«AQUELLA MAÑANA ACIAGA», UN RELATO DEL ESCRITOR LARACHENSE LEÓN COHEN

LEON COHEN MESONERO - foto de Antonia Guerra

LEON COHEN MESONERO – foto de Antonia Guerra

León Cohen ha escrito un relato contra el fanatismo, contra la intolerancia, contra el terrorismo. Como bien explica al final, es un grito contra quienes atentan contra otros por el mero hecho de pensar diferente o de no ser de la misma religión o creencia, y lo escribe para denunciar cualquier tipo de terrorismo, venga de donde venga. El relato, además, es la excusa perfecta para que León Cohen rinda un encendido homenaje a aquel Tánger mítico que fue un ejemplo de respeto entre las diferentes culturas y creencias. Y como yo también creo y defiendo que hemos de recuperar el respeto y la convivencia entre los hombres, vengan de donde vengan, incluyo este emotivo texto de mi amigo León.

Sergio Barce, noviembre 2014

Aquella mañana aciaga

Mientras en una mañana triste, Pilar Manjón, la representante de los familiares de las víctimas del 11-M, una mujer bella a pesar de la tragedia inmensa que la envolvía, como las grandes heroínas griegas, se dirigía a los parlamentarios desde la dignidad y el silencio de aquellas, fuera del Congreso, los familiares escuchaban emocionados el parlamento de su compañera. Julia, compañera de pena y de sentimiento de Pilar, recordaba, prendida entre la realidad y el recuerdo, que cuando aceptó el puesto de cooperante en el Instituto Español de Enseñanza Secundaria de Tánger, no imaginaba que aquella decisión iba a determinar su vida. Pues fue en Tánger donde conocería Julia a Antonio Muñoz y poco tiempo después ambos serían padres por primera vez de un niño al que llamarían Carlos. Un determinista diría que su destino estaba escrito. Ya se sabe, los deterministas siempre tienen razón, a posteriori.

IES SEVERO OCHOA DE TÁNGER - Foto de la página web encuentroseverochoagranada-tanger

IES SEVERO OCHOA DE TÁNGER – Foto de la página web encuentroseverochoagranada-tanger

Todos hemos sido tentados en alguna ocasión por reescribir el destino, coincidiendo con la desaparición de un ser querido. Más plausible parece la teoría de la diabólica conjura del azar o del fatídico concurso de circunstancias. El hecho fue que después de casi veinte años de residencia en Tánger, Julia y su familia, compuesta por su marido y por su único hijo, hubieron de emigrar en sentido inverso y volvieron a España, instalándose en Madrid. Para Julia, volver fue una decisión difícil porque ya se había hecho a Tánger y para Antonio que era tangerino, fue aún peor, parecía como así lo atestiguaba su propio destino, que los tangerinos estaban condenados a la diáspora.
El IES de Tánger estaba y sigue situado en un cruce de amplias avenidas: la que viene del Boulevard Pasteur y sigue hacia el Monte Viejo, la que va al Marchán y la que va a la Calle Holanda. Se trata de una zona residencial cercana al parque Mabrouk, a la Catedral, al Hotel Intercontinental, tampoco está demasiado lejos del hospital Benchimol.
Carlos nació en Beni Makada cuando este barrio tangerino era todavía una zona residencial, un lujo. Tres casas más abajo vivía su amigo Aissa, el que sería su compañero de colegio, primero en el Berchet y más tarde en el Lycée Regnault. Carlos y Aissa habían crecido juntos y habían compartido muchas de las experiencias de la infancia y adolescencia. Llegaron a ser grandes amigos. Carlos recordaba que Aissa era un tipo muy formal y con un sentido casi reverente de la amistad. Aquella mañana fría de marzo del año 2004, Carlos que era profesor del Liceo Francés de Madrid, repitió los mismos gestos de siempre, no alejándose ni un solo centímetro de la rutina diaria. Parecía contento porque la vida hasta ese momento le había tratado con cariño. Tenía dos hijos de su matrimonio con Ana, su trabajo le satisfacía y se sentía joven y fuerte. A su edad, todo le apetecía. Aquella mañana por pura casualidad, mientras se aseaba recordó sus años de vida en Tánger, la ciudad encantada, y a su gran amigo Aissa. ¡Qué tipo más competente y más gracioso, y qué bien se lo pasaban juntos descubriendo la hermosura de las cosas siempre nuevas que les brindaba la vida! Recordaba cómo en las tarde soleadas de domingo iban al fútbol con sus respectivos padres al Souani o al Marchán según se terciara. Los baños y los partidos en la playa municipal. Y cómo disfrutaban en el liceo con la hermosa presencia de las compañeras, tan tangerinas y a la vez tan extrañas, polacas como la Bavoroska o la Paderevky, inglesas como la Green, italianas como la Tedoldi, francesas como la Claude o la Bonfils, españolas como la Romero. Tampoco olvidaba a algunos de sus compañeros como Zaoui, Guessous, Rkaina, el Piti, Trillo, Rémion o Marques. ¡Qué gente tan variopinta y agradable! Las visitas domingueras a las discotecas Gospel o 007 y las coloridas “parties” en casa de unos o de otros. ¡Qué buenos e inolvidables ratos! Todo parecía primavera a esa edad.
Aquella mañana de infausto recuerdo, Carlos se dirigió como solía a la estación de tren de cercanías, con paso y ademán rutinarios, sin nada especial que destacar, pues nada efectivamente hacía presagiar lo que vendría unas horas más tarde. Subió al mismo vagón de todos los días laborables y se acomodó en el asiento nº 7. Todo igual que siempre. El tren arrancó e inició su trayecto. La primera parada fue en la estación de Alcalá y entraron dos chicos jóvenes de rasgos árabes. Carlos sin saber cómo ni por qué (a esa hora tan temprana, iba siempre medio dormido) se fijó en el más alto que le recordó a su amigo Aissa. Fue como un destello, pero siguió a lo suyo. Carlos sabía que su amigo había emigrado a Suiza y se había instalado en Ginebra, pero poco más y de eso hacía ya más de diez años. Al llegar a la estación siguiente y detenerse el tren, Carlos sintió que una mano tiraba de él, era el joven árabe que acababa de subirse al tren y que le indicaba que lo siguiera casi con autoridad, de hecho le espetó en perfecto castellano: -Carlos, por favor, sígueme, y Carlos le obedeció de manera tan sorprendente como inconsciente. Se trataba de Aissa, no cabía duda alguna. Ya en el andén, Aissa se abrazó a él mientras murmuraba en su oído: -Carlos, no vuelvas a montarte en el tren, sal de aquí en cuanto puedas, no puedo decirte más, te quiero amigo, no te olvido. Y desapareció corriendo. Era evidentemente una huida. Entre aturdido y emocionado Carlos abandonó la estación… Había estado soñando, algo que solía ocurrirle durante el trayecto en tren, pero esta vez no pudo evitar sentir angustia, aquel sueño parecía una premonición.
No pasaron demasiados minutos y esta vez sí, se produjo una explosión, y Carlos no soñaba, sin transición y de repente, se encontró entre un amasijo de hierros y de cristales, había gente sangrando y gimiendo, parecía el fin del mundo. El narrador hubiera querido relatar una historia de amistad y de generosidad basada en el conocimiento, el intercambio y la vecindad de dos pueblos cuya historia se confunde en determinadas épocas de esplendor cultural, pero se quedó en un sueño, la realidad de aquel atentado del 11 de marzo de 2004 estuvo más cercana a conceptos como fanatismo, terror, odio y venganza…
Pilar Manjón continuaba su parlamento:
…Señorías, para nosotros tienen nombre y rostro (Javi, Pilar, Daniel, Eva Belén, Susana, Emilia, Carlos, Oscar, Rodrigo, Rodolfo, José Luis, Sonia, Abel…) y cada uno de ellos es imprescindible e irrepetible, pertenecen a nuestras vidas, a la de sus familias, sus amigos, sus compañeros de trabajo, de clase, eran vecinos… Los necesitábamos… Nunca olvidaremos ni perdonaremos a los terroristas que llevaron a cabo el atentado, a los que jamás daremos la más mínima posibilidad de comprensión, justificación, ni crédito de representatividad de nada ni de nadie. El terrorismo es la mayor de las bajezas y la mayor de las cobardías. El terrorismo es, ante todo, la expresión de lo peor de la naturaleza humana y del desprecio ciego a la vida. Ni siquiera hace falta sentir su zarpazo en primera persona para decirlo con todas y cada una de las letras. Sólo hace falta sentido común y sentido ético. Ellos son el último escalafón de la degradación moral del ser humano. Sólo en sus retorcidas mentes puede caber la barbaridad de truncar ilusiones, sueños, esperanzas, inquietudes, deseos, risas, vida…, y a cambio sembrar el dolor en miles de familias bajo el nombre de alguna patria o religión. Saldremos adelante, no lo duden, lo conseguiremos, apoyándonos entre nosotros, con nuestras familias, nuestros amigos y nuestros compañeros de viaje durante el camino de la sinrazón.”

Carlos entró a formar parte de aquella interminable lista de víctimas de un acto tan insensato como cruel, pero nunca, nunca, dejó de recordar con afecto y nostalgia a su gran amigo Aissa.

Nota del autor: Este relato pretende ser un homenaje a todas las víctimas de la barbarie terrorista y una denuncia contra todos los fanáticos que en nombre de barreras culturales o religiosas que ellos mismos ayudan a levantar, persiguen separar y alejar a las personas y a los pueblos para mantener la ignorancia y la opresión. Aissa y Carlos son un testimonio vivo de convivencia y de amistad, más allá de prejuicios estériles y de valores morales obsoletos. Lo mismo que Tánger, la ciudad encantada, que fue paradigma de cosmopolitismo e interculturalidad y patrimonio de la Humanidad, un espejo al que mirarse e imitar.

  León Cohen, Septiembre de 2014

Lycée Regnault - Tánger

Lycée Regnault – Tánger

 

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4 pensamientos en “«AQUELLA MAÑANA ACIAGA», UN RELATO DEL ESCRITOR LARACHENSE LEÓN COHEN

  1. José Gabriel Ramiro Leo dice:

    Claro de forma y certero de fondo, como siempre, amigo…

  2. León dice:

    El Blog de Sergio: Creo interesante y oportuno hacer una pequeña reflexión sobre esta entrañable ventana abierta a la literatura. He pensado en llamarlo de muchas maneras: biblioteca virtual, balcón al pasado, sala de lectura, casa de los creadores larachenses etc… Pero para mí es algo más, es como una pared blanca virtual donde uno puede escribir o pintar para que los demás disfruten de su obra, es como una casa sin puertas a la que el dueño te invita a entrar y a comunicar… De tal manera que solo cuando mi relato sale publicado en el blog es cuando considero que ya está vivo, no necesito ningún otro soporte ni revista, ni libro. ¡Qué mejor difusión que esta ventana abierta al mundo! Pero esto ha sido posible por la personalidad del creador del blog. Pasen y lean, disfruten, sientan y opinen. Nada más , nada menos.

  3. Joana dice:

    Muy bello tu relato, León, a lo que me mueve decir que…
    Aquella vez todos perdimos. Muchos se marcharon y con ellos sus sueños de un mundo mejor.
    En la vida hay momentos, personas que de repente aparecen y te confunden, llegando a romper tus esquemas. Creo que me ocurrió lo mismo después de la tragedia y me sentí muy mal, muy lejos de todo. Mis esperanzas se vinieron abajo, no quedaba casi nada… El mundo volvía a resquebrajarae por el pensamiento de un colectivo que no de personas individuales, porque en casos semejantes, el ser humano como individuo queda absorbido, ya no cuenta su opinión sino que es sometido a la sinrazón del masacre y el terror.
    La enorme sensación de impotencia y el cúmulo de preguntas sin respuestas quedaron colgadas de esos vagones destrozados y flotando por ese aire intoxicado de barbarie, por la atmósfera de esa ciudad que en esos momentos hicimos tan nuestra.
    Un abrazo

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