
Partiendo del episodio real del fallido fusilamiento de Sánchez Mazas, cofundador de Falange, en el Collell, en su novela «Soldados de Salamina«, Javier Cercas nos hace un pintoresco retrato de este personaje cobarde y fanático que supo crearse una especie de leyenda a su alrededor a partir de ese episodio. Jugando con la novela, el relato periodístico e incluso el relato de investigación, Cercas rastrea a través de la mirada y de los recuerdos deformados de quienes dieron refugio al fugitivo hasta el final de la guerra civil, la ruta que siguió aquél y cómo el miedo que sintió durante esos días fue transformándose, gracias al triunfo de los nacionales, en un hecho que se vendió como una heroicidad de este falangista.
“La leyenda, pregonada a los cuatro vientos por fuentes de los signos más diversos, cuenta que un día a finales de julio de 1940, en pleno Consejo de Ministros, Franco, harto de que Sánchez Mazas no acudiera a aquellas reuniones, dijo señalando el asiento siempre vacío del escritor: <Por favor, que quiten de ahí esa silla>. Dos semanas más tarde Sánchez Mazas fue destituido, cosa que, siempre según la leyenda, no pareció importarle demasiado. Las causas del cese no están claras. Unos alegan que Sánchez Mazas, cuyo cargo de ministro sin cartera carecía de contenido real, se aburría soberanamente en las reuniones del consejo, porque era incapaz de interesarse por asuntos burocráticos y administrativos, que son los que absorben la mayor parte del tiempo de un político.

Otros aseguran que era Franco quien soberanamente se aburría con las eruditas disquisiciones sobre los temas más excéntricos (las causas de la derrota de las naves persas en la batalla de Salamina, digamos; o el uso correcto de la garlopa) que Sánchez Mazas le infligía, y que por eso decidió prescindir de aquel literato ineficaz, estrafalario e intempestivo, que desempeñaba en el gobierno un papel casi ornamental. Ni siquiera falta quien, de forma candorosa o interesada, atribuye la desidia de Sánchez Mazas a su desencanto de falangista fiel a las ideas auténticas del partido. Todos coinciden en que presentó su dimisión en diversas ocasiones, y en que nunca le fue aceptada hasta que sus reiteradas ausencias de las reuniones ministeriales, siempre justificadas con excusas peregrinas, la convirtieron en un hecho. Se mire por donde se mire, para Sánchez Mazas la leyenda es halagadora, pues contribuye a perfilar su imagen de hombre íntegro y reacio a las vanidades del poder. Lo más probable es que sea falsa.”
No obstante, pese al interés del relato, éste da un giro absoluto y alcanza sus verdaderas cotas de calidad, de calidez y de emoción cuando el protagonista, se supone que el propio Cercas en su labor de investigación para esta novela, encuentra en un asilo francés a Miralles, un personaje que arrastra tras de sí una vida que son miles de vidas, un aventurero, un hombre errático, de quien Javier Cercas sospecha que es el soldado republicano que, al encontrar al acorralado Sánchez Mazas, no le dispara y le deja escapar. Ese personaje, agotado por una vida larga, por unos recuerdos crueles y duros, rezuma una humanidad de la que carece el resto de los personajes y, tal vez por ello, consigue ganarse el afecto del lector, que lo hace suyo y lo adopta. Son esas últimas páginas donde realmente se disfruta de una obra cuidada y esmerada, intachable, triste, emocionante al fin.

La novela fue llevada a la pantalla por David Trueba.
El fragmento de la novela lo he tomado de la edición de “Soldados de Salamina” publicada por Tusquets Editores, año 2001.
Sergio Barce, marzo 2011

Javier Cercas
Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962). Profesor de Literatura española en la Universidad de Gerona, es colaborador habitual en prensa. Además de “Soldados de Salamina”, es autor de las novelas “El inquilino” (1989), “El vientre de las ballenas” (1997), “La velocidad de la luz” (2005) y “Anatomía de un instante” (2009).