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«EL CUADERNO MARROQUÍ», UN LIBRO DE JOAQUÍN CESTINO

“…La esposa aún quiere comprar un jarrón de metal dorado. Desde el Zoco Chico descienden por la calle de la Marina, y tras sobrepasar la mezquita se detienen en la puerta de un pequeño y poco iluminado bazar. En un minúsculo escaparate se agolpan los objetos más diversos.

El propietario les invita a entrar. Es un hombre mayor de barba gris que viste una chilaba de color azul grisáceo. No hay ninguna otra persona en el bazar. El propietario es viejo pero su mirada es joven. Brillan sus ojos al contemplar a la posible compradora recién llegada. Allí, en uno de los polvorientos estantes, está el jarrón que ella desea.

-¿Cuál es su precio? -pregunta la esposa.

-¡Qué fina pieza! -contesta el viejo- es muy antigua. Toda hecha a mano. Tal vez en Siria.

-¿Cuántos dirhams, por favor? -insiste la compradora mientras su marido recorre con la mirada distraída los estantes repletos de cerámicas y objetos de cobre y latón dorado.

-¿Qué importa el precio? Es un bello jarrón para una bella señora. Puede ver su forma, su brillo, sus dibujos, la suavidad del metal -y añade sonriendo- buen precio para usted. Está anocheciendo y pronto cerraremos. Su precio es mil dirhams, pero para la señora doscientos.

Limpia el viejo cuidadosamente el jarrón y lo envuelve lo mejor que puede en un arrugado papel de colores. Se dirige ahora al marido y con su más bondadosa mirada le pregunta:

-¿Podría besar a su esposa?

El marido, sorprendido, no es capaz de decir que no. Su mujer sonríe. Deja que el viejo se acerque y la bese con delicadeza en la mejilla. El anciano rostro del propietario del bazar evidencia toda la felicidad que le produce haber besado a una cristiana de agraciado rostro y armoniosa figura.

La esposa no puede dejar de agradecer la gentileza.

-Si desea algo de nuestro país nos gustaría traérselo en el próximo viaje.

-Qué bien sería que usted pudiera venir con una botella de vino dulce de su tierra. Nada habría mejor. Los buenos musulmanes no deben beber vino, pero ningún sabor es mejor que el del vino dulce de las viñas andaluzas que bebieron los sultanes omeyas de Córdoba.

Ha pasado un año. Han cedido un poco los intensos calores de julio y agosto. El matrimonio ha vuelto a Tánger.

Van bajando por la calle Es-Siaghin con la botella de vino dulce, envuelta en papel dorado, que le prometieron al viejo comerciante.

Sube violento el viento de levante que viene del mar. Casi hace frío. Cruzan el Zoco Chico y llegan al final de la calle de la Marina. Tienen dificultades para recordar el lugar exacto del pequeño bazar. No lo encuentran.

Finalmente reconocen el escaparate de la pequeña tienda…”

Este fragmento pertenece al libro El cuaderno marroquí, de Joaquín Cestino. Fue publicado por Campos Elíseos Ediciones (Málaga, 2011), con prólogo del tetuaní José Luis Ruiz Olivares.

En este volumen se recogen párrafos y fragmentos escogidos de otras obras del propio autor, junto a poemas y artículos, todos dedicados a Marruecos, en especial a Tánger, y también a Córdoba y Granada. Hay además un interesante texto de Cestino sobre Tánger en las letras, con una cuidada selección de extractos de obras de otros autores (de Abu Abbas Ahmad Al-Qalqasandi hasta Paul Bowles) que nos trasladan al Tánger de distintas épocas.

Un libro de fácil y amena lectura para recorrer la ciudad tangerina y otros rincones marroquíes.

Sergio Barce, diciembre 2022

 

 

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NOTAS A PIE DE PÁGINA 10 – ESCRIBIR ES RESPIRAR. GARRIGA, SALVAYRE,  JOSEPHINE BAKER Y ALGO DE CINE

Hace un tiempo, hallé, entre mis papeles, un pequeño cuaderno de viaje que me acompañó unos años a partir del 2000. Leyéndolo, me topé con unas notas sobre el día en el que conocí a Lorenzo Silva. Nos vimos por vez primera en un encuentro que organizaba la AEMLE (Asociación de Escritores Marroquíes en Lengua Española) en colaboración con el Instituto Cervantes de Tánger. Yo terminaba de hablar de mi primera novela, que presentaba en una de las jornadas, cuando Lorenzo entró en la sala un tanto azorado por llegar tarde. Su avión se había retrasado.

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JOSÉ A. GARRIGA VELA Y SERGIO BARCE

Hablando de aviones. Creo que José Garriga Vela vuela en estos instantes camino de Ecuador mientras escribo estas notas, aunque probablemente, el día que las cuelgue en el blog, ya estará en Quito. José y yo nos despedimos la semana pasada tomándonos varias cervezas, brindando por este viaje y por algunas cosas más. Va a dar unas charlas en distintas universidades y centros culturales del país, de manera que pasará unas semanas al otro lado del Atlántico. Le hace ilusión este viaje. Hablamos, como siempre, de literatura y de cine. Me reitera que le ha encantado mi libro El mirador de los perezosos. <No hay un solo adjetivo mal puesto>, me dice con énfasis. Luego, me confiesa que le admira mi capacidad para escribir con tanta intensidad en tan poco tiempo, más porque mi trabajo me roba la mayoría de las horas del día. Que todo esto me lo diga un escritor de su talla, me reconforta y me anima a continuar con mis historias. Le respondo que, para mí, escribir es una necesidad como el respirar. Se ríe cuando se lo digo. José Garriga es humilde y generoso, una rara avis en el mundo de la literatura. Ha terminado de leer el borrador de mi nueva novela y le ha encantado, se la leyó de una sentada.

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                                            LYDIE SALVAYRE

Le cuento a Jose que acabo de terminar No llorar (Pas pleurer), con la que Lydie Salvayre obtuvo el Premio Goncourt hace unos años, una novela que me descubrió Miguel Ángel Moreta-Lara. Me ha parecido una excelente obra. Escrita por una autora francesa de origen español, retrata de una manera directa y precisa lo que fue nuestra guerra civil en una pequeña población de Cataluña, de donde es originaria su familia. Me gusta ese juego de espejos que hace Salvayre entre lo que, durante la contienda, iban descubriendo por un lado su madre, que es quien le cuenta toda esta historia, y Josep, un idealista que creyó en la revolución, pero que poco a poco van asumiendo el fracaso, y por otro lado el escritor Georges Bernanos, que apoyó a los golpistas para darse cuenta, poco a poco, que los franquistas solo pensaban en exterminar a sus adversarios sin la menor compasión, algo que iba contra sus principios católicos.

Escribe Lydie Salvayre:

“…En Palma pasan los meses y se confirma el horror. Bernanos se entera de que los cruzados de Mallorca, como llama a los nacionales, ejecutan en una sola noche a todos los presos capturados en las trincheras, los conducen <como ganado hasta la playa> y los fusilan <sin prisas, animal por animal>. Tras lo cual, los cruzados <amontonan a las reses, ganado absuelto y no absuelto>, y los rocían con gasolina.

<Es muy posible (escribe) que esa purificación por el fuego revistiera entonces, debido a la presencia de los sacerdotes de servicio, un significado litúrgico. Por desgracia no vi hasta pasados dos días a esos hombres ennegrecidos y relucientes contraídos por las llamas, y algunos de los cuales adoptaban con la muerte poses obscenas, capaces de entristecer a las damas palmesanas y a sus distinguidos confesores.>

La muerte se adueñó de Mallorca.

La muerte. La muerte. La muerte. Hasta perderse de vista la muerte. En medio de la angustia y la repulsión que le invade, Bernanos procura mantenerse lúcido. Cueste lo que cueste. <Es usted para mí un hermano desoladoramente lúcido>, le escribió Artaud en 1927, el único o casi de sus contemporáneos a quien gustó La impostura.

Lúcido contra la cobardía y contra el silencio.

Lúcido obligándose a mirar de frente el horror y a dar fe puntualmente de los crímenes que silencian los franquistas.

Porque a diferencia de los republicanos que posan para la posteridad en las iglesias que han destruido, o ante los cadáveres de las monjas que han asesinado (fotografías que darán la vuelta al mundo), la propaganda franquista vela por que no salga a la luz ninguna imagen de las tropelías perpetradas por el terror azul (el terror azul, del color del uniforme falangista).

Bernanos se decide a contarlas (esas tropelías). Está en juego su honor…”

(No llorar ha sido editado por Anagrama, con traducción del francés de Javier Albiñana).

Tras acabar esta novela, que es uno de los mejores relatos sobre la guerra civil española que he leído, me sumerjo en los cuentos de El cuaderno marroquí, de Joaquín Cestino. Para ir degustando muy lentamente.

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ARGENTINA, 1985

Veo la película Argentina 1985, de Santiago Mitre. Excelente cinta con el siempre impecable Ricardo Darín. La sala del cine Albéniz estaba llena de argentinos que asistieron a la proyección en un silencio de sepultura (salvo algunas escenas que nos hicieron reír y descargar la tensión, muy bien incardinadas en la cinta). Cuando acabó la proyección estallaron en aplausos. La emoción se respiraba en el ambiente. Tremenda historia sobre la dictadura militar argentina representada por los líderes de la junta militar a los que se les juzgó por los crímenes cometidos. Una película de obligada visión y que muestra la inhumanidad de los fascistas y de cualquier dictadura. Muy recomendable.

También me ha parecido excelente la serie Antidisturbios, de Rodrigo Sorogoyen, uno de los realizadores españoles más competentes del actual panorama. Los actores están todos extraordinarios y la serie mantiene una tensión, de principio a fin, que la engrandece. Sorogoyen ya me pareció un realizador excepcional con su cinta El reino, y ando en deseos por ver su última producción As bestas.

Dos films antibélicos que me han parecido extraordinarios: la nueva versión alemana de Sin Novedad en el frente (Im westen nichts neues) de Edward Berger y la danesa Bajo la arena (Land of mine) de Martin Zandvliet. La primera es desoladora, pero la segunda es toda una sorpresa por su argumento. Cuenta la historia de los soldados alemanes que, tras finalizar la segunda guerra, deben desminar las playas de Dinamarca que el propio ejército nazi había llenado de minas. Películas que están llenas de humanidad.

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BAJO LA ARENA (LAND OF MINE)

Acudí a la exposición que se organizó en la Casa Gerald Brenan, que dirige Alfredo Taján, sobre Josephine Baker, una mujer que siempre me ha fascinado por su arrojo y valentía. Los cuadros de Diego Santos son increíbles, y escuchar la explicación del pintor sobre el proceso creativo de esta colección y lo que se encierra en cada uno de ellos resultó aleccionador. Además, mi querida Mónica López, junto a Alfredo, hicieron una presentación entretenida, divertida y atractiva. Tras escucharlos y contemplar esos cuadros, mi admiración hacia Josephine Baker se ha disparado.

Como guinda, hace unos días, la Casa Gerald Brenan ha sido galardonada con el Premio Andalucía al Mejor Proyecto Cultural, algo que me ha alegrado, tanto por el reconocimiento a una labor encomiable como a que sea Alfredo Taján, al que aprecio mucho, el artífice principal de este éxito.

Como me viene ocurriendo en estas últimas entregas de mis Notas a Pie de Página, iba a hablar de Lorenzo Silva y me he ido por las ramas. En la próxima entrega continuaré relatando lo que sucedió en Tánger cuando conocí a Lorenzo. O, al menos, volveré a intentarlo.

Sergio Barce, 18 de noviembre de 2022

JOSÉPHINE BAKER
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