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«ENCUENTRO EN TÁNGER», UN RELATO DEL ESCRITOR LARACHENSE LEÓN COHEN MESONERO

Esta vez, se ha hecho de rogar. Pero es seguro que las cosas buenas necesitan su tiempo: un buen vino, una buena novela. Es el caso de este nuevo relato de mi paisano y amigo León Cohen. Una vez más, me lleva a aquel Tánger, el Gran Tánger, que tanto  nos inspira a los escritores desarraigados. Sus palabras, utilizando en especial a su admirado personaje de Juanita Narboni y las expresiones de jaquetía, son sabias, y encierran una explicación, un porqué, tal vez el significado de lo que es ser tanyaui.  Como siempre, me enorgullece poder contar con sus relatos en mi blog, y descubrir, entre líneas, algún guiño a Larache. Leamos, pues, a León.

Sergio Barce, enero 2017

Encuentro en Tánger

1

Juanita  y Sol

Sol Bensusan era una joven tangerina como tantas otras, hasta que se le ocurrió escribirle una carta a Juanita Narboni que, para su sorpresa, dio la vuelta al mundo. Cualquiera puede encontrar la carta en Google. Juanita Narboni, como todos sabréis, se ha convertido con el paso de los años (la novela se publicó en 1976) en un arquetipo literario creado por el escritor también tangerino Ángel Vázquez, hasta tal punto que no sabremos nunca si Juanita fue un personaje real o ficticio. De manera que cuando en el año 2002, Sol le escribe a Juanita y le expresa su amistad y le transmite sus sentimientos, no sabemos si ambas se conocieron realmente o si Sol establece un diálogo con un personaje novelado. Al menos yo, tengo mis dudas. Tanto Sol como Juanita, poseen la impronta tangerina y eso se manifiesta en sus expresiones, en su manera de vivir su ciudad y de contar su pasado. Pero bueno, lo que yo como narrador pretendo, es relatar el encuentro de estas dos tangerinas, esperando que, del intercambio de vivencias, de reflexiones y de opiniones surja el milagro que ilumine el esplendor de Tánger y la memoria de sus habitantes. Es indiferente que ambas sean personajes reales o inventados.

Esta mañana de verano, Sol y Juanita se han citado en un café cercano a la playa municipal, junto al Hotel Rif. Sol está un poco nerviosa porque lleva años sin ver a su amiga Juanita. ¿Qué aspecto tendrá, qué habrá sido de ella, al bimier baharnes? Se pregunta mientras baja por la cuesta de la playa, qué quebradera, después hay que subirla, piensa. ¿Qué se dirán al verse de nuevo? ¿Cuánto les durará el primer silencio, ese que viene tras los besos y abrazos? Espero que poco, se dice Sol, que sea cortito por el Dio. Sol entra en el referido café y, apenas dentro, exclama: Uah mírala, es ella. Ahí está Juanita, sentada en una mesa con las piernas cruzadas, lleva gafas de sol y una especie de turbante de colores llamativos que le cubre parcialmente la cabeza. Conserva su tradicional elegancia tangerina. Parece salida de una película de los años 50. Llegado el momento tan esperado como temido por Sol, ambas mujeres se abrazan, se miden, se miran, como si nunca se hubieran visto.

VIDA PERRA, versión cinematográfica de Juanita Narboni, encarnada por Esperanza Roy

VIDA PERRA, versión cinematográfica de Juanita Narboni, encarnada por Esperanza Roy (del blog de Eduardo Sanz de Varona)

-¡Qué bien te conservas Juanita! Exclama Sol.

-Y tú qué joven estás Sol, nunca te hubiera imaginado así, tan lozana y hermosa, lo bueno.

Por fin se sientan.

-Mira Juanita, te he traído un regalito de España, por una parte, no sabía qué traerte, pero por otra no quería que, de nuestro encuentro, no te quedara ningún recuerdo, no es por lo material, ya me entiendes…

-No te hubieras molestado mujer, pues sabes muy bien que, desde que me dijiste que vendrías, no he podido olvidar el detalle. Muchas gracias de todos modos. Eres un diamante Solita.

Una vez pasados los primeros minutos e intercambiados los parabienes, ambas mujeres permanecen un tiempo en silencio, que Sol se encarga de romper.

-¿Juanita, te has parado alguna vez a pensar sobre nosotras y nuestra realidad? ¿Somos personajes de ficción o somos más bien la representación de muchas mujeres que vivieron en nuestra época y en nuestro lugar? 

-¿Qué importa que hayamos existido o no? ¿Y eso qué más da? -siguió Juanita-. Yo estoy convencida de que sino idénticas a nosotras, fueron muchas las Juanitas Narboni y las Soles Bensusan, con otros nombres sí, pero con vidas e inquietudes parecidas a las nuestras, en aquel Tánger de los 50 y los 60. Fíjate que cuando recibí tu primera carta, me sentí retratada y feliz porque alguien más reflejara con tanta precisión lo que yo misma había sentido en tantas ocasiones. Experimenté una sensación extraña, como si mi historia no hubiera acabado y su continuación me permitiera seguir viva. Ahora mismo estoy aquí de nuevo como si hubiera escapado del libro, hablando contigo, reina. Es casi un milagro. Es como si Ángel le hubiera dado el testigo a León para que siguiera.  Así que ahora podremos explayarnos y hablar de nuestro pueblo y también de nosotras.

-Han pasado cuarenta años desde que saliera tu vida perra a la luz, Juanita, yo soy algo más joven, hace solo una veintena de años que me convertí en personaje público -continuó Sol-. La pregunta que siempre me viene a la cabeza, Juanita, es: ¿Por qué Tánger? Yo nací en Larache, donde viví hasta los diecisiete, aunque casi la mitad de ese tiempo lo pasé entre Zoco-el-Arba y  Rabat, hasta que llegué a Tánger en el 64. Lo extraordinario no es cómo era entonces aquella ciudad, sino cómo la percibí y la interioricé yo, y cómo la convertí en mía para siempre. Tánger seguía siendo un espacio de mestizaje cultural y religioso, pero también social y político. Recordarás, Juanita, que habían bastantes centros educativos, como el Instituto español Severo Ochoa, el Liceo francés Regnault, el Instituto alemán Goethe, el italiano Dante Alighieri, la American School, el English College, además de los colegios marroquíes y de la Alianza israelita. No estaba nada mal para una ciudad que no alcanzaba los doscientos mil habitantes.

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-Es cierto -prosiguió Juanita-, que, el carácter o más precisamente la idiosincrasia tangerina, se forjó entre otras cosas, a base de afinar el oído y de familiarizarse con los sonidos, las entonaciones, las gesticulaciones y hasta los ruidos de tantos idiomas diferentes, que parecían fundirse en uno solo, cuando alguien pronunciaba: Arrête de déconner mon vieux, déjame en paz por favor, a jai baraka msdar. Como si necesitara decir las cosas en varios idiomas para ser entendido. Pero lo sorprendente, es que nadie podía adivinar cuál de estas tres lenguas era la materna de ese alguien. Porque los tangerinos no hablábamos varios idiomas, los interiorizábamos y los hacíamos nuestros. Decía un famoso filósofo español, creo que era Emilio Lledó: “Los otros son otros en la medida en que son diferentes de nosotros; la otredad es entonces esa posibilidad de reconocer, respetar y convivir con la diferencia”. Sin embargo, la manera tangerina de considerar la “otredad” enriquece, profundiza y amplía esa hermosa definición. No se trata ya solo de tolerar o de aceptar al otro, los tangerinos dimos un paso más, en el sentido de considerar al otro como a uno mismo, de ser, en definitiva, igual que el otro, de forma que el otro deja de ser otro y por tanto diferente. Y qué mejor para conseguirlo que hablar como el otro. Cuando una o uno se refería o pensaba en Gerard, Maurice, Khalid, Carmen, Alberto, Luigi o Rachida, solo veía unos rostros o más precisamente unos seres, cuyos nombres no eran más que etiquetas para distinguirlos, sin ningún otro prejuicio o componente racial, social o religioso. ¿Quién podría sentirse extranjero en aquel Tánger?

-¡Qué bien lo has expresado Juanita! -exclamó Sol-. Nunca olvidaré la frase de mi amiga Françoise, una italiana de origen, pero sobre todo una tangerina genuina: “Tánger es el único lugar donde me siento en casa”, me confesó una tarde noche durante un reencuentro de tangerinos en 2007. ¡Cuánta verdad y cuanto amor a su ciudad revelan sus palabras! A mí me estremecieron. Permíteme Juanita que dedique algunos minutos a hablarte de mi amiga Francesca, porque me consta que no llegaste a conocerla.

LA VIDA PERRA DE JUANITA NARBONI, interpretada por Mariola Fuentas, film dirigido por Farida Benlyazid

LA VIDA PERRA DE JUANITA NARBONI, interpretada por Mariola Fuentas, film dirigido por Farida Benlyazid

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Francesca

-Francesca nació en Tánger a finales de la década de los años 40 del siglo XX. Sus padres se habían trasladado a nuestra ciudad huyendo de los bombardeos sobre Italia durante la segunda guerra mundial. Eran originarios de Aprilia, un pueblo distante solo 40 kilómetros de Roma. Francesca creció en el Tánger paradigmático de los 50. Primero en el colegio italiano donde cursó los estudios primarios y luego en el Lycée Regnault donde completó los secundarios. Fue tal su identificación con la cultura francesa que se hizo llamar Françoise, como todas sus compañeras la conocíamos. Con dieciséis años hablaba italiano, francés y español a la perfección, y como buena tangerina pasaba de una lengua a otra según le parecía y sin darse apenas cuenta. Cuando yo la conocí, debía de tener mi edad, diecisiete o dieciocho años. Chatita y pecosa, era una chica mona, sin más. Su atractivo residía en su sonrisa y en unas piernas nada desdeñables. En la década de los 70, se marchó a vivir a Paris, cuando el gran éxodo tangerino. Volví a verla en el año 2007, cuarenta años más tarde. Conservaba el mismo aspecto y el mismo atractivo. Me contó que se había casado en Paris con un judío tangerino y que había tenido una hija con él. Acabó separándose. Él, un hombre liberal y agnóstico en su juventud, se había convertido en alguien muy religioso e integrista. Su expresión reflejaba cierta melancolía cuando relataba su historia en el exilio parisino. Como si se diera cuenta de que su vida había sido una oportunidad fallida. Recuerdo sobre todo su mirada triste, vacía, ausente, que parecía recorrer todo su pasado, como si se preguntara una vez más por qué tuvo que abandonar su tierra. Había cierta amargura y desolación en esa constatación. Sin embargo, saberse en Tánger, aunque solo fuera por pocos días, parecía devolverle parte de la alegría perdida. Cuando me despedí de ella, comprendí mucho mejor lo que Tánger significó para todos los tangerinos y el dolor profundo e irremediable del exilio. Todas y todos nos convertimos en tangerinos errantes y vagamos por el mundo en una diáspora sin retorno. Ya sé que esta idea la he repetido en numerosas ocasiones de manera diferente, pero creo que es fiel reflejo de lo que ocurrió en nuestro interior.    

3

-Por lo que sé de ti, Sol -dijo Juanita-, tu llegada a Tánger coincidió con lo mejor de tu juventud. En esos años empezaron a desarrollarse tus inquietudes intelectuales y políticas. Y no sé hasta qué punto Tánger influyó o catalizó esos cambios personales. 

-No te equivocas Juanita -continuó Sol-. Conocí a tangerinos que, sin proponérselo, determinaron mi devenir, abriéndome puertas y caminos que desconocía y orientándome para seguir mi ruta vital. Fueron ellos, amigos y profesores, pero también la ciudad y lo que representaba. No sé si hablar de revelación sería apropiado, por la connotación religiosa que encierra esa palabra, pero algo de eso hubo.

-Indudablemente, una ha de estar preparada para recibir los magisterios, y ser los suficientemente permeable y sensible para que las influencias “positivas” penetren en nosotras. Quiero con esto significar que tú llegaste a Tánger en el momento preciso para que en ti tuviera lugar el cambio, la evolución o el descubrimiento, como quieras llamarle. La experiencia tangerina fue de algún modo la que faltaba para sumarse a las anteriores y llegó justo cuando tenía que haberlo hecho. Quizás por eso fue tan importante en tu vida.   

-No esperaba, amiga Juanita, que acabáramos reflexionando sobre las razones que convirtieron mi experiencia tangerina en algo insólito y definitivo. Pero todo puede pasar cuando dos personajes que basculan entre la ficción y la realidad se encuentran a medio camino entre ambas. Pero hablemos de ti, Juanita.

-De mí hay poco que añadir, casi todo lo dijo el malogrado de Ángel. Sigo llena de malentendidos, de contradicciones, y sigo llegando tarde a todos los sitios. Bueno, hay que decir que, a nuestra cita, he acudido muy puntual. Es broma. Quiero decir que siempre anduve unos pasos por detrás de la rueda de la vida. Y por eso se me escaparon casi todas las cosas buenas. Mis trenes pasaron de largo. Como ponía Ángel en mi boca: Dios le da pañuelos a quien no tiene mocos. A mí nunca me tocó la tómbola por muchas ferias a las que asistí. Pero sí puedo decir que vi el Gran circo Americano y a Manolita Chen. Y que tuve la suerte de vivir en el Gran Tánger. No debería quejarme reina. Pero yo soy así, como me parió mi madre. Por favor León, mi bueno, no sigas, porque vas a acabar escribiendo la segunda parte del libro de Vázquez. Y eso no, por favor, ya estoy harta, con una historia tuve bastante.

Las dos mujeres se abrazaron con ternura y complicidad y gritaron: ¡Viva Malabata! ¡Malabata for ever! Luego desaparecieron, se esfumaron para siempre. Si queréis encontrarlas, buscad, buscad y no descanséis nunca, seguro que se esconden en alguna morada tangerina, lejos, muy lejos de la realidad.  

                                                                                               León Cohen, enero 2017

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«LA LIBRAIRIE DES COLONNES, 2ª PARTE: LA CALLE GOYA», UN RELATO DEL ESCRITOR LARACHENSE LEÓN COHEN

En septiembre pasado, colgaba en este blog un relato del escritor larachense León Cohen titulado La librairie des Colonnes, y ahora me envía la segunda parte.

Con este nuevo texto, regresamos, una vez más, a aquel Tánger increíble pero también tan decadente. En esa primera parte, lo hizo a través del encuentro imposible con Mohamed Chukri y con Ángel Vázquez, una forma original para desnudar las diferentes visiones que sobre la misma ciudad tuvieron esos dos autores y también la del propio León, que usando el personaje de Sol Bensusan, construye un retrato de Tánger más entrañable y hermoso que los de Chukri y Vázquez.

León Cohen a las puertas de la Librairie des Colonnes

León Cohen a las puertas de la Librairie des Colonnes

Y ahora, esta segunda parte de su relato le sirve para el mismo ejercicio pero cambiando a Chukri por Juanita Narboni y convirtiendo a Sol Bensusan en su reverso. Pero lo más atractivo de esta continuación del relato son los encuentros que el narrador va teniendo en su largo paseo por Tánger, encuentros entrañables de su pasado, con personajes, amigos y conocidos que nunca volverán.

Como dice en algún momento León Cohen en este cuento, resumiendo acertadamente cuál es su verdadera identidad: “No me siento de ningún lugar, soy una apátrida sin patria definida, ya que ninguna colma mis aspiraciones como hijo de todas que fui, cuando fui tangerino.”

Sergio Barce, septiembre 2015

La Librairie des Colonnes

2ª parte: La Calle Goya

¿Adónde se dirigió C. cuando dobló la esquina del Boulevard con la calle Goya? Nunca lo sabremos. Porque si bien todo lo que le ocurrió a nuestro personaje antes de entrar en la librería fue tan real como anodino, pues es verdad que se hospedó en el hotel Rembrandt y que desayunó en una cafetería próxima a aquél, siempre desconoceremos si lo que pasó dentro de la librería fue real o inventado y si transcurrió delante o detrás de ese fino e invisible velo que separa a la realidad de la ficción.

Antes de abandonar la librería, el empleado se despidió de él agradeciéndole la visita y entregándole un ejemplar del libro La Memoria Blanqueada, cuyo autor, León Cohen, era un escritor desconocido de origen larachense, que vivió en Rabat, Zoco-el-Arba y Tánger, y que siempre se consideró tangerino de vocación.

cine goya tánger

Para C., la calle Goya era una de las calles de su memoria sentimental y aquel paseo que había emprendido, era un paseo por el tiempo y la nostalgia, un paseo por las calles de su vida. Cuando uno rememora y recrea su pasado en un deseo vano de revivirlo, lo que subyace en ese intento es contar y captar la vida, la propia y la de los otros, la de aquellos seres que compartieron con uno, sonrisas, palabras, sonidos, olores, paisajes, lugares y miradas; la de aquellos seres que fueron testigos de un mismo tiempo y de unos mismos momentos.

Pero si bien es cierto que jamás podremos seguir a C. por la calle Goya, sí que podemos imaginarlo. C. tenía varias opciones y eligió seguir el camino que llevaba. Se adentró en la calle Goya, a la que curiosamente encontró muy poco cambiada. Hasta llegar al cruce con la calle Méjico, todo seguía igual. Decidió pararse en la puerta de la Pastelería Porte, donde casualmente, Monsieur Porte y su hijo, fumaban un pitillo en un descanso del quehacer diario. Los saludó y al hacerlo, recobró la imagen del hijo, aquel joven delgaducho, de pelo castaño, casi rubio, y de sonrisa socarrona. C. no estaba ya para sorpresas después de lo vivido en la librería. Monsieur Porte se dirigió a él con estas palabras:

-Nos alegra verte de nuevo por aquí en tanto que nosotros permanecemos como testigos de un mundo que ya no existe, pero cuya luz todavía alumbra el presente. Ningún tangerino de entonces podría pasar de largo por nuestro establecimiento sin que los recuerdos le asaltaran, ya que fuimos parte integrante e importante de aquel Tánger irrepetible. Hemos visto desfilar por aquí a lo mejor y a lo peor de la sociedad tangerina y del mundo: políticos, escritores, actores, millonarios, contrabandistas, prostitutas y grandes señoras. Este salón de té a todos seducía por la atención dispensada y por la calidad de nuestros productos. Por cierto, señor C., en una de nuestras mesas, están sentadas dos damas que usted conoce muy bien: Sol Bensusan y Juanita Narboni.

madame porte

C. no pudo resistirse y entró en el salón. Se acercó a la mesa donde las dos mujeres tomaban un té a la menta. Al llegar él, las dos damas mostraron primero sorpresa y luego un cierto júbilo alumbró sus rostros al verlo aparecer tan inesperadamente. Lo invitaron a sentarse. Nuestro personaje les contó que había estado en la librería y que había vivido instantes de una intensidad inolvidable, sobre todo en la trastienda. Ellas no parecieron sorprenderse por el relato de C.

-Amigo escritor, la inmortalidad o más precisamente la perennidad de un mundo desaparecido, existe por vosotros los escritores, los contadores de la memoria. Ese mundo camina con vosotros siempre y emerge cuando vuestro pensamiento vuelve a él y lo recrea, ya sea en relatos, cuentos o novelas. Esa necesidad que sentís por traer el pasado al presente, es la que hace que nunca aquel se olvide y que siga viviendo en ustedes y en vuestros lectores, dijo Juanita. C. apostilló:

-Hay mucho de verdad en lo que dices, pero ¿Por qué esa necesidad de volver a recrear lo que ya tuvo lugar?

-Porque la imaginación es libre, amigo, y además todo cuanto hemos vivido, sufrido o disfrutado, reaparece cualquier día, a la vuelta de cualquier esquina, y nos indica el camino a seguir. Algunos como tú, tenéis la “baraka” como decía mi recordado Mohamed Sibari, que os permite retratar con hermosas palabras, lo que los demás vivimos, dijo Sol. Y añadió:

-Yo por ejemplo, nací de tu pluma una noche de insomnio, cuando seguramente Tánger y mi amiga Juanita te visitaron para mostrarte la manera de hacerlo. Entonces, con tu pluma me puse a escribirle una carta a Juanita, llena de sentimiento, de nostalgia y sobre todo de amor hacia aquel Tánger único y a aquellos años, donde todos los jóvenes tangerinos compartimos la alegría de vivir y el esplendor de la juventud. Por eso hoy, Juanita y yo, nos entendemos y nos comprendemos, porque venimos de un mismo mundo y porque el edificio de nuestro pasado está construido con los mismos materiales. Tu pluma es la que ha conseguido que estemos sentadas en esta mesa y en este magnífico salón de té, hablando contigo de nuestras vidas entrecruzadas y de nuestra memoria común.

la vida perra

-A ti Sol Bensusan y a ti Juanita Narboni, a ambas os pregunto: ¿De dónde somos nosotros, acaso fuimos predestinados a nacer en tierra de nadie y a no tener ninguna identidad definida? Ni marroquíes, ni españoles, ni franceses, ni italianos, ni tampoco ingleses, aunque nos sintamos un poquito de todo y de todos. Poliglotas, como poco bi o trilingües, y sobre todo mestizos culturales, hoy estamos esparcidos por el mundo, por todas las patrias y por todas las religiones, pero a ninguna pertenecemos, porque no podemos evitar ser fundamentalmente tangerinos, y eso quería decir todo y de todo un poco. Yerra quien cree que por haber abandonado su casa, puede olvidarla y borrar sus orígenes, sus vivencias y su manera de ser. ¿Seríais capaces de dar una respuesta definida ante una pregunta tan directa como sencilla para cualquiera, como: Tú qué eres, judío, cristiano, musulmán, agnóstico, español, francés, marroquí…? Cualquier respuesta sería reduccionista, porque apenas abarcaría  alguna de las caras de nuestro prisma multicultural. Yo llevo toda mi vida tratando de contestar a esa pregunta y casi todos mis libros tienen una parte de mi respuesta todavía inacabada, dijo C. y añadió: No me siento de ningún lugar, soy una apátrida sin patria definida, ya que ninguna colma mis aspiraciones como hijo de todas que fui, cuando fui tangerino.

Sin esperar respuesta, C. se levantó de la mesa, abrazó a las dos mujeres y se despidió emocionado, sabiendo que su esfuerzo y su interés por recuperar el tiempo perdido, no había sido vano. Al salir, cambió de acera, pues desviándose unos pocos metros por la siguiente calle que atravesaba la Calle Goya, no sabía muy bien si trabajaba o regentaba el negocio de reparto de butano, el hermano de su amigo Abraham Bengio. Lo saludó con un gesto de la mano como solía en el pasado y este le devolvió el saludo. Volvió a la calle que traía desde un principio y unos metros más abajo, se detuvo para hablar un rato con Rachid el dueño de la disco 07 (eran los primeros años del superagente James Bond). Rachid era en aquel tiempo un joven alto, espigado y con el pelo dorado, muy apuesto:

-¡Joder Rachid! ¡Cuánto tiempo ha pasado y qué buenos ratos pasamos ahí abajo!

cine-roxy

Rachid sonrió y le dio un abrazo cariñoso. C. siguió su camino y unos metros más abajo, se detuvo en la puerta del Cine Goya, propiedad de la familia de su compañero de liceo Simón Cohen. Un gran tipo al que tuvo la oportunidad de impartir clases de Física junto a su otro amigo David Mamán durante una temporada. Recordaba que el pago por las clases a ambos eran 5 dirhams y la merienda, una merienda suculenta, que les servía la madre de David. Contiguo al cine, a su derecha, se hallaba el Sport Hall, un local de juegos diversos que regentaba un judío polaco apellidado Hirt. Era centro de reunión de jóvenes y menos jóvenes para jugar al billar, al futbolín o al ping-pong. Allí tuvo la oportunidad de practicar uno de sus deportes favoritos, el tenis de mesa, en memorables partidos contra el norteamericano David Woolman o el tangerino Mustafá. Prefirió no entrar, porque la emoción del reencuentro podría embargarle y desestabilizarle en la ruta que se había trazado. De una de las cajas de música del local se podía oír a Tom Jones cantando Delilah. Bajó unos metros por la pequeña cuesta que daba al cruce de caminos o “rond point” donde terminaba la calle. Optó por situarse en el centro del cruce, donde tenía a su frente el salón Roxy y un poco más abajo el Cine Roxy; a su izquierda el Lycée Regnault, a su derecha el edificio donde vivió que hacía esquina entre la calle Goya y la calle Juana de Arco. ¡Cuántos recuerdos, cuántas imágenes!

León Cohen frente al Cine Roxy

LEÓN COHEN frente al Roxy

En la puerta principal del “Lycée” departían amigablemente dos ilustres profesores como lo fueron Monsieur Rousseau y Monsieur Fabre, este último quizás el mejor profesor de siempre para C., por esa manera tan aparentemente sencilla como bien elaborada de explicar las matemáticas, tanto el Álgebra como la Geometría Analítica. Sus demostraciones le dejaban boquiabierto, y todavía hoy, pasados cincuenta años, era capaz de recordar con precisión algunas de estas. Solo alguien que había dedicado mucho tiempo y trabajo a la metodología didáctica, podía convertir una clase de matemáticas en una pequeña obra de arte. Un enunciado como: “Le trinôme du second degré a le signe de son premier coéfficient sauf por les valeurs de x comprises entre les racines” que podía parecer un axioma en el que convenía creer, lo transformaba Monsieur Fabre en la derivada lógica de un sencillo razonamiento inductivo que conducía al origen del trinomio de segundo grado y que C. era todavía capaz de repetir en los mismos términos y siguiendo los mismos pasos que su maestro.

Lycée Regnault

Lycée Regnault

En la pequeña terraza del salón Roxy, en una de las mesas departían amigablemente su compañero de entonces Guessous y Tahar Ben Jelloun, tomando un té y fumando un pitillo, dos acompañantes esenciales para una charla sosegada. Dentro se encontraban alrededor de una mesita tratando de solucionar un problema de Física, Tajjedine Raisuni, Armando Israel y Pepe Cerralbo, en apasionada discusión, mientras Cohen formulaba su solución al problema.

C. salió del salón y tomó la calle del Cine Roxy, al pasar por la puerta de este, recordó una anécdota que siempre conservó en su memoria: Era noviembre y llovía tenuemente, C. caminaba junto a Chantal que había empezado a ser algo más que su amiga, hablando de cosas propias de su edad. Llegados a la altura del cine Roxy, Chantal cruzó la carretera que separaba ambas aceras y se abalanzó sobre un joven que venía en dirección opuesta, fundiéndose en un abrazo más que cariñoso. C. con la palabra todavía en la boca, siguió su camino entre sorprendido y desolado. Pensó que aquella mujer se había comportado como una estúpida y nunca más le dirigió la palabra a lo largo del curso.

C. se detuvo ante la puerta del cine y alargó la vista hacia el final de aquella calle que no le apetecía recorrer. Unos metros más abajo, en la misma acera en la que se encontraba, regentaba su academia de dactilografía Mme Bouadana, academia a la que C. tuvo la oportunidad de asistir durante algunos meses, cuando todavía era muy útil aprender a escribir a máquina. Al final de la calle vivía con su familia, su compañero y amigo Gerard Zaoui, hijo de un ilustre abogado condecorado con la Gran Cruz de la Legión de Honor francesa por su participación en la Resistencia. A este hombre, que en lugar de hablar parecía declamar, como los grandes actores de la escena francesa, le oyó un día C. pronunciar estas palabras sin detenerse y sin necesidad de reflexión previa, tal era su capacidad de improvisación y su dominio de la oratoria: “Un primer fracaso es siempre necesario, un segundo fracaso es a veces útil, un tercer fracaso no es jamás inútil.”

C. volvió sobre sus pasos muy lentamente, cual un funambulista que está llegando al final de su trayecto sobre el alambre. Sintió que esta vez caminaba en sentido inverso, desde el pasado al presente, al final de un viaje de doble sentido, donde pasado y presente se turnaban, llegando incluso a confundirse. Se sentó en una de las mesas del salón Roxy a contemplar con parsimonia y detenimiento su entorno. Pudo comprobar por fin, que aunque casi nada había cambiado, ya nada era ni sería igual, pues: ¿No es la vida ese proceso continuo, dinámico y renovador, donde unas personas son sustituidas por otras, donde una época sucede a otra y una civilización reemplaza a la anterior; y así hasta el final de los tiempos? Se levantó y se dirigió a la acera de enfrente donde le esperaba fumando un cigarrillo, mientras mantenía la mano derecha en el bolsillo, en una pose muy suya, su entrañable amigo Leonardo. Se saludaron y en silencio, ambos emprendieron el camino de la calle Juana de Arco, que para ellos también había sido en muchas ocasiones el camino de la amistad inquebrantable. Caminaron una vez más sobre sus pasos perdidos en el cemento, hasta que sus siluetas se fueron disipando a medida que se alejaban, y acabaron desapareciendo en el espacio y en el tiempo, con vocación de eternidad.    

                                                            León Cohen

                                                            Octubre de 2015

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«LA LIBRAIRIE DES COLONNES» UN RELATO DEL ESCRITOR LARACHENSE LEÓN COHEN

Foto tomada de la página "Siempre Tánger"

Foto tomada de la página «Siempre Tánger»

Mi amigo y paisano León Cohen hizo, no hace mucho, un viaje a Tánger, otro viaje más de regreso. Él, un larachense que vivió parte del vejo esplendor del Tánger más decadente, recrea en este texto un curioso periplo a través del tiempo y del espacio. El encuentro imposible con Mohamed Chukri y con Ángel Vázquez, le sirve a León Cohen para hurgar en las diferentes visiones que sobre la misma ciudad escribieron esos dos autores y la suya propia. Es un ejercicio interesante, y muy aleccionador. La inserción en el relato de Sol Bensusan, ese personaje creado por León, como contrapeso a la Juanita Narboni de Vázquez, me parece tan sugerente como esclarecedor, porque, frente al resentimiento de Juanita y a la permanente venganza de Chukri, Sol, que es León, reivindica otra forma de sentir Tánger, quizá la más hermosa, o tal vez la más entrañable. Probablemente sea porque, como ella-él mismo dice, se amamantó en Larache.

Un relato fascinante.

Sergio Barce, septiembre 2015

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“La utopía necesaria de Tánger que estamos construyendo a partir de Antonio y Emilio es un hermoso edificio de palabras y recuerdos, que flota en el ambiente con mayor fuerza que la realidad y que nos recuerda que tanto si fue cierta como si no lo fue en todos sus matices, merecería haberlo sido. Se trata, ni más ni menos, de disponer de un lugar donde poder ser judío, cristiano, musulmán o agnóstico en libertad, de profesar las ideas que cada cual profese sin temor y sin violencias, de respetar la forma en que cada cual expresa su relación con el amor, que es lo que distingue al ser humano – hombre y mujer – de los seres irracionales.” Domingo del Pino

Librairie des Colonnes

La Librairie des Colonnes

1ªparte

Aquel era un viaje anodino que no hacía presagiar lo que después ocurriría. No disponía de demasiado tiempo, pero aprovechó un tiempo muerto en la apretada agenda de los dos días de visita a Tánger, para acudir a aquel pequeño templo de la cultura, que en tiempos fue además un círculo de reunión de republicanos y de antifranquistas. Aquella mañana desayunó temprano en una cafetería próxima a la Librairie des Colonnes situada en el 54 del Boulevard Pasteur, estaba alojado en el Hotel Rembrandt, todo quedaba pues muy cerca, dando la impresión de que los hados del destino se hubieran confabulado para hacer inevitable la visita. Era todavía pronto cuando terminó de desayunar, de manera que se puso a leer los diarios para darle tiempo al tiempo, hasta que llegara la hora de apertura de la librería. Cualquier tangerino con una mínima inquietud intelectual había entrado en ella alguna vez. En los años 60 del siglo pasado, la librería conservaba esas señas de identidad que la convertían en símbolo y patrimonio de los tangerinos. Bastaba con darse una vuelta por el Boulevard Pasteur para toparse con ella. Uno desfilaba por sus estanterías o sus mesas repletas de libros, con una mezcla de curiosidad y ansiedad, esperando encontrar alguna publicación novedosa de Ruedo Ibérico, o a Eduardo Haro Tecglen en persona, o a su amigo Ángel Vázquez, entre otros muchos ilustres de la pluma o de la política. En aquella pequeña superficie rectangular, oyó por vez primera el nombre de Jorge Semprún, alias Federico Sánchez. Esa librería era frecuentada por el padre de su amigo, José Marmolejo, que solía aprovechar las visitas para charlar con sus amigos exiliados y comprar algún libro para regalar al hijo de algún conocido. Recordaba como en una ocasión compró algunos ejemplares de Platero y yo. Era su manera de sembrar cultura en los jóvenes e iniciarlos en lo que consideraba más que hábito, el arte de la lectura.

Primero Isabelle Gerofi (de soltera Doneux) y su cuñada Yvonne, y más tarde Rachel Moyal o Muyal, (apellido que parece tener su origen en Moya de la provincia de Lugo), habían sido las gestoras y el alma de la librería, en épocas distintas. Las dos primeras, mujer y hermana respectivamente del fundador de la librería en 1949, Robert Gerofi, un profesor belga del Lycée Regnault convertido en mecenas. La tercera, Rachel, se hizo cargo hacia 1974 y se mantuvo hasta 1999. Gestionar la librería en aquellos tiempos mágicos en la historia tangerina, debió de ser emocionante y absorbente. Esas tres  mujeres, tuvieron la difícil misión de mantener vivas las inquietudes culturales de muchos tangerinos y de visitantes extranjeros que por aquellos tiempos abundaban en aquel Tánger, tierra de todos y de nadie. Frecuentada por grandes nombres de la literatura, como Beckett, Genet, Goytisolo, Tennessee Williams, Capote, Choukri, Jane y Paul Bowles, o Tahar Ben Jelloun; intelectuales como Sanz de Soto o artistas como Francis Bacon, entre muchos otros, la librería se convirtió pronto en un referente cultural para los tangerinos. Un empleado ilustre fue Ángel Vázquez, el último y gran escritor maldito de la literatura en castellano. El inefable autor de ese imperecedero y magnífico monólogo que es La vida perra de Juanita Narboni

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«AQUELLA MAÑANA ACIAGA», UN RELATO DEL ESCRITOR LARACHENSE LEÓN COHEN

LEON COHEN MESONERO - foto de Antonia Guerra

LEON COHEN MESONERO – foto de Antonia Guerra

León Cohen ha escrito un relato contra el fanatismo, contra la intolerancia, contra el terrorismo. Como bien explica al final, es un grito contra quienes atentan contra otros por el mero hecho de pensar diferente o de no ser de la misma religión o creencia, y lo escribe para denunciar cualquier tipo de terrorismo, venga de donde venga. El relato, además, es la excusa perfecta para que León Cohen rinda un encendido homenaje a aquel Tánger mítico que fue un ejemplo de respeto entre las diferentes culturas y creencias. Y como yo también creo y defiendo que hemos de recuperar el respeto y la convivencia entre los hombres, vengan de donde vengan, incluyo este emotivo texto de mi amigo León.

Sergio Barce, noviembre 2014

Aquella mañana aciaga

Mientras en una mañana triste, Pilar Manjón, la representante de los familiares de las víctimas del 11-M, una mujer bella a pesar de la tragedia inmensa que la envolvía, como las grandes heroínas griegas, se dirigía a los parlamentarios desde la dignidad y el silencio de aquellas, fuera del Congreso, los familiares escuchaban emocionados el parlamento de su compañera. Julia, compañera de pena y de sentimiento de Pilar, recordaba, prendida entre la realidad y el recuerdo, que cuando aceptó el puesto de cooperante en el Instituto Español de Enseñanza Secundaria de Tánger, no imaginaba que aquella decisión iba a determinar su vida. Pues fue en Tánger donde conocería Julia a Antonio Muñoz y poco tiempo después ambos serían padres por primera vez de un niño al que llamarían Carlos. Un determinista diría que su destino estaba escrito. Ya se sabe, los deterministas siempre tienen razón, a posteriori.

IES SEVERO OCHOA DE TÁNGER - Foto de la página web encuentroseverochoagranada-tanger

IES SEVERO OCHOA DE TÁNGER – Foto de la página web encuentroseverochoagranada-tanger

Todos hemos sido tentados en alguna ocasión por reescribir el destino, coincidiendo con la desaparición de un ser querido. Más plausible parece la teoría de la diabólica conjura del azar o del fatídico concurso de circunstancias. El hecho fue que después de casi veinte años de residencia en Tánger, Julia y su familia, compuesta por su marido y por su único hijo, hubieron de emigrar en sentido inverso y volvieron a España, instalándose en Madrid. Para Julia, volver fue una decisión difícil porque ya se había hecho a Tánger y para Antonio que era tangerino, fue aún peor, parecía como así lo atestiguaba su propio destino, que los tangerinos estaban condenados a la diáspora.
El IES de Tánger estaba y sigue situado en un cruce de amplias avenidas: la que viene del Boulevard Pasteur y sigue hacia el Monte Viejo, la que va al Marchán y la que va a la Calle Holanda. Se trata de una zona residencial cercana al parque Mabrouk, a la Catedral, al Hotel Intercontinental, tampoco está demasiado lejos del hospital Benchimol.
Carlos nació en Beni Makada cuando este barrio tangerino era todavía una zona residencial, un lujo. Tres casas más abajo vivía su amigo Aissa, el que sería su compañero de colegio, primero en el Berchet y más tarde en el Lycée Regnault. Carlos y Aissa habían crecido juntos y habían compartido muchas de las experiencias de la infancia y adolescencia. Llegaron a ser grandes amigos. Carlos recordaba que Aissa era un tipo muy formal y con un sentido casi reverente de la amistad. Aquella mañana fría de marzo del año 2004, Carlos que era profesor del Liceo Francés de Madrid, repitió los mismos gestos de siempre, no alejándose ni un solo centímetro de la rutina diaria. Parecía contento porque la vida hasta ese momento le había tratado con cariño. Tenía dos hijos de su matrimonio con Ana, su trabajo le satisfacía y se sentía joven y fuerte. A su edad, todo le apetecía. Aquella mañana por pura casualidad, mientras se aseaba recordó sus años de vida en Tánger, la ciudad encantada, y a su gran amigo Aissa. ¡Qué tipo más competente y más gracioso, y qué bien se lo pasaban juntos descubriendo la hermosura de las cosas siempre nuevas que les brindaba la vida! Recordaba cómo en las tarde soleadas de domingo iban al fútbol con sus respectivos padres al Souani o al Marchán según se terciara. Los baños y los partidos en la playa municipal. Y cómo disfrutaban en el liceo con la hermosa presencia de las compañeras, tan tangerinas y a la vez tan extrañas, polacas como la Bavoroska o la Paderevky, inglesas como la Green, italianas como la Tedoldi, francesas como la Claude o la Bonfils, españolas como la Romero. Tampoco olvidaba a algunos de sus compañeros como Zaoui, Guessous, Rkaina, el Piti, Trillo, Rémion o Marques. ¡Qué gente tan variopinta y agradable! Las visitas domingueras a las discotecas Gospel o 007 y las coloridas “parties” en casa de unos o de otros. ¡Qué buenos e inolvidables ratos! Todo parecía primavera a esa edad.
Aquella mañana de infausto recuerdo, Carlos se dirigió como solía a la estación de tren de cercanías, con paso y ademán rutinarios, sin nada especial que destacar, pues nada efectivamente hacía presagiar lo que vendría unas horas más tarde. Subió al mismo vagón de todos los días laborables y se acomodó en el asiento nº 7. Todo igual que siempre. El tren arrancó e inició su trayecto. La primera parada fue en la estación de Alcalá y entraron dos chicos jóvenes de rasgos árabes. Carlos sin saber cómo ni por qué (a esa hora tan temprana, iba siempre medio dormido) se fijó en el más alto que le recordó a su amigo Aissa. Fue como un destello, pero siguió a lo suyo. Carlos sabía que su amigo había emigrado a Suiza y se había instalado en Ginebra, pero poco más y de eso hacía ya más de diez años. Al llegar a la estación siguiente y detenerse el tren, Carlos sintió que una mano tiraba de él, era el joven árabe que acababa de subirse al tren y que le indicaba que lo siguiera casi con autoridad, de hecho le espetó en perfecto castellano: -Carlos, por favor, sígueme, y Carlos le obedeció de manera tan sorprendente como inconsciente. Se trataba de Aissa, no cabía duda alguna. Ya en el andén, Aissa se abrazó a él mientras murmuraba en su oído: -Carlos, no vuelvas a montarte en el tren, sal de aquí en cuanto puedas, no puedo decirte más, te quiero amigo, no te olvido. Y desapareció corriendo. Era evidentemente una huida. Entre aturdido y emocionado Carlos abandonó la estación… Había estado soñando, algo que solía ocurrirle durante el trayecto en tren, pero esta vez no pudo evitar sentir angustia, aquel sueño parecía una premonición.
No pasaron demasiados minutos y esta vez sí, se produjo una explosión, y Carlos no soñaba, sin transición y de repente, se encontró entre un amasijo de hierros y de cristales, había gente sangrando y gimiendo, parecía el fin del mundo. El narrador hubiera querido relatar una historia de amistad y de generosidad basada en el conocimiento, el intercambio y la vecindad de dos pueblos cuya historia se confunde en determinadas épocas de esplendor cultural, pero se quedó en un sueño, la realidad de aquel atentado del 11 de marzo de 2004 estuvo más cercana a conceptos como fanatismo, terror, odio y venganza…
Pilar Manjón continuaba su parlamento:
…Señorías, para nosotros tienen nombre y rostro (Javi, Pilar, Daniel, Eva Belén, Susana, Emilia, Carlos, Oscar, Rodrigo, Rodolfo, José Luis, Sonia, Abel…) y cada uno de ellos es imprescindible e irrepetible, pertenecen a nuestras vidas, a la de sus familias, sus amigos, sus compañeros de trabajo, de clase, eran vecinos… Los necesitábamos… Nunca olvidaremos ni perdonaremos a los terroristas que llevaron a cabo el atentado, a los que jamás daremos la más mínima posibilidad de comprensión, justificación, ni crédito de representatividad de nada ni de nadie. El terrorismo es la mayor de las bajezas y la mayor de las cobardías. El terrorismo es, ante todo, la expresión de lo peor de la naturaleza humana y del desprecio ciego a la vida. Ni siquiera hace falta sentir su zarpazo en primera persona para decirlo con todas y cada una de las letras. Sólo hace falta sentido común y sentido ético. Ellos son el último escalafón de la degradación moral del ser humano. Sólo en sus retorcidas mentes puede caber la barbaridad de truncar ilusiones, sueños, esperanzas, inquietudes, deseos, risas, vida…, y a cambio sembrar el dolor en miles de familias bajo el nombre de alguna patria o religión. Saldremos adelante, no lo duden, lo conseguiremos, apoyándonos entre nosotros, con nuestras familias, nuestros amigos y nuestros compañeros de viaje durante el camino de la sinrazón.”

Carlos entró a formar parte de aquella interminable lista de víctimas de un acto tan insensato como cruel, pero nunca, nunca, dejó de recordar con afecto y nostalgia a su gran amigo Aissa.

Nota del autor: Este relato pretende ser un homenaje a todas las víctimas de la barbarie terrorista y una denuncia contra todos los fanáticos que en nombre de barreras culturales o religiosas que ellos mismos ayudan a levantar, persiguen separar y alejar a las personas y a los pueblos para mantener la ignorancia y la opresión. Aissa y Carlos son un testimonio vivo de convivencia y de amistad, más allá de prejuicios estériles y de valores morales obsoletos. Lo mismo que Tánger, la ciudad encantada, que fue paradigma de cosmopolitismo e interculturalidad y patrimonio de la Humanidad, un espejo al que mirarse e imitar.

  León Cohen, Septiembre de 2014

Lycée Regnault - Tánger

Lycée Regnault – Tánger

 

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MALAGA – MIÉRCOLES, 11 DE SEPTIEMBRE, PRESENTACIÓN DE «ENTRE DOS AGUAS» NUEVO LIBRO DEL ESCRITOR LARACHENSE LEÓN COHEN

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Este Miércoles, 11 de septiembre,

a las 20:00 horas

en el Ateneo de Málaga

(calle Compañía nº 2  / plaza de la Constitución) 

se presenta el libro de relatos 

“Entre dos aguas”

del escritor larachense

LEÓN COHEN MESONERO

Acompañarán al autor en esta presentación

la poetisa Paloma Fernández Gomá

y el escritor Sergio Barce 

LEON COHEN (foto: Antonia Guerra)

LEON COHEN (foto: Antonia Guerra)

Escribe León Cohen en su cuento <Mi casa>:

«Yo no quisiera volver a vivir en Larache, porque aquel Larache se ha ido, y el mío ha quedado en mi retina de niño, como mi infancia, pero sí me gustaría decir que, en su momento, me robaron la parte que me correspondía de larachense (algunos años), y que lo único que me queda es escribir algún que otro relato que, como éste, me devuelve el recuerdo de mi pueblo, algo que siempre me pertenecerá y que ha de permanecer conmigo.» 

León Cohen con su hermano David en el espigón de Larache

León Cohen con su hermano David en el espigón de Larache

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