Reunido el Jurado del Festival Internacional de Cine y Memoria Común de Nador, se ha decidido por unanimidad otorgar los siguientes premios:
– Gran Premio Driss BENZEREKI al film LA SINFÓNICA DE LOS ANDES (Colombia) de la realizadora MARTA RODRÍGUEZ.
El jurado ha valorado en esta cinta documental varios aspectos: en primer lugar, su calidad artística y técnica, con una sólida estructura narrativa, un excelente montaje y una muy buena fotografía. Pero especialmente es de destacar la valentía de su directora al abordar varios temas conflictivos: la llamada de atención sobre la situación de violencia que padece el Cauca colombiano; su puesta en valor de los jóvenes que, para salir de esa situación, se han refugiado en la música como antídoto a la violencia que han padecido; el empeño de la directora de la película, Marta Rodríguez, que ha conseguido un film muy comprometido y a la vez equilibrado; y, en especial, la emotividad que ha sabido extraer de los testimonios de los indígenas habitantes de las zonas rurales que han perdido a sus hijos, víctimas inocentes e injustas, que, gracias a la cinta, alzan su voz denunciando un padecimiento insufrible.
Todos los integrantes del jurado se han sentido muy conmovidos por esas experiencias tan desgarradoras y por esta historia humanista y conciliadora.
– Y el Premio de la Búsqueda Documental (Prix de la Recherche Documentaire), a la película ecuatoriana CUANDO ELLOS SE FUERON, de la directora VERÓNICA HARO ABRIL.
El jurado quiere destacar su valor antropológico y humano, consiguiendo con su conmovedora y sencilla historia recuperar la memoria de un pueblo. Una historia con la que cualquier persona de cualquier país se puede identificar al tratar temas como la despoblación y el vaciado de los pequeños pueblos rurales, así como la pérdida de las raíces y de la memoria colectiva; reflejando además la soledad fruto de la muerte que es posible habitar, transitar y vivir en la memoria de los que ya no están. Un hermoso homenaje a nuestros abuelos y a quienes aún aman y creen en su tierra.
De igual manera el jurado quiere destacar sus excelentes valores cinematográficos, técnicos y artísticos, pese a tratarse quizá del documental más modesto de los que han competido en esta edición.
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“Cuando Laila llega a España procedente de Marruecos empieza una nueva vida marcada por los contrastes: tendrá que asumir, junto a su familia, una nueva cultura y una nueva forma de vida sin renunciar a sus raíces. Con una prosa sencilla y conmovedora, Laila es toda una lección para aquellos que todavía creen que las barreras entre culturas son inquebrantables. En palabras de Laila: <¿Por qué no un buen cuscús para comer y una tortilla de patatas para cenar?>”.

LAILA KARROUCH
“…De repente vimos unas figuras humanas; el corazón me empezó a latir a toda velocidad. <Date prisa, papá>, pensaba. Las figuras correspondían a unas diez personas y entre ellas descubrí a mi abuelo. Era inconfundible: alto y delgado, un señor de la cabeza a los pies. Así era mi querido abuelo Amar. Y a su lado, la yaya. La reconocí porque hacía rato que tenía los brazos abiertos y preparados para abrazarnos. Fueron los quinientos metros más largos de mi vida. No se acababan nunca. Pero ya estábamos. Los perros ladraban desesperados y sus gritos resonaban por todo el pueblo de los Karrouch. Se debían de haber contagiado de nuestra alegría. Antes de que el R-12 acabara de frenar del todo, nosotros ya estábamos fuera del coche.
-¡Hijos míos, hijos míos! –gritaba mi abuela, mientras nos abrazaba uno a uno y luego a todos juntos. La abracé durante un buen rato. Me fijé en seguida en que iba sin zapatos. Volví a abrazarla y le dije que no corriera descalza. Ella lloraba y lloraba…”
“…Mohamed no era tímido. Su hermano Omar, que también entró para hacerse una foto, era mucho más tímido que él. Mi abuela me dijo que Omar sería el hombre de mi vida, que me cuidaría muy bien. Yo cambié de tema inmediatamente.
Bebimos té y comimos pastitas hechas por mi madre, y cuscús… Yo acabé cansadísima y me fui a dormir, pero la fiesta continuó con más bailes y más bailes.
Al día siguiente fui a buscar a mi abuela y le expuse la duda que tenía desde hacía días, le pregunté cómo era que aquella señora, Fadma, la madre de Mohamed y Omar, saludaba a papá de aquella manera y…
Se echó a reír.
-¿Es que no lo sabes? -me dijo-. ¿No sabes que es la hermana de tu padre? Mi hija mayor. Hoy volverá a venir con su marido para pactar la dote de Hayat.
-¿Dote? -pregunté.
Al darse cuenta de mi ignorancia, intentó explicarme cómo funcionaba el <asunto, para el día de mañana, cuando te cases…>.
Me explicó que habían pactado unas trescientas mil pesetas para vestir a la novia. Primero me quedé con cara de no entender nada, pero después me lo explicó.
-Quiero decir que es dinero para Hayat, para comprarse oro especialmente, ropa típica y otras cosas que le apetezcan.
Mi madre limpiaba el patio y lavaba los platos. Tenía un aspecto cansado y afligido. Mientras todos cantaban y hablaban, ella controlaba que no faltara de nada. Dejó el patio muy limpio y se fue a desayunar con la yaya. Mientras, yo me quedé sentada a la puerta de la habitación, pensando en lo que me había explicado mi abuela…”
