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EL TÁNGER ACTUAL DE JAVIER VALENZUELA, EN EL COLOQUIO DEL PRÓXIMO DÍA 7 DE MARZO

Día 7 de marzo.

Tánger en nuestros libros.

Charla coloquio entre los escritores Javier Valenzuela, Rocío Rojas-Marcos y Sergio Barce.

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Limones negros de Javier Valenzuela (Anantes, 2017). Tras su anterior libro, Tangerina, reaparece Sepúlveda, su protagonista, un profesor del Instituto Cervantes de Tánger que, por azares de la vida, se ve envuelto en una nueva y oscura historia que nos introduce en la otra cara de la ciudad, más desconocida y más terrible. Una novela negra perfectamente ensamblada, que nos lleva por las calles del Tánger actual y por las arterias más podridas de la sociedad de ambas orillas. Limones negros es, además de una excelente novela noir, un caleidoscopio de Tánger, donde aparecen personajes reales, fácilmente reconocibles, y en la que la ciudad se convierte en parte fundamental de la trama. El conocimiento profundo que posee Javier Valenzuela de sus rincones y de sus habitantes, añaden un plus a la obra.  

En el encuentro del día 7 de marzo en Málaga, se cruzarán los personajes reales y ficticios del Tánger internacional y del Tánger de nuestros días, y los lugares emblemáticos de entonces y de ahora.

Fragmento de Limones negros:

“…El cielo, poco cubierto cuando entré en la jefatura, se había convertido en una masa cenicienta de nubes, una opresiva panza de burro. Eso me deprimía: no vivía en el sur para padecer la grisaille de Bruselas o Estrasburgo, el mal tiempo me transmitía la sensación de haber sido estafado por algún tipo de vendedor de seguros. Además, la escasez de luz solar ponía de relieve la suciedad, la pobreza y el abandono. Si un cielo gris realzaba en Londres y París el granito lustroso, el acero pulido y la buena pizarra de los tejados, aquí tan solo añadía una capa de ceniza a la desdicha.

Subí hasta la avenida Mohamed V y desde allí seguí subiendo hacia el punto, donde se alzaba el Hotel Rembrandt, en que esta se convertía en el bulevar Pasteur. Sentí que mi ánimo iba mejorando y supe que se lo debía a la gente. Como había escrito Paul Bowles, los marroquíes eran unos consumados actores teatrales. Siempre estaban interpretando, y hasta sobreactuando, los papeles que su dios, el destino o quien fuera les había atribuido a cada cual.

Sorteé a un loco que conversaba animadamente consigo mismo. Esquivé a un forzudo que llevaba una bombona de butano sobre los hombros como se lleva un cordero pascual al sacrificio. Tropecé con un chico con una sudadera con el retrato del Che Guevara que llevaba del brazo a una chica enlutada desde la coronilla a la punta de los pies. Ninguneé a un hombrecillo que me ofreció: <¿Reloj?, amigo>. Cedí el paso a una viejecita muy linda que conducía con estilo un carrito de inválido motorizado y modernísimo. La viejita llevaba gafas de pasta negra en un rostro de pajarito y vestía una chilaba y un hiyab con alegres estampados florales.

Tánger

Las mezquitas se pusieron a emitir la llamada a la oración del mediodía justo cuando pasaba por delante de la Librairie des Colonnes. Me detuve y oteé el escaparate. Me alegró ver que exhibía las obras de Chukri traducidas al castellano por Rajae Boumediane para la editorial Cabaret Voltaire. A continuación, en la terraza del Claridge, rechacé los servicios de un limpiabotas señalándole mis zapatillas deportivas. Recordé que Jamid, el limpiabotas que me adoptó cuando llegué a la ciudad, ya había fallecido y eso me pareció en cierto modo compasivo. En un tiempo en que hasta yo mismo me había pasado a las deportivas, a este oficio se le iba empequeñeciendo el mercado. ¿Terminarían desapareciendo como el de los aguadores?

Alcancé la Terraza de los Perezosos y allí, a la altura de la perfumería Madini, compré un cucurucho de maní y lo comí mientras contemplaba el grupito de manifestantes que hacía ondear banderas palestinas y gritaba consignas en árabe a favor de sus desdichados parientes de Tierra Santa.

Acordé conmigo mismo que, en vez de por la empinada Rue de Belgique, alcanzaría el Cervantes por la calle de México, aquella donde Messi tenía su negocio. Esperaba encontrarme su habitual animación comercial, pero me topé con medio centenar de hombres que comenzaban allí mismo sus plegarias, muchos con chilabas blancas. Se habían descalzado y colocado toallas o alfombrillas en la acera, y se postraban en dirección al levante, buscando el lejanísimo faro de La Meca. Coreaban alabanzas al Dios único de Abraham, Jesús y Mahoma.

Cambié de acera y fui siguiendo las subidas y bajadas de la calle de México hasta que, al fondo, cerrándola como una especie de puerta, vi desplegado el gran cartel del Instituto Cervantes, con su logo basado en la letra Ñ destacando en blanco sobre un fondo rojo. A la derecha, sobre los edificios, se colaba en la panorámica el alminar de la mezquita que llevaba el nombre de Mohamed V y había sido alzada tras la independencia de Marruecos con dinero de los jeques kuwaitíes.

Aceleré el paso y estuve a punto de caerme al suelo al calcular mal el movimiento de descenso en uno de los altísimos bordillos de las aceras de la ciudad.

Entré en el despacho de Paquita Torres, la secretaria del Cervantes, para preguntarle…”

Javier Valenzuela. Periodista y escritor, ha publicado once libros, los últimos las novelas Limones negros y Tangerina, ambas ambientadas en Tánger y de temática noir. Nacido en Granada en 1954, trabajó durante 30 años en El País, donde fue director adjunto y corresponsal en Beirut, Rabat, París y Washington. Entre 2004 y 2006 fue director general de Comunicación Internacional en La Moncloa. En 2013 fundó la revista tintaLibre. Vive a caballo entre Madrid, Tánger y la Alpujarra, y trabaja en una nueva novela negra que transcurre en el Madrid de la Guerra Civil.

Javier Valenzuela

Javier Valenzuela

 

 

 

 

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EL TÁNGER INTERNACIONAL DE ROCÍO ROJAS-MARCOS, EN EL COLOQUIO DEL PRÓXIMO DÍA 7 DE MARZO

Día 7 de marzo.

Tánger en nuestros libros.

7 de marzo 2

Charla coloquio entre los escritores Javier Valenzuela, Rocío Rojas-Marcos y Sergio Barce.

Tánger, la ciudad internacional de Rocío Rojas-Marcos (Almed, 2009) es un libro fundamental para conocer cómo fue Tánger en los años de su mayor esplendor, en los años que se han mitificado de alguna manera, especialmente por la literatura. Este libro ha servido, nos ha servido a todos los autores que, directa o indirectamente, hemos ambientado alguna de nuestras novelas en el Tánger Internacional con el que, confesémoslo, hemos soñado. Por eso, en el encuentro del día 7 de marzo en Málaga, será muy interesante contrastar lo que Javier Valenzuela y yo hemos creado y recreado en nuestras novelas (realidad y ficción en aquel Tánger y en el Tánger de hoy) y lo que una investigadora contumaz como Rocío conoce a fondo de ese mismo lugar. Un reto sugerente al que os invitamos a asistir.

Fragmento de Tánger, la ciudad internacional:

“…Una cita ineludible para todos los tangerinos amantes del teatro era la representación del Don Juan Tenorio de Zorrilla, que cada noviembre realizaban en el Teatro Cervantes, la ya célebre compañía de Los Aficionados. Así como otra de las actuaciones más importantes del momento que el Gran Teatro Cervantes pudo disfrutar fue el espectáculo ofrecido por la Compañía La Barraca. Llegaron a Tánger el 14 de abril de 1934; venían para celebrar la proclamación de la Segunda República Española, invitados personalmente por Jacobo Bentata; tangerino sefardí que solía frecuentar la Residencia de Estudiantes y conocía bien a los poetas de la Generación del 27. La Barraca trajo como repertorio el Fuenteovejuna de Lope de Vega y Entremeses de Miguel de Cervantes. Ofrecieron hacer dos representaciones, una al aire libre -que fuese gratis para todo el que quisiese asistir-, y otra en el Teatro Cervantes. En esta ocasión no sería García Lorca quien viniese al frente de la compañía, sino su subdirector, el cineasta y dramaturgo Eduardo Ugarte. García Lorca estaba por entonces viajando de vuelta de Argentina.

Teatro Cervantes

Aunque no coincidió con su compañía, Lorca estuvo en Tánger a finales de ese mismo mes, si bien nunca se ha sabido mucho más sobre esta visita ni trascendieron noticias escritas, por lo que es de suponer que fue uno más de los que quiso conocer la vida buena y relajada que se podía disfrutar en la ciudad. En cualquier caso, las décadas de los años treinta y cuarenta fueron las más activas para este teatro. Además de por la agitada vida social de Tánger -ya en plena etapa internacional-, por la presencia española durante el lustro que el gobierno español controló la ciudad durante la II Guerra Mundial -de 1940 a 1945-. En esta época, la influencia española en la vida social y cultural se dejó sentir aún más en las representaciones del Cervantes. Era el tiempo en que las tonadilleras eran las más grandes estrellas del momento en España, y todas cantaron en el Cervantes de Tánger: Estrellita Castro, Carmen Sevilla, Imperio Argentina, y Lola Flores, acompañada por Manolo Caracol, quienes con La Niña de Fuego lograron hacer vibrar a las mil cuatrocientas personas -aforo máximo- que abarrotaba el teatro.

En 1944, también Juanito Valderrama llega a Tánger. En principio la visita no era más que una parada más dentro de la lista de actuaciones programadas en su cartel, pero se convierte en un recuerdo imborrable para la ciudad y también para el artista: entre sus nostálgicos recuerdos de lo que allí vio, cuanta Juanito Valderrama:

<Tánger no tenía nada que ver con las otras partes de Marruecos que yo había conocido desde la primera vez que fui con la Niña de la Puebla antes de la guerra. Tánger era completamente distinto a las ciudades españolas del Protectorado, a Tetuán, a Larache, a Alcazarquivir. Los otros sitios eran como Andalucía, estaban atrasados como España, llenos de soldados, de cuarteles, de moros de Regualares.>

Pero esto no es todo lo que el artista conoció en Tánger. Cuenta que la gente se le abalanzaba por la calle; cada español tenía su pequeña historia de exiliado en busca de la libertad en Tánger. Entre sus recuerdos puestos por escrito, Juanito Valderrama nos dice:

<A mí me pareció que media España estaba allí, refugiada en Tánger, en esa emigración forzosa, con esa emoción que vi luego en el teatro, todos en pie, aplaudiendo los cantes de España, sin colores, sin bandos, con lágrimas en los ojos. Allí ni se decía nada en contra del régimen de Franco ni a favor de nadie. Nada más que llorar recordando nuestra tierra. Y con todo esto en un rato compuso la canción que más fama le dio nunca: El Emigrante. Su canción más conocida la compuso sentado en el hotel de Tánger recordando a todos esos españoles que lloraban anhelando su país, pero que ya no sabrían vivir en otro sitio que no fuera Tánger, y a todos ellos les dedicó esa canción. Y a mí aquello me llegó tan hondo y era una verdad tan dolorosa, que al llegar al hotel por la noche, después de pasar por aquellos sitios del Zoco Grande, por los cafetines del té moruno, todos oscuros, las calles tan estrechas, la otra parte de Tánger, la mora, no la internacional, cogí un papel y me puse a escribir toda la canción que me faltaba, porque hasta entonces el Niño Ricardo y yo nada más que teníamos compuesto el estribillo. La hice de un tirón. Así nació el himno de todos los emigrantes españoles, la música que todo el que salió de España canturreaba mientras recordaba lo que dejaba atrás. El Emigrante de Juanito Valderrama, era de Tánger>.”

En el encuentro del día 7, se presentará el último libro de Rocío Rojas-Marcos: Tánger, segunda patria.

Rocío Rojas-Marcos (Sevilla, 1979). Doctora en Literatura y Estética en la Sociedad de la Información (Universidad de Sevilla, 2017). Máster en Escritura Creativa (2011-12). Licenciada en Estudios Árabes e Islámicos (2003). Entre sus publicaciones destacan: Tánger, Segunda patria (Almuzara, 2018), Tánger ciudad internacional (Almed, 2009), Sanz de Soto y Buñuel. La tercera España transfretana (Khbar Bladna, 2012), Carmen Laforet en Tánger (Khbar Bladna, 2015). Su producción intelectual se compagina con la participación en los proyectos de ciudades intermedias en la Fundación Andaluza Gordion, así como con la poesía. Próximamente verá la luz su primer poemario Habitada por palabras (Lápices de Luna).

Rocío Rojas-Marcos

Rocío Rojas-Marcos junto a Javier Valenzuela

 

 

 

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MÁLAGA – 7 DE MARZO – «TÁNGER EN NUESTROS LIBROS»

Primer aviso…
MÁLAGA

Día 7 de marzo

A las 19.30
En Ámbito Cultural de El Corte Inglés.

Tertulia que mantendremos Rocío Rojas-Marcos, Javier Valenzuela y yo para hablar de
TÁNGER EN NUESTROS LIBROS

Para anotad ya en vuestras agendas.

7 de marzo 1

Hablaremos de nuestros libros ambientados en esta fascinante ciudad…

tangerina-de-j-valenzuela-portada

Tangerina y Limones negros, novelas de Javier Valenzuela

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Tánger, la ciudad internacional, libro de Rocío Rojas-Marcos

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La emperatriz de Tánger y El libro de las palabras robadas, novelas de Sergio Barce

cubierta definitiva La emperatriz de Tánger

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El libro de las palabras robadas -

Y aprovecharemos para presentar el nuevo libro de Rocío:

Tánger, segunda patria

Tánger segunda patria

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«TANGERINA», UNA NOVELA DE JAVIER VALENZUELA

«…Chukri te ha contado que tus padres los conocieron y, aunque ellos jamás te hablaron de los Bowles, tú sabes que los dos eran, digamos, bisexuales.

No es ningún secreto que a Paul Bowles le encantaba descubrir jóvenes talentos artísticos que no tardaba en convertir en amantes, como si mecenazgo y cama fueran una misma cosa para él. El pintor Ahmed Yacoubi fue uno de ellos, quizá el más importante para Paul. En 1947 lo descubrió en Fez y, dos años después, ya se lo había llevado a Tánger. Durante los tres lustros siguientes, Yacoubi sería el gran amor del autor de El cielo protector. Eso también está en los libros.

¿Y Jane Bowles? ¿Cómo llevaba la escritora de nariz respingona la cohabitación con el guapo, viril y simpático amigo de su esposo? Por lo que has leído, Jane se quejaba de que Yacoubi siempre le estaba sacando dinero a Paul, pero de ahí no pasaba. A ella le gustaban las mujeres y tenía sus propios líos. El más notorio, la relación casi sadomasoquista con Cherifa, su ama de llaves.

Cotorrito, el loro de los Bowles, era testigo de este ménage à quatre. ¿A cuatro? ¿Qué dices, Sepúlveda? Y a cinco y a seis también.

A mediados de la década de 1950, el pintor Francis Bacon desembarcó en Tánger tras los pasos de su gran amor Peter Lacy, un piloto de caza de la RAF durante la Segunda Guerra Mundial. Paul Bowles le dio la bienvenida, le ayudó a acomodarse, le presentó a Yacoubi y le pidió que enseñara a su protégé a pintar al óleo. Yacoubi no tardaría en convertirse en un visitante asiduo del taller que Bacon abrió en la medina.

Francis Bacon con Ahmed Yacoubi, en Tánger, 1956

Francis Bacon con Ahmed Yacoubi, en Tánger, 1956

Una fotografía en blanco y negro fechada en 1956 muestra a Bacon, con camisa blanca, pantalón largo y sandalias de cuero, poniendo cariñosamente la mano izquierda encima de los hombros de un Yacoubi que sólo viste un bañador a cuadros y exhibe un torso musculoso. La leyenda tangerina cuenta que Bacon compaginó su aventura con Yacoubi, que seguía viviendo en casa de los Bowles, con su pasión con Peter Lacy.

Al veterano piloto de guerra podía vérsele en el Dean´s Bar, donde se ganaba la vida tocando el piano desde el atardecer hasta el amanecer. Conocía un amplio repertorio de temas de jazz que desgranaba mientras iba vaciando botellas de ginebra. De cabello largo, muy claro y peinado hacia atrás, y rostro pálido y bien proporcionado, solía vestir un traje ligero con camisa blanca y pajarita negra.

En 1962, cuando Peter Lacy murió, Bacon pintaría en Tánger un lienzo llamado Paisaje cerca de Malabata como homenaje al torturado amor que habían sostenido. Es uno de los más sombríos y dramáticos de su carrera: un paisaje abstracto, borrascoso, iluminado por relámpagos.”

Tangerina de J. Valenzuela - portada

Este fragmento que he escogido de la novela Tangerina (Martínez Roca – Madrid, 2015) de Javier Valenzuela., resume a la perfección qué tipo de libro ha escrito.

Javier Valenzuela es uno de los periodistas más reconocidos de nuestro país y, al enfrentarse a su primera novela, no ha podido evitar seguir ejerciendo su profesión. Así que estamos ante una obra plagada de información y de noticias.

Conocí a Javier Valenzuela en la Fundación Tres Culturas de Sevilla, en un encuentro en torno a la figura de Mohamed Chukri, en el que él intervenía junto a Rajae Boumediane y Juan José Téllez. Luego, tomamos algo y, finalmente, acabó por presentar mi anterior libro Paseando por el Zoco Chico. Larachensemente, en Madrid, en un gesto de generosidad que siempre le agradeceré.

En esas horas posteriores al encuentro de Sevilla, Javier dijo que estaba a punto de publicarse su novela: Tangerina. Yo comenté que estaba a punto de publicar la mía: La emperatriz de Tánger

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