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«Maquillada por la pátina atlántica del clima y de la luz, Larache es la cal manchada de azules marineros y el cálido color de la bienvenida que se reparte por sus puertas: el color de la tierra, el del ladrillo y la piedra, que invitan a cruzar dimensiones mitológicas, históricas y reales.
Conocedora y emocionada de su patrimonio se vuelve presumida y se muestra al visitante con humilde vanidad, compartiéndose con pasión, tal como lo hacen sus habitantes, pues de ellos está hecha la ciudad».