Archivo de la etiqueta: Horas muertas

COMPARTIENDO ESPACIO CON LOS AMIGOS

Sigo colgando en mi blog imágenes pertenecientes a lmi biblioteca en las que alguna de mis obras acompaña a los títulos de buenos y queridos amigos escritores.

Hoy: mi novela Sombras en sepia (Pre-Textos), junto a La sociedad Transatlántica, de Alfredo Taján;  Horas muertas, de José A. Garriga Vela, y al lado de Los espejos que se miran, de Felicidad Batista. 

Mi libro de relatos Una puerta pintada de azul, posando con Nadie salva a las rosasde Youssef El Maimouni; Quebdani, de Antonio Abad, y junto a Del silencio, de Sergi Bellver.

Y mi novela El laberinto de Max, junto a Aixa, el cielo de Pandora, de Mohamed Bouissef Rekab; Cádiz y la otra orilla, a sorbos de a-mar y versos, de Yolanda Aldón, y junto a Relatos de vinilo, cinta magnética y celuloide, de Juan Pablo Caja.

 

***
***
***
Etiquetado , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,

«HORAS MUERTAS», UNA NOVELA DE JOSÉ A. GARRIGA VELA

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es horas-muertas-portada.jpg

Galaxia Gutenberg ha publicado Horas muertas, la última novela de José Antonio Garriga Vela, uno de los autores que siempre menciono cuando me preguntan por alguna referencia de narrativa española actual. Fascinado siempre con sus historias y artículos, especialmente con Pacífico, que siempre recomiendo como novela modelo y de historia casi perfecta, me he sumergido ahora en esta nueva obra que, particularmente, me ha parecido una rara avis en su producción narrativa. Con evidentes puntos de conexión con otras de sus novelas, en especial con Muntaner, 38, a la que nos traslada cada vez que aparece el padre del narrador, también hay un salto al vacío y un arriesgadísimo ejercicio de estilo. La narrativa de Garriga Vela se reconoce desde los primeros párrafos (un arranque de novela fascinante y ejemplar), pero ha optado por un juego de espejos casi surrealistas a veces y eso requiere de una lectura atenta y concentrada, una complicidad con el lector que debe dejarse arrastrar por sus cambios temporales y espaciales.

Como decía, su primera página ya es un alarde de escritura cuidada y pulida:

«Me cruzo con Krauel por una  calle de Dublín siete años después de su muerte. Lleva una gabardina con el cuello levantado y anda cabizbajo sin fijarse en nada. Al oír su nombre levanta la mirada sin reconocerme, como si los fantasmas no tuviéramos memoria. Lo observo caminar despacio calle arriba con el cansancio del bañista que alcanza la orilla tras vencer la resaca y el vago deseo de dejarse arrastrar por la corriente. Quizá la pesada carga del olvido lo haya convertido en un hombre solitario que se obstina en buscar algo que hace tiempo perdió para siempre. El primer impulso es seguir sus pasos, pero me contengo. No quiero resucitar al amigo que desea permanecer muerto. Al afirmar que no me reconoce lo digo con la ingenua intención de justificar su conducta. No me siento ofendido por el hecho de que pase de largo, cuando existe complicidad entre dos personas no es necesario dar explicaciones ni siquiera en los momentos más delicados. Hay quien resuelve los problemas durmiendo, se acuesta y al día siguiente lo contempla todo de manera distinta. Krauel lleva más de siete años dormido y no está dispuesto a permitir que nadie le obligue a despertar de repente. La mañana que Sofía llamó por teléfono para comunicarme la noticia de su muerte intuí que el suicidio era un señuelo que él mismo había tramado para que lo dejáramos tranquilo…»  

La historia de unos guionistas de series televisivas que, en su día a día, mezclan sus historias inventadas con las de sus propias vidas y con las vidas de quienes han transitado en sus pasados. Y escribe:

«Me atrevería a decir que casi todo el mundo lleva una doble vida para no morir del todo»

Esta escueta frase en la página 71 es todo un resumen de esta novela a contracorriente, compleja sin duda, armada con varias <matrioskas> conectadas como vasos comunicantes y que se van abriendo una a una en cada uno de los pubs irlandeses en los que ubica cada uno de los capítulos, un acierto en su red de mentiras y verdades. Porque en eso consiste esta novela, en mezclar verdades y mentiras, personajes reales y ficticios, en historias que ocurrieron en el pasado y que se desarrollan en el presente junto a otras que solo existen en la imaginación de los protagonistas mientras afrontan sus vidas y las de sus creaciones televisivas. Guiños constantes al cine clásico y a James Joyce y a su Ulises y a Dublín. Hay mucha cerveza en sus páginas, y mucha literatura. Narrada al son de una música que bien pudiera haber compuesto Tom Waits, parece escrita en la barra del The Brazen Head con una pinta delante que nunca se acabara. Garriga Vela construye un mundo único, irreal, caótico a veces, hipnótico siempre. Ya sabemos que usa un viejo metrónomo para encadenar sus palabras, para atarnos a sus frases amansadas y pensadas al milímetro. Pero en esta ocasión, además, jugándosela contra todo pronóstico, aunque con un as guardado en la manga.

Sergio Barce, diciembre 2021

  

JOSE ANTONIO GARRIGA VELA & SERGIO BARCE
Etiquetado , , , , , ,