Archivo de la categoría: OTROS AUTORES, OTROS LIBROS

«TETUÁN Y LARACHE, 1936», UNA NUEVA NOVELA DE LUIS MARÍA CAZORLA

El larachense Luis María Cazorla tiene nueva novela: «Tetuán y Larache, 1936» que publica Editorial Almuzara.

Si todo va bien, el 10 de junio estaré a su lado para presentarla en Málaga. En estos días os confirmaré día, hora y lugar del acto.

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UN BUEN CÓCTEL EN EL HOTEL EL MINZAH

1/2 parte de Bourbon Jack Daniel´s

1/4 parte de Grand Marnier

1/4 parte de jugo de naranja

2 golpes de angostura

Se echan todos los ingredientes en la coctelera llena de hielo, se agita enérgicamente, y se sirve en un vaso bajo y ancho con dos cubitos de hielo, una rajita de naranja y una ramita de hierbabuena. 

Eso es lo que sirvió el barman judío Isaac Toledano en el primer relato que forma parte de Cócteles tangerinos, (De antier, de ayer y de hoy) de Alberto Gómez Font, publicado por Kasbah Editorial.

Ando estos días leyendo este delicioso libro que Alberto ha ido enhebrando año tras año hasta darle forma definitiva (hasta el día de hoy, que nunca se sabe). Dice Emilio Sanz de Soto en el prólogo: «Siempre pensé que un cóctel tangerino debía llevar hierbabuena». Y a fe que lo hay. Porque lo simpático de estos relatos es que siempre, siempre, hay un cóctel que da título a cada uno de los textos y, además, el barman que Alberto Gómez lleva dentro (y que, entre otras tareas y aficiones, ha ejercido y ejerce como tal) nos regala su composición y la manera de prepararlo, como hace con el que abre estas líneas (ramita de hierbabuena incluida).

Llevo poco leído, pero ya me he trasladado con sus personajes (Isaac Toledano, Ignacio Echeverri, los Llauradó…) a un Tánger por el que Alberto transita con ligereza y seguridad como guía y reportero. Lectura deliciosa para degustar con cada cóctel que él nos prepara, sentados en cualquier café del Zoco, en la terraza del Continental o en la piscina de Minzah o del Rembrandt. Da igual. Tánger supura por los márgenes de cada página del libro.

Escribe Alberto Gómez Font: «El olor a sobaquina de Said, su jardinero; el olor a pies del salón de la casa de sus suegros; el olor a amoníaco de los urinarios públicos; el olor a estiércol de la esquina del Zoco Grande donde estaban los burros de carga; el fuerte olor a almizcle de Fátima, su sirvienta; todos eran soportables para Isaac Toledano. Lo único que no podía soportar era el mal aliento en algunos de sus interlocutores, olor con el que se encontraba de frente mucho más a menudo que el resto de los mortales debido a su oficio de barman, pues de todos es sabido que los borrachos sufren de halitosis, y entre los clientes del bar americano del Hotel El Minzah había bastantes con ese mal. Personajes elegantes a quienes no les olían los sobacos, ni los calcetines, ni la entrepierna; pero en cuanto abrían la boca para pedir otra copa o para hacer algún comentario soez sobre el culo de la mora que limpiaba los ceniceros, la vaharada que Isaac recibía directa a la nariz era verdaderamente insoportable, aunque él la recibía con la más amable de las sonrisas, sacada del repertorio que debe tener todo barman profesional...»

Viajar hasta el Tánger de los años internacionales con Alberto Gómez Font comienza a ser un viaje de placer.

Cuando haya avanzado en estos relatos, probablemente haga una pausa, escriba de nuevo sobre ellos y deguste, mientras tanto, alguno de los cócteles tangerinos de Alberto.

Sergio Barce, 3 de marzo de 2025 

      

     

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Sergio Barce y Alberto Gómez Font

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«TANJAWI», DE WENCESLAO-CARLOS LOZANO

«Tanjawi» es el título de un precioso libro de Wenceslao-Carlos Lozano. Como él mismo ya anuncia al comienzo, la amable presión de amigos y familiares casi le obliga a escribirlo, y el resultado es una delicia. De manera que hay que agradecerle a ellos que lo acuciaran para que se animara a hacerlo.

Leer sobre Tánger desde el prisma de un auténtico tanyawi dota a la obra de un valor añadido. Si, además, se trata de alguien con una vida tan interesante como la del autor y que retrata a personajes como los que ha rescatado para que formen parte de su paisanaje, el resultado es un texto que hace gozar al lector. Yo lo he disfrutado. Porque, además, está escrito con una sencillez apabullante, es decir, con soltura y pasión, con pulcritud y limpieza. Y eso se agradece. No hay artificios.

Leemos en «Tanjawi»:

<…En todas esas etapas perduró mi inquebrantable amistad con mi padrino que, aunque dentro de otro orden, también participaba de cierta farándula nocturna no muy bien vista por una sedicente gente de bien que chanchullaba en amores con disimulo, pues en Tánger, habiendo tantas jóvenes casaderas con ancianos pudientes, y mujeres mayores agraviadas dispuestas a desquitarse con jóvenes galanes, las infidelidades conyugales estaban a la orden del día, dándose a menudo el caso de maridos que «ponían piso» a sus amantes, todas nacionalidades y religiones confundidas entre gente pudiente. También se dieron sonados casos de profesores enrollados con alumnas, incluso en el mojigato instituto español, sin que aquello tuviera mayores consecuencias.

Algunos balnearios de la bahía -debía de haber una docena de ellos- eran puntos de convergencia ideales para esos encuentros entre heterosexuales y, por supuesto, entre gays y chaperos, una fauna omnipresente en razón de la permisividad reinante en una ciudad en la que abundaba una materia prima de calidad, y por tanto atraía a numerosos aficionados a los efebos, habitualmente de clase alta -bastantes aristócratas-, entre los cuales no escaseaban los españoles, rostros conocidos del cine y el teatro, diseñadores de moda, en cuyas mansiones de amigos locales organizaban sus saraos y se despendolaban a tutiplén para resarcirse de los rigores morales imperantes en la Península. El Windmill, por ejemplo, era un balneario exclusivo de gays y de ambiente inglés. Solía reunirme con Bazi en el Sun Beach, uno de esos locales playeros cuya atmósfera internacional era de lo más relajada, para tomar el sol entre baño y baño y contemplar desde mi tumbona con un pastis en la mano –Pernod o Ricard– los vaivenes de aquel loquerío…»

Mención especial merecen, a mi entender, las páginas dedicadas a «Grandes mujeres» y, por lo que a mí me atañe, el capítulo en el que homenajea a su inolvidable hermano Antonio. Antonio Lozano, al que me unió una cortísima pero intensa amistad. Un hombre que sólo era corazón, y así lo describe también Wenceslao-Carlos. Jamás lo olvidaré cuando estuvimos juntos en Tánger o cuando presenté su libro «Me llamo Suleimán».

Para quienes gustan de regresar literariamente a Tánger, aquí tenéis algo muy especial.

«Tanjawi» ha sido publicado por Esdrújula Ediciones.

Sergio Barce, 13 de febrero de 2025   

        

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«EL CORDERO CARNÍVORO», UNA NOVELA DE AGUSTÍN GÓMEZ ARCOS

«…Al final, mi hermano declara que no debe perderse mis clases, me besa en la boca (¡delante de todo el mundo, el cabrito!) y nos deja, para reunirse con sus amigos, contoneándose como aquel chopo joven, que confundía la brisa con un vendaval…»

Ya es difícil hallar libros que nos sorprendan realmente, pero «El cordero carnívoro» (L´agneau carnivore) puedo asegurar que es tan retorcido, tan directo sin embargo, tan valiente y escrito tan a contracorriente que es llamativo el hecho de que sea una obra publicada por primera vez en Francia allá en 1975, cuando agonizaba Franco. Una fecha que casa muy bien con todo lo que contiene esta novela. Una obra difícil de calificar pero una joya como narrativa. Antifranquista, por supuesto, y anti moralista, algo que siempre asomó en sus obras, Gómez Arcos hubo de exiliarse a Francia durante nuestra dictadura. Allí fue reconocido y laureado como el gran escritor que fue.

Ya he reseñado con anterioridad su novela «Marruecos», que tanto me impresionó. Ahora os hablo de «El cordero carnívoro», que también me ha impactado por su forma tan directa de abordar temas como la homosexualidad, las relaciones incestuosas, la religión, la dictadura franquista, la censura, los abusos de la iglesia…

«…A pesar suyo, mamá contribuía a mi educación.

Por un lado, y contra todo pronóstico, yo era su única razón de ser. Ni papá ni mi hermano Antonio sintonizaban con su universo. Pero ella sentía que, a falta de amor, podíamos establecer entre nosotros profundas relaciones de odio. Y, al no ser ya un niño, me consideraba perfectamente capaz de comprender el laberinto de su mente…»

«…Ella, mamá, estaba al corriente de todo lo que había entre mi hermano Antonio y yo, y le importaban un bledo nuestras relaciones sexuales, pero no podía soportar el universo de amor con el que mi hermano me protegía…»

«Se inició la misa. El latín desveló sus poderes mágicos y me hechizó, echando por tierra toda mi resistencia. Yo no veía a Dios por ninguna parte en la capilla, pero la Iglesia, con sus artimañas de misterios y de ritos, se iba apoderando de mi sensibilidad. La presencia de mi hermano me inducía a desear un Apocalipsis. Las palabras en latín que salían suavemente de su boca acariciaban los rincones más secretos de mi cuerpo, como si fueran dirigidas a mí y no a Dios. Y cuando mamá y yo nos acercamos al altar abrió los ojos, fijó en mí su mirada, y me hinqué de rodillas en el reclinatorio, porque la tormenta del deseo me dejó sin fuerzas…»

Estos otros tres párrafos que he escogido de la novela, muestran a las claras la depuración en su manera de narrar. Audacia y concreción, armas bien usadas, como su demolición consciente de una moral que impregnó a generaciones de españoles.

«El cordero carnívoro», para quienes no conozcan esta obra, puede ser un descubrimiento absoluto. Está editada por Cabaret Voltaire, con traducción del francés de Adoración Elvira Rodríguez.

Sergio Barce, 1 de febrero de 2025 

        

 

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«YELÍA O EL ASTILLERO», UN LIBRO DE CONRADO HERRÁIZ

 Ayer viernes, presentamos el libro de Conrado Herráiz «Yelía o el astillero» en la Librería Isla Negra, de Málaga. El acto lo condujo Javier La Beira, como editor. Tuve la fortuna de poder presentar esta obra. Antes del ameno y divertido diálogo que mantuvimos con Conrado y con el ilustrador Pepe Atencia, leí unas palabras que había preparado para la ocasión, y que os reproduzco:

«Es difícil escribir con sencillez, muy difícil. Pero aún lo es más el transmitir ciertas sensaciones y afectos sin caer en la petulancia o en el “empalagosamiento”.

Conrado Herráiz lo hace. Quiero decir que escribe sin ser petulante y sin resultar empalagoso. Al contrario. En “Yelía o el astillero” te va seduciendo párrafo a párrafo y te lleva con él a Larache; en concreto, hasta un astillero. Y Pepe Atencia, con sus ilustraciones, va a la par. Trazos sencillos, sin artificios, pinceladas como flashes o como latidos de un mismo corazón.

Pero hablemos de narrativa.

La virtud de Conrado con este libro es que te transporta de manera tan sugerente que llegas a creer que te envuelve la niebla y la humedad de la ciudad, que te instalas a su lado y trabajas codo con codo con él, que Conrado te acompaña mientras tú también cortas madera, pules tornillos, separas clavos galvanizados, usas el formón y el martillo y vas levantando lascas, y mientras haces todo eso escuchas a Nass El Ghiwane que suena desde el fondo de un cubo y te llenas los pulmones del olor a pintura, a pescado y a maromas y cabos podridos.

Si además conoces Larache, las páginas de “Yelía” te hacen creer que estás de vuelta y que paseas por el muelle de su puerto pesquero; y que, algo más tarde, bajo su cielo deslumbrante y celeste, y bajo la luz de su sol piadoso, que cae como un atardecer eterno, también llegas a soñar que deambulas por entre los barcos varados que esperan ser reparados y que descubres a los gatos y a los perros vagabundos adormilados por el sopor junto a las tapias o bajo el casco de los pesqueros.

Escribe Conrado Herráiz palabras emotivas y emocionantes, preñadas de un cariño hacia la gente del astillero que te embozan; pero también hay lugar para el humor y para la añoranza.

Uno de sus párrafos dice así:

Abro el balcón para fumar un último cigarro. En el silencio, se escucha galopar a un caballo, ligero, por el asfalto, sin carruaje, sin carga, sin jinete, a las once y media de la noche, entre edificios, gasolineras, locales de boda y bancos internacionales. Marruecos es un lugar extraño.”

Estas frases tan hermosas te llevan en volandas a Larache. Los que somos de allí hemos visto esa escena en alguna ocasión.

Y sí, Conrado tiene razón: Marruecos es un lugar extraño. Pero también es embaucador y adictivo. Y Larache, por alguna razón inexplicable, o quizá por influencia de los djinns, es, pese a su decadencia imparable o quizá por este motivo, la amante más seductora del reino. Cómo no caer rendido a ella.

Creo que todo lo que he dicho son argumentos suficientes para que os adentréis en el libro de Conrado, aunque también podéis hacerlo únicamente por el placer de sentir la caricia de la brisa atlántica y el cuerpo de Yelía pegado a ti mientras lees acerca de esta perrita callejera y sobre los increíbles personajes del astillero.

Aquí lo que se nos ofrece es un fino delicatessen larachense al que no debéis resistiros.

Sergio Barce, 3 de enero de 2024″

  

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