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«POR AMOR AL ARTE», PRÓXIMO LIBRO DE RELATOS CON LA GENERACIÓN BIBLIOCAFÉ

Con el grupo Generación BiblioCafé, ya he participado con tres cuentos en los anteriores libros colectivos de relatos cortos que han ido publicando: Sesión continua, Animales en su tinta y Último encuentro en BiblioCafé. Ahora se prepara otra nueva publicación, Por amor al arte, en el que se incluye mi relato La Venus de Tetuán. Y Mauro Guillén & Co. anuncian mi colaboración, al igual que están haciendo con el resto de escritores que participan en este proyecto, de la siguiente manera (y que  les agradezco desde aquí):

POR AMOR AL ARTE... LA VENUS DE TETUÁN

 

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«CAMISONES CON VOLANTES», UN RELATO DE SUSANA GISBERT GRIFO

Tercera entrega sobre los autores de la Generación BiblioCafé, y tercera autora del grupo que presento en mi blog.
Se trata de Susana Gisbert Grifo, apasionada y comprometida escritora (y fiscal) con la que, a través de sus comentarios, posts y artículos (literarios y jurídicos) aparecidos en las redes sociales, me suelo identificar casi siempre, bueno, para ser sinceros, hasta ahora, siempre. Señal de que nos une no solo la literatura sino también las ideas. (Esto parece ser el comienzo de una buena amistad).
El relato que me ha enviado Susana para colgarlo en mi blog se titula Camisones con volantes.

SUSANA GISBERT GRIFO

SUSANA GISBERT GRIFO

Aparentemente es un delicado y suave relato del mundo adolescente femenino hasta que, de pronto, da un giro y abre su abanico a diferentes lecturas, a distintas interpretaciones. Lo que en la superficie no es más que la confesión llena de sinceridad de la protagonista sobre su relación con una amiga o de la relación de amistad que creyó mantener y que parece truncada por algún motivo que el lector espera y ansía descubrir, se ennegrece súbitamente con las oscuras nubes de la muerte. Hasta ahí podría ser el retrato de cierta época, incluso de un tiempo que nos recuerda los años de juventud. Pero Susana da una vuelta de tuerca e introduce además una nueva voz que retoma la misma historia para convertirla en algo más sorprendente. Y lo que desvela ahora te deja en medio de un paraje desolador.
El tema de fondo del relato es amargo: la culpa, la mala conciencia. La culpa por lo que la protagonista debió hacer y no afrontó. La mala conciencia por no haber sabido comportarse con la otra persona. Y la culpa y la mala conciencia de esa otra narradora… Como si se tratara de una muñeca rusa, una matrioska, el relato abre otro relato, y la culpa se multiplica como un eco que se repitiera en el vacío. Ese es su acierto, su valiente planteamiento narrativo, y acierta con la forma y con el fondo, sin necesidad de más artificios.

Sergio Barce, junio 2014

CAMISONES CON VOLANTES

Cuando era niña, Sara sólo tenía una obsesión: dejar de llevar aquellos horrorosos camisones con volantes que le imponía su madre. La verdad es que a mí nunca me parecieron tan espantosos, aunque quizás un poco ridículos para nuestra edad. Éramos adolescentes y aquel despliegue de lazos y puntillas se nos antojaba poco menos que un insulto. Pero no había manera: nada más había conseguido deshacerse de uno, su madre lo reponía por otro más cursi si cabe. Y ella siempre enfadadísima, quejándose de que aquella anticuada lencería que le imponía su madre, además de fea, le hacía parecer gorda. Pero, con ellos o a pesar de ellos, nos moríamos de risa en nuestras reuniones nocturnas, plagadas de refrescos, de palomitas y de chucherías.

Éramos varias amigas las que nos solíamos reunir, aunque con el tiempo, fuimos reduciendo nuestro círculo y las más de las veces acabábamos encontrándonos Sara y yo solas con nuestras sesiones de estudio, de maquillaje, de risas y de chismes. Como no podía ser de otra manera, nuestras conversaciones eran insustanciales, como insustancial era nuestra vida, y chicos, ropa y exámenes eran casi exclusivamente nuestros temas de conversación. Nos probábamos vestidos, pantalones, faldas, camisetas y chaquetas y siempre bromeábamos acerca de lo mal o lo bien que nos quedaban. Y Sara, siempre preguntando si esto o aquello la hacía gorda.

El tiempo fue pasando y nos fuimos haciendo mayores. Los temas de conversación variaron, pero nuestra amistad se mantenía incólume. O, al menos, eso es lo que yo creía.

No debí ser una buena amiga para Sara. Si lo hubiera sido, me hubiera percatado de lo que pasaba. Pero yo, sin embargo, estaba tan absorta en mi mundo de clases diurnas y salidas nocturnas que no supe ver a tiempo la mano que me tendía. No lo supe o no lo quise ver. Ni siquiera me atreví a hablarle de ello, y preferí cerrar los ojos, y hacer como si no pasara nada. Y la dejé caer sin prestarle la ayuda que me pedía en silencio. Y cayó en picado.

Antes de que me diera cuenta, Sara había perdido la mitad de su peso y toda su alegría. Su voz se volvió débil, sus ojos saltones y sus costillas prominentes. Fue entonces cuando adquirió la costumbre de llevar siempre las uñas pintadas con esmalte negro, lo que hacía un esperpéntico contraste con sus manos lívida y huesudas. Una de las últimas veces que la vi, descubrí la razón de su tétrica manicura: tenía las uñas llenas de manchas blancas y quería ocultarlo a toda costa. Igual que quería ocultar sus caderas huesudas y sus piernas esqueléticas cubriéndolas de ropa ancha y deformada…

Pero cuando lo supe todo, llegué tarde. Y encontré el cuerpo de Sara en el suelo del cuarto de baño de casa de sus padres, tras emprender un viaje del que jamás regresaría.

No pude por menos que admirarme ante el talento literario de mi hija. Sabía que escribía en sus ratos libres, pero difícilmente compartía sus relatos con nadie. Hoy, sin embargo, había dejado aquel folio olvidado encima de la mesa, y no pude resistir la curiosidad de leerlo. Y me había quedado enganchada desde el primer momento. Me pareció precioso y emotivo. Tanto, que se me saltaron las lágrimas. Y me preguntaba si mi hija conocía a aquella Sara o era fruto de su imaginación. Repasé mentalmente la lista de sus amigas y conocidas sin descubrir en quién pudiera haberse inspirado para aquella historia. Pero no se me ocurría nadie. Quizás fuera alguien que yo no conociera o tal vez el relato fuera únicamente fruto de la imaginación de mi hija.

Apenas me había secado las lágrimas, un golpe seco interrumpió mi ensimismamiento. Un golpe que venía del cuarto de baño, un golpe que parecía el de un cuerpo cayendo a plomo en el suelo. Un golpe que me puso la piel de gallina y un nudo en la boca del estómago. Un golpe que recordaré mientras viva.

Porque ese sonido afectó a algo más que a mis oídos. Algún resorte saltó en mi cerebro y me precipité corriendo hacia el cuarto de baño. Y fue entonces cuando la vi. Vi su cuerpo desplomado. Y por vez primera, la vi como nunca la había visto: sus ojos saltones, sus costillas prominentes y sus piernas esqueléticas apenas disimuladas bajo un jersey holgado, y sus uñas esmaltadas de negro destacando tétricamente en unas manos lívidas. Y fue precisamente en ese momento cuando recordé aquellos camisones de volantes y lacitos que le compraba de niña, segura de que le gustarían solo porque a mí me parecían preciosos. Esas delicadas prendas de ropa que yo siempre hubiera querido tener.

Pero ella no era yo. Ella no era otra que la Sara de su cuento.

Le había fallado. E imploré con todas mis fuerzas que para ella no fuera tarde ya.

Susana Gisbert Grifo

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«EL CÁLIDO SONIDO DEL HIELO», UN RELATO DE FELICIDAD BATISTA

Con el relato que cuelgo en este post, abro en mi blog una nueva sección: la Generación BiblioCafé, este grupo de escritores que se abre paso con fuerza en el panorama literario español.

Pertenezco a este grupo de narradores casi por azar, por esos nexos invisibles que los larachenses marcan a sus amigos y paisanos. Y es que llegué a ellos a través de Gabriela Grech, que con una se sus fotos antológicas había puesto la portada a uno de los libros editados el pasado año: Una maleta llena de relatos (2013), y ella me puso en contacto con Mauro Guillén, que dirige el grupo con mano experta.

una-maleta-llena-de-relatos

Mi idea es dar a conocer, a quienes seguís habitualmente mi blog, a mis compañeros de la Generación BiblioCafé, no por chauvinismo sino porque merecen la pena, y siempre intento traer autores, temas o cuestiones que impidan, a los que se asoman a este blog, que desistan de volver.

La primera autora del grupo que presento se llama Felicidad Batista. La conocí personalmente en Madrid, en la presentación que hicimos de la Generación BiblioCafé en la Librería Lé. Creo que conectamos enseguida, y en su sonrisa vislumbré la felicidad de su nombre.

Intervención de Felicidad Batista en la Librería Lé

Intervención de Felicidad Batista en la Librería Lé

El relato se titula El cálido sonido del hielo. Por muchas razones, que los más íntimos saben, el tema que trata en su historia me toca muy de cerca, y, además, el recuerdo de sus abuelos, motivo al que también yo recurro a menudo, hacen que su cuento me haya conmovido. Escribe con frases cortas, rápidas, pero describe tan bien como transmite los sentimientos más profundos con leves pinceladas. No necesita mucho para decirlo todo.

Felicidad dice en este cuento: <El silencio se resquebraja con la caída incesante de una gota sobre el lavabo>. Escueto, contundente, visual.

Creo que leer El cálido sonido del hielo es una inmejorable manera de abrir este libro que escribimos poco a poco pero sin descanso la Generación BiblioCafé.

Sergio Barce, mayo 2014

El cálido sonido del hielo

Cuando agosto alcanzaba el punto de fundición, salíamos al porche con la esperanza renovada de que el aire fresco acudiera en nuestro auxilio. El abuelo ocupaba su vieja silla de tea. Yo me sentaba a su lado, en un pequeño banco que había construido para mí. Me entretenía contemplando las minúsculas brasas de tabaco que ardían cada vez que inhalaba la pipa. Su cara se iluminaba a intervalos en la espesura de una noche sin luna. Y su mirada aparecía enredada en los misterios de la oscuridad o rastreando recuerdos diseminados en los bancales del pasado. Por el bigote reptaba la niebla que se escapaba de su nariz o serpenteaba desde la cazoleta de la pipa. El perfil de su rostro se recortaba como una orilla de mar con cabos y bahías. Una orquestina de grillos animaba la velada. A la que se unían los mosquitos que regresaban al atardecer de las charcas y se refugiaban bajo el alpende. Incansables, realizaban sus acrobacias aéreas y se lanzaban sobre nosotros como kamikazes. Las estrellas se engastaban en el cielo dispersas o en constelaciones. El olor a tierra mojada mezclado con el aroma a geranios y a buganvillas emanaba desde el jardín. Era el momento en el que la abuela escanciaba la limonada y el hielo tintineaban en la noche incandescente.

Siento frío. Desnuda sobra la camilla y tapada con esta sábana casi transparente, tiemblo bajo el aire metálico. Andrés no para de entrar y salir. Se atusa el cabello una y otra vez, iza las persianas, y me repite que todo irá bien en un tono que me inquieta. Solo es una amputación, una mama a cambio de una nueva vida. No puedo evitar la escarcha en mi piel. Tengo miedo. Sí, tengo miedo.
La abuela auscultaba cada noche las heridas que coleccionaba en mis saltos por los cercados de alambres, las aventuras por las ramas de los almendros que a veces se quebraban bajo mis pies, o la natación involuntaria sobre terrenos pedregosos. No siempre superaba su inspección y durante algún tiempo me impedía alejarme más allá del porche. Sucedió cuando exploré una galería de agua abandonada y una cortada abierta como una boca sin dientes cruzó mi rodilla izquierda. Pero merecía la pena pasar aquellos días de arresto. Los compensaba con lecturas y con las cicatrices que exhibía como trofeos a los compañeros de clase a la vuelta del verano.
Andrés acaba de salir. El tiempo está detenido. El silencio se resquebraja con la caída incesante de una gota sobre el lavabo. El sol aparece al otro lado de la ventana pero no se atreve a entrar a este iglú. Los enfermeros irrumpen, me rodean y me conducen por un pasillo. Cuento las lámparas fluorescentes que se alejan como vagones de luz. Andrés en carrera atrapa mi mano entre las suyas. Llego al quirófano. Médicos y asistentes ultiman los preparativos. Me hablan, intento sonreír y extiendo el brazo. Me cubren la boca y la nariz con una mascarilla. Esquivo el fogonazo deslumbrante de los focos que me vigilan y miro hacia un lado, hacia el porche. Allí están la abuela con el frasco de yodo que asoma por el bolsillo de su delantal y las briznas rojizas de tabaco que revolotean sobre la pipa del abuelo.

Felicidad Batista 

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ASÍ FUE MI DÍA DEL LIBRO 2014

El pasado 23 de Abril, Día del Libro, tuve una jornada especial. A primera hora, encuentro con los alumnos del Instituto de Enseñanza Secundaria ISAAC ALBÉNIZ, de Málaga.

EN ISAAC ALBENIZ 8

Con el salón repleto de alumnos, hablé de mis libros, especialmente de mi última novela El libro de las palabras robadas.

ULTIMO ENCUENTRO EN BIBLIOCAFÉ

Luego, leí mi relato Librería Sueños, publicado en el libro colectivo de la Generación Bibliocafé Último encuentro en Bibliocafé, que pensé el más apropiada para la ocasión.

Sergio Barce leyendo en el IES Isaac Albéniz - Foto de Julio Rabadán

Sergio Barce leyendo en el IES Isaac Albéniz – Foto de Julio Rabadán

Pasé un rato muy agradable con los chicos, y estuve muy bien arropado por los profesores del centro, especialmente por mis amigos Julio Rabadán y Pedro Delgado.

Julio Rabadán, Sergio Barce y Pedro Delgado

Julio Rabadán, Sergio Barce y Pedro Delgado

Por supuesto, echamos mucho en falta a Pablo Cantos, que impartió la docencia en este mismo centro, y quien me llevara allí por vez primera hace unos años… 

En el IES Isaac Albéniz

En el IES Isaac Albéniz

Después de unas horas en mi despacho, porque no se puede dejar de trabajar ni un segundo en estos tiempos que corren, puse rumbo al segundo centro educativo al que me habían invitado: el COLEGIO ALBORÁN, de Marbella.

En el Colegio Alborán

En el Colegio Alborán

Allí, sobre las 15.30 volví a enfrentarme, en el mejor sentido de la palabra, con otros alumnos, a los que, según me dijeron los profesores, sorprendentemente había conseguido mantener en silencio y atentos a mis relatos e historias durante una hora.

En una de las clases del Colegio Alborán

En una de las clases del Colegio Alborán

También fue un encuentro enriquecedor, y el grupo de profesores del centro tengo que reconocer que me obsequiaron con una acogida muy calurosa, y comprobé que trabajan en un ambiente de compañerismo envidiable.

Con los profesores del Colegio Alborán. De izquierda a derecha: José Luis, que es el director del centro, Marina, Susana, Mónica, Sergio Barce, Maru, Mª Carmen, Emilia y Encarna.

Con los profesores del Colegio Alborán. De izquierda a derecha: José Luis, que es el director del centro, Marina, Susana, Mónica, Sergio Barce, Maru, Mª Carmen, Emilia y Encarna.

Así que, como jornada literaria, fue redonda. Así que he de dar las gracias a todos. 

Sergio Barce, abril 2014

Con alumnos del Colegio Alborán

Con alumnos del Colegio Alborán

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MADRID, 28 DE FEBRERO – PRESENTACIÓN DE LA «GENERACIÓN BIBLIOCAFÉ»

Este viernes, 28 de Febrero, se presenta en Madrid la Generación Bibliocafé, y también la obra de los escritores que formamos la Generación Bibliocafé.

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Somos un pequeño grupo de narradores, un grupo que se mueve ágilmente pese a las trabas, y que juntos nos abrimos paso por esta selva usando la palabra escrita como única arma. Nuestros machetazos son metafóricos, pero hemos logrado atravesar el corazón de la jungla hasta llegar a la capital, escondida tras la espesura. Y venimos dispuestos a arrancarle el corazón, enamorarla y dejarla marcada con nuestra huella.

La Generación Bibliocafé somos nosotros:

Autores Biblocafé

Mauro Guillén nos guía con su ánimo inquebrantable, sugiriendo nuevos temas y lanzando nuestras historias a los cuatro vientos. Nos sentimos hambrientos, y queremos comernos el mundo.

Yo soy de los últimos que se han incorporado al grupo, pero comienzo a sentirme muy orgulloso de pertenecer a él. Generación Bibliocafé ya ha parido siete libros, yo he participado en los tres últimos, y tenemos la ilusión de poder seguir escribiendo y editando y compartiendo este espacio de creación. Y aunque hemos sufrido por José Luis y María Fernanda, lo mejor está por venir.

Y ahora, la toma de Madrid: os esperamos este viernes, 28 de febrero, a las 19:00 horas, en la Librería Lé, en el Paseo de la Castellana 154. 

ULTIMO ENCUENTRO EN BIBLIOCAFÉ

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