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RESEÑA DE VÍCTOR PÉREZ SOBRE «PASEANDO POR EL ZOCO CHICO. LARACHENSEMENTE», DE SERGIO BARCE

Víctor Pérez Benítez, escritor y poeta, perteneciente al grupo cultural Capitel, autor del poemario Diverso, ha incluido en su blog http://siroco-encuentrosyamistad.blogspot.com.es/ una emotiva reseña sobre mi libro de relatos Paseando por el Zoco Chico. Larachensemente (Jam Ediciones / GB, Valencia, 2014).
Es una reseña tan cercana como reconfortante, especialmente al contar ese precioso detalle que tuvo al leerle a su madre uno de mis relatos. Eso es un privilegio para mí, y hace que me sienta especialmente orgulloso.
                                                      Sergio Barce, noviembre 2014

VICTOR PEREZ BENITEZ

VICTOR PEREZ BENITEZ

PASEANDO POR EL ZOCO CHICO Larachensemente

Las crónicas de Sergio Barce sobre Larache están embadurnadas de los aromas del recuerdo, unas imágenes que primorosamente hilvana con un dominio estimable de la palabra que transforma sus memorias en un rico regalo de una textura plena de cercanía para el lector.
Leyendo a Sergio Barce caigo ensimismado en mis propios recuerdos, momentos que se acercan cada vez con mayor nitidez cuando los años ya van cayendo con la pesadez del tiempo.
He leído a Sergio y las historias de Larache, del Zoco Chico, de la Plaza de España, de las miradas desde el balcón a un Atlántico infinito, de los olores y los roces de las algas en la desembocadura del rio Lucus, en la soledad.

PASEANDO POR EL ZOCO CHICO - cubierta

Le he leído a mi madre con ya casi 90 años la historia de “los gusanos de seda” que hemos compartido con los recuerdos, también ella me regaló gusanos de seda, acudíamos a coger morera a la casa cercana a la mía, donde el morero increíblemente desarrollado nos esperaba para ofrecernos sus hojas.
He leído y me he erotizado con el relato de “La cautiva”, me he emocionado con el temblor del viejo Rachid en su primer encuentro con el mar, he vuelto a ser niño con la oreja puesta en la caracola oyendo el océano, he regresado a mis años de mozo cuando con mi hermano y mis amigos de Motril pedaleábamos con las bicicletas sin frenos y he vuelto a oler el taller de bicicletas de El Chaquetas, he vuelto a mi habitación donde un poster de Ocaña y de Merck nos acompañaba a todas horas a mi hermano y a mi.
En fin, he viajado a la patria de los juegos entre caña de azúcar y barro, a los momentos donde reside la patria.
Todo sin prisa, laranchensemente, como se ha de vivir la vida.
                                                  por Víctor Pérez

DIVERSO

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«EL REINO DEL PAN BLANCO COMO LA NIEVE», UN RELATO DE HERMINIA LUQUE

Otra vez la Generación BiblioCafé. Me gusta descubrir poco a poco a los compañeros que forman parte de este grupo con el que Mauro Guillén está haciendo juegos de magia, y algo de malabarismo.
Hoy voy a hablar de Herminia Luque, que es, de todos los integrantes de la GB, la que más cerca vive de mí. Ella en Rincón de la Victoria, yo en Torremolinos, y en medio tenemos Málaga, que es como el ombligo de la carretera de la costa.

SesionContinuaPortada
Coincidimos ya en dos de los volúmenes publicados por Jam Ediciones: Sesión continua y Por amor al arte. En el primero se incluye su cuento La vida es bella. Me resultó simpático, porque es un ejercicio de divertimento puro y simple: escribir un relato en el que en casi todas las frases hay un título de película. Parece fácil, pero no lo es si, a la vez, se quiere contar una historia que tenga sustancia. Herminia lo consigue, y además hace sonreír con este trabajo de puzzle cinematográfico.
En Por amor al arte compartimos otro tipo de relatos. Quiero pensar que mejores narraciones, porque, a cada reto, tratamos de superarnos. El mío se titula La Venus de Tetuán, el suyo Retrato de dos hermanas. No pueden ser más distintos, pero nos une en ellos un fino hilo: Marruecos, aunque sea cogido por los pelos… Tu cuento me recuerda la Juanita Narboni de Ángel Vázquez, le escribo a Herminia, y ella me responde que se alegra de que me haya dado cuenta de que le apasiona la Narboni. No dejas respirar, le explico, es un relato fantástico. Ella me responde que también le ha gustado mi cuento, que recreo muy bien ese ambiente que tan bien conozco. Se refiere a Marruecos, claro.

POR AMOR AL ARTE - portada
Pero es verdad que su relato está magníficamente estructurado, con esa manera de describir sin pausa, como si el tiempo corriera en contra. Me parece el texto de una narradora excelsa.
Fragmento de Retrato de dos hermanas:

(…) …inicua pecadora, pecatriz, mezcla de pecadora y consumada actriz, tantos años guardándoselo, pero al fin se sabe todo, hoy tenía que ser veintitantos años después, no, no me la da con queso, cómo no voy a reconocerlo yo, acaso no he vivido toda la vida con ella, no la he cuidado, de chica, de grande, estando enferma, hasta cuando no se daba cuenta, en el baño, por ejemplo, cuando se bañaba en la tina colorada de niña y luego ya de jovencita cuando se daba esos baños tan largos, qué impudor, lo que estaría pensando mientras se pasaba por los pechos la esponja y se le quedaba allí la espuma como unas flores de almendro, el centro de las corolas color de rosa, las horas muertas se hubiera pasado en el agua si yo no hubiera aporreado la puerta harta ya de mirar por la cerradura, ella sin alterarse lo más mínimo, erguida frente al espejo y secándose con las toallas de hilo, las buenas siempre, las ásperas no, pero quién me lo iba a decir que ese cuerpo de pagana me lo iba a encontrar hoy en ese cuadro… (…)

Los dos andamos ahora tratando de organizar la presentación de Por amor al arte en Málaga, para finales de este mes. Esto es un anuncio subliminal, no sé si dan cuenta, pero ya avisaremos de lugar, día y hora…
Herminia Luque me ha enviado su cuento El Reino del Pan Blanco como la Nieve para poder hablar de su obra narrativa, de presentarla en mi blog. Es un relato con el que ganó en 2010 un premio en el certamen “Pilar Paz Pasamar” del Ayuntamiento de Jerez de la Frontera.

HERMINIA LUQUE durante a presentación de la Generación BiblioCafé en Madrid

HERMINIA LUQUE durante a presentación de la Generación BiblioCafé en Madrid

A Herminia le gustan los relatos de mujeres de otros tiempos. Lo noto en estos dos cuentos: el de Retrato de dos hermanas y en este de El Reino del Pan Blanco como la Nieve. Tiene ese poso amargo que los entrelaza, pero son diametralmente opuestos en su manera de estar contados. Uno es febril y sincopado, esto otro es triste y emotivo. La historia es de una simpleza descarnada, pero Herminia Luque la enfunda con la ternura del dolor y con una pátina de melancolía abrumadora. La memoria, los recuerdos que regresan por un detalle aparentemente nimio… Un relato bello y conmovedor.
Leer a Herminia Luque es entrar en un universo personal y tornasolado, de tiempos en los que la venganza más execrable y vil convertía a mujeres admirables en tristes sombras de sí mismas, y es el fulgor de su narrativa el que se introduce por las rendijas del pasado para rescatar fugazmente los recuerdos que se van perdiendo irremediablemente.
                                   

Sergio Barce, noviembre 2014

El Reino del Pan Blanco como la Nieve

No, no quería el pan. Había comido algo de eso que parecía pescado, aunque tenía forma de barritas, todas iguales. Y un poco de sopa. Lo que no se había atrevido a probar era esa masa, transparente y roja, que se mecía en el plato como un corazón vivo.

La mujer de las piernas delgadas insistía –era terca como una mula:

-Tome un poco de pan. El médico le dijo…
Eso la enfureció. El médico. Qué médico. Don Braulio nunca le había dicho eso. Arrojó el pan al suelo. La mujer torció el gesto:
-No puede seguir así, sin comer prácticamente nada.
La interpeló de nuevo:
-¿Quiere que le haga una tortilla?
Por toda respuesta apartó la bandeja, despejando una parte la superficie de la mesa camilla. Luego se retrepó en el sillón orejero.
-Está bien, duerma un poco –refunfuñó la mujer.- Por lo menos así no consume calorías –dijo como para sí.
Ella sólo quería descansar. Un cansancio inmenso le barrenaba el cuerpo, se le incrustaba hasta la médula de los huesos. Con el calor del brasero eléctrico pronto se apoderó de ella una agradable modorra. Cerró los ojos. Ya no estaba en casa de esa señorita que la conminaba a todas horas para que se tragase toda aquella comida. Y sin embargo ella estaba sumamente delgada: llevaba unos pantalones negros tan ceñidos que le hacían unas patitas como de mosca. Ahora camina con presteza por la cuesta que lleva a casa de su abuela, detrás de los naranjos. Le gusta ir a casa de su abuela Encarnación porque le da de merendar. Y siempre le cuenta un cuento. El de los siete cabritillos, tan tontos y que no escarmentaban nunca. El de Estrellita y su moco de pavo, que le crece en la frente. El del Enano Saltarín, con su canción incluida. Aunque el que más le gusta es el del Reino del Pan Blanco como la Nieve.
Mira el pelo blanco de su abuela, recogido en un moño blando sobre la cabeza, tan lindo. Su abuela no viste de negro riguroso, como el resto de las abuelas que conoce, sino con ropas de tonos grises, con rayas o florecitas blancas. Eso a pesar de ser viuda. Pero ese es el luto de alivio. Claro que el abuelo Raimundo se había muerto hacía muchísimos años, antes de que ella naciera, y sin embargo se le guardaba luto como si sólo hiciera tres años que se hubiera muerto.
Su abuela se sentó en la butaca de tela verde con una franja vertical y le hizo señas para que se acercara. Ella obedeció.
-Ahora te contaré el cuento del Reino del Pan Blanco como la Nieve.
Y volvía a contarle su cuento favorito, el del reino en el que el pan era blanco por completo, como si no tuviera corteza. Blanco como la cal. Blanco como el algodón en rama. Blanco como la nieve recién caída en enero.
Pero lo que más le gustaba era el colofón del cuento. Después de contarle las peripecias de los dos niños perdidos en el bosque, muertos de hambre, que encontraban el Reino del Pan Blanco y volvían a su casa cargados de panes blancos y de monedas de plata relucientes, su abuela le daba una enorme rebanada de pan blanco. No siempre podía darle pan, y por eso se tenía que conformar con los anises o cuatro peladillas como mucho. Pero cuando le contaba el cuento, ella sabía ya que después venía el trozo de pan inmaculado. Aunque a veces, incluso, para colmo de su felicidad, lo rociaba con un chorreón de aceite y un poquito de azúcar.
Ella se lo comía con una fruición solemne, porque en su casa no había este tipo de pan. Todos los días comían migas. Migas con tocino, si lo había. Migas con bacalao, en Cuaresma. Y por la noche, pan bazo. Un pan oscuro como la misma noche, que acompañaba a una sopa clara con un poco de col o de nabo flotando. El pan de la cartilla de ración. El único pan que llegaba a su casa. Su madre había intentado que el molinero le vendiera harina para hacer pan blanco en el horno que había en la casa. Que ella se la pagaría con lo que fuese. Con los cubiertos de plata. Con la vajilla inglesa. Que le pidiera lo que quisiera. Pero por amor de Dios, que le diera un poco de harina de la que tenía en esos sacos gordezuelos, escondidos debajo de la trampilla del molino. Y el molinero le decía que qué más quisiera él, pero que no podía. De verdad. Que se le murieran sus hijos si mentía. Como lo pillaran vendiéndole a la mujer de un rojo, lo trincaban a él y lo metían en chirona, con la de familia que tenía que alimentar, fíjese usted qué desgracia. Y tan bien describía su hipotética desgracia que hasta se le saltaban las lágrimas, imaginándose el molino parado, el caz mudo, las sacas vacías. Los niñicos con las tripas rugiendo de hambre. Y su madre volvía cabizbaja y le decía, anda niña, ve a casa de la abuela, que te cuente el cuento del pan blanco como la nieve. Y si te sobra algo, le traes algo a tu hermanillo. Y ella iba muy vivaz, muy contenta por el camino empedrado, el que pasaba por delante de la casa de don Braulio, y luego entre fincas de naranjos; el camino más largo pero el más bonito para llegar a casa de la abuela Encarnación.
Un ruido brusco la sobresaltó. Era un portazo. Se oyó una voz masculina saludando. La mujer de las piernas delgadas como patas de mosca le contestaba. Siguió con los ojos cerrados. No le apetecía ni abrir los párpados. El cansancio de siempre. El que le llegaba hasta la médula de los huesos.
Un hombre joven entró en la habitación. La mujer le chistaba para que se callase.
-Déjala, está dormida. No veas qué día ha tenido hoy,
-Pues yo no la veo hoy tan mal – se inclinó sobre ella.
-Es un suplicio, Andrés. No puedo más, me faltan las fuerzas.
-Tranquila –decía el hombre tratando de consolar a la mujer, que se retorcía las manos.- No te preocupes. El mes que viene irá a la residencia.
-Tu madre estará allí mejor cuidada. Tienen especialistas en demencias seniles y…
-Ya lo sé –el hombre la interrumpió con cierta brusquedad. Ahora era él el que lloraba. Pero no como el molinero: lloraba de verdad. Con los párpados entrecerrados vio, no obstante, cómo trataba de disimularlo limpiándose rápidamente con el dorso de la mano la lágrima que surcaba su mejilla, a la vez que se agachaba para coger un trozo de pan del suelo.
Un trozo de pan negro. Un trozo de pan bazo. Pan integral lo llamaba la mujer de las piernas como patas de mosca.

Herminia Luque

Herminia Luque Ortiz nació en Granada en 1964. Se licenció en Geografía e Historia en la Universidad de Granada, realizando también dos años de postgrado en Historia del Arte. En la actualidad, da clases en un centro de educación secundaria de Vélez-Málaga y reside en el Rincón de la Victoria (Málaga).

HERMINIA LUQUE

HERMINIA LUQUE

En 1990 recibió el segundo premio del certamen de narrativa breve para jóvenes del Ayuntamiento de Cádiz, y en 1992, un galardón del Certamen de Jóvenes Creadores del Ayuntamiento de Málaga por un conjunto de relatos.
Ha publicado poesía en antologías como Inéditos (Huerga y Fierro, 2002), y relatos en Narradores almerienses (La General, 1991), Relato español actual (Fondo de Cultura Económica, 2002), Espacios (Systime, Arhus, Dinamarca, 2003), Cuentos engranados (Granada, Transbooks, 2013), o Sesión continua (Valencia, Jam Ediciones, 2013).
Su pasión por el siglo XVIII le ha llevado a escribir sobre diversos temas del siglo ilustrado e investigar sobre autores como Juan Pablo Forner (Los vicios de Jazmín. El concepto de Naturaleza en Juan Pablo Forner, en Juan Pablo Forner y la Ilustración, Mérida, 2006).
En el 2010 recibió un premio en el certamen “Pilar Paz Pasamar” del Ayuntamiento de Jerez de la Frontera por el relato El Reino del Pan Blanco como la Nieve, así como otro galardón en el concurso de relato policíaco organizado por la Comisaría Provincial de Málaga.
Publicó también en 2010 su primera novela Bitácora de Poseidón (Sevilla, Paréntesis). En 2011 apareció su novela histórica El códice purpúreo asimismo en Paréntesis Editorial.
El libro Al sur de la nada, compuesto por tres novelas cortas, fue publicado en 2013 por e.d.a libros.
Su blog literario es http://www.lunaresnegros.blogspot.com. Y su página web http://www.herminialuque.com.

Al sur de la nada

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ASÍ FUE LA PRESENTACIÓN DE «PASEANDO POR EL ZOCO CHICO. LARACHENSEMENTE» EN LA LIBRERÍA PROTEO-PROMETEO DE MÁLAGA

Charla previa entre escritores: Sergio Barce, Mario Castillo (de espaldas) y José Garriga Vela

Charla previa entre escritores: Sergio Barce, Mario Castillo (de espaldas) y José Garriga Vela

El pasado viernes, se presentó en la Librería Proteo-Prometeo de Málaga mi libro de relatos Paseando por el Zoco Chico. Larachensemente (Jam Ediciones /GB, Valencia) de la mano de José A. Garriga Vela, un privilegio del que tengo que alardear por partida doble: porque es uno de mis escritores de cabecera, y porque es un amigo con el que, como él mismo dice, me une una complicidad especial.
José A. Garriga leyó un texto, larachensemente, al ritmo de sus palabras. Siendo sincero, me fascinó lo que había escrito para la ocasión: un relato, que es su relato para hablar de mis relatos. Me pareció maravilloso.

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Y vi la reacción en el rostro de los asistentes, cautivados desde el primer momento por su manera de leerlo.

Para quienes no tuvieron la suerte de escuchar a Jose, ha tenido el detalle de enviarme su intervención, y la acompaño a esta breve crónica para que podáis disfrutarla y descubrir lo que él supo ver en mis cuentos.
Luego, hubo un simpático coloquio, y salimos agradecidos por la masiva asistencia y por el trato tan cercano y atento del personal de Proteo-Prometeo.

Sergio Barce 

Las fotos que se acompañan a esta breve nota, son obra, claro, de mi amigo y fotógrafo excepcional José Luis Gutiérrez. Del que os facilito su página:

http://www.jlgfotografo.com/

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PASEANDO POR EL ZOCO CHICO LARACHENSEMENTE

El verano de 1980 conocí Larache, desde entonces he vuelto varias veces. Sin embargo me han quedado grabados dos viajes: el primero hace alrededor de diez años, el segundo hace tan sólo unos días, y en ambas ocasiones la compañía de Sergio me ha guiado por la ciudad visible y la invisible. Esta tarde voy a leer algunas de las anotaciones que he ido escribiendo en el cuaderno de mi último viaje a Larache, que comenzó el 22 de septiembre y está finalizando ahora. Aquí están anotadas esas imágenes, experiencias y sensaciones que se producen en los viajes y que sólo mencionarlas nos hacen revivir el pasado. En realidad los viajes no acaban hasta que se olvidan y esto es muy difícil que ocurra.
El cuaderno de viaje empieza así: “Esta mañana he vuelto a sentir el mar como si lo estuviera viendo por primera vez. Sergio me acercó una caracola al oído y dijo: “¿Lo oyes?, ¿cómo se puede encarcelar la belleza en una jaula tan diminuta? No hay nada más grande que el océano. Es tan inmenso que hay mares en su interior”. Íbamos los dos paseando por la playa bajo la luz de Larache. Sus palabras, igual que el paisaje que se extendía ante nosotros, poseían un efecto hipnótico. Yo escuchaba en silencio. Luego, escrutando la línea del horizonte, añadió: “¿De qué tonalidad son los amigos?, ¿qué tipo de cámara sería capaz de captar ese arco iris invisible que ahoga los grises tristes y amargos?”. Al oírlo, recordé a los amigos presentes y los que ya no están. Pensé que a mí también me encantaría poseer esa cámara capaz de borrar la desgracia.

JOSÉ ANTONIO GARRIGA VELA durante su intervención

JOSÉ ANTONIO GARRIGA VELA durante su intervención

Después de estos días puedo confesar que conozco más profundamente Larache y mucho mejor a Sergio, un amigo al que apenas veo y con el que guardo esa extraña complicidad que alcanzamos con determinadas ciudades y algunas personas. Nos une el cine, la literatura, los paseos por el zoco chico y por los rincones secretos que se ocultan en los pliegues del cerebro. Sergio Barce pertenece a ese tipo de escritores capaces de encerrar un mundo en una frase, igual que encierra el mar en la jaula mágica de una caracola. Me he sentido un privilegiado al pasear con él por Larache, andar y desandar hasta encontrarnos con los recuerdos, la fantasía, los seres queridos presentes y los queridos ausentes; toda la fuerza del sedimento que van dejando los sueños. Sergio ha tocado mi fibra sensible: el pasado que vuelve. Los fantasmas que regresan para instalarse felices en el castillo imborrable de la memoria. La memoria, la única capaz de expulsar la muerte.
Hablo de la complicidad que me une a Sergio, detalles ínfimos que me estremece recordar, como el silbido de su padre al llegar por la tarde a casa que es el mismo silbido de mi padre al volver del trabajo por las tardes. Y los gusanos de seda que su madre le llevaba en una caja de cartón con hojas de morera son los mismos que traía mi madre. Recuerdos de seda que vencen el olvido. Sergio iba al cine Ideal de Larache y yo al cine Emporio de Barcelona. Larache, Barcelona, Málaga, qué más da, cuando se apaga la luz en la salas de cine los dos estamos en el mismo lugar de la película. Los lugares de la memoria y la fantasía que mencionaba antes. “¡Cuántas películas habrás visto!”, le preguntó alguien una vez al hombre del carrillo con chucherías y frutos secos que se instalaba todas las tardes delante del cine Ideal. Y el hombre del carrillo dice Sergio que se quedó pensando un buen rato, hasta que respondió en silencio: “El cine que conozco lo he visto a través de los ojos de los niños”. Quizá así contemplamos nosotros las películas del pasado, a través de los ojos del niño que fuimos y que nunca nos abandona.

PASEANDO POR EL ZOCO CHICO - cubierta
Estos días he paseado con Sergio por la niñez y adolescencia. Sus amigos de entonces son ahora también mis amigos y durante el mes sagrado del Ramadán nos convertimos en los dueños de las calles de Larache. Esos amigos que Sergio tuvo que abandonar en 1973 para viajar a Málaga, igual que yo había hecho cuatro años antes con mis amigos de Barcelona. Dos viajeros a contracorriente. Málaga se convirtió en el destino de ambos y en Málaga a Sergio lo apodaron el Moro y a mí el Polaco; dos extranjeros en casa. Desde la perspectiva que aporta la distancia y el paso del tiempo, Sergio observa la silueta del otro continente, tan cercano y lejano a la vez. Piensa en los muertos que viven bajo el agua, los emigrantes que cruzan el Estrecho con la esperanza y la ilusión de encontrar una vida mejor. Lo que Sergio llama: “Ese anzuelo indigno que ha creado Dios”. No hacen falta más palabras.
Esta tarde, antes de reunirme aquí con vosotros, me he sentado a beber un té mientras disfrutaba releyendo un cuento maravilloso, todo con calma, sin prisas, larachensemente, como los paseos que estoy dando con Sergio Barce por el territorio de su imaginación. Larachensemente puede ser el inicio de una novela. Y hay detalles en los cuentos y en los paseos que he caminado y leído y releído estos días que muestran detalles que hacen de Marruecos, como dice Sergio, “un lugar digno, decente e irrepetible”, detalles como los de Yebari, el vendedor de libros, un auténtico Larachense, incapaz de quedarse con el dinero de los libros que vende de Sergio. “El autor es el dueño de la obra”, dice Yebari, y al instante añade: “¿Quién lo ha escrito, hombre? Para mí es un placer poder venderlo”. Hay aquí encerrados tantos paseos maravillosos, como el titulado Ellos vuelven a Larache, un cuento incontable que sólo Sergio consigue expresar en palabras. Y las distintas lenguas, razas, religiones, que conviven en Larache. Y la tumba de Jean Genet mirando al corazón del océano, los mares dentro del mar misterioso. Y el taller de bicicletas de Yasim con el póster de Eddy Merckx subiendo por la pared del local mientras Yasim y todos nosotros marchamos en el pelotón perseguidor. Y el edificio de la Unión Bancaria Hispano Marroquí. Y los hogares de la familia. Los amigos, tantos amigos, tantos personajes de novela, tantas y tantas historias.
Y ahora para terminar, como diría el señor Beniflah, todos los que quieran pasar, que entren. Todos los que deseen disfrutar larachensemente este magnífico y conmovedor paseo por el zoco chico, que pasen. Al otro lado les espera Sergio Barce, asomado al balcón del Atlántico desde donde se divisa la curvatura del mundo.

José Antonio Garriga Vela

MÁS IMÁGENES DE LA PRESENTACIÓN:

Firmando a Marichu

Firmando a Marichu

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Firmando a Ana María Cuevas. Detrás Marina López, José Luis Pérez Fuillerat...

Firmando a Ana María Cuevas. Detrás Marina López, José Luis Pérez Fuillerat…

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José A. Garriga y el maestro Linares

José A. Garriga y el maestro Linares

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Sergio Barce y José Garriga

Sergio Barce y José Garriga

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Firmando a Julia Sousa y Antonio Herráiz, y detrás Santiago Souviron, Jesús Ortega, Claudia Santos...

Firmando a Julia Sousa y Antonio Herráiz, y detrás Santiago Souviron, Jesús Ortega, Claudia Santos…

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WEBISLAM: ESTE VIERNES, PRESENTACIÓN DE «PASEANDO POR EL ZOCO CHICO. LARACHENSEMENTE»

En Webislam, el periodista Abdelkhalak Najmi, anuncia la presentación de mi libro en Málaga, este vienes, 17 de Octubre.

http://www.webislam.com/articulos/96127-presentacion_del_ultimo_libro_del_escritor_larachense_sergio_barce_en_malaga.html

El escritor José Antonio Garriga Vela presentará este viernes 17 de octubre la última obra del escritor larachense Sergio Barce Gallardo ´Paseando por el Zoco Chico larachensemente´. El acto tendrá lugar el próximo viernes 17 de octubre en Librería Proteo-Prometeo (c/ Puerta de Buenaventura, 6), Málaga.

Este libro de relatos ha sido editado por la editorial Jam Ediciones/Generación BiblioCafé y la portada del libro es una fotocomposición de la fotógrafa larachense Gabriela Grech. La maquetación es obra de Mauro Guillén Grech.

Según el propio autor, Sergio Barce Gallardo: “En este libro se recopilan los relatos que he ido escribiendo a lo largo de más de quince años y que tienen a la ciudad de Larache como nexo común. Algunos pertenecen a mi libro Últimas noticias de Larache, que se publicó en 2004, y, del resto de los cuentos, unos han visto la luz en revistas o libros colectivos, otros en mi blog personal a través de internet, y un puñado de ellos, inéditos, salen ahora por vez primera”.

La escritora y crítica literaria Fuensanta Niñirola afirma sobre esta obra de 160 páginas: “Barce ha seguido manteniendo un contacto periódico con su ciudad natal y con lo que queda de sus amigos, y nos muestra, en muchos de los textos, la evolución que ha sufrido la ciudad y la decadencia de muchos de los sitios cuyo recuerdo perdura en su corazón”.

PASEANDO POR EL ZOCO CHICO - cubierta

Por su parte, Celia Corrons subraya: “Ejercer la seducción con colores no es un arte fácil, la singular proeza la consiguió Marruecos sobre Matisse cuando el genial pintor se desplazó para inmortalizar al país exótico. Intensos azules se fueron apropiando de su antigua paleta y pronto se declaró un converso al nuevo color.

En Sergio Barce, el pigmento entró de forma más pausada. Los doce años que vivió hechizado por el aroma de Larache, fueron coloreando a la vez que fraguaban en su memoria Paseando por el Zoco Chico”.

Sergio Barce Gallardo (Larache, 1961). Licenciado en Derecho por la Universidad de Málaga, desarrolla su actividad profesional compaginándola con su labor literaria. Es Miembro de Honor de la Asociación de Escritores Marroquíes en Lengua Española y de la Asociación Colegial de Escritores de Andalucía.

Ganador del Primer Premio de Novela Tres Culturas de Murcia con “Sombras en sepia” (Pre-Textos, 2006) y finalista del Premio de la Crítica de Andalucía 2012 con “Una sirena se ahogó en larache” (Círculo Rojo, 2011).

Desde la Universidad, se vinculó a grupos de narrativa que, finalmente, pasaron a agruparse en el Taller dirigido por el dramaturgo Miguel Romero Esteo.

Es en la propia Universidad donde comienzan sus primeras publicaciones, y obtiene el Primer Premio de Narrativa de la Universidad de Málaga, con el cuento “El profesor, la vecina y el globo de plástico”, quedando igualmente finalista del mismo certamen con el relato “La soga”. Ha publicado, también, una colección de sus cuentos bajo el título de “Escena primera, toma primera” en la colección de narrativa “Los papeles del Calafate”, de la propia Universidad de Málaga (Facultad de Filosofía y Letras).

En el año 2000 publicó su primera novela: “En el Jardín de las Espérides” (Editorial Aljaima). En 2004 vio la luz su segundo libro, en esta ocasión una colección de relatos: “Últimas noticias de Larache y otros cuentos” (Editorial Aljaima). Y en 2013 se edita “El libro de las palabras robadas” (Editorial Círculo Rojo).

Esta semana ve la luz su relato “La Venus de Tetuán” en el libro colectivo “Por amor al arte”, un libro que recopila 28 relatos de 28 escritores, y que publica Jam Ediciones, de Valencia.

Actualmente trabaja en las próximas ediciones de dos nuevas novelas ya acabadas: “La emperatriz de Tánger” y “Viejas brumas de Tánger”.

https://najmiabdelkhalak.wordpress.com

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«PASEANDO POR EL ZOCO CHICO. LARACHENSEMENTE» DE SERGIO BARCE, VISTO POR JOANA MÁRQUEZ

Siempre digo que Joana es el eco de mi blog, de este blog. Atenta, sagaz, cariñosa, no deja de pasar un solo post que cuelgo aquí para hacer una pequeña aportación que, siempre, siempre, lo enriquece un poco. Por eso es mi eco. Y ahora, después de leer mi nuevo libro de relatos, también quiere hacer de eco. Pero como no le es suficiente ya un solo comentario, se ha lanzado como una kamikaze (encantadora y siempre llena de afecto) a analizarlo desde el comienzo hasta el final o, como ella explica, desde el final hasta donde le ha dado la real gana. Y ha resultado un ejercicio que me ha cautivado y, en algunos instantes, emocionado profundamente. Y por eso le doy las gracias.

Os dejo con Joana, larachense hasta el tuétano, zambulléndose en las imágenes de la otra banda, quizá cruzando la plaza de España o paseando por el Zoco Chico…

 Sergio Barce, octubre 2014

JOANA MÁRQUEZ

JOANA MÁRQUEZ

PASEANDO POR EL ZODO CHICO. LARACHENSEMENTE

de Sergio Barce

por Joana Márquez

Se me antoja jugar a la Rayuela en recuerdo al centenario de su autor que en este 2014 se conmemora. Leí la obra de Julio Cortázar empezando por el capítulo 73 y así, fui saltando, siguiendo el orden que se indicaba al pie de cada capítulo. Creo que, de esa forma, leí muchos libros en uno solo.
Recuerdo mi juego de niña “la marelle/le carrré/la carelle” como le llamábamos en Casablanca, donde, en el patio de la escuela y a la patita coja, saltaba los cuadrados que con tiza habíamos dibujado en el suelo para ir del infierno al cielo, intentando no perder el equilibrio antes de llegar al lugar seguro donde podía apoyar el pie que estaba en el aire. Llegar al destino era todo un desafío y, luego, volver a desandar el camino, un nuevo reto a conquistar. Con la práctica, cada vez era más divertido el juego porque la falta de equilibrio desaparecía y te hacía ser muy rápida en el recorrido.
Arañando un poco de tiempo al tiempo, he querido dedicarte el pequeño diario de mis emociones tras el recorrido por estos inigualables pasajes llenos de colorido, sabores y olores tan añorados. Ya mis páginas te pertenecen.
Comienzo por el último cuento “Los herederos de Al-Ándalus”, como no podía ser de otra manera. Acostumbro a comenzar a leer los periódicos por la contra, de derecha a izquierda, y este libro de cuentos también quiero empezarlo por la última historia. Me dejo llevar, me entrego a tu escritura, para concluir sintiendo lo que tú también sientes y un escalofrío recorre mi cuerpo porque… yo también vengo de allí.
Quiero seguir saltando y jugando a la rayuela pero quiero hacerlo ordenadamente, yendo a los primeros años, de forma correlativa, siguiendo los pasos de tus historias tal y como sucedieron por orden de fechas. O sea, que he deshecho el bienintencionado trazado de Mauro Guillén para seguir jugando a mi manera.
“Mimo” . Con quien me llegan su temblor, sus lágrimas, su amargura por un amor lejano y por un hijo desaparecido.
“El Flaco”. Los ojos de Zohra pudieron con todo, con ese flamante coche, con una bonita casa, con esos sueños de alcanzar la otra costa… Una vez más venció la fuerza del amor.
“Dukali”. Me ha hecho pensar en el poder de la ilusión y de la fantasía de un niño.
“El Ideal”. Donde me asalta el olor a garrapiñadas pero también a garbanzos molidos –me compraba un cartucho bajo los arcos y me encantaban- . Preciosa escena, la mano de Abdelazziz, la tuya, ambas unidas, cómplices, hermanadas, bajo la incrédula y absurda mirada de los que no entienden nada de la amistad, nada de la vida.
“El Nadador”. Esta tarde con las piernas zambullidas en el agua, sentada al borde de la piscina, vuelvo a ver ese mar de Larache y me emociona la vuelta a casa de Hakim.
“El corazón del océano”. Me roba el corazón la escena representando a Rachid, sin palabras, dejándose acariciar por ese mar tan soñado.
“Mina, la negra”. En ese paseo de la mano de Mina, me han vuelto todos los olores y colores de la infancia. Esos que jamás, en ningún lugar, volveré a encontrar.
“Abdelazziz”. Esa esencia del ser marroquí, el hannan, y las lágrimas de Abdelazziz me recordaron la despedida de nuestros amigos y vecinos antes de dejar unas gentes y unos recuerdos maravillosos que no habrían de volver.

PASEANDO POR EL ZOCO CHICO - cubierta
“El primer regreso”. Tampoco llego a entender mi presente sin que el recuerdo de la infancia, nuestro punto de referencia, me asalte mostrándome el tiempo de convivencia y felicidad compartidos.
“Moro”. Me pregunto por qué divino designio sabes describir tan maravillosamente bien las despedidas, los silencios que hablan, las ausencias. He retrocedido en el tiempo y he revivido nuestra despedida en Marruecos, cuando vinieron los compañeros marroquíes de la imprenta donde trabajaba mi padre, con unas chilabas para mis hermanos y para mi -que aún conservo con todo cariño-. Recuerdo las lágrimas de mis padres. Y siguieron llorando por mucho tiempo, una vez llegados a España, porque aquellos irrepetibles años fueron lo mejor que nos pudo pasar.
“Últimas noticias de Larache”. Tu sentida descripción de lugares, edificios, de las emociones inolvidables, de los aromas aún vivos también me llevan a la irremediable determinación del ansiado regreso.
“Al otro lado del Estrecho”. Preciosa foto, sentados alrededor de la misma mesa el señor Beniflah, un cristiano y un musulmán con su mejor amigo, recordando la liberación del pueblo de Israel. Y como telón de fondo, la ausencia de Ruth y la inmensa nostalgia de Jacobi por el postergado regreso.
“Solo quiero remar”. Preciosa, conmovedora hazaña de remar junto a Abdussalam. La playa, tus amigos, esos jugosos chumbos y tus padres, tus maravillosos padres, siempre ahí, a tu lado, porque sin ellos tú no habrías sido.
“Un paseo por la Medina de Larache”. A través de tus ojos, y los de Hanan, de vuestra mano, he vuelto a sentir los latidos de Larache y sus murmullos.
“En la playa peligrosa”. Jamás recuperaremos ese tiempo que se nos fue, por eso, salvemos nuestros recuerdos.
“Ellos vuelven a Larache”. Esa abuela gaditana que me recuerda tanto a la mía que con tanto salero cantaba.
“Ramadán en Larache”. Preciosos recuerdos, olores inconfundibles. Todo lo que me gusta, la hierbabuena, el té, la chuparquía… hasta las golondrinas, y cuando sobrevuelan mi terraza, ¡creo que vienen de Larache!
“La Cautiva”. Exquisita descripción que cautiva, enamora y estremece. Donde puedo oir la respiración entrecortada del voyeur, sentir su incipiente deseo, ver el temblor de sus dedos y leer en su mente palabras aún jamás pronunciadas.
“Medina de Larache”. La que te arropa y te cobija, como una madre, suavemente, sin prisas…
“Esa foto de la otra banda”. Con un toque mágico le has dado un maravilloso colorido a esta foto que, muy probablemente, en aquellos años quedara plasmada en blanco y negro.
“Mohammed, el niño de Alhucemas”. Todo está impregnado de Maruja, la he visto, la he sentido en cada renglón, entre líneas. Me queda la pena de que no haya podido volver a encontrarse con su hermano Mohammed. Sería precioso continuar esta búsqueda… por ella, por nuestra maravillosa y tan amada Maru.
“La luz de Larache”. Es multicolor, porque en Larache caben todos los colores del arco iris.
“Recuerdo un pequeño taller de bicicletas”. Las bicicletas de nuestra infancia fueron nuestra moto, nuestro coche, nuestro caballo, las que nos transportaban a un lugar soñado con alguien con quien jugar y soñar.
“El hombre del carrillo”. ¡Infinita tristeza!
“El callejón sin salida”. Asombra la fuerza de esos recuerdos tuyos que hasta consiguen transmitirme olores olvidados.
“Mamy Blue”. Ya no podré desvincular la canción tan tarareada por mí -a mi madre le encantaba- de Fatimita. Ya, para siempre, Fatimita formará parte de la historia de este vinilo.

Plaza de España en Larache (foto de la web de Houssam Kelai)

Plaza de España en Larache (foto de la web de Houssam Kelai)

“Gusanos de seda”. ¡Me has hecho sonreir con las parejas más picaronas! He vuelto a ver la misma caja de cartón que mi padre me traía con los gusanos de seda, he vuelto a acariciar los conejitos que también, por unos días, él traía a casa para que jugase y que yo vestía con la ropa de las muñecas. O las tortugas, a las que mi hermana la mayor pintaba las uñas de color amapola. Todo un mundo que quedó atrás pero que resurge con todo fuerza en mi memoria.
“Larachensemente”. Todo el espíritu larachense cabe en estas páginas. ¡Exquisito!
“Larache, sin Sibari”. El último relato, acabo de leerlo hoy. He sentido frío por la pérdida de Sibari.

Y así, Sergio, año tras año, he ido paseando por Larache a través de tus historias y de tus emociones. Me han invadido los recuerdos. He vuelto a mi infancia, a mis abuelos, a mis padres tan jóvenes y felices. He vuelto a mis paisanos, a los que jamás olvidé y de los que me rodeo en el presente para seguir creyendo que estoy allí y porque los quiero.
A esta narración tuya de la vida, de las ausencias, de los colores y olores de Larache, he querido devolver simplemente algunos breves apuntes de lo que quedó en mí tras leer cada uno de tus inolvidables cuentos. Y además decirte que, gracias a ti, Sergio, las calles y plazas, los edificios, el Balcón, las gentes de Larache, todo sigue latente en mí, en nosotros.
Sabes trazar constantemente con tus relatos la huella que podemos seguir, que podemos palpar para no olvidar, para asirnos a unos recuerdos a veces adormecidos y que tan bien sabes hacer despertar!
Gracias por estos inmensamente bellos momentos de lectura.

29 de Septiembre de 2014

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