastaba para transportar la exigua herencia, que se limitaba a tres o cuatro prendas que otros habían usado antes que él. Camiseta, babuchas, gorro, pantalón y playeras provenían de la caridad de los que habían crecido más deprisa. O de los trueques de su madre, cuya labor consistía en ganarse la vida como fuese, revendiendo o cambiando todo lo que encontraba…”

El poeta Salvador López Becerra me regaló hace unas semanas un ejemplar que guardaba de la novela Marruecos, de Agustín Gómez-Arcos. Hablando de ese libro, me reprochó no haberlo leído. Pocos días después, me envió el ejemplar por correo postal, como si le urgiera que yo lo leyese cuanto antes, como si hubiera cometido una grave falta que había de reparar. En el interior del volumen, Salvador me ha escrito lo siguiente: “Para Sergio, para que nunca olvide que fui yo quien le recomendó leer a este autor y a este libro en particular”, y lo firma en mayo de 2023. Tengo que decir que el libro no sólo me ha gustado y me ha descubierto a un escritor fascinante, sino que me ha entusiasmado, divertido, perturbado de alguna manera y emocionado sin duda. Una novela excepcional, es cierto. Y he de dar las gracias a Salvador por querer enmendarme la plana.

Marruecos cuenta la historia de Jalil, un niño de cinco años, al que todos llaman Marruecos, que, además de padecer unas cataratas que lo convierten en casi ciego del todo, es pobre como las ratas, y, para sobrevivir, ha de embarcarse en oficios llenos de penuria: basurero que recoge boñigas, lazarillo cegato de un viejo ciego, mendigo…

“…Prevenido por este último, que, no sin reticencias, se había lavado el morro para la visita y pintado un incipiente bigote de caíd, el señor Magdul interrumpió el martilleo zapateril e hizo sus abluciones- <Un poco demasiado rápido>, gruñó Fátima. Se mostraba la mar de exigente cuando se trataba de la higiene ajena. El tío-abuelo le ordenó, <fémina del diablo>, sacar mantel bordado, vasos de colorinches con arcos y minaretes dorados y tetera de fiesta. Luego la envió a comprar medio kilo de dulces a una pastelería del centro- <¡De reputación mundial!>, recalcó, viendo que la criada le salía respondona.

-¡Como si los de la medina no pudieran comerse! -protestó Fátima-. ¡Ese capricho de pudiente nos va a costar cincuenta dirhams!

-El dinero gastado en agasajar a los huéspedes nos lo devuelve Alá con creces, mujer descreída.

-¿Y de dónde saco yo cincuenta dirhams?

-Acércate a cobrarle la deuda al italiano de la trattoria. Hace más de un año que me debe el arreglo de tres pares de zapatos. Esos macarronis son más golfos que los tunecinos. Si se te pone chulo le dices que iré a denunciarle a la policía… O no, no a la policía: los truhanes se entienden entre sí. Dile que le encargaré al morabito echarle uno de esos mal de ojo de los que nadie se recupera nunca. ¡Adorna la cosa como quieras, pero cobra la deuda! Ya sólo de mirarte le das miedo; si encima le amenazas con amarrarle un brujo a las pelotas el tío acabará por arañarse el bolsillo. No quiero verte regresar a la casa sin los pasteles. ¿Pretendes, acaso, que le hagamos un feo a mi nuevo socio?

Fátima salió dando un portazo y se alejó renegando por la callejuela. Como de costumbre. La condenada mujer renegaba más que un grifo que gotea. Estuvo de vuelta en menos de una hora. Con los pastelillos. No medio kilo sino tres cuartos. Venía más contenta que unas pascuas.

-¡Al italiano se los he puesto como dos putos garbanzos en remojo! -anunció encantada, riendo como en sus mejores tiempos, <cuando aún le daba gusto la cosa>, aclaró el tío-abuelo. Al parecer, bastaba con que riese para que Fátima volviera a ser tan guapa como en los viejos tiempos. Andaba de negociante de sexo por el puerto de Tánger cuando el señor Magdul la conoció…”

Los personajes se hacen inolvidables: Lola, Fátima, el hombre de negocios Mehdi Tahib, la Señora, el señor Magdul, el señor Asur, Mademoiselle Sabine, Munia la tronchada y Marruecos, ese niño que va descubriendo su entorno miserable pero que sueña con poder ver alguna vez y encontrar otro mundo distinto. Tanto Lola como Fátima nos regalan los instantes más hilarantes de esta triste pero hermosa historia.

«Sucedió al atardecer, cuando se aplacan todos los quejidos. El ruido de la circulación se borraba a lo lejos, como un eco hundiéndose en las dunas. La última llamada del almuecín parecía enredada todavía en las palmeras. La sala estaba a punto de dormirse. Les habían dado la sopa y la pastilla, tomado la temperatura. Los calmantes iniciaban ya su efecto: ronquidos prolongados, respiraciones asmáticas o entrecortadas… De pronto, Marruecos oyó un revuelo de faldas femeninas y un murmullo de conversación. La enfermera dijo a medida voz:

-Puede sentarse aquí, Señora. A pesar de que es tarde, sigue despierto. ¿No le ve sonreír?

La Señora respondió:

-Sí, siempre sonríe así. Tiene la suerte de no haber visto aún ninguna de las cosas que borran la sonrisa. Gracias, señorita. Sólo estaré con él unos momentos.

La sonrisa de Marruecos se tornó más amplia. Pero no dijo nada. Correspondía hablar a la Señora. Hablar o callarse, como ella prefiriera. La dama le tomó una mano entre las suyas. La acarició. Sus manos no mostraban la nerviosa dureza de las manos de Fátima. Ni el amor tembloroso que parecía sollozar en las de su madre. Manos tranquilas, aunque desencantadas. Como si hubiesen pasado la vida entera cerrando puertas, en lugar de abrirlas.

-Marruecos, cuando veas por fin, no sé lo que verás de mí, ni de los otros, ni del mundo. Tampoco sé lo que verás de la existencia y ni siquiera si lo comprenderás. De todas las herencias de la vida, sólo se guarda la angustia. Para siempre. La angustia es lo único que nos pertenece, lo único que importa. Lo esencial…

(…) Mi deseo es que vivas en un mundo en el que el derecho a hablar de algunos no implique el silencio de todos los demás. Un mundo en el que cada palabra y cada silencio, cada vida y cada muerte tengan el mismo peso…”

Cada página nos conduce a los más profundo del país, a los barrios más humildes, a las vidas más desamparadas y olvidadas. Recorremos con el personaje de Marruecos un itinerario que bebe de distintas fuentes, desde el Lazarillo de Tormes a las obras de Chukri; un camino salpicado de incidentes que están llenos de humanidad. Y al final del libro, lo que descubrimos con gran emoción, cerrando Gómez-Arcos este viaje vital de una manera magistral, es que el libro es un homenaje a Marruecos como país, a su gente más sencilla, a la gente que lo convierte en el país que amamos. Una novela dura, explícita, conmovedora, una verdadera joya.

El ejemplar que me ha regalado Salvador López Becerra es la edición de 1991 publicada por Narrativa Mondadori.

Sergio Barce, 17 de junio de 2023

 

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NOTAS A PIE DE PÁGINA 13 – DE MUJERES ADMIRABLES Y OTROS PECADOS

Desde el pasado mes de enero no retomaba mis notas a pie de página. Cómo pasa el tiempo, cómo se nos escapa de las manos sin apenas darnos cuenta. Y continúa adelante sin detenerse, sin darnos un respiro.

Esta mañana, mientras escuchaba Impossible Germany, de Wilco, he leído la siguiente noticia de Europa Press: “Un distrito escolar de Utah (USA) retira la Biblia de las bibliotecas por contenido <pornográfico o indecente>”. Otro pasito más en esta ola de censura pacata y moralizante que invade todos los países. A ver, cuando se lee un texto de la Biblia, al acabar su lectura, los sacerdotes siempre dicen: palabra de Dios. Así que esos puritanos, con su decisión, se están enfrentando a la cólera divina. Dentro de poco, vestirán a Adán y Eva con trajes EPI y escafandras de astronauta para cubrir su desnudez y para evitar que “se contagien con algo”, y también arrancarán las páginas donde se habla de Sodoma y Gomorra, con lo divertido que fue aquello. Llamativo que esta iniciativa arranque en el país donde, en cada cajón de la mesita de noche en las habitaciones de los hoteles y moteles, siempre hay una Biblia y en el que habitualmente sus dirigentes acuden al consabido “Dios bendiga a América”. Pues que sepan que el chollo se les acaba y que Dios no les va a hacer ni caso. Censurarlo a Él. ¡Por dios!

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“A veces notaba en algunas mujeres de mi edad el deseo de atraer su mirada según, pensé, una lógica simple: <Si le gusta a ella, es que prefiere a las mujeres maduras; entonces, ¿por qué no a mí?>. Conocían perfectamente su lugar en la realidad del mercado sexual, y que fuera transgredido por una de sus semejantes les daba esperanzas y audacia. Por irritante que fuera esa actitud de querer captar -discretamente en la mayoría de los casos- el deseo de mi compañero, no me molestaba tanto como el descaro con el que algunas chicas jóvenes coqueteaban con él delante de mí, como si la presencia a su lado de una mujer mayor fuera un obstáculo insignificante o incluso inexistente. Sin embargo, pensándolo bien, la mujer madura era más peligrosa que la joven, prueba de ello es que había dejado a una de veinte años por mí.”

Este párrafo pertenece a El hombre joven (Le jeune homme) de Annie Ernaux, escritora que sigue fascinándome por su sinceridad irrenunciable. Lo he escogido como contrapunto a la noticia de Europa Press, porque la Ernaux es libertad pura. Se trata de un libro corto, que se lee en pocos minutos, pero de gran intensidad, en el que relata su experiencia pasional y sexual real junto a un hombre muchísimo más joven que ella. Y lo hace con una lucidez admirable. Me encanta su estilo corto, seco, sin fisuras.

Estos meses han sido muy femeninos. Además del libro de Ernaux, me zambullí en la vida de Emily Brontë, el primer capítulo que Lydie Salvayre dedica a siete escritoras en su libro Siete mujeres (7 femmes), que ha traducido del francés Marta Cerezales Laforet. La lectura de esta primera biografía comprimida pero tan completa es conmovedora. Lydie Salvayre la hace, además, atractiva con su excelente prosa, logra que se perciban fácilmente hasta las fragancias de los campos de Haworth y el pequeño mundo que se construyó la joven Emily.

Hablando de Marta Cerezales, acudí al encuentro que se organizó con ella en el CAL de Málaga, con ocasión de la presentación del libro Discurso sobre la felicidad (Discours sur le bonheur, 1779), de Madame de Châtelet, que Marta ha traducido, y en el que intervenían también mi admirado Miguel Ángel Moreta-Lara junto a Antonio Álvarez de la Rosa. Agradable reencontrarme con dos de mis personajes de El mirador de los perezosos: Marta y Miguel Ángel. Y muy curiosa la vida de Madame de Châtelet, escritora y matemática, y la relación que mantuvo con sus distintos amantes, entre ellos, Voltaire.

Como ha sido igualmente curioso el descubrir la existencia de Inés Joyes y Blake (1731-1808), una traductora española que vivió en Vélez-Málaga. Mi amiga la escritora Herminia Luque fue quien nos acercó a su figura y a su obra en el Ateneo de Málaga.

También veo dos documentales de excepcional calidad que hablan de dos mujeres llenas de talento creativo: el primero es A las mujeres de España: María Lejárraga (2022), de Laura Hojman, que ya me impresionó como directora con el maravilloso trabajo que dedicó a Antonio Machado: Los días azules (2020) del que ya escribí en su momento. Ahora, Laura Hojman saca del ostracismo a una mujer admirable, María Lejárraga (1874-1974), que vivió a la sombra de su marido, Gregorio Martínez Sierra, que era quien aparecía como el autor de muchas de las obras que había escrito ella porque, claro, en aquellos años no estaba bien visto que una mujer firmara con su nombre. Una historia de injusticia, pero una historia de amor por el arte al que María Lejárraga jamás renunció. Entre sus obras de teatro se encuentra Canción de cuna y es la autora de los libretos para Falla de El amor brujo y El sombrero de tres picos, entre otras creaciones. Luchó por los derechos de la mujer y, como tantos otros intelectuales, acabó exiliada tras la guerra civil. El documental de Laura Hojman la sitúa en el lugar que le corresponde.

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El segundo de los documentales es la serie titulada Las últimas estrellas de Hollywood (The last movie stars, 2022), dirigida por el actor Ethan Hawke, que dedica seis episodios a la carrera artística y a la relación que mantuvieron Joanne Woodward y Paul Newman. La serie documental tiene la virtud de salirse de los caminos trillados y, a la vez que asistimos a todo el proceso de investigación y consultas, así como a su manera de encarar esta producción por parte de Ethan Hawke, en paralelo, recorremos la vida de estos iconos del cine: la Woodward y Newman. Y el resultado es espectacular y emocionante. Una preciosa serie que recomiendo efusivamente.

Hablando de Ethan Hawke, él es, junto a Pedro Pascal, uno de los protagonistas del mediometraje de Pedro Almodóvar: Extraña forma de vida (2023). Al acabar la proyección, escuché a alguien decir que le había encantado la cinta y que se había emocionado. Creo que había visto algo distinto a lo que yo acababa de ver: una película mediocre con un guion muy flojo. Si en vez de estar dirigida por Almodóvar, el realizador hubiera sido alguien menos renombrado, no habría llegado a las salas de cine. El caso es que, en estos casi cinco meses, se han encadenado acontecimientos, eventos y noticias muy positivas, y otras decepcionantes (que me abstengo de mencionar por no aportar nada de valor). Supongo que es como debe ser.

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Estuve en Tánger para la puesta de largo del último número de la revista SureS, que dirige Santiago de Luca, y en el que he participado con dos artículos. Lo pasamos genial hablando de cine negro y de novela negra, siempre ambientados en Tánger. Semanas después, fui el encargado de presentar en la Librería Luces, de Málaga, el libro de relatos del propio Santiago de Luca: Los irregulares de Tánger. Que fue todo un éxito de público. Hay mucho tanyaui en Málaga y se notó.

Mi libro El mirador de los perezosos, ha sido reconocido con el Premio Andalucía de la Crítica al mejor libro de relatos publicado en la Comunidad durante 2022. Todo un hito, teniendo en cuenta la modestia de mi editorial, Ediciones del Genal, y la calidad del resto de autores. Me lo he tomado como el resultado de más de veintitrés años de esfuerzo y constancia, de tratar de mejorar con cada libro que publico. Enorgullece pensar que los escritores y críticos que decidieron conceder el galardón apostaran por la calidad de estos cuentos. Así lo quiero pensar.

A raíz de este premio, he vivido situaciones curiosas. Por un lado, la más satisfactoria, que los amigos, los verdaderos amigos, hayan compartido conmigo la alegría del momento. También es grato el hecho de que me están invitando a instituciones, eventos y encuentros para los que, sin ese galardón, es probable que no habrían contado conmigo, pero tomemos esto último como algo natural y hasta comprensible. Sin embargo, han sido los lectores, junto a los amigos, quienes me han sorprendido con su generosidad. Recibir los comentarios y las sensaciones que han experimentado con El mirador de los perezosos, no tiene precio y, en ocasiones, ha sido toda una sorpresa lo que me transmiten. Pero es que esto ha provocado que muchos de ellos se hayan animado a leer mis anteriores títulos y que nuevos lectores hayan descubierto mis novelas La emperatriz de Tánger, El libro de las palabras robadas o Malabata, y que se hayan convertido así en fieles seguidores.

El premio, por supuesto, no cambia nada. El camino es arduo, pero son precisamente mis lectores los que me dan aliento para seguir bregando.

Tras mi paso por las Ferias del Libro de Huelva, Granada y Málaga, toca estar en la de Madrid el día 9 de junio, y, apenas veinticuatro horas antes, el día 8, estaré en el Salón Internacional del Libro de Rabat, invitado por la Fundación Tres Culturas, para hablar de El mirador de los perezosos con la escritora Karima Ziali. Luego, trataré de estar en la de Sevilla y presentar el libro en Barcelona y Bilbao. Incha alláh.

“Calles, plazas, estanques, huertos, olivares y naranjales. El tío-abuelo sabía a quién pertenecían <aunque él no fuese el catastro>, aclaró con cierto regomello. Comerciantes, funcionarios, obreros, desocupados, ricos, pobres (éstos eran legión; la lista no se acababa nunca). También las que hacían negocio con lo que Alá les había puesto entre las piernas, debajo de las faldas. A quién debía de saludar el chico y con qué grado de deferencia; a quién decirle sólo <Alá te guarde>. Sin ir más lejos. <Y sin echarle demasiada fe a lo de Alá te guarde, intervino Fátima, no sea que el Señor te haga caso y tengamos hijo de puta para la eternidad>. <No se trata de un hijo de puta, mala lengua>, cortaba el tío-abuelo. Pero sin convicción. <¿Ah, no? Ese fulano te enreda todo lo que puede, habla mal de ti cuando le das la espalda, sus deudas duran más que las sequías, pero claro, para ti ese tío no es un hijo de la gran puta. ¡Pues a mí ya me lo parece!> <Mujer, para ser hijo de puta hay que tener una madre un poco rara…, como una perra movida. No es el caso de Alí>. (El interfecto se llamaba Alí, señal de identidad más bien imperfecta: ¡hay miles de interfectos que se llaman Alí!). <¿Y usted qué sabe? (Fátima empleaba el usted cuando su mala uva subía como espuma de leche.) Es cierto que yo no conocí a la madre de ese Alí de joven, cuando estábamos en Tánger, pero me tropecé mil veces con su tía, que hacía el puerto mañana, tarde y noche. ¿Quiere usted saber de lo que se quejaba? De que su querida hermanita la obligaba a trabajar en los peores cafetuchos. Mientras ella, la guapísima, madre del tal Alí, se reservaba para sí misma los salones de té del centro y los bares americanos de la colina. No, a mí el Alí no me las da con queso. ¡De tal palo tal astilla!>.”

Este otro párrafo pertenece a la novela Marruecos (1991), de Agustín Gómez-Arcos, obra que me ha descubierto el poeta Salvador López Becerra, que me lo ha regalado después de reencontrarnos tras mucho tiempo sin vernos. Un detalle precioso por su parte y que agradezco. Es una novela dura, pero, a la vez, llena de ironía y fino humor. Sigo su lectura con deleite.

Mientras escribo, mi hijo Pablo, junto al productor César Martínez Herrada, y los miembros del equipo del nuevo cortometraje que dirigirá en el mes de julio, se encuentran en Larache fijando ya las localizaciones y efectuando el casting para seleccionar a la niña que acompañará al niño protagonista del film. Es una nueva adaptación de otro de mis cuentos, como ya ocurriera con El nadador. Ilusionados con este nuevo proyecto que ya llega a su fase crucial.

Hoy no he hablado de Lorenzo Silva. Pero adelanto algo para el próximo artículo: cuando nos conocimos en Tánger, hace ya unos veintidós años, tras comer en el hotel Minzah, él y su mujer me preguntaron si los acompañaba a dar un paseo por la ciudad. Creo que, en esos instantes, Lorenzo me intimidaba… Continuará.

Sergio Barce, 4 de junio de 2023

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