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«EL MIRADOR DE LOS PEREZOSOS», DE SERGIO BARCE, SEGÚN MOHAMED EL MORABET

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Cuando el pasado día 10 presentamos en la Librería Antonio Machado, de Madrid, mi libro El mirador de los perezosos, las palabras que leyó Consuelo Hernández al comienzo del acto (la autora del óleo que sirve de cubierta al libro era la más indicada para comenzar precisamente hablando de esa imagen y del cuento que se inspira en ella) y las que luego dedicó Mohamed El Morabet a cada uno de los relatos que arman este libro, sé que a los asistentes les hizo despertar las ganas por leerlo. A mí me causaron un cierto efecto de fascinación, porque siempre es curioso descubrir lo que otros hallan en mis creaciones, como si dieran con el reverso de mis palabras o con lo que se esconde en lo más recóndito tras las historias que narro.

En cualquier caso, lo pasamos bien, nos reímos y nos emocionamos, y el público disfrutó tanto de Consuelo como de Mohamed, y espero que de algunas de mis ocurrencias.

En esta crónica, reproduzco las impresiones de Mohamed El Morabet, en lo que él había titulado para la presentación como “Decálogo ético de Tánger”, y que desgranó a medida que dialogábamos. En el próximo post, os ofreceré el texto completo de Consuelo Hernández sobre la interrelación entre su óleo “Tres mujeres en cabo Malabata” y mi relato “Cabo Malabata”. Y así se cerrará el círculo a la perfección.

Sergio Barce, 17 de febrero de 2023 

Mohamed El Morabet dijo cosas como éstas:

“Tánger es un hoyo. Este aserto no hace justicia a la ciudad, lo sé, aunque cada vez que la visito me invade un miedo irracional. Por temor a que me engulla, supongo. Después de pensarlo mucho, sospecho que la verdadera razón por la que no me gusta Tánger es porque no la conozco. O, más bien, la desconozco mientras que muchas de mis amistades parece que la conocen al dedillo. Esto ya lo señaló Orhan Pamuk respecto a Estambul: «La ciudad no tiene otro centro sino nosotros mismos». Después de leer a Sergio Barce y su fascinante libro de relatos, El mirador de los perezosos, renuevo mi aseveración y me quedo un pelín reconciliado. Su decálogo ético sobre Tánger sacude mi pereza y me invita a que sienta la ciudad algo mía también.

9 de abril

9 de abril, el primer cuento, me suena a las sesiones de James Lord con Giacometti. Con el añadido de encontrar en el otro a sí mismo. De ahí la grandeza del relato. El arte por sí solo no sirve de nada. Su magia e influjo sucede cuando interviene en tu vida y te conecta con los que te rodean. En este caso, Joao solo sabe mirarse a través de Saloua. El retrato que pinta es el punto de encuentro.

Boulevard Pasteur

Un cuento-paseo mediterráneo. Una road-movie urbana que transcurre en un día y en una vida. Empieza en el bulevar Pasteur y acaba en el mismo lugar. El autor se sumerge en la nostalgia de las pisadas del presente y del pasado. La ciudad es un decorado perfecto para la memoria y para espantar el olvido. La ciudad de las quimeras vista en un carrete de 24 de una cámara Leica.

Calle Josafat

Una historia de amor truncada en la adolescencia. Un juego hábil y sugerente de mezclar de forma simultánea, a veces, y alternándose, otras, el amor adolescente y el amor a una ciudad que ya no es. Muy logrado el diálogo con el viejo que confunde a Carlos con su padre Joaquín. «Los amigos van desapareciendo, sí», repite el anciano. Y es el tacto de Sergio Barce para decirnos que el amor, como los amigos, y como Tánger, también pueden desparecer si no los contamos.

Cabo Malabata

La maestría de Barce en este cuento reside en su capacidad de que todos los personajes de otros artistas se parezcan a él. Ahora matizo mis palabras. Las tres mujeres del cuadro de Consuelo Hernández podrían ser la cuna de un universo de historias posibles. Pero después de leer la vida que Sergio Barce ha otorgado a estas tres mujeres, y al volver a mirar el cuadro, descartamos el universo de posibilidades para quedarnos con esta versión como definitiva. El truco es sencillo: Barce imprime su amor a sus personajes. Después ya no hay manera de no amarlos. Pero tengo una duda seria: ¿Por qué elige sentarse en una silla de hierro oxidada cuando las tres mujeres están sentadas en una silla blanca Monobloc? (esta pregunta dio lugar a un divertido cambio de impresiones y de sugerencias)

Hafa

Un relato con una trama para una novela. Muchos personajes y bien construidos. El conflicto del padre ocultando su enfermedad. La madre sumisa con su hermano. Una hija adolescente que es el futuro de la familia. Un hijo bueno y fumeta, pero no buen estudiante y al parecer currante. La abuela entrañable en su relación con la amiga Raquel. El tío encarnando el mal como espejo del fracaso. Un tejido de conexiones familiares y de amistades estimulante. Una tensión narrativa muy sólida. Qué pena que necesite un desarrollo más amplio para dar cabida a todas las dimensiones de los conflictos que plantea. Y todos muy bien definidos. Qué gran primera frase, un comienzo de película.

Hotel Rembrandt

La sensación de desubicación que recorre el relato es perturbadora. Se traza una línea que separa el mundo interior, introspectivo, con la figura pública de un escritor reconocido y leído. Descubrir que la faceta de feriante de un escritor no es jauja y tiene su lado oscuro. Muy logrado el tono de la desmemoria solo con el lado expositivo del escritor, sin embargo, él sigue siendo él, sigue fijando su mirada curiosa en detalles que generalmente pasan desapercibidos. Y luego ocurre lo mágico: aparece Meriem, persona y personaje, la unión entre estos dos estados es el deseo. Porque el escritor que la ha creado, la ama y el escritor feriante no sabe por qué la ama, aunque intuye las razones. Meriem ejerce de faro o de luz al final del túnel, ayuda a sacar al escritor desmemoriado de su letargo e invitarle de nuevo al mundo real. Y lo maravilloso es que todo esto es ficción. ¡Grande, Delio! Perdón, ¡grande, Sergio!

Dar Niaba

Magistral la idea de empezar el deseo erótico con los pies de Amina. Más sabiendo que el protagonista se niega a ser un vendedor de babuchas. Los fetichismos siempre nacen de los monstruos que albergamos dentro. Lo demás, es una ducha caliente (ojalá hubiese sido fría) en el infierno. Ir en busca de los pasos del placer de gustarse mutuamente y encontrarse frente a una transacción gélida de decepciones. Contar las 238 zancadas de la pasión del principio se convierten en una factura de 200 dirhams del final. La desilusión en este cuento relámpago se cifra en una resta de 38 formas de no recordar momentos como lo vivido por el protagonista.

Beit Hahayim

Tengo la sensación de que Sergio Barce quiere que lo entierren en Marruecos. Al lado de Jean Genet y Juan Goytisolo, cerca del mar que lo vio nacer. «Los cementerios son el reverso del mundo», dice en este cuento. Y se adentra en el cementerio judío para no salir indemne. El regreso del escritor a Tánger, a Larache, a Marruecos, es una incursión en cómo vive la gente en este territorio que esculpió su modo de observar. Me transporta a una reflexión que hace Esther Bendahan en su novela Déjalo, ya volveremos: «Supo que uno es del lugar donde entierra a sus muertos». Estas reflexiones mejor desarrollarlas en una conversación regada con vino, querido Sergio. ¿Qué te parece? (Es lo que hicimos al acabar la presentación, que conste)

El mirador de los perezosos

Un relato tierno y duro. Resonancias respecto a la lucha contra la vejez de El viejo y el mar de Hemingway y respecto al hecho de aferrarse al primer amor de El amor en los tiempos del cólera de García Márquez. Un bildungsroman en trece páginas de infortunio que te hiela la sangre. Impagable la imagen de gloria fantasiosa con la mujer que ansía, poniéndose la bandera de la República del Rif como capa de superheroína. Al terminar de leer el cuento, te invade una rabia seca y ocre que solo se disipa al exclamar en voz alta, como Abdelkrim: ¡Hay que joderse, cojones!

Calle Siaghins

La salud mental en Marruecos, ese gran tabú. Siempre relegado al hogar y al cuidado de los familiares. La ausencia inclemente del Estado y la presencia amable de la camada de gatos. El amor fraternal entre Wydad y Omayma es sereno y silente. Siempre al borde de lo que no se verbaliza, siempre en el límite de las miradas esquivas, siempre en el abismo de las interpretaciones. Qué gran relato. Deja un sabor agridulce, entre melancólico y esperanzador, tejiendo una atmósfera del absurdo existencialista. Las dos hermanas por fin recuperan el sentido de la vida. Y tomando prestada la frase con que Albert Camus cierra su ensayo El mito de Sísifo diría: «Hay que imaginarse a Wydad Feliz».

Mohamed El Morabet

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ASÍ FUE LA PRESENTACIÓN DE «EL MIRADOR DE LOS PEREZOSOS» EN MADRID

El pasado viernes, 10 de febrero, presentamos en la Librería Antonio Machado, de Madrid, mi libro El mirador de los perezosos. Pilar Eusamio Zambrana tuvo la gentileza de abrirnos las puertas de esta hermosa y señera librería para poder hacerlo, y le estoy muy agradecido por su amabilidad y su exquisito trato. Entre los asistentes, muchos amigos (entre ellos, Iñaki Martínez, Luisa Mora, Alberto Gómez Font, Malika Mbarek, Gabriela Grech, Gonzalo Fernández Parrilla, Charo Sánchez, Oscar López, César Martínez, Mohamed Lemrini, Adela Manso, José Vargas, Elisa Mancebo, Suky Vergara, Arturo, Emilia, mi hijo Pablo, incluso un Club de Lectura que ha tenido el detalle de elegir mi libro para su  próximo debate y que contactarán conmigo en los próximos días…).

La presentación se inició con Consuelo Hernández, responsable del óleo que sirve de cubierta al libro, leyéndonos un texto que había preparado para la ocasión. Fue un escelente aperitivo. Luego, Mohamed El Morabet desgranó los relatos que conforman el libro. Contar con él siempre es garantía de disfrutar del momento. También abrimos una interesante y divertida charla, en la que intervinieron muchos de los asistentes, como Leonor Merino, que incluso leyó un párrafo de uno de los relatos.

En un próximo post, reproduciré el texto de Consuelo y algunos de los comentarios de Mohamed, pero hoy voy a copiar lo que ha escrito uno de los asistentes, el tangerino José Vargas, en su cuenta de facebook. Me ha parecido bellísimo y creo que es el mejor resumen que se puede ofrecer del acto:

Este viernes por la tarde, en la biblioteca Antonio Machado de Madrid, un mago del relato tangerino como Sergio Barce Gallardo, fue capaz de trasladar a los asistentes, como por arte de magia al mítico Mirador de los Perezosos. Una jornada de hamzas abiertas, de emociones concentradas y expandidas como el poema de Isaak Begoña Ortiz que hace de trampolín. Cómo saltar al agua desde el espigón de Malabata. Un paseo por la legendaria medina, que cala hondo en la mayoría de los presentes. En la memoria y en el ADN. Conducidos sin oposición, por ese viento del Estrecho que hace presencia cuando los pinceles de Consuelo Hernández nos pintan a las tres mujeres del Cabo Malabata.

Consuelo, nos desvela que las protagonistas de su cuadro, solían acudir al lugar de la escena con mucha frecuencia. Una lujosa primicia, puesto que Sergio es el testigo estelar de una foto instantánea en forma de relato, que casi se queda corto de la intensidad. Lo cierto, es que las tres mujeres sabían escoger sitio. Quien ha podido ver la medina desde aquella vista, un día luminoso, siente pellizcos en el corazón. En aquellas sillas humildes, pero democráticas (cómo incide Mohamed El Morabet) y esparcidas caprichosamente desde Malabata, a Merkala. Hasta el Cabo Espartel y más allá. Quedamos en que sillas de hierro en el Hafa, plástico en Malabata y la mirada de Sergio Barce por esos recodos, por los que los gatos tangerinos rozan el lomo.

Una brillante sucesión de relatos, narrados con un trazo impecable, equiparables a una semana deambulando por aquellas calles y respirar hondo antes de volver al inframundo. Probablemente no hay descripción más acertada del vértigo de las últimas horas en Tánger. La cara inversa del relato del hotel Rembrandt. El reencuentro, la despedida y todo entre medias. Las mujeres voluptuosas y las cervezas Flag. Chukri aprobaría el menú. Con pasteles de La Española, cigarrillos comprados en la calle y perfume de Madini. Una visión cinematográfica de Tánger, emotiva y mágica. Como los gatos que aparecen y desaparecen, los enfoques atrevidos y los caftanes remangados.

Después de que Consuelo consiguiera que me buscara restos de pintura, tras colarnos en la obra cruzando su cuadro, Mohammed El Morabet nos sacude ya desde dentro, con su humor de trazo fino y directo a la médula. Ha sido absolutamente brillante, extrayendo de Sergio Barce gran parte de la vivas emociones que esta colección de relatos sugiere. Que se les pasó algún detalle, vuelvan a leerla, pero ahora del revés. El final es el principio y el principio el final. Las buenas historias son como las canciones de un disco, que las escuchas una y otra vez cuando están bien contadas.

Genial ver a Gonzalo Fernández Parrilla, cuya mirada trasmite la paz del Café Hafa, poder decirle a Malika Embarek como me emociona escucharla leer sobre Tánger y darle cuatro besos muy seguidos a Luisa Mora. Con todos dándole a los cigarrillos, en la puerta de la librería, tras dos horas en el Mirador de los Perezosos, que transcurrieron en un suspiro.

Sigamos contando los pasos, que es como se persiguen los sueños.

Shookran. José Vargas.

 

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MOHAMED EL MORABET, SERGIO BARCE Y CONSUELO HERNÁNDEZ
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MADRID -10 DE FEBRERO – PRESENTACIÓN DE «EL MIRADOR DE LOS PEREZOSOS»

Los días pasan cada vez más aprisa y ya estamos a mediados de enero, sin apenas darnos cuenta. Así que, para que a nadie se le pase la fecha, os anuncio ya que el día 10 de febrero, dentro de nada, en la Librería Antonio Machado, de Madrid, Mohamed El Morabet presentará mi libro de relatos El mirador de los perezosos (Ediciones del Genal, 2022). Nos acompañará Consuelo Hernández, autora del óleo que sirve de cubierta. Todo mi agradecimiento a Pilar Eusamio Zambrana, de la Librería Antonio Machado, por su generosidad. Os esperamos.

 

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CONSUELO HERNÁNDEZ Y «EL MIRADOR DE LOS PEREZOSOS»

 

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Desde que mi nuevo libro El mirador de los perezosos salió a la calle, ansiaba saber qué era lo que pensaba Consuelo Hernández, la autora del cuadro cuya reproducción sirve de cubierta, una hermosa y sugestiva pintura al óleo que me llamó poderosamente la atención cuando la vi por vez primera. Sabiendo lo exigente que es Consuelo con su obra pictórica, conociendo además su amplio currículum, en el que reza su condición de catedrática de Lengua Española, me preguntaba si mis relatos la convencerían, si no se sentiría desilusionada al haber apostado porque utilizásemos su obra como puerta de entrada a mis narraciones. Por fin, han llegado sus palabras escritas tras leer el libro (las orales ya me las adelantó, y percibí su satisfacción y su felicidad por el resultado de la edición, tan elegante y cuidada) y, confieso, que me han tranquilizado del todo. Lo analiza todo, lo observa todo, como si hubiera estudiado un lienzo con su mirada de artista, y finalmente ha dictado una sentencia que me absuelve de cualquier delito. He notado en su escrito, que comparto hoy con todos, que Consuelo Hernández ha recorrido Tánger a través de mis historias disfrutando de cada una de sus páginas, e incluso siento su amoción y orgullo al ver que uno de los relatos está dedicado a ese mismo cuadro de Tres mujeres en cabo Malabata y a la propia Consuelo. Y eso me hace sentir bien. Además, como muy bien explica ella, su pintura y mi literatura nos han unido en una bonita amistad. Ahora solo nos queda presentar juntos el libro.

Sergio Barce, 26 de octubre de 2022

EL MIRADOR DE LOS PEREZOSOS, de Sergio Barce, por Consuelo Hernández  

«Cuando recibí por correo postal el último libro de Sergio Barce, El mirador de los perezosos, no pude contener la emoción, pues una vez más vi que Tánger me había unido a un gran escritor y un ser humano bueno, grande de espíritu. La lectura del libro me ha llevado de la mano de Sergio por rincones y calles de Tánger, esas que amo y que aquí adquieren una nueva entidad. Rincones, calles y plazas que, sin duda,  amará también el lector casi sin percatarse de ello. De Tánger se habla, se escribe, se comenta, se añora, se pasea con el recuerdo, y se goza, en presencia y en ausencia; ahora y hace ya mucho tiempo. Desde la época en que la ciudad no era ciudad sino algo especial, repleta de tal carga de interés y atracción que llegó a ser para muchos un paraíso soñado. En estos relatos Sergio Barce se convierte, creo que sin haberlo previsto, en guía muy especial que va descubriendo interesantes y variados ambientes, personajes y modos de vida. Generoso como narrador que nos hace partícipes de su propia experiencia vital y también de su amor cautivo por Tánger. La novedad interesante del libro es que, partiendo del presente, entremezclado a veces con recuerdos del pasado, la ciudad queda retratada de manera real, al incorporar personajes reales de hoy cuyos nombres van desfilando por las páginas de cada relato. Tánger, actualizada en el presente como marco de la acción conducida por un narrador-protagonista alrededor del cual vive, habla y actúa el resto de personajes. El amor del autor por la literatura y el arte queda reflejado en el libro a lo largo de numerosas páginas, e incluso de relatos completos, en perfecto diálogo entre ambos. Como referencia principal el primer relato, 9 de abril, cuya trama discurre en el interior de la casa de un pintor -Joao Fragoso- asentado en Tánger. El hilo de este relato se mantiene in crescendo mediante un diálogo externo entre el pintor y una joven aprendiza que llega a la casa invitada a posar para Joao; e interno, mediante silencios y palabras pronunciadas y no pronunciadas que interiorizan en el alma de ambos personajes, en sus sentimientos de atracción y enamoramiento. Con Tánger pintado en numerosos lienzos, ciudad que se eleva a la categoría de personaje retratado, visible en las mismas palabras del pintor: “¿Sabes por qué tengo esta cantidad de cuadros a mi alrededor?… Porque necesito sentirme en el centro de Tánger, ser el faro que ilumine sus edificios. Y tengo poco tiempo -dijo escuetamente Joao-”. También como ejemplo del amor a la literatura y la pintura, el relato titulado Malabata, inspirado, según dice el autor, en mi obra Tres mujeres en cabo Malabata, expuesto en octubre de 2021 en la sala de exposiciones del Instituto Cervantes. En él Sergio, autor, va narrando cómo llegó al conocimiento en directo de la pintura mediante una serie de circunstancias coincidentes con su viaje a Tánger para la presentación del libro Una puerta pintada de azul. Y qué sensaciones tuvo cuando se encontró frente a frente con el cuadro. Es un gran honor la dedicación de este relato y, del mismo modo, la imagen de la pintura reproducida en la cubierta de este entrañable libro de relatos tangerinos. De los que siguen a continuación, con títulos tan reales y sugerentes como Avenue Josafat, Hafa, Boulevard Pasteur, Calle Siaghins me detengo, por su magnífico ritmo narrativo, en el titulado Hotel Rembrandt, un relato que capta ya desde las primeras palabras la máxima atención del lector, cuya intriga lo mantiene en vilo, de tal forma que incita de manera casi frenética a seguir y seguir leyendo, sin ninguna interrupción en la lectura. Aquí el autor-protagonista, en una reflexión interna a modo de monólogo interior, va haciéndonos partícipes desde el principio hasta el final, de la tremenda experiencia vivida al borde de la muerte. Una vivencia aterradora, en la que el personaje, abatido por un raro desmayo, cae al suelo y cuando despierta, sufre una amnesia total. La transformación en un ser ajeno a su propio ser se evidencia en palabras como “¿quién soy? ¿qué hago aquí? Me llaman así y no sé quién soy”. Estas son preguntas que conectan con la larga tradición filosófica y literaria sobre la existencia humana. En un extraño proceso físico, con la mente en blanco, su propio ser, su existencia misma, ha quedado en entredicho. Si bien su respuesta es la aceptación del inicio de otra vida desde la nada. Con un ritmo trepidante figuran excelentemente descritas las sensaciones de impotencia y de confusión ante el desconocimiento -incluso de su propio nombre, el yo del protagonista- de su lugar de origen, de quiénes han sido sus seres más cercanos; en definitiva, de sus señas de identidad. El resto de personajes que va apareciendo a su alrededor, son, a modo de coro, elementos reales que ambientan la escena, que contribuyen a convertir al protagonista en centro absoluto de la acción. Un enorme acierto narrativo es haber sabido conducir al lector en un viaje interior para que en todo momento se identifique con los sentimientos del personaje; al estilo de la identificación entre actor y espectador en el arte escénico. Identificación que va desapareciendo a medida que el protagonista va tomando alguna conciencia de la realidad, como la presentación de su libro en el Instituto Cervantes, objetivo del viaje a Tánger. A partir de aquí son referencias a lugares y personas reales quienes entran en acción y distienden la tensión narrativa. Desde un realismo objetivo hasta descripciones pormenorizadas de los tipos de la calle, el autor se entrega y emula el mismo ritmo callejero tangerino. Y traslada al lector el espectáculo de la calle: entremezcla de personas de diferentes orígenes y vidas, tangerinos y extranjeros, turistas y trabajadores. Un ritmo acompasado en determinados momentos por entrañables recuerdos infantiles que el autor intercala sabiamente, en los que, una vez más, se parte de un presente con referencias nostálgicas al pasado. Movimiento, acción, narración, descripción, como corresponde al relato corto. Deliciosos textos en los que escuchamos el ruido de los coches, el de los petits taxis lanzados por las calles en una carrera sin igual que no respeta ni los pasos de cebra. El Bulevar Pasteur, el hotel Rembrandt, la perfumería Madini, el Number One. ¡cuántos nombres, lugares y personas para disfrutar y recordar! Con la nostalgia del pasado instalada en el narrador: “Aún no sé por qué esta añoranza se me ha agarrotado esta madrugada de verano… No quisiera moverme de este mirador ni que este aroma a mar abierto que he reconocido me abandone aún.” “El tiempo me ha hecho comprender que la decepción y el pesimismo se estaban instalando en sus vidas y que nuestro futuro, en el país que considerábamos el nuestro, iba dejando de serlo”. Sergio, querido amigo: nuestra amistad ha quedado sellada para siempre con este libro, como un buen día me dijo Chukri. Y ha sido Tánger, hechicera y maga, quien mediante la Literatura y la Pintura nos ha unido. El resto lo dejo al lector.

Consuelo Hernández

Octubre, 2022″

 

SERGIO BARCE Y CONSUELO HERNÁNDEZ

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