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Y AHORA, CLAUDIA

Hace pocos días fallecía Robert Redford. Hoy salta la noticia de la muerte de Claudia Cardinale. Es como si la belleza se fuera extinguiendo en este mundo sucio, feo y cruel en el que nos movemos a día de hoy. Nuestros iconos cinematográficos hacen mutis por el foro sin aspavientos, silenciosamente, sin levantar polvo. Grandes hasta para marcharse.

Quienes siguen mi blog saben de mi querencia y debilidad por la obra maestra de Sergio Leone: Hasta que llegó su hora (C´era una volta il west, 1968), y en esta película Claudia Cardinale brillaba con una luz especial. Henry Fonda, Charles Bronson y Jason Robards caían rendidos a sus pies, por pura lógica. Su interpretación en esta misma cinta imantaba al espectador.

Trabajó con los más grandes directores: Leone, Visconti, Brooks, Zurlini o Fellini, por citar algunos, y con los mejores actores y actrices de su generación. No voy a nombrar sus películas, porque en todos los artículos que se están publicando ya lo hacen hasta en exceso, pero sí quería rendirle un pequeño homenaje de despedida con estas breves líneas.

Cuando fui niño y adolescente, recuerdo que hablábamos de CC y no de Claudia Cardinale. Igual que BB era Brigitte Bardot. Ahora imagino a CC en la última escena de Hasta que llegó hora sacando agua del pozo para ofrecérsela a los sufridos trabajadores que tienden la línea férrea en medio del desierto… Y de fondo, la inolvidable banda sonora de Morricone. Puro cine. CC lo era.

Sergio Barce, 24 de septiembre de 2025           

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ROBERT REDFORD (1936-2025)

Otra muesca en el revólver de la Parca tras abatir a The Sundance Kid. Un tiro por la espalda, a quemarropa, ha acabado con él y su muerte se lleva al mito de Robert Redford.

Redford es el Henry Fonda de los setenta y ochenta: el actor que quizá mejor representaba al americano íntegro, al defensor de las injusticias, al hombre que aún cree en los valores éticos y morales, al ciudadano capaz de destapar conspiraciones. Ahí están sus papeles en El valle del fugitivo (Tell them Willie Boy is here, 1969) de Abraham Polonsky, Los tres días del cóndor (Three days of the Condor, 1975) de Sydney Pollack, Todos los hombres del presidente (All the president´s men, 1976) de Alan J. Pakula, La última fortaleza (The last castle, 2001) de Rod Lurie, Spy game (2001) de Tony Scott o Pacto de silencio (The company you keep, 2012) dirigida por el propio Redford, pero en especial en El candidato (The candidate, 1972) de Michael Ritchie y Brubaker (1980) de Stuart Rosenberg, films emblemáticos en su larga trayectoria.

Pero Redford era todo terreno. Su primer gran papel fue el de Bubber Reeves, ese ingenuo maleante al que una turba incontrolada ajusticia a las escaleras de la comisaría del sheriff Calder (Marlon Brando) en la magnífica cinta La jauría humana (The chase, 1966) de Arthur Penn, en la que, por vez primera coincide con Jane Fonda, a cuyo lado, al año siguiente, rodará una de las mejores comedias de los sesenta: Descalzos por el parque (Barefoot in the park, 1967) de Gene Saks.

Será, junto a Paul Newman, su gran amigo, cuando dé muestras de su versatilidad, mezclando comedia, aventura, romanticismo y cierto cinismo en las ya míticas Dos hombres y un destino (Butch Cassidy and the Sundance Kid, 1969) y El golpe (The sting, 1973), ambas de George Roy Hill. Escenas como cuando Cassidy y Sundance se lanzan al vacío tratando de escapar o como aquella en la que fingen ser asesinados para dar «el golpe» están grabadas en la retina de cualquier amante del cine.

Y el Redford romántico. Ése sí que ha pasado a ser todo un sello de la casa. Su cabello rubio, su medio entrecerrar los ojos mientras aprieta las mandíbulas o su sonrisa cautivadora han logrado enamorar a mujeres como Natalie Wood, Jane Fonda, Michelle Pfeiffer o, claro, Barbra Streisand y Meryl Streep. Su saber estar, su porte, su ironía mezclada con un dedo de picardía, eran puntos a su favor para ser El gran Gatsby (The great Gatsby, 1973) de Jack Clayton: atractivo, seductor y refinado. Junto a este otro título inolvidable, dos joyas: Tal como éramos (The way we were, 1973) de Pollack, film romántico donde los haya, y Memorias de África (Out of Africa, 1985) de nuevo dirigido por Sydney Pollack, otra cinta llena de momentos imborrables. En ambas, la música de Marvin Hamlish y John Barry, respectivamente, subrayan ese romanticismo del que Robert Redford campea como señor y dueño.

Es fácil imaginarse al actor sobre un caballo, cabalgando hacia ese nuevo horizonte que se vislumbra al otro lado. Quizá vadeando un río tan hermoso como el que filmó como realizador en El río de la vida (A river runs through it, 1992) o quizá perdiéndose en alguna montaña, como hacía en la vida real. Pero prefiero recordarlo en la piel de Jeremiah Johnson y verlo alejarse muy lentamente entre los árboles nevados de un bosque aún salvaje, libremente, confundido con la naturaleza, buscando una nueva aventura.

Robert Redford, al que pueden llamar The Sundance Kid, Jeremiah Johnson, Jay Gatsby, Henry Brubaker o, simplemente, Denys, aunque este último nombre ha de ser pronunciado por Meryl Streep con su maravilloso acento danés.

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«ECOS EN LA NIEVE», UNA NOVELA DE MOHAMED EL MORABET

«En alguna montaña.

En invierno.

En una choza»

Así comienza la última novela de Mohamed El Morabet «Ecos en la nieve», situándonos en un espacio físico muy concreto donde se va a desarrollar la mayor parte de esta historia desgarradora, dura y tan diferente a sus anteriores obras «Un solar abandonado» y «El invierno de los jilgueros».

Con un estilo directo, frases cortas y contundentes, retrata a la protagonista de manera casi descarnada. En ella hallamos la fragilidad, la desesperación, la tenacidad y hasta el desconcierto de quien ha sufrido todas las vejaciones y maltratos que pueda soportar una mujer. El paisaje y el ámbito en el que se desarrolla esta historia, claustrofóbico, aportan ese halo nada luminoso que es en realidad el interior mismo de la protagonista, una especie de mazmorra con puertas abiertas a la nada.

«Nadie ha trazado aún la frontera que pueda frenar esta tristeza«. Cuando Mohamed el Morabet escribe esto, ya hemos acompañado a su personaje a lo largo de unos días tan oscuros y dolorosos que nos llegamos a preguntar si una persona es capaz de soportar esa miseria, esa tortura que es una vida en la que sólo ha anidado la iniquidad y el desamor. Pero Morabet plantea aquí algo trascendental: ¿hay alguna posibilidad de que la felicidad alcance a esta mujer pese a todo lo ya sufrido?

Sustentar un relato sobre un solo personaje, en un único escenario, mínimo, cerrado y kafkiano, es un reto para un narrador. Mohamed el Morabet ya ha dado  muestras más que sobradas en sus anteriores novelas de arrostrar cualquier obstáculo de manera brillante. Aquí también lo hace. Y nos conduce por este camino tortuoso del dolor, del olvido, de la degradación moral y física, buscando una salida en la que la mujer encuentre un resquicio de luz. ¿Lo hallará en lo que espera con tanta ilusión en esa choza? No desvelaré un ápice de lo que sucede en el interior de esa cabaña olvidada de dios. Pero sí adelanto que lo imprevisible también forma parte de esta novela. Podemos esperar cualquier desenlace.

«No hay justicia en la destrucción sin creación, en la aniquilación sin permanencia«. Sentencias rotundas que comprimen el sentido último de esta historia glacial, la de una mujer que te aprieta las entrañas, que zarandea la compasión del lector. Uno tiene la tentación de subir a la montaña para abrigarla, incluso para defenderla de sus fantasmas. Pero, ¿quién puede con el pasado?

Quizá Joan Didion tenía razón cuando escribió que «uno siempre espera que el dolor pase, pero el dolor no pasa, se transforma». 

Otra frase inapelable de Mohamed el Morabet cierra un círculo que ha trazado con caligrafía acerada: «Nada agota más que el acecho de una derrota inminente«. Eso es, en efecto. «Ecos en la nieve» es el acecho de la derrota inminente a una mujer solitaria y aislada. ¿Será capaz de zafarse de esa derrota inminente? ¿O Mohamed el Morabet la deja en manos del destino o del azar? Hay que llegar hasta el final para saberlo.         

Sergio Barce, 6 de septiembre de 2025

«Ecos en la nieve» ha sido publicada por Galaxia Gutenberg.

Si no conocen las anteriores obres de Mohamed el Morabet, les invito a leer mis reseñas sobre «Un solar abandonado» y «El invierno de los jilgueros», entrando en los siguientes enlaces:

https://sergiobarce.blog/2019/05/29/un-solar-abandonado-una-novela-de-mohamed-el-morabet/

«EL INVIERNO DE LOS JILGUEROS», UNA NOVELA DE MOHAMED EL MORABET

  

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«CALLE MÁLAGA», DE MARYAM TOUZANI, CANDIDATA EL ÓSCAR POR MARRUECOS

Se acaba de anunciar que el film de la directora Maryam Touzani, «Calle Málaga», ha sido seleccionada como candidata para optar al premio Oscar por Marruecos.

Aunque no he visto aún esta película, estoy convencido de que Touzani ha llevado a la pantalla esta historia profundamente tangerina con la misma delicadeza y calidad como sus maravillosas películas anteriores «Adam» (2019) o «El caftán azul» (2022),  De estas dos películas, ya hice en su momento las siguientes reseñas:

ADAM: https://sergiobarce.blog/2021/01/29/adam-una-pelicula-de-maryam-touzani/

EL CAFTÁN AZUL: https://sergiobarce.blog/2023/07/27/el-caftan-azul-le-bleu-du-caftan-un-film-de-maryam-touzani/

En estas cintas tuvo como protagonista a la gran Lubna Azabal, en «Calle Málaga» el papel principal se lo cede a Carmen Maura.

Según leo en Filmaffinity, el argumento es el siguiente: «María Ángeles (Carmen Maura) es una española de 79 años que vive sola en Tánger, en el norte de Marruecos, donde disfruta de su ciudad y de su vida diaria. Su vida da un giro cuando su hija Clara (Marta Etura) llega desde Madrid para vender el apartamento en el que siempre ha vivido. Decidida a quedarse en la ciudad que la vio crecer, hará todo lo posible para mantener su hogar y recuperar los objetos de toda una vida. Por el camino, redescubre, contra todo pronóstico, el amor y el deseo.
Preestreno: Festival de Venecia 2025
Estreno en cines España: 2026″

Esperemos que haya suerte en esta carrera a los Oscars y obtenga su merecida recompensa. Maryam Touzani lo merece.

Sergio Barce, 6 de septiembre de 2025  

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