UN FRAGMENTO DE LA NOVELA «QUEBDANI», DE ANTONIO ABAD

«…Verás, tu madre con esa apariencia de mosquita muerta de no romper nunca un plato, tuvo también la culpa. Tenía una excesiva mansedumbre que llegaba a ser falsa cuando le mirabas la pequeña papada de su barbilla. Le pendulaba como una nalga pellejosa, llena de sordidez, con dos pliegues turbados por el cuello, y el sudor le brillaba sin esfuerzo como gotitas complacientes que ella trataba de enjugarse con un pañuelo de seda a la par que se obligaba a una frenética sonrisa. Su pelo teñido formaba parte de esa careta que escondía debajo de su cara gorda, agriada con el zumo de limón diario que antes de irse a dormir, todas las noches, se solía poner. Celestino estaba destruyéndose con la urgencia de una catástrofe premeditada y ella lo sabía. Se había erigido en una alimaña de su propia  perdición y sólo podía salvarlo forzándolo a vivir en el límite de una furia ajena. Trazó planes para él. Alimentó sus instintos comprendiendo que era la única forma de calmar su dolor. Necesitaba buscarle alguna víctima con que saciar a la bestia que llevaba por dentro y la encontró en Yamina.

Una tarde lo vi entrar en su cuarto con ese aire triste y conmovedor, casi envejecido a pesar de ser todavía tan joven, su escopeta en el hombro de la que nunca se separaba, y lo que no puedo olvidar de él, lo que siento ahora cuando lo recuerdo pegar a la puerta, rebasar la penumbra que se abrió al instante y cerrarse de nuevo, de golpe, tras de sí, es la misma repugnancia y el mismo sentimiento de repulsa que por entonces noté cuando descubrí lo que tu madre quería.

Todo indicaba que cuando Aurora Benavides me dijo que buscara a Celestino, con aquella sonrisa que a continuación frunció en un silencio irresistible, era porque había comenzado a tramar contra ti para que Yamina nunca fuera tuya…»

Este fragmento pertenece a la magnífica novela de Antonio Abad «Quebdani», publicada por El Toro Celeste.

Sergio Barce, 21 de agosto de 2025 

En 2020, escribí una reseña sobre esta misma novela que podéis leer en el siguiente enlace:  https://sergiobarce.blog/2020/08/04/quebdani-una-novela-de-antonio-abad/

      

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LETRAS Y LETRAS

Ayer, escuchaba un tema de Bad Bunny que sonaba (soportaba) en un bar de playa. He buscado la canción, «Tití me preguntó», y me puse a comparar esta «composición» con algunos de los temas de Bob Dylan, Joaquín Sabina, Leonard Cohen o Luis Eduardo Aute. No hablo de estilos musicales, hablo del esfuerzo creativo a la hora de escribir una letra. Evidentemente, no hay comparación posible porque la diferencia es abismal. Sin embargo, me parece interesante desvelar el esfuerzo de uno y de otros. Os invito a leer las dos siguientes canciones: la que canta Bab Bunny y una de las más sencillas de Aute, «Mira que eres canalla».

TITÍ ME PREGUNTÓ

Ey, Tití me preguntó si tengo mucha’ novia’Mucha’ novia’Hoy tengo a una, mañana otra, eyPero no hay boda

Tití me preguntó si tengo mucha’ novia’Mucha’ novia’Hoy tengo a una, mañana otra

Me las vo’a llevar a toa’ pa un VIP, un VIPEy, saluden a TitíVamo a tirarno un selfi, say «cheese», eyQue sonrían las que ya les metí

En un VIP, un VIPEy, saluden a TitíVamo a tirarno un selfi, say «cheese»Que sonrían las que ya se olvidaron de mí

Me gustan mucho las Gabriela’, las Patricia’Las Nicole’, las Sofía’Mi primera novia en kínder, MaríaY mi primer amor se llamaba Thalía

Tengo una colombiana que me escribe to los día’Y una mexicana que ni yo sabíaOtra en San Antonio que me quiere todavíaY las de PR que toítas son mía’

Una dominicana que es uva bombónUva, uva bombónLa de Barcelona que vino en aviónY dice que mi bicho está cabrón

Yo dejo que jueguen con mi corazónQuisiera mudarme con toas pa una mansiónEl día que me case te envío la invitaciónMuchacho, deja eso

Ey, Tití me preguntó si tengo mucha’ novia’Mucha’ novia’Hoy tengo a una, mañana otra, eyPero no hay boda

Tití me preguntó si tengo mucha’ novia’, ey, eyMucha’ novia’Hoy tengo a una, mañana otra (mañana otra)

Tití me preguntó-to-to-to-to-to-toTití me preguntó-to-to-to-to-to-to (qué pámpara)Tití me preguntó-to-to-to-to-to-toTití me preguntó-to-to-tPero ven acá, muchacho, ¿y para qué tú quiere’ tanta’ novia’?

Me las vo’a llevar a toa’ pa un VIP, un VIPEy, saluden a TitíVamo a tirarno un selfi, say «cheese», eyQue sonrían las que ya les metí

En un VIP, un VIPEy, saluden a TitíVamo a tirarno un selfie, say «cheese»Que sonrían las que ya se olvidaron de mí

Oye, muchacho del diablo, azarosoSuelta ese mal vivir que tú tiene’ en la calleBúscate una mujer seria pa tiMuchacho del diablo, coño

Yo quisiera enamorarmePero no puedoPero no puedoEh, eh

Yo quisiera enamorarmePero no puedoPero no puedo

Sorry, yo no confío, yo no confíoNah, ni en mí mismo confíoSi quieres quedarte hoy que hace fríoY mañana te va’, nah

Muchas quieren mi baby gravyQuieren tener mi primogénitoEy, y llevarse el créditoYa me aburrí, hoy quiero un totito inéditoUno nuevo, uno nuevo, uno nuevo, uno nuevo, ey

Hazle caso a tu amiga, ella tiene razónYo vo’a romperte el corazónVo’a romperte el corazón

Ey, no te enamores de míNo te enamores de míSorry, yo soy así, eyNo sé por qué soy así

Hazle caso a tu amiga, ella tiene razónYo vo’a romperte el corazónVo’a romperte el corazón

No te enamores de míNo te enamores de mí, noSorry, yo soy así, yaNo quiero ser así, no

Fuente: Musixmatch

MIRA QUE ERES CANALLA 

Mira que eres canalla
Eso no se hace a quien te quiere bien
Colegas tanto tiempo
Y ahora te fugas con esa mujer
Que soy el Tony, tronco
A mí no me vas a enrollar
No hay nada como piltra en soledad

Juro que no te creo
Te estás quedando conmigo, ¿verdad?
¿Que te has enamorado?
Si eso no le pasa ni a un colegial
Mira que son muy raras
Que para ellas el amor es lo que hizo Dalila con Sansón

No te lo pienses dos veces
Haz lo que te pida el alma
Puede que cambie tu suerte
Mira que eres canalla

La taquicardia, el miedo
Cuántos momentos de pasarlo mal
Fue una carnicería
Aquella guerra por la libertad

¿Qué quieres que digamos?
Charlie ni te quiere ver
Solo me ha dicho que te folle un pez

Después de todo aquello
De estar entre la espada y la pared
Cómo olvidar de pronto
Aquellos años en Carabanchel

Cómo has caído, Luis, si tú eres un sentimental
Serán los malos rollos de la edad

No te lo pienses dos veces
Haz lo que te pida el alma
Puede que cambie tu suerte
Mira que eres canalla

Seguro que tu Elisa
es oro puro, macizo y legal
Molan sus ojos verdes
No es cachondeo que son como el mar
Lo que sucede que aunque tenga
Un jopo a lo Mae West
No es fácil que sigamos siendo tres

Tú sabrás lo que te haces
Yo ahora me voy con Charlie al Alphaville
Que reponen «La huida»
La de Sam Peckinpah con Steve McQueen
Probablemente luego iremos, a eso de las 10
A ver al Aute que hay nuevo LP

No te lo pienses dos veces
Haz lo que te pida el alma
Puede que cambie tu suerte
Mira que eres canalla.

  

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«TÁNGER, LA VIDA SOÑADA», UNA NOVELA DE TINA SUAU

Tánger es una dama perversa, una hechicera, una ladrona. Tánger es un mito, es una metáfora, es una ensoñación. Tánger no existe. Y precisamente porque Tánger ya no existe (los tanyauis saben de lo que hablo), Tina Suau añade en el título de su novela esa certera sentencia: “la vida soñada”.

En los últimos años se ha producido una eclosión de novelas ambientadas en el Tánger internacional o en el actual. Sin embargo, muchas de ellas carecen de ángel y de alma, porque la ciudad es mero decorado de cartón piedra y esas historias podrían haberse ambientado en Estambul o en Saigón sin afectar al resultado. En otras novelas también ocurre que Tánger se convierte en un descarado anzuelo publicitario, y el desconocimiento que demuestra su autor o autora sobre ella y, en especial, sobre sus gentes es tan evidente que, a veces, hasta sonroja. Por eso, el libro de Tina cobra mayor relevancia, porque ella es tanyaui de los pies a la cabeza y evita ese mal uso de Tánger como mero atrezo (sigue la estela de Antonio Lozano o Ramón Buenaventura, por poner dos buenos ejemplos), y porque sabe trasmitir el significado profundo de la experiencia vital tangerina (como los autores antes mencionados). Ella utiliza a Tánger porque la necesita para seguir respirando.

La novela nos cuenta la vida de William Brady, un americano que se instaló en la ciudad en los años treinta y para el que Tina trabajó durante unos meses. Mafioso, asesino, espía, embaucador, amante, honesto sin embargo, que se casó con una torera española, Enriqueta Almenara, famosa en la época de la República junto a su hermana Amalia, conocidas en el mundo taurino como las Hermanas Palmeño. Un matrimonio que, ya de partida, resulta de lo más atractivo. Y Tina Suau abre la puerta de su intimidad, con desparpajo, con la seguridad que le da el conocerla de primera mano.

La estructura elegida de novela negra clásica (Tánger da mucho juego en este sentido) la envuelve con una patina de misterio muy sugerente. A la vez, Tina no elude ni el romanticismo ni la aventura, pero tampoco olvida, como ocurre en toda novela negra que se precie, bucear en el lado más oscuro de Tánger: su oscura etapa fascista, sus bajos fondos, la corrupción política y policial…. Eso y mucho más es esta hermosa y caleidoscópica novela que recorre casi cien años de historia de Tánger de manera lúcida, cálida y nostálgica. Esto último no puede evitarlo. Y me encanta. Porque la belleza de sus páginas radica en esta arrebatada declaración de amor que Tina Suau dedica a “su” Tánger.

«Tánger, la vida soñada» ha sido  publicada por Esdrújula Ediciones.

Sergio Barce

 

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«TETUÁN Y LARACHE 1936», UNA NOVELA DE LUIS MARÍA CAZORLA

Ayer, en la Sociedad Económica de Amigos del País, en Málaga, y organizado por la Sociedad Erasmiana de Málaga, presentamos la novela de Luis María Cazorla «Tetuán y Larache 1936», editada por Almuzara.

Aquí os reproduzco mi intervención:

«Hace ya unos años que conozco a Luis María Cazorla. Y, aunque nos hemos visto en contadas ocasiones, a causa de la distancia, poco a poco nuestra amistad se ha ido consolidando en el tiempo, argamasada con materiales diversos. El primero, nuestra ciudad de origen: los dos somos de Larache. Y lo crean o no, eso crea un vínculo inicial muy especial. El resto lo componen el respeto, la simpatía y la admiración.

Si revisan el currículum vitae de Luis María Cazorla, da vértigo. Lo primero que uno piensa es que aquí hay gato encerrado. Que esto está inflado. Que nadie cuenta con el tiempo suficiente para poder hacer parte de todo lo que él ha hecho y hace. Pero les aseguro que no, que están ante una mente brillantísima. Eso me causa un enorme respeto. Y de ahí mi temor hoy a no estar a la altura.

La simpatía la derrocha a manos llenas. Dicen que, cuando alguien es de veras inteligente, lo demuestra por su cercanía. Luis Cazorla cumple este aserto. Y su cercanía trae aparejada esa simpatía; amén de ser un hombre de una enorme generosidad, que a mí me ha demostrado ya en varias ocasiones y que no creo haber sabido corresponder.

Por último, la admiración. Es la que le profeso desde que lo conozco. Por todo lo que acabo de glosar, y por alguna cosa más.

Pero como lo que nos reúne aquí es su nueva novela, voy a dejar de darles la brasa a ustedes y la coba a Luis, y voy a centrarme en “Tetuán y Larache, 1936”.

Ya he escrito en varias ocasiones sobre los anteriores títulos publicados por Luis Cazorla: “La ciudad del Lucus”, “El general Silvestre y la sombra del Raisuni”, “Las semillas de Annual”, “Melilla1936”… Y en alguna o varias de estas reseñas, escribí algo así como que sus novelas históricas (porque todas estas y la que presentamos hoy lo son) y su estilo narrativo tienen un profundo calado galdosiano. Y eso es importante a la hora de adentrarse en su obra, porque marca un estilo y una forma de contar la Historia en mayúscula desde la historia en minúscula.

Su anterior novela, “Melilla 1936” me impactó por la carga de profundidad que encerraba y porque me descubrió a un personaje admirable, el juez Joaquín María Polonio, un juez que trató de aplicar la ley contra viento y marea, pese a las presiones que sufrió, hasta ser degradado por los fascistas, pero que no se dejó humillar en ningún momento. En esa novela, todos los personajes que aparecen en la trama existieron, son reales.

Por el contrario, y me parece muy bien este giro que diferencia una de otra, en “Tetuán y Larache 1936”, Luis ha preparado un cóctel con personajes reales y ficticios, de ahí que hablara antes de una obra en la que, para contar la Historia con mayúsculas utiliza la historia en minúscula. Un juego de espejos que la enriquece.

Luis Cazorla juega en esta nueva novela con un reloj. Es como si le hubiera dado cuerda cuando se puso a escribir la primera línea y se hubiera propuesto detenerlo al poner el punto final. Porque de eso se trata, de construir un artefacto que, si fuera una película, diría que bebe de Alfred Hitchcock. Y, aunque los sucesos que narra, los conocemos, sin embargo, logra eso tan difícil como marcar un tempo y un ritmo; que es lento, sí, y pausado, hecho a conciencia, pero no por ello falto de tensión. Crear suspense con una historia y un desenlace sabidos de antemano es un logro enviable.

Además, Luis hace aquí de reportero gráfico. Porque, por una parte, parece que usa una cámara de cine para filmar lo que sucede día a día, hora a hora, casi minuto a minuto, y no exagero; y, a la vez que graba las escenas, las transcribe con lujo de detalles.

De esta manera, gracias a esa cámara que ha introducido clandestinamente, Luis nos hace testigos de cuanto acontece en el norte de Marruecos, en especial en Larache y Tetuán, pero también en Ceuta y Melilla, durante los días cruciales del levantamiento contra la República.

La novela arranca en Larache, y la mayor parte de la novela trascurre también allí, como debe ser, tratándose Luis de un larachense de pro. Con apenas unos fotogramas iniciales, nos describe el contexto y nos da una idea general de las distintas posiciones ideológicas que se mueven por la ciudad: la de la logia masónica número 446B en contraste con la que representa el abogado falangista Sánchez Ferrero y los militares que acuden con asiduidad al Casino, cara y cruz de dos realidades enfrentadas.

Y, en medio de ellos, la moderación, la decencia y el sentido democrático, que representa el personaje de Pedro Robi, quizá por el que el autor (espero no equivocarme) muestra más querencia.

A partir de aquí, siempre bajo la dirección de Luis Cazorla, recorremos las calles de Larache y contemplamos cómo se va enrareciendo el ambiente, cómo los falangistas van haciéndose dueños de ella, cómo la violencia va arrinconando a la población civil y cómo las autoridades republicanas se muestran incapaces de reaccionar y de ni siquiera ponderar la gravedad real de lo que está a punto de suceder.

Y de la mano de sus personajes, excelentemente descritos y desarrollados, nos balanceamos de uno a otro lado. Toda la trama llevada con una minuciosidad de amanuense, grabada y transcrita secuencia a secuencia mientras se construye, se ejecuta y se afianza el golpe de estado en el norte de Marruecos.

Dada la cuantiosa documentación que ha acumulado Luis en sus investigaciones, sigue grabando y transcribiendo desde el interior de los despachos, de los casinos, de los cuarteles, de las casas, y eso hace tan creíbles y reales los perfectos retratos de Yagüe, de Beigbeder o de Franco. Tan certero, que podemos escucharlos no sólo hablar, sino hasta respirar. Su cámara nos convierte en testigos presenciales de sus reuniones y conciliábulos, vemos sus reacciones y cada uno de los pasos que dan durante la trama conspiratoria y el golpe definitivo. Como si reloj al que dio cuerda al comienzo de la novela marcara la cuenta atrás minuto a minuto, es decir, párraflo a párrafo.

Muy interesante y documentado todo lo relativo a los movimientos de Juan Beigbeder para ganarse a los independentistas marroquíes, con Abdeljalek Torres a la cabeza. Algo que ya intentó la República pero que, por su torpeza, no supo llevar a buen término. Los africanistas, sin embargo, supieron cómo atraerlos a su causa, y Luisa Cazorla en este sentido también logra pintar ese mosaico de intrigas, engaños, anzuelos y presiones sutiles.

Y, además, nos rescata a un personaje real fascinante: Johannes Bernhardt, un nazi que será crucial para el éxito del golpe, al que Luis ha dedicado horas de investigación y de estudio. Porque gracias a este hombre, la Alemania de Hitler ayudó a que las tropas franquistas cruzasen el estrecho, y todo lo que vino después. Y aquí Luis sí que se la ha jugado, porque también ha sabido camuflar su cámara en el despacho del Führer para proyectarnos en blanco y negro la reunión crucial que hizo que Hitler, pese a sus reticencias iniciales, se decantara finalmente por ayudar a Franco.

Del otro lado, su crónica sobre el general Gómez Morato y el teniente coronel Luis Romero Bassart, amén del general Romerales, es la crónica de quienes acabaron siendo devorados por las circunstancias y por la sensación de soledad que experimentaron, que Luis Cazorla retrata igualmente de manera certera. Militares éstos que se mantuvieron fieles a la legalidad vigente y que, sin embargo, ven cómo sus esfuerzos caen en saco roto, engañados por sus propios compañeros, denostados por los golpistas que los consideran a ellos curiosamente como traidores.

Pero, de la misma manera, se nos muestra la cara más feroz de ese movimiento de sables. La inmediata creación de campos de concentración, casi sobre la marcha, como el de Mogote, o la represión a sangre y fuego que llevaron a cabo de manera sistemática. Como larachense, me ha conmovido volver a leer el fatal destino que recibieron algunos paisanos tras el golpe de Estado. Cómo se forzaba a la ciudadanía a realizar el saludo fascista, la imposición de multas económicas por motivos ideológicos y cómo se ejecutó a personas honestas sin motivo de peso, como ocurrió con Mauricio Matamala. Esta crónica es la que me resulta más dura.

Y así, paso a paso, llegamos hasta el triunfo del golpe militar en Marruecos, es decir, el inicio de la guerra civil.

Pero Luis no podía dejarnos con ese mal sabor de boca, porque todos sabemos qué es lo que vino en los años siguientes. No. Casi al final de su relato, Luis rescata a su personaje Pedro Robi, que representa la sensatez, para que emerja igual que una luz al final de ese largo túnel, como hiciera en “Melilla 1936” con el juez Polonio. De esta manera, abre una pequeña puerta a la esperanza cuando hace que Pedro Robi decida sacudirse el peso que viene soportando durante toda la novela para volver a comportarse como el hombre decente que siempre había sido. Y lo hace de la manera más audaz pero más sencilla: actuando con humanidad.

Pero para conocer qué es exactamente lo que hace, han de leer la novela hasta el final.

Si quieren adentrarse en esos días terribles y conocer los hechos tal y como realmente acontecieron, les recomiendo que no dejen de leer “Tetuán y Larache 1936” de Luis María Cazorla Prieto, larachense.

Sergio Barce, 10 de junio de 2025″

 

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