Ando leyendo Al Sur de Tánger: Un viaje a las culturas de Marruecos, de Gonzalo Fernández Parrilla. Muy interesante ensayo, que deja párrafos como éste:
«…El cementerio judío de Rabat está custodiado por un bello gigante con bigote que dice haber nacido allí, pues su padre ya era guardián y sepulturero. En un aparte están las escasas tumbas de los bahaís, protegidas por un perro. Lindan con el vecino cementerio cristiano, donde yacen católicos, franceses, protestantes, españoles, italianos, ortodoxos y africanos, y algunos musulmanes que lucharon con Francia en las guerras mundiales. También está allí el panteón de Mobutu Sese Seko, que murió exiliado en Rabat.
A los musulmanes se los entierra con el cuerpo lavado y perfumado, envueltos desnudos en una mortaja blanca, en posición de cúbito lateral derecho, sin ataúd y con el rostro orientado en dirección a La Meca. El color del luto en el islam es el blanco y en la tierra de las tumbas se suele plantar arrayán.
Tras la conquista/caída de Granada, no volvió a haber una almacabra en tierras peninsulares hasta la Guerra Civil. Algunos de esos cementerios moros, abiertos durante la Guerra Civil y en desuso durante décadas, han acabado reconvertidos en cementerios musulmanes para servir de almacabras a la comunidad marroquí, como el de Griñón en Madrid, adonde he acudido alguna vez a acompañar a seres muy queridos…»
Me gusta esta mezcla de anécdotas, referencias históricas y experiencias personales, que hacen del libro aún más atractivo. Cuando acabe su lectura, me referiré con más detalle a él.
Sergio Barce, 12 de enero de 2023