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A VUELTAS CON «EL NADADOR» TRAS LOS SUCESOS DE CEUTA

Tras los sucesos de Ceuta, sobre los que estoy escribiendo un pequeño texto, y que publicaré en estos días, he pensado mucho en mi relato El nadador, que con tanta fortuna llevara al cine mi hijo Pablo. Y aunque su trama se desarrolla en Larache, bien podría trasladarse a otras ciudades marroquíes.

Lo que pretendíamos con mi historia y con el cortometraje, era demostrar que la felicidad, en la mayoría de las ocasiones, por no decir siempre, no se encuentra al otro lado, donde creemos que nos espera un futuro mejor (puede que a veces suceda, pero en la mayoría de los casos solo causa dolor, desarraigo y desesperanza, además de frustración y hasta de marginación), sino en el lugar donde están los nuestros. Yo, que no creo en las banderas, ni en las fronteras, ni en los políticos, ni en los nacionalismos del tipo que sean, me aferro a la ciudadanía, a la gente, a las personas.   

Para los que no conocéis mi cuento ni el argumento de la película, os traigo mi relato que inspiró el guion que escribimos entre Pablo y yo. Una experiencia que ya hemos repetido y que, si todo va bien, pronto dará sus frutos.

Os dejo pues mi historia y el enlace donde poder ver el corto.

El nadador forma parte de mi libro de cuentos Paseando por el zoco chico. Larachensemente (2ª edición – Edic. del Genal – Málaga, 2015).

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PABLO BARCE recogiendo el Premio Forqué al Mejor Corto de Ficción por «El nadador», junto a los productores César Martínez y Antonio Hens

Enlace de El nadador, dirigido por Pablo Barce: 

http://www.dexiderius.com/p02.html

EL NADADOR

Los brazos se hundían fabricando una espuma salada que se diluía a su espalda tras una existencia efímera. Igual ocurría con la pequeña estela de ondas dispersas que abandonaba atrás. Todo el movimiento era de una armonía impecable: los brazos, las piernas, el giro de la cabeza al tomar aire, sumergirla y expulsar ese mismo aire por la boca, bajo el agua. En ningún instante cerraba los ojos. Hakim veía en el fondo primero la arena y las algas desvalidas, luego sólo arena y, más tarde, el verde azulado del océano.

Oía el chapoteo que él mismo provocaba avanzando sin descanso. Nada de parar, seguir, seguir, seguir adelante. Detenerse podía significar la rendición, perder el equilibrio, agotarse en medio del vacío. Había recorrido al menos doscientos metros, y oía el bombeo de su corazón, distinto al del comienzo, y cómo los brazos golpeaban la superficie esmeralda, cómo sus pies pateaban igualmente para ayudarlo a avanzar. Trataba de no perder la concentración en su respiración acompasada, obsesionado ante la idea de perder el ritmo y sucumbir, verse humillado. Pensó de pronto en Haddu y en Abdelilah, riéndose de su estrepitoso fracaso. Le lanzarían el balón de cuero contra la espalda, mofándose, como solían hacer cuando le colaban un gol por debajo de las piernas.

-Eres tonto, Hakim. ¿A dónde crees que vas? ¿A las Canarias?

Pensar en sus posibles burlas lo espoleó, e insufló un desesperado ardor a su empeño.

Calculó que ya estaría a medio camino. No quería comprobarlo porque el hecho de intentarlo siquiera podía agobiarlo, tragaría agua y entonces solo podría agitar los brazos sin encontrar nada. Ya le había ocurrido meses antes y se juró no repetir la experiencia. En aquel momento, creyó que moría, pero la providencia quiso que alguien, desde uno de los pesqueros, se percatara. Lo sacaron medio ahogado y estuvo un buen rato vomitando y tosiendo en la cubierta. Recordaba que olía mucho a salazón y a redes mojadas.

Hoy se había lanzado desde el faro del espigón. Dejó a la derecha la playa peligrosa y se esforzó por alejarse de la otra banda, de la entrada al puerto, de la desembocadura del Lucus. Ahí no corría el riesgo de verse arrastrado por la marea. Eran ya doce años nadando frente a los acantilados de Larache, su pueblo, y se conocía los vericuetos y las trampas que las aguas habían trazado desde los siglos.

A Hakim le gustaba nadar tras los barcos que arribaban a la almadraba. A veces lo hacía con Haddu y con Abdelilah, pero ellos se aburrían enseguida y regresaban a la playa. Preferían jugar a la pelota sobre la dura arena de la bajamar. También le gustaba a Hakim sentarse más tarde al borde del dique, inundado por el olor dulzón de los atunes muertos que, colgados a popa, reluciendo con el reflejo del sol anaranjado, parecían armaduras despojadas al enemigo y que se exhibían al pueblo como trofeos de victoria. Solía hacer incursiones por la boca del puerto, por entre las pateras que cruzaban a la gente hasta la otra orilla, ésas que iban a la playa y regresaban como agotadas tortugas. Los niños asomaban entonces los bracitos por encima de la borda de las barcas de remo. Hakim los perseguía asumiendo, con gozosa jovialidad, su papel de tiburón de guiñol. Disfrutaba con las risas nerviosas de los niños que, dando gritos, risueños, excitados, escondían sus bracitos resguardados en la patera mientras él se impulsaba con las piernas en un pequeño salto para dar un mordisco al aire.

-¡Ñam, ñam! –abría la boca con exageración.

Hakim soñaba con llegar a Europa, embarcarse en algún mercante o en uno de los pesqueros que fondeaban a unos cientos de metros frente al castillo de San Antonio. Los observaba desde el Balcón del Atlántico. Por la noche eran como diminutas luciérnagas que se mantuviesen paradas aleteando en un punto indeterminado. Hakim soñaba también con cruzar el océano, desembarcar en España y llegar a Madrid, poder ver jugar al Real en el Bernabeu. Desde muy pequeño suspiraba por sentarse en las gradas del estadio, pedirle un autógrafo a Roberto Carlos.

A Haddu se le abrían los ojos, brillando con excitación, al imaginarse también en los graderíos. Se morían de risa, de puro nerviosismo, cuando pensaban en todo aquello, cuando se veían vitoreados por la afición o corriendo por la banda hasta llegar al balón y abrir al área donde Zidane cabecearía al fondo de las mallas. Haddu se tumbaba boca arriba con una sonrisa atolondrada en los labios.

Hakim seguía nadando. Las burbujas subían casi rozando su cara, esquivándola, y formaban una espuma escuálida que se mezclaba con la que producían sus brazos. No quería mirar al frente, sólo al fondo del agua. Calculaba que aún debía de nadar otros veinte minutos más.

Durante las mañanas, Hakim ayudaba a su padre a montar el puesto de orfebrería que tenían en la calle Real. Estaba bien situado, pero su padre no era precisamente un hombre agradable, ni tenía dotes de comerciante. Si hubiese sido de otra manera, como Yebari, seguramente se habría labrado una buena posición. Pero como solía decir, en realidad sólo se había propuesto una cosa en su vida: pasar desapercibido, no molestar a nadie y no ser molestado. A Hakim lo sacaba de sus casillas ese carácter pusilánime de su padre y, en cuanto tenía oportunidad, se escabullía de la tienda. Entonces era cuando bajaba por la calle Real hasta las escalinatas del puerto, dejaba sus ropas en la patera de Abdussalam, se lanzaba al agua y nadaba. Se sentía entonces bien consigo mismo, como si la desembocadura del río, el mismo puerto y las playas de Larache fuesen el mejor lugar del mundo, el único en el que se sentía realmente libre y sin ninguna obligación.

Había descubierto el placer de nadar adentrándose en dirección al inalcanzable horizonte, evitando las corrientes, alejándose de la playa peligrosa cuanto sus brazos y sus piernas le permitían. Desoía a Abdelilah que, siempre temeroso, le gritaba desde la orilla, casi persiguiéndolo hasta que el agua le llegaba a la cintura.

Ayi, Hakim! ¡No seas loco! ¡Vuelve, por Dios!

Pero él se entregaba a las caricias del océano, dejándose llevar por su propio entusiasmo.

La playa peligrosa encerraba sus propias leyendas, viejas historias que contaban los ancianos del barrio de Las Navas y los ciegos del Zoco Chico. También Hakim había sido testigo del poder devorador de esa playa estigmatizada, siempre agitada, seria, con salvajes dibujos de crestas hambrientas rompiendo en un rugir atronador. Cuando estaba sentado, al borde de su orilla amenazadora, sentía que Aixa Candixa nadaba en sus aguas. Allí vio llegar un cuerpo hinchado, deforme e irreconocible, un hombre al que mordisquearon peces embriagados y que seguramente trató de mantenerse a flote creyendo poder doblegar a su propio destino. Vio ese cuerpo maltratado, con algas podridas asomando de una boca corrompida, oscura, y sintió que aquello era una advertencia.

-Ten cuidado –musitó Abdelilah a su lado, sin poder apartar la mirada de ese cuerpo desnudo.

Al anochecer, Hakim se quedaba sentado en la balaustrada del Balcón y seguía con sus ojos almíbar al sol, que caía lenta, pausada, lacónicamente. Haddu y Abdelilah le pasaban un pitillo, que compartían en silencio. La silueta del castillo de San Antonio, recortado contra el rojizo firmamento, avanzaba entonces como si con la noche le fuese permitido navegar sobre las aguas. Hakim lo observaba con atención y sentía un viejo palpitar en el interior del edificio, algo así como un alma agotada por sus recuerdos. Allí sentado, Hakim era capaz de llegar al borde del horizonte, nadando sin desmayo, ayudado por Lalla Menana, y algunas veces hasta se veía ya sentado en la tribuna del Santiago Bernabeu animando a su equipo.

Soltó el aire bajo el agua, notando cómo los pulmones quedaban vacíos, y vio las burbujas ascendiendo igual que diminutas bolas de cristal. No necesitaba levantar la cabeza para saber que se encontraba muy cerca del casco del pesquero español que había divisado desde el espigón. Su cercanía aumentaba sus pulsaciones. De pronto, la sombra de la silueta metálica le cubrió como un nubarrón sorprendente y dejó de nadar. Flotaba dejando el cuerpo lacio, haciéndose el muerto, con la cara resplandeciente y la vista vagando por el azul plano del cielo. Al poco, unas voces lo animaron a acercarse al barco. Hakim dio una brazada y alargó una mano al vacío. Sintió cómo lo asían con fuerza. Tiraron de él y lo entraron en la cubierta, empujado por varias manos de dueños diferentes y de ánimos encontrados.

Apenas pudo abrir los ojos. Se sintió tan agotado que las piernas no lo sostenían y lo dejaron descansar sobre los aparejos. Las gaviotas planeaban por encima de su cabeza. Las oyó graznar, como si exigiesen que se les sirviese el almuerzo a una hora convenida. Hakim apoyó los codos en las redes, el olor a pescado se le colaba por las fosas nasales con cierta virulencia. Una mano desconocida, encallecida y ruda, le ofreció una taza de caldo. Lo bebió con parsimonia, y le supo caliente y reconfortante. Cuando se sintió recuperado del todo, se incorporó, acercándose a los hombres que charlaban distraídamente en la sentina.

-Cómo se te ocurre venir nadando, chaval… –los tres hombres lo miraron con curiosidad, dibujando sonrisas indulgentes.

Anna ir a lispania… –dijo Hakim.

Sintió ese bocado que le aprisionaba el estómago cuando se aventuraba a pedir que le ayudaran a cruzar al otro continente, una extraña sensación de miedo a lo desconocido, a verse solo lejos de sus padres y de su hermano, de Haddu y de Abdelilah. Su bañador descolorido, que alguna vez fue negro, le daba un aspecto desangelado. O quizás fuese su delgadez extrema la que movía a compadecerse de su aparente fragilidad.

-Nos ha jodido bien… –refunfuñó el mayor de los tres marineros-. Éste lo que quiere es que lo llevemos de polizón…

Jay, io no molesta, lo juro. Taiudo… limpia, trabaja… –Hakim se llevó una mano nerviosa a la boca–. No coma mucho… no molesta.

Se mordió el labio. En el fondo, temía que lo ayudaran, que le dijesen que se escondiera en la bodega.

-Lo siento, colega. Hay demasiadas patrulleras.

Las gaviotas se acercaban a la cabina de manera un tanto suicida y sus graznidos parecían tornarse paulatinamente en alaridos desconsolados. A Hakim lo intimidaban, y de vez en cuando les dedicaba una mirada torva. Nunca se había fiado de ellas.

-…io no molesta, jay… Io ver Raúl y Roberto Carlos…

-¡Cagonlaputa! Éste es del Madrid, macho –el marinero más joven escupió en el suelo–. La has cagado, tío. El capitán es del Barsa… Joder, nos ha confundido con un barco de recreo…

El mayor de los marineros se quitó la gorra que le cubría medio rostro y la sacudió contra la pernera de su pantalón. Guardó silencio unos segundos, mirando a Hakim como sopesando la situación; luego, chasqueó la lengua y, poco después, meneando la cabeza de un lado a otro, señaló con la gorra a la costa.

-Vuelve a tu casa, chaval… Vete antes de que el capitán te dé una patada en el culo.

Io bueno, jay…

-Venga, paisa, no jodas la marrana…

Hakim apenas insistió. Y su exigua protesta la hizo además sin pizca de entereza. Era la misma historia que se repetía, como en las anteriores ocasiones en las que nadó hasta otros pesqueros. Sabía que ninguno correría el riesgo de llevarlo, pero siempre lo intentaba. Era como jugar con el azar. Presentía que Lalla Menana le tenía reservada una sorpresa, que su vida no podía ser como la de los otros niños de la calle Real. Y rezaba porque así fuese, rogando a la patrona que lo ayudara, y, si además, también lo hacía con sus padres y con su hermano mucho mejor.

Volvió a vigilar a las gaviotas y comprobó que estaban más interesadas en la cabina del barco que en él, de manera que aprovechó ese momento para lanzarse de nuevo al agua. Oyó vagamente las voces de los marineros, más débiles a cada brazada, hasta que se apagaron, al igual que los graznidos enfermizos y lastimeros de las aves. Se esforzó entonces por concentrarse en la respiración, en los movimientos de los brazos y de las piernas. No les contaría nada a sus amigos. Sólo les diría que había estado nadando un rato, como las otras veces. Sólo eso.

Volvió a sentirse tranquilo, libre de todos. Sin saber por qué, se atrevió a levantar la cabeza y vio la costa, el faro del espigón, el castillo de San Antonio irguiéndose con los restos de su orgullo resquebrajado, las rocas de Ain Chakka, bajo los jardines del Balcón, el cementerio viejo, también las casas apiñadas, como colgadas sobre el acantilado. Una ojeada rápida, subrepticia, y, pese a ello, Hakim se sorprendió de cuánto había podido abarcar con tan liviano gesto. Fue capaz de verlo todo y eso le hizo sentirse seguro de sí mismo. Supo que alcanzaría la playa sin demasiado esfuerzo, supo que eso era sin la menor duda lo que deseaba: llegar a la arena, pisarla, sentir la cercanía de su pueblo, correr hasta la tienda de su padre, abrazarlo, abrazarlo estrechamente.

Sergio Barce

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«EL NADADOR», HACE YA UN AÑO

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Parece mentira, pero el cortometraje El nadador, que dirigió mi hijo Pablo Barce, y del que escribimos juntos el guion (siempre lo pongo porque me enorgullece tanto que contara conmigo para hacer esta película…) hace ahora ya un año que ganó el Premio Forqué al Mejor Cortometraje de Ficción, y fue finalista del Premio Goya en la misma categoría. Un año. Se dice pronto. Pero el recuerdo es tan dulce que, sinceramente, ¿por qué no rememorarlo?

Aquí tenéis el enlace para ver el cortometraje si aún no lo habéis visionado:

https://vimeo.com/369795947

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ESTA HA SIDO LA RUTA DE «EL NADADOR», DE PABLO BARCE

Es hora de hacer balance por dónde ha pasado El nadador, el cortometraje dirigido por mi hijo Pablo Barce, basado en mi cuento, y del que él y yo creamos el guión que le sirvió para filmar esta emocionante historia. La película ha ido sorteando todos los obstáculos, las corrientes y las mareas, las tormentas y los pequeños naufragios, para resurgir y alcanzar la orilla que nunca imaginamos.

Creo que su pase por los distintos festivales y los premios obtenidos de manera cronológica, merecen este detallado recuento.

El nadador ha obtenido los siguientes galardones y reconocimientos:

-Nominado al Premio Goya 2020 al Mejor Corto de Ficción

-Premio Forqué 2020 al Mejor Cortometraje de Ficción

-Nominado al Premio Mejor Corto de Ficción de los Premios del Cine Andaluz Asecam

-Gran Premio del Cap Spartel Film Festival de Tánger (Marruecos) al Mejor Cortometraje

-Primer Premio Jóvenes Creadores del Certamen Ayuntamiento de Salamanca

-Premio a la Mejor Dirección de Producción (César Martínez) del XII Festival Nacional de Cortometrajes de Boadilla del Monte (Madrid)

-Premio Socios PNR  al Mejor Cortometraje en el Festival de Cine FCM-PNR de Madrid

-Premio al Mejor Intérprete Protagonista (Taha el Mahroug) en el XXIV Festival de Cine Ibérico de Badajoz

-Premio 24Symbols al Mejor Guión (Pablo Barce y Sergio Barce) en la XX Semana del Cortometraje de la Comunidad de Madrid

-Premio a la Mejor Fotografía (Jorge Roig) en la XX Semana del Cortometraje de la Comunidad de Madrid

-Premio al Mejor Vestuario (Cristina Campayo y Marta Suárez) en la XX Semana del Cortometraje de la Comunidad de Madrid

-Premio de Distribución en la XX Semana del Cortometraje de la Comunidad de Madrid

Pablo Barce - Elnadador mejor corto Premios Forqué

El nadador se ha proyectado en los siguientes certámenes, festivales o eventos:

Año 2018:

-Estreno en Abril en el Festival de Cine Español de Málaga  

-Cinefórum Refugiados en Tres Culturas – Sevilla

-Portobello Film and Arts Festival, Londres (UK)

-Festival XS de Cortometrajes de Puçols (Valencia)

-XVII Edizione del Rome Independent Film Festival, Roma (Italia)

-XIV Edición Festival de Cine y Vino, Ciudad de la Solana (Ciudad Real)

-Festival Internacional de Cine de Almería

-XII Edición del Festival de Cine Villa de la Orotava (Tenerife)

-48 Festival Alcine, de Alcalá de Henares (Madrid)

-Festival de Curtmetratges – Biblioteques de Barcelona

-30 FICA Festival Internacional de Cortometrajes de Aguilar de Campoo (Palencia)

-Festival de Cine Español de Tübingen – Stuttgart (Alemania)

-XVI Muestra Nacional de Cortometrajes Cinemajalvir (Madrid)

-XVI Festival Bogoshorts, de Bogotá (Colombia)

-XXII Festival de Cortometrajes de Vitoria-Gastéiz

Año 2019:

-X Edición del Festival de Curt al Pap – Parcent (Alicante)

-Alternative International Short Film de Targu Mures (Rumanía)

-10th Austrian Independet Film Festival – Viena (Austria)

-XXII Festival Internacional de Cine de Jelenia Góra (Polonia)

-XXI Semana de Cortometrajes de la Comunidad de Madrid, Tres Cantos (Madrid)

-Leiden International Short Film Festival LISFE – Leiden (Holanda)

-XXIV Festival de Cine de la Almunia (Zaragoza)

-M´Zora Caravanne 2019 – Casa de la Cultura de Larache (Marruecos)

-45th Seattle International Film Festival – Seattle (USA)

-47 International Film Festival de Huesca

-XII Festival Internacional de Cine Bajo la Luna de Islantilla (Huelva)

-Muestra Itinerante del Festival de Cine de Lima (Perú)

-IV Festival Internacional de Cine de Mequinenza (Zaragoza)

-IX Festival Iberoamericano de Cortometrajes FIBABC (Madrid)

-II Festival Internacional de Cine Almirante Brown, Buenos Aires (Argentina)

-Anchorage International Film Festival Alliance, Alaska (USA)

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GRACIAS

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Bueno, al final no pudo ser y el Goya no se ha conseguido. Sin embargo, pese a la decepción inicial, comprendimos al instante que la película había llegado muy, muy lejos. El nadador, de Pablo Barce, ha ganado el Premio Forqué al Mejor Corto de Ficción, el segundo premio español en importancia en el mundo del cine, y además nominado al Goya en la misma categoría, llegando a la meta como uno de los favoritos. Es que es mucho.

Pablo y Lola

Pablo y Lola

Hay cientos de cortometrajes que se ruedan al año, y nuestro nadador ha descollado. El tesón de Pablo ha hecho que el proyecto no naufragara en ningún instante y que, con su equipo, lograra que fuera puro cine, cine de verdad. Tras la ceremonia, acompañé a Pablo a saludar a otros compañeros suyos que asistían a la gala, realizadores, productores, actores, guionistas, montadores, a algunos de sus profesores de la ECAM… y todos abrazaban a Pablo, aunque hubiesen competido con él, y le mostraron un cariño sincero que él se ha ganado por su  generosidad y humanidad. Es un hombre excepcional (escribo hombre porque lo es en el más amplio y mejor sentido de la palabra, de arriba abajo y de corazón). Todos me comentaban que esto es solo el principio de algo que está por llegar, y muchos de ellos confesaban que creían que iba a ser el ganador. Para nosotros lo es. 

César Martínez, junto a Charo, y Antonio Hens, sus productores, estaban también satisfechos y contentos, porque el reconocimiento al buen trabajo está ahí, palpable y evidente.

No me creo aún que mi hijo me propusiera hace ya más de un año y pico que adaptásemos a guión un cuento mío. Lo disfruté, escribir con él fue divertido, sugerente, enriquecedor y aleccionador. Aprendí muchísimo de él. Pablo es un maestro. Y como realizador ha superado cualquier expectativa. Llegará lejos. Y encima insiste en que escribiremos un nuevo guión juntos. ¿Qué se le puede pedir más a la vida que compartir con tu hijo sus proyectos? Ahora va a por su primer largometraje. Lo tiene decidido, y cuando Pablo se propone algo…

Quiero agradecer, como Pablo lo hará con mejores palabras que yo, todo vuestro apoyo, que ha sido impresionante. Jamás imaginé que nos arropara tanta gente, tantos amigos, que sintiésemos toda esta buena energía que nos ha ido empujando en todo momento. Y gracias muy especiales a toda la gente de Larache, los de allí y los que están aquí, porque habéis hecho que Pablo y su película fuesen el mejor de los embajadores. Y ver ahí en la gala imágenes del corto rodado en Larache ha sido tan emocionante.

Aquí os dejo algunas imágenes del evento. Que conste que están tomadas tras la ceremonia, pero nuestra felicidad es evidente. Para todos nosotros El nadador y Pablo habían ganado. 

Sergio Barce, 26 de enero de 2020

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SB, PB y L

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S, B, P, L, C y Ch

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SB y PB

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MAÑANA GALA DE LOS PREMIOS GOYA, CON «EL NADADOR» NOMINADO A MEJOR CORTO

EL NADADOR cartel Goya 2020

Bueno, llegó la hora.

El nadador, dirigido por Pablo Barce,  basado en el guión que escribimos Pablo y yo, y con la producción de César Martínez Herrada y Antonio Hens, tras ser galardonado con el Premio Forqué al Mejor Corto de Ficción, mañana sábado, 25 de enero, opta al Premio Goya en la misma categoría.

Nos encomendaremos de nuevo a los protectores de Larache que ya nos sonrieron en los Forqué: la Virgen del Pilar, Lalla Menana la Mesbahía y Rebí Yusef Hagalili (José el Galileo) de las Kebibats.

Espero que mañana sigáis la retransmisión de los Goya por la 1 de TVE a partir de las 22:00 horas, aunque harán conexiones desde las 19:30, y nos déis también vuestra energía positiva.

Toda la baraka para Pablo, que se lo merece por su trabajo y por ser como es.

Podéis ver el corto en el siguiente enlace:

https://fibabc.abc.es/cortos/el-nadador/

 

 

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