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«SIN AZÚCAR», UN LIBRO DE MIREIA ESTRADA GELABERT

“…Te costó mucho aceptar su cabezonería; te enfadabas sin compartirlo, mientras Momo, que pasa del ayuno desde hace muchos años, te intentaba explicar lo que no se puede transmitir con palabras: el deseo de formar parte de un ritual; de sufrir juntos; de compartir el momento de placer que es tomarse un vaso de agua fría y tener el plato en la mesa; más allá de la fe, como todas las tradiciones, como las Navidades en vuestra casa y las comidas interminables que se perpetúan y que son un auténtico vía crucis para Momo y, mal que os pese, mantenéis todos los años porque toca, simplemente, y porque, en el fondo, si no estuviesen, las echaríais de menos.

Vivir un iftar en familia es una experiencia preciosa, sobre todo por la alegría que reina y las ganas de compartir. Aquel día hacía tanto calor que pusisteis un par de alfombras en la azotea para poder tumbaros a comer, sacasteis unos cuantos cojines, os lavasteis las manos y os instalasteis. Una vez en el suelo, el que fue el primer iftar de tu vida empezó con Rita llegando con una olla humeante con la harira. Es así como tiene que empezar el iftar, con una deliciosa sopa muy caliente acompañada de shebaquía, los pastelitos fritos. Después, en la familia es costumbre sacar huevos duros, el café con leche y los msemen rellenos de cebolla y carne picada, deliciosos. Últimamente se añaden sardinas al horno o pescadito frito. Esta primera comida más frugal se llama el <desayuno>. En verano no suele ser antes de las nueve de la noche. Si no haces el ayuno, lo que para los demás es el desayuno es una cena deliciosa que en aquel momento engulliste con calor y sudando, pero con mucho gusto.

Cuando, más tarde, después de la conversación animada, risas compartidas y un paseo por el barrio alegre y lleno de actividad, te dormías sobre los cojines de la azotea, te despertaron para <almorzar>.Eran las doce y pico de la noche. El menú: dos pollos deliciosos con mucha salsa y muy calientes. Una vez más te costó procesar lo que ocurría y, cuando Momo te explicó que esta era la comida importante, tuviste que recurrir a toda tu fuerza de voluntad para participar en el festín ante la poca hambre que tenías.

Cuando, aquella misma noche, pasadas las cuatro de la madrugada, te despertó el jaleo en la cocina, no te esperabas que solo tres horas más tarde encontrarías a Nawal y a Rita preparando el shour, la comida previa al alba, que consiste en crepes de todo tipo, fruta y leche. Según la actividad laboral y los horarios de cada uno, después de comer, algunos irán a la mezquita para la plegaria del alba, la primera del día, mientras que otros volverán a la cama, hasta que el cuerpo aguante o mientras se pueda. Porque, durante el ramadán, lo que más cuesta de pasar son las horas y, aunque tu experiencia es distinta, sin sacrificio, sed ni hambre, y aunque te moleste ese ataque frontal a la salud, ritualizado y aceptado por todo el mundo, el recuerdo que te queda de tu primer ramadán es la alegría y los buenos momentos compartidos.

Este suculento fragmento, lleno de vida y de comida, lleno de humanidad y de recuerdos que comparto, pertenece a Sin azúcar, el excelente libro de Mireia Estrada Gelabert. Una obra autobiográfica en la que la autora nos invita a compartir sus experiencias y vivencias con su familia marroquí. Ella, nacida en Barcelona, y casada con Mohamed, muestra con orgullo cómo han sido estos años de matrimonio entre dos personas de distinta creencia religiosa y de diferentes culturas, su lento aprendizaje y comprensión de las costumbres de su familia política, el choque entre concepciones de vida y la perfecta simbiosis que han conseguido entre todos ellos.

La lectura de su libro es fácil y envolvente, y consigue un importante objetivo: que acabemos tomando cariño a su familia. Sus personalidades dispares pasan página a página para quedarse muy cerca de nosotros. Yo, al menos, he acabado por sentirlos tan próximos que es como si los conociese ya. Tal vez porque algunos me han hecho recordar a otras personas que viven dentro de mi corazón. Cómo no pensar en mi segunda madre, Rachida, cuando Mireia habla de su querida mui Jadiya.

Para quienes conocemos Marruecos y a los marroquíes, para quienes hemos convivido con ellos, la historia que relata Mireia Estrada te hace a veces sonreír, en otras ocasiones te remueve los recuerdos, pero en todo momento te emociona de una u otra manera. Y, para quienes no conocen Marruecos y mucho menos a los marroquíes, puede ser un libro aleccionador y muy revelador de lo que es la cultura de ese maravilloso país.

Hay episodios divertidos, y anécdotas que muchos hemos vivido de la misma manera que Mireia o de una forma similar. También hay espacio para la nostalgia y para el asombro. Esta obra es una lección de humanidad, y eso lo dice todo acerca de su significado último o de su poso más profundo.

Conocí a Mireia Estrada en Larache y me transmitió una gran armonía personal que su libro me ratifica. No me equivocaba con ella. Y ahora siento que algo inasible o inexplicable con palabras nos une de alguna manera.

Me he bebido este té dulce, muy dulce, titulado Sin azúcar, de un solo sorbo, ruidosamente, como hay que darlo cuando tomas un té con menta hirviendo. Lo he degustado con deleite, entrecerrando los ojos, transportándome hasta el duar donde vive toda esa familia. Y me lo he pasado realmente bien con ellos, porque Mireia ha hecho de guía perfecta. Y, al acabar ese largo sorbo de té, creía tener el paladar lleno de miel, como si hubiese acompañado a la bebida con una buena shebaquía (que nosotros llamábamos chuparquía). Y también retenía un pequeño nudo en la garganta al pensar en mui Jadiya.

En fin, que me he leído Sin azúcar en apenas dos días, pero qué dos días. Gracias a sus páginas, he regresado a Marruecos y me he vuelto a sentar ante una mesa bajita en la que sirven tanta comida que, al acabar, apenas me puedo mover. Lleno de agradecimiento.

Una delicia de lectura que recomiendo con sinceridad. Como también alabo el excelente prólogo de Karima Ziali, lleno de aciertos y de pistas.

Sin azúcar, de Mireia Estrada Gelabert, ha sido publicado por Cuatro Lunas, con traducción del catalán de Maria Rosich.

Sergio Barce, 28 de febrero de 2024

      

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ENTREVISTA A SERGIO BARCE, POR LA ESCRITORA KARIMA ZIALI

Comparto con vosotros el enlace de la entrevista que se publica en la revista cultural Amberes, que me ha hecho la escritora Karima Ziali:

Sergio Barce: “Necesito entender lo que se esconde tras este silencio marrueco que sigo descifrando desde la niñez”

 

 
SERGIO BARCE Y KARIMA ZIALI
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DE TÁNGER A MADRID, PASANDO POR RABAT (2ª PARTE)

El pasado viernes, 9 de junio (parece que ya han transcurrido semanas), aterricé a las 12.55 en el aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas. Bajé en la Terminal 4, que es como una ciudad paralela, una ciudad futurista y alienante. Un aeropuerto cada vez más mastodóntico, más frío e inhumano. Cuando salí a la superficie, porque esa fue la sensación, me esperaba mi hijo Pablo. Nos fuimos a comer y, como siempre, reímos y soñamos juntos. Andamos ilusionados con el rodaje de su nuevo cortometraje que arrancará en Larache el día 24 de julio, incha alláh. Se basa en otro de mis relatos, como el anterior de El nadador. Veo a Pablo con muchas ganas de hacer algo especial, porque la  historia de esta nueva película es especial. Luego me marché a la Feria del Libro, donde iba a firmar en la caseta 29 de la Librería Balqís. Lo hice con tiempo por dos razones: primero, porque allí estaba, una vez más, mi querida Beatriz Ballesteros, defendiendo el castillo, contando siempre conmigo y para regalarme su generosidad impagable; y segundo, porque en la misma caseta también firmaba, dos horas antes que yo, el poeta Isaak Begoña, con quien me había confabulado para coincidir el mismo día y para conocernos en persona. Él, que había sido tan generoso de cederme uno de sus mejores poemas de su libro Los perros de Tánger para abrir mi libro El mirador de los perezosos. Una gozada estar ese poco tiempo juntos en la feria. Luego, llegó Karima Ziali, que iba a firmar conmigo a partir de las 19.00 horas. Había aterrizado en un vuelo posterior al mío desde Rabat. Volvíamos a coincidir veinticuatro horas después de la inmejorable presentación que Karima hizo de mi libro en el SIEL de Rabat. En cuanto nos pusimos a la tarea, no paramos de firmar ejemplares. También estuvo Gonzalo Fernández Parrilla y su hermano, que hizo fotos malabáricas. Hubo instantes en el que Beatriz no daba abasto para cobrar e introducir los libros en las bolsas mientras Karima y yo firmábamos. Fue divertido y muy emocionante atender a nuestros lectores. No hay nada que satisfaga más que estos instantes. Me dijo Bea que, por la mañana, ya había acudido la primera lectora a comprar mi libro, aunque se llevó también un ejemplar de Una puerta pintada de azul. Le había hecho una foto. La reconocí. Era Ana Laura Rocha. Por sus problemas de movilidad no podía acudir por la tarde, de ahí que fuese por la mañana. Lástima que no pudiera firmarle esos dos ejemplares. Pero me tocó el corazón que hubiese hecho ese esfuerzo por tener mis libros.

Es imposible que me acuerde de todos los que tuvieron la deferencia de pasar por la caseta y comprar mi libro o que ya lo trajesen, porque ya lo habían adquirido con anterioridad, para dedicárselos. Pero, con el temor de que olvide nombrar a alguien, tuve la fortuna de ver a buenos y queridos amigos y lectores: desde Alberto Gómez Font, que como ya conté en un post anterior, se acercó para que le firmara el ejemplar que olvidé dedicarle en Tánger y para regalarme una postal antigua de Larache que había adquirido en el Rastro, un gesto que sólo hacen los amigos; hasta Pablo Marín Carbajal y Luis Salvago, dos de mis escritores favoritos, que también estaban en la feria firmando ejemplares de sus novelas y con los que luego compartí buenos ratos. Y Oscar López, Armand Escandel, Luisa Mora (esa sonrisa perenne), Hilario de la Mata, María José, Rosa; mis paisanos larachenses y tanyauis Paqui Contreras, Lola Martínez, Elisa Mancebo, José Vargas, Maribel Guisado y María Poveda, que me trajo el libro que se ha publicado sobre su abuelo. Y el poeta Trino Cruz igualmente firmando su libro.

También acudió a la cita Consuelo Hernández, para disfrutar de volver a vernos y charlar de nuevo del éxito del libro que cuenta con uno de sus cuadros como cubierta. Celebramos el premio de la Crítica a El mirador de los perezosos, y el nuevo galardón que le han concedido a Consuelo en Italia.

Y además de esos lectores que uno conoce fugazmente al firmar el ejemplar correspondiente. A todos, gracias.

NB: tras las firmas, cuando se cerraron las casetas, nos montamos un divertido botellón tras la de la Librería Balqís, con cervezas heladas. Nos supieron a gloria. 

 

Ana Laura

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Con Karima Ziali y Alberto Gómez Font
Con Trino Cruz y Karima
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Con Isaak Begoña
Con Elisa Mancebo
Con Luisa Mora
Con Consuelo Hernández
Con Hilario de la Mata
Con Lola Martínez
Con María Poveda
Con Rosa
Con Maribel Guisado
Con Bea, Luisa, Karima y Armand Escandel
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Con mi hijo Pablo y con Pablo Martín Carbajal
Con Luis Salvago, Farid Otham y Pablo Barce

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DE TÁNGER A MADRID, PASANDO POR RABAT (1ª parte)

He pasado tres días de una intensidad literaria apasionante. Invitado por la Fundación Tres Culturas, el miércoles 7 de junio, llegaba al aeropuerto de Tánger y de allí al Hotel Minzah. Era un día muy tanyaui, en el que se mezclaba ese azul luminoso que tanto embelesa con ciertas nubes impertinentes y algún que otro tono gris empañando las calles. El calor era casi tropical. Dejé el equipaje, y di un largo paseo haciendo tiempo antes de encontrarme con mis anfitriones y con mi amigo el profesor y escritor Gonzalo Fernández Parrilla.

Llegué a la plaza 9 de abril, como si persiguiera la sombra de los personajes de mi libro El mirador de los perezosos, pero no hallé ni a Saloua ni al pintor Joao Fragoso, que siguen atrapados en las páginas de mi relato. Me senté un rato en la terraza del Cinema Rif y paseé por las calles del zoco, para volver con el tiempo justo para la comida, programada en la terraza del mismo hotel Minzah. Miré a la piscina, pero Alberto Gómez Font no tomaba el sol. Recordé entonces que andaba por Las Vegas (USA). En la comida, volví a ver a Gonzalo, que siempre me recibe con un abrazo y una cálida sonrisa, y a Olga Cuadrado, con quien no había vuelto a coincidir desde el homenaje que le tributaron a nuestro añorado Antonio Lozano en Granada (fue ella quien tuvo la amabilidad de contactar conmigo, aunque ya me había avisado mi admirada Malika Embarek de que lo haría, para invitarme a este encuentro). Tras saludarla, conocí al resto del equipo de Tres Culturas que se había desplazado con Olga: Lara Natalia Marco, Carmen Fernández-Távora y Antonio Chaves. He de decir que los cuatro me contagiaron su entusiasmo y hasta sentí envidia (sana) por lo bien que se compenetran y cómo disfrutan de su trabajo. Además, me obsequiaron con un trato de príncipe. 

Tras la comida, y el obligado descanso tangerino, nos marchamos a la Legación Americana, donde Gonzalo Fernández Parrilla presentó su libro Al sur de Tánger, obra que, como dije en su momento, se convertirá en un clásico. La presentación corrió a cargo del profesor Eric Calderwood (al que por fin conocí en persona y también resultó ser un placer tratar con él). La sala de la Legación estaba a rebosar, y el diálogo que mantuvieron los dos fue ameno y muy aleccionador. Tras la presentación del libro, conocí a Montse, que trabaja en Marruecos como traductora, que me contó que le habían hecho una foto en una duna del desierto mientras leía mi libro Una puerta pintada de azul, y prometió enviármela. esto debió ser cosa de algún yin. También en la Legación me reencontré con mi querida paisana Maribel Navarro y mi amiga Randa Jebrouni. Y, por supuesto, ahí estaba Maribel Méndez, como en cada acto que se organiza para acompañarnos como una fiel escudera. Seguro que olvido mencionar a alguien más.

En algún instante, Lara, Carmen y Antonio trajeron unas cajas de dentífrico Miswak, del que se declararon fans entregados, y me regalaron un tubo, que estoy usando, por supuesto. Luego, cena fantástica en El Dorado, vigilados por Chukri, y, a la mañana siguiente, tras un espléndido desayuno marroquí, que levanta a un muerto, tomamos el Al Boraq y nos plantamos en Rabat en menos que canta un gallo. Durante el trayecto en tren, charlé pausadamente con Gonzalo, de literatura, de nuestros libros y de nuestras vivencias, y ahora lo conozco un poco mejor. Para mi suerte.

En Rabat nos esperaba Karima Ziali. Tras la comida, nos marchamos al Salón Internacional del Libro (SIEL). Sin esperarlo, allí estaba mi amigo Alberto Mrteh, que, como suele hacer, se desplaza de un lado a otro de Marruecos solo para vernos. Como habían hecho también mis paisanos larachenses Mustapha Lamiri y Abdelmunim El Amrani, otros dos hombres buenos a los que profeso un gran afecto. También estaba Mohamed Abrighach, al que me dio mucha alegría ver. Y conocí a lectores de mis libros, como Ibrá Fakir o Abderrazak Belaid, y a quienes se acercaban a mi obra por vez primera como Leila Temsamadi, Semmada o Alicia Cid.

Y en el estand del Instituto Cervantes, se volvió a presentar el libro de Gonzalo, pero en esta ocasión fue el escritor Abdelkader Chaui quien intervino junto al autor, y volvimos a deleitarnos con las historias que encierra Al sur de Tánger. Luego, nos tocó el turno a Karima Ziali y a mí para presentar El mirador de los perezosos. Confieso que temía las preguntas de Karima, porque sabía que no eran las habituales, que encerraban mucho sentido y que pretendían escarbar en lo más profundo de mi libro. Pero salimos airosos, y la gente disfrutó de nuestro diálogo. Me gustó mucho compartir ese rato con ella, con alguien capaz de escribir una novela tan valiente y arriesgada como Una oración sin dios, y que supiera acercarse a mi libro con esa decisión y seguridad. Me hizo ver cosas de las que no era consciente. Durante el coloquio, el consejero de trabajo de la Embajada española, Fermín Yébenes, que había comido ese mediodía con nosotros, dijo: «no me habría perdonado no haber asistido a esta presentación». Su reacción colmaba mis expectativas.

Durante la cena, me reí con Alberto Mrteh y pasé un rato francamente relajado y distendido con el grupo. Por eso, quiero dar las gracias a Olga, a Lara, a Carmen y a Antonio, no sólo por su atención, sino por su amabilidad, cercanía y simpatía. Han sido todo un descubrimiento. Y gracias a la invitación de la Fundación Tres Culturas, al Instituto Cervantes y a la Embajada de España, en la persona de su consejero José María Davó, con quien también departí un buen rato, por invitarme a disfrutar de estos días.

A la mañana siguiente, tomé el avión en dirección a Madrid, para firmar por la tarde en la Feria del Libro, pero esto ya lo contaré mañana…

Sergio Barce, 13 de junio de 2023

 

    

         

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Con Olga Cuadrado
Con Antonio Chaves
Con Maribel Navarro
Gonzalo Fernández Parrilla
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Antonio, Lara, Sergio, Gonzalo, Karima, Olga, Fermín y Carmen
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Sergio Barce, Karima Ziali y Gonzalo Fernández Parrilla
Con Alberto Mrteh
Con Ibrá Fakir
Con Abdezarrak Belaid
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Con Mustapha Lamiri
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Con Alicia Cid
Con Leila Temsamadi

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RABAT, 8 DE JUNIO – CONVERSACIÓN CON KARIMA ZIALI SOBRE «EL MIRADOR DE LOS PEREZOSOS», DE SERGIO BARCE

Lleno de ilusión por acudir al SIEL de Rabat de este año gracias a la invitación de la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo, para conversar con Karima Ziali de mi libro El mirador de los perezosos (Premio Andalucía de la Crítica) el día 8 de junio, a las 18:30 horas. Además, ese mismo día, a las 17:00 horas, acudiré como espectador a otra conversación en torno al magnifico libro de Gonzalo Fernández Parrilla, Al sur de Tánger, que charlará con Abdelkader Chaui. Todo esto es un privilegio que voy a disfrutar con todos estos amigos y con algunos más que sé que también estarán en el SIEL hablando de sus obras y creaciones.

 

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