La sensualidad es uno de los elementos esenciales de Las mil y una noches, y, de entre sus páginas, reproduzco el siguiente fragmento y los siguientes versos:
“…Pero, completamente desnuda, la adolescente ya se había tirado al agua y había desaparecido en el fondo del estanque. Cuando sacó de nuevo la cabeza, al mozo se le olvidó todo: le pareció que era como un fragmento lunar, que su cara se asemejaba al plenilunio en todo su esplendor, o a la claridad que anuncia la aurora por encima del horizonte… La contemplaba a sus anchas y sin rebozo, mientras ponderaba su figura, sus senos redondeados, sus nalgas, que se estremecían con el más ligero movimiento. Tan desnuda como Alá, su Señor, la había creado, la muchacha se dejaba admirar. Entre suspiros emocionados, el joven le dedicó estos versos: