Me fascina Mohamed Chukri. No es una novedad que lo diga ahora. He escrito tanto de él que quien me siga sabe que es uno de los autores que más me han influido (junto a Bukowski, Ford, Cortázar, Coetzee, Bowles o Lorca y tantos otros). Siempre es sano y recomendable volver a las fuentes de la transgresión, abrir las páginas de textos políticamente incorrectos y respirar aire libre. Falta nos hace con la permanente amenaza que nos acecha ante cualquier avance y conquista en las libertades civiles. Y, además, ahora que está a punto de salir a la luz el libro Mohamed Chukri, de mi amiga Rocío Rojas-Marcos, he pensado que es un excelente momento para releer alguna de sus novelas.
El siguiente fragmento pertenece al que, según mi modesta opinión, es la obra mejor acabada del gran Chukri: Tiempo de errores (Zaman al-ajta). He tomado el texto de la edición publicada por Debate, de 1995, con traducción del árabe de Karima Hajjaj y Malika Embarek. En el año 2013 se reeditó este mismo título por Cabaret Voltaire.
La recomiendo fervorosamente.
Sergio Barce, junio 2021
“…Durante las vacaciones escolares de marzo, Buzián está más triste que nunca. Sigue yendo a Tetuán los mismos días, y, como de costumbre, toma su desayuno en el café de siempre y vuelve a la misma hora. La joven de la que está enamorado no aparece, pero él la sigue buscando con la mirada. Lo llevo a la casa de citas de Barguta. Hay tres putas. Le dejo elegir. Yo entro con la bizca y evoco con ella algunos de mis recuerdos en los barrios de Tetuán. En el Dean´s Bar le pregunto a Buzián qué tal le fue con la chica. <Es simpática, pero no me acosté con ella; me amargó contándome la historia de su vida. Tiene que mantener a su madre y a una hija de un año.>
Yo también odio a ese tipo de prostitutas que sueltan sus desgracias en la cama. Son la impotencia personificada.
Butami es el amante fiel de Sarah desde hace años, pero no es el único. Su avidez sexual atrae a todos los jóvenes folladores de la ciudad y de otros lugares. A algunos les empuja su pobreza y frustración; y a otros les atrae el mero hecho de ser extranjera, aunque sea vieja, como Sarah.
Hoy le toca el turno a su doncel preferido, que viene de Chauen. Es más joven que su hijo Carlos, de treinta años. Butami suele pasar con ella la noche del sábado y puede que su velada dure hasta la noche del domingo. Los demás días son para su esposa y sus tres hijas, pero hoy es lunes. Quizá alguien le ha indicado la presencia de ese ingenuo y ha venido a husmear a su rival.
Sarah está seductora y perfumada. El joven cena con nosotros. Come con voracidad. No bebe ni fuma. Para alimentarlo, y mostrarse generosa con él ante nosotros, cada vez que viene, nuestra cena se convierte en un banquete, con copiosa comida y bebida. ¡Ella sabrá amortizar este derroche! Me han contado que muchas veces la han visto comprar carne de burro o de caballo. Puede que sea verdad, porque el trozo de carne parece, a veces, de goma. Prefiero no creerlo. Esta pensión es de las más baratas del zoco Chico. Butami sube con Sarah a una de las habitaciones vacías. Escuchamos voces e insultos. Butami pasa ante la puerta del comedor, enfadado, lanzando una mirada de desprecio al joven. Sarah entra en la habitación de su madre. Aparece con unas gafas oscuras para disimular el puñetazo que le acaba de dar el gorila. Es terca, decidida y fuerte, no se siente vencida. ¡Como si no hubiese ocurrido nada! Ella es dueña de su libertad y de sus deseos. ¡Sabe lo que quiere! ¡Que se peleen, que se vayan, ya volverán! ¡Es dueña de sí misma! ¡Sarah es la reina de la buena vida, de la alegría y de la jodienda!”
Comparto tu admiración por nuestro amigo Mohamed Chukri. Le conocí durante mi viaje de estudios y mantuvimos alguna correspondencia en español que conocía bien.
Hasta me pareció encontrarle en uno de mis paseos por el barrio de Lavapiés, y por eso escribí aquel artículo que quizá conocerás.
Un abrazo,
Fernando de Ágreda
Sí, por supuesto Fernando, me enviaste aquel artículo hace mucho tiempo. Un abrazo muy fuerte