El jueves pasado, 15 de diciembre, llegaba a la estación de tren María Zambrano, de Málaga, en el AVE Valencia-Málaga, que es un trayecto que se hace largo porque hay un transbordo en Madrid que se demora casi una hora. Regresaba de la presentación en Valencia de mi libro El mirador de los perezosos. El día antes, Alberto Mrteh, que se encontraba en Granada presentando también su libro Meshi Shughlek, me envió un whatsapp para anunciarme que iría de paso por Málaga y que, junto a Miguel Ángel Moreta-Lara, me esperaría en la estación para vernos. Y así fue.
Cuando salí del andén, me los encontré esperándome. Es agradable que te reciban en la estación cuando llegas de un viaje. Solo faltó la música de fondo de la película Love actually. Nos abrazamos, y me presentaron a Salvador Peña, que también estaba allí. Buscamos un bar cercano y nos pusimos a conversar animadamente.
Albero estaba excitadísimo porque deseaba darnos dos buenas noticias, que celebramos con risas. Luego, sacó primero un ejemplar de mi libro El mirador de los perezosos, para que se lo dedicara. Aguardo con impaciencia sus impresiones cuando acabe su lectura. A continuación, extrajo de su bolsa de viaje otro libro: Las mil y una noches, que Salvador Peña había traducido del árabe, y que se considera una de las mejores traducciones que se han hecho al español. Pero la que traía Alberto era de otra editorial. Cuando les comenté que la versión que he leído es la edición de René R. Khawam, me confirmaron Miguel Ángel y Salvador que no era precisamente de las mejores versiones. Así que he de dar con la que tradujo Salvador Peña, aunque parece que es difícil de encontrar ya.
Nos contó Salvador que tardó ocho meses en traducir el mítico libro con los cuentos de Scheherezade y que lo dejó exhausto, pero que, sin embargo, al poco tiempo, echaba de menos no seguir traduciendo esas historias. También nos dijo que la traducción exacta del título original es el de Las mil una noches, y no Las mil y una noches, porque el significado es muy distinto, y es verdad.
Hablamos también de mi presentación en Valencia y Alberto de la suya en Granada. Tenemos pendiente hacer una juntos. Entonces Miguel Ángel Moreta-Lara, siempre tan espléndido, me deslizó una bolsa, regalándome los tres primeros números de la Revista Marroquí de Estudios Hispánicos, y un par de libros más relacionados con el hispanismo marroquí. Alberto, por su parte, nos repartió a cada uno de nosotros una manopla o kessa típica de las que se utilizan en el hamman marroquí para exfoliar la piel. Volvimos a reír cuando recordé que Miguel Ángel estaba allí porque, siendo uno de los personajes de mi libro El mirador de los perezosos, se había escapado del interior del relato para acudir a esta cita.
Cuando acabamos las cervezas, habíamos resumido en una hora un sinfín de historias, como si Las mil una noches nos hubiera contagiado. Nos despedimos y regresé a casa con la sensación de que soy un tipo privilegiado. Había viajado a Valencia, donde varios buenos amigos me habían acompañado y arropado en la presentación, y al regresar otros amigos me esperaban para darme la bienvenida y me hacían regalos imprevistos. Pensé que la Navidad se había adelantado.
Sergio Barce, 17 de diciembre de 2022
ALBERTO MRTEH, SERGIO BARCE, MIGUEL ÁNGEL MORETA-LARA Y SALVADOR PEÑA
La sensualidad es uno de los elementos esenciales de Las mil y una noches, y, de entre sus páginas, reproduzco el siguiente fragmento y los siguientes versos:
“…Pero, completamente desnuda, la adolescente ya se había tirado al agua y había desaparecido en el fondo del estanque. Cuando sacó de nuevo la cabeza, al mozo se le olvidó todo: le pareció que era como un fragmento lunar, que su cara se asemejaba al plenilunio en todo su esplendor, o a la claridad que anuncia la aurora por encima del horizonte… La contemplaba a sus anchas y sin rebozo, mientras ponderaba su figura, sus senos redondeados, sus nalgas, que se estremecían con el más ligero movimiento. Tan desnuda como Alá, su Señor, la había creado, la muchacha se dejaba admirar. Entre suspiros emocionados, el joven le dedicó estos versos:
¡Qué figura tan perfecta la tuya!
Si la comparo con una flexible
y tierna rama, no te haría honor,
hasta imperdonable sería mi falta.
Porque una rama bella sólo es
si cubierta de hojas está,
mientras que tu belleza sólo brilla
en tu más completa desnudez.
Y estos otros:
¡Flecha que tus ojos han clavado
en el fondo de mi alma!
Rosas púrpuras serían tus mejillas,
de no ser la sombra de ese lunar.
Tu talle, tan esbelto como lanza,
como tal y rígida destaca,
aunque tú la curvas al andar
para incitarnos aún más,
no tanto por descuido
como por mitigar
la aflicción en que el alma
se deja atormentar.
¡Ay de los que viven el amor con pasión!
¡Cuántos sufrimientos y heridas,
cuánto cuesta a él renunciar!
Tomado del primer volumen de Las mil y uno noches publicada por Edhasa, de la edición de René R. Khawam, con traducción de Gregorio Cantera.