“Larache. 1960. El pintor de brocha gorda había vendido todos sus enseres y se disponía al día siguiente a marcharse a Israel, el sueño de todo judío de la Diáspora. Aunque, aquel hombre, se agarraba a aquel sueño desesperado porque no le quedaba otro remedio, pues, si de él hubiera dependido, como una gran mayoría de correligionarios, nunca hubiera abandonado su pueblo. Se dijo que aquella noche de Purim bien valía desafiar al azar y se metió en el Casino Israelita para jugarse unos francos al bacarrá. En la banca estaba como siempre Jacobi y era su noche de suerte. La banca ganó aquella noche y el pintor de brocha gorda se quedó sin plumas. Ahora tenía razones para sentirse doblemente desesperado, por una parte, dejaba el pueblo donde nació, vivió y al que amaba profundamente, por otro lado, se había gastado de manera irresponsable todos los pocos francos que tenía ahorrados y aquellos que le habían dado por los muebles esa misma mañana. Ya se marchaba, despojado de todo, cuando Jacobi le interpeló, se acercó a él cuando éste ya estaba con un pie en la calle y le preguntó: <¿Cuánto perdiste “al malogrado”?> Y sin más, ante la sorpresa de aquél, le dio todo su dinero. El pintor de brocha gorda se lo agradeció entre abrazos y lágrimas…”

“…No nos vemos desde el día 4 de julio de año 1997. Mucho tiempo, aunque todavía no demasiado. Sin embargo, hay días como hoy, en que no tengo mucho que hacer y me gustaría acercarme a tu tienda de coches usados a echar un rato contigo, como hacía hace unos años. Para nada en concreto. Para sentarme a tu lado en la tienda, mientras tú te fumarías un cigarrillo, y para estar callados y de vez en cuando hacer un comentario corto, una picotada sobre cualquier tema, sin venir demasiado a cuento, supongo que por no dejar al silencio vacío…”
“…Siempre tuve la sensación remota, pero cierta, de que tú no eras mi padre de carne y hueso, sino un personaje de película o de novela que se había instalado en mi vida…”
“…Recuerdo cuando nos llevabas a mi hermano y a mí a ver los partidos en Santa Bárbara, primero a ver al Larache C.F. de Bozambo y más tarde al Chabab de Facundo, Bouchaid, los hermanos Roda, Said y Riahi entre otros. Tú eras hincha del Atletic de Bilbao. Años más tarde, a mediados de los 60, yo también me hice futbolista en equipos juveniles, pero tú nunca fuiste a verme jugar, ni siquiera en Tánger cuando mejor lo hice. Te lo perdiste, porque valía la pena. No tuvimos esa suerte, tú de verme y yo de que me vieras. Siempre mantuve la esperanza de que un día aparecieras. En más de una ocasión he tenido la tentación de robarle treinta o cuarenta años al tiempo que tiene tantos. En fin, hablar por hablar y desear por desear. Pero lo que tú nunca hiciste y que yo siempre deseé, ha tenido lugar en otro tiempo y con otros protagonistas. Yo soy ahora el abuelo espectador que hace las veces del padre que tú no fuiste conmigo y mi nieto es el extraordinario jugador que un día fui…”
