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«ÁNGEL VÁZQUEZ EN LOS PAPELES», POR SONIA GARCÍA SOUBRIET

En 1962, la novela Se enciende y se apaga una luz del escritor tangerino Ángel Vázquez, resultó finalista del Premio Planeta. No era la primera vez que Vázquez se quedaba a las puertas de un galardón. Ya en 1956 su novelita El cuarto de los niños ocupó el mismo lugar junto a otras dos en el Premio Sésamo de Novela Corta y en 1960 ocurre lo mismo con su relato Reuma en el concurso de cuentos organizado por la revista Blanco y Negro. Sin embargo, aquel año el Premio Planeta dio un giro imprevisto y por motivos administrativos (presentación simultánea a otro concurso) tal y como lo explica Rafael Vázquez Zamora, la novela El sol y las bestias de Concha Alós queda eliminada y se proclama ganador al finalista Ángel Vázquez.

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Así comienza el libro de bolsillo –nunca mejor dicho, porque el tamaño del volumen cabe casi en una mano- de Sonia García Soubriet Ángel Vázquez en los papeles que compré, junto a otros libros, el pasado verano en la Galería Aplanos de Assilah. Están publicados por la Editorial Khbar Bladna, empresa que desde 2002, de la mano de Gustave de Staël y Elena  Prentice, vienen editando primero un periódico semanal y libros de bolsillo, que califican de “utilidad pública”, escritos en árabe dariya, y desde 2009 amplían el catálogo de sus pequeños libros con obras, todas ellas de autores marroquíes o relacionados con Marruecos, en francés, inglés, español y otros idiomas.

SONIA GARCÍA SOUBRIET

SONIA GARCÍA SOUBRIET

El libro de bolsillo que nos ocupa, se edita en español y francés, y nos ofrece, en muy pocas páginas, una semblanza más que interesante de la compleja personalidad de Ángel Vázquez, el autor de la inmortal La vida perra de Juanita Narboni. 

Emilio Sanz de Soto recuerda que al hablar de Se enciende y se apaga una luz, Ángel Vázquez decía: “Nada más volverla a hojear me entran ganas de vomitar”. En su opinión, sobre esta novela –totalmente ajena a lo que entonces se escribía en España-, el único que supo adivinar (en su crítica) valores literarios muy personales, fue Antonio Tovar.

Eduardo Haro Tecglen, que fue director del Diario España,  en Tánger, y amigo de Vázquez, recuerda numerosas anécdotas del escritor:

<Vázquez no echaba las cartas. No las suyas, que no las escribía nunca; las de los lugares donde trabajaba. Otro amigo nuestro, el abogado Torrabadella, le colocó en su despacho. Todos los días, a la  hora de salir, le daba el manojo de cartas del día y el dinero para el franqueo. Antonio Ángel iba pasando por los bares, bebiendo poco a poco el dinero de los sellos. Al final llegaba a Correos, con cartas pero sin dinero: las tiraba a la alcantarilla. Se perdían plazos, citaciones, comparecencias, minutas, peticiones, para siempre>.

Condensadas en 62 páginas (si se lee en español solo es la mitad, la otra es en francés, como apuntaba más arriba, así que la lectura es muy rápida), Sonia García recoge anécdotas jugosas como la que antes reproduzco, nos desvela la personalidad solitaria, extraña e inconformista de este novelista único y diferente, repasa su obra literaria y acaba con la muerte de Ángel Vázquez en el olvido más absoluto en una pensión de Madrid, donde vivía solo, lejos de su amado Tánger.

Sergio Barce, noviembre 2013   

ANGEL VAZQUEZ

ANGEL VAZQUEZ

   

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Fragmento de «TÁNGER, LA PERRA» (novela inédita) de SERGIO BARCE

Tánger 1

Los buenos aperitivos suelen abrir el apetito. Por eso, os ofrezco uno, aunque no sé si bueno o no: un pequeño fragmento de mi novela <Tánger. la perra> (también titulada <La metamorfosis de Goethe>). Es una novela negra ambientada en el Tánger Internacional. El fragmento que reproduzco narra un ecnuentro accidental en el Café de Paris entre los dos protagonistas principales de la historia, el comisario Amin Hourani y el escritor Augusto Cobos, y Esther Lipman, una mujer que vive la vida enfrentándose a ella con frivolidad y en el ambiente más corrompido de aquella ciudad mitificada.

En esta novela, se entrecruzan personajes ficticios con otros reales, como Paul y Jane Bowles, Emilio Haro, Cecil Beaton, las hermanas Gerofi, Barbara Hutton o Angel Vázquez. Ha resultado una experiencia tan fascinante, que hube de escribir otra titulada <La emperatriz de Tánger>, que bebe del mismo ambiente y de la misma ciudad. Estas dos novelas aguardan ser publicadas, y aunque la labor para que vean la luz está siendo complicada, confieso que he disfrutado muchísimo escribiéndolas.

Lo dicho, espero que este fragmento os abra el apetito por leer un día <Tánger, la perra>.

Sergio Barce, diciembre 2012

Cafe de Paris

Era demasiado temprano para ir al Palmarium y Amin Hourani se dirigió al centro. Le agradaba sentir la fría brisa del crepúsculo, subiendo por el Boulevard, y caminar por las calles atestadas de viandantes, una manera de sentirse aún vivo. Llevaba la mano izquierda metida en el bolsillo del pantalón y un cigarro apagado entre los dedos de la otra. Había deambulado por el Zoco Chico, bajado por la cuesta de los Siaghines y ahora de regreso al mirador. Finalmente se decidió por tomar algo en el Café de París.

Las aspas de sus ventiladores ronroneaban con placidez sin conseguir que el aire del local se inmutase. Se habían encendido las luces del interior y un brillo apagado ensortijaba las paredes. El murmullo de las conversaciones parecía el lejano rumor del mar acariciando la playa y eso siempre le reconfortaba. En cuanto había entrado, Esther Lipman se puso a agitar un brazo para llamar su atención, algo que, en un lugar como ése, no le resultaba muy cómodo. Sin embargo, descubrió que junto a Esther y otra pareja también se encontraba Augusto Cobos Koller. De manera que se decidió a acercarse a ellos.

Esther Lipman miró con descaro al comisario, de arriba abajo, con sus ojos impresionantes, como los de Theda Bara. Llevaba un vestido negro, de escote generoso, Sigue leyendo

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JAQUETÍA – CARTA A JUANITA NARBONI – un relato del escritor larachense LEÓN COHEN

Al hilo del relato en jaquetía que me envió Mercedes Dembo, León Cohen me recuerda este otro relato que escribió y que es el único en el que emplea el judeoespañol que le enseñaron su abuela y sus tías paternas.

LEON COHEN

CARTA A JUANITA NARBONI

 En homenaje a Ángel Vázquez(*) y a todos los tangerinos

 por León Cohen Mesonero

Leí tu historia en el año 1976, la contó Ángel Vázquez como todas sabemos. Claro que <el malogrado> de Ángel tardó bastante tiempo en contarnos tu vida perra,  porque como comprenderás hija mía, en el año 76 de nuestro pueblo no quedaba más que la apariencia. Mira mi reina, primero voy a presentarme, yo soy Sol aquella hebreita tan mona que salía con el <ferasmal> de Jacobi. Qué guapo era, con ese pelo negro ondulado y abundante, qué bien puesto, y qué ojos, pero hija mía el tiempo no perdona a nadie, el <mesquin> murió hace cuatro años y lo enterramos cerca de Málaga, en un cementerio judío que está medio escondido, no me explico porque taparon esa <mehara>. Todavía lo estoy viendo caminando como un rey por el Boulevard Pasteur, con su chaqueta marrón de doble pecho, alto y erguido. Ni Robert Taylor se le acercaba en guapura, qué <gial>.  Bueno a ti que te voy a decir que tu no sepas, si me consta que tuviste alguna aventurilla, cuando él paraba en la pensión de Mesody, sí, la que estaba a mitad de la cuesta de la playa. Un pajarito me contó que una noche te metiste en  su cama cuando dormía, valiente <pelagarta> estabas hecha. Recuerdo que me dejaba sentada en el Ford  y se bajaba cerca de Galeries Lafayette para comprar monedas de oro mejicanas en el banco de Méjico que daba a la calle Velásquez. En esa esquina han puesto ahora una perfumería de productos baratos, creo que es de un soussi. Luego por la tarde me llevaba a comer pinchitos <en cade> Elías (hace poco supe que se apellidaba Benzaquen) y por la noche íbamos al Casino, le encantaba el bacarrá. Era el año 47 ó 48 y como no podía ser de otra manera, Jacobi como casi todos era contrabandista y además daba muy bien el tipo.  Pero no voy a pasarme toda la carta hablando de mi <gial>.

Mira la razón por la que te escribo es para darte novedades de cómo ha cambiado Tánger desde nuestros tiempos. Nada que ver reina. Cuando te bajas del barco, lo primero que te viene a la cabeza es <wo, wo, ¿dónde caí?>, ¿qué es esto? El puerto y la aduana parecen del siglo pasado, los taxis son peores que los de Nueva York. Nos fuimos andando por la Avenida de España, <qué guesera es esta> que hasta las palmeras están viejas y estropeadas. El hotel Rif, lo cerraron, con lo que era <ese diamante> de hotel. De los balnearios de la playa, esos que tanto te gustaban, la Pergola, las Tres Carabelas, se perdieron, aquel día el paseo de la playa estaba cubierto de arena, era invierno y además hacía un levante <preto>, así que hasta la playa, esa joya de playa me pareció fea  y desangelada. La Ibense, la heladería, por supuesto estaba cerrada, y casi todos los bares que regentaban los ingleses, te acuerdas que nosotras comentábamos que todos eran maricones, pues bien no queda ni uno, no, ni un maricón no, lo que no queda es ningún bar. Luego subimos la cuesta de la playa que lleva a la Poste, la cuesta ha cambiado poco, la verdad, llegas arriba <quebrada>,  y entonces empiezas a recorrer el Boulevard, ¿qué boulevard es este? Ya no están ni el Comedia, ni Kent, ni Monoprix, ni la Librairie des Colonnes, sí, están los edificios, no los van a tirar, pero todo cambiado, todos son bazares o cafetines, ni una buena cafetería, ni unos buenos almacenes, nada de nada. Me dirás que hay que comprender que Tánger ya no es internacional, es verdad, es verdad, pero hija hay un término medio. ¿Y Porte? Estoy viendo de nuevo a monsieur Porte acercarse a nuestra mesa para dedicarnos un piropo o una sonrisa, ¡qué salón de té <mi bien>! Ahora han puesto uno que parece un desierto, como si hubieran saqueado la cafetería antigua y los ladrones se hubieran dejado algunas cosas olvidadas, porque reina, vaya unos escaparates.

Pero lo peor de todo esto, es que ya no quedan tangerinos, un tangerino se nota, yo vi a mucha gente desconocida, pero no vi ningún tangerino. ¿Qué habría pasado con ellos, se perderían, se esfumarían o peor aún estarían escondidos por miedo a enfrentarse con esa realidad que ya no era la suya?  Juanita, en ocasiones he comentado con otros tangerinos las razones ocultas o demasiado evidentes que nos obligaron a todos a dejar nuestro pueblo. ¿Fue acaso una mano oculta la que nos expulsó? ¿No sería más bien un castigo de unos dioses atónitos y desconcertados, cansados hasta la envidia de permitirnos vivir en un paraíso al que contra su voluntad nos habíamos hecho acreedores? ¿O  fueron los tiempos históricos, eso que llaman el devenir y que siempre acaba impidiendo la existencia prolongada de situaciones diferentes, impropias de la vulgaridad en que se desenvuelve la mayoría? ¿<Chi lo sa>? El hecho cierto es que nos fuimos empujados por esa posible mezcla de fuerzas  misteriosas, abandonamos nuestra torre de Babel, nuestra pequeña Troya, nuestras casas y nuestras avenidas, nuestro Boulevard y nuestro Monte Viejo, nuestras playas incomparables, nuestra façon d’être, ese estilo de vida único e irrepetible. Y nos dispersamos por el mundo, aunque ninguno de nosotros volvió la vista atrás por temor a que nuestro pueblo se convirtiera en montaña de sal como le ocurrió a la mujer de Loth en la mitología judía. Hoy sabemos que la suma de nuestras melancolías ha traspasado los mares y las montañas  y que Tánger desapareció con el último tangerino, que de ella  sólo queda una imagen hueca hecha de recuerdos y de nostalgia.

Hoy sabemos también que Tánger fue paradigma durante un periodo relativamente largo, que abarca más de la mitad del siglo XX, del florecimiento de una cultura cosmopolita que iba  más allá del simple multilingüismo para adentrarse en facetas más amplias como la heterogeneidad religiosa y social de la que surgió una sociedad donde la regla era la pluralidad, el laissez faire y el laissez vivre. En Tánger casi nadie prejuzgaba a nadie ni por su origen social ni menos aún por el religioso o nacional. En este punto los tangerinos fueron más que tolerantes, clarividentes y solidarios. En Tánger se podía pasar sin transición del castellano al francés y viceversa, también era el único lugar en el mundo donde los no judíos hablaban <haketía>, hacía parte de la cultura tangerina. Paradójicamente, esa altura de miras se daba en una sociedad necesariamente cerrada y aislada por un lado por el mar y  por otro  por la frontera con el resto de Marruecos.

La vida perra de Juanita Narboni, film dirigido por Farida Banlyazid

¿Qué me pasó? <no hay mal>,  ¿qué estoy diciendo? Se me fue la olla, como dicen ahora, y me puse a decir tonterías como aquella <meloca> que iba <jarduando> por la Calle Italia. Mira Juanita, reina mía, no quiero hacer esta carta interminable, así que si dios quiere otro día te seguiré contando más cosas de nuestro querido y añorado pueblo, al que como te dije encontré tan cambiado.

                                                                       “Sol  Bensusan”      

                                       28/03/2002

 * Ángel Vázquez: LA VIDA PERRA DE JUANITA NARBONI. Seix Barral, Tercera edición 1990.

Nota del autor:   Las palabras <entre corchetes> pertenecen a la haketía o judeo-español.

 

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