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VIAJANDO POR EL MAGREB HISPÁNICO, del escritor larachense JOSÉ EDERY BENCHLUCH

JOSE EDERY BENCHLUCH

VIAJANDO POR EL MAGREB HISPÁNICO  (1)

 Pongo (1) entre paréntesis porque para asimilar y comentar este libro de 600 páginas he decidido hacerlo en tres partes. Es decir, cada 200 páginas, porque si no lo hago de esta manera, cómo dar una idea exacta de la riqueza y variedad que ofrece al lector.

Es verdad, “Viajando por el Magreb Hispánico”, de mi paisano y cada vez más entrañable amigo Al Tebib José Edery, es una especie de Summa en el que con una sencillez deslumbrante nos da una lección de conocimientos (me asombra su cultura, porque un buen lector, y yo me considero como tal, percibe al instante que no se trata de un “cortar y pegar” sino de verdadera sapiencia) y nos regala además tal cantidad de anécdotas personales que he llegado en algunos instantes a envidiarle –en el sentido más malsano de la palabra-.

Primeras 200 páginas, y me quedo a las puertas de la Independencia de Marruecos. Ése es el capítulo que me espera más tarde cuando vuelva a hincarle el diente al libro de Pepe Edery. Pero hasta llegar aquí, en este original viaje al Magreb Hispánico, de su mano he sabido que “…en el siglo XVIII cuando las tropas inglesas que luchaban en tierras norteamericanas contra los indios, diezmaron al 95% de la población regalándoles para el crudo invierno mantas impregnadas de exudados de enfermos de viruela, enfermedad a la que los indígenas eran muy sensibles por falta de inmunidad previa”,  que Franco, pese a lo que luego se “vendió” por parte del régimen, no estaba tan tranquilo antes de verse con Hitler en Hendaya, o por qué los mejillones que crecían en el barco hundido en Larache eran tóxicos.

A. Mesa, José Edery y Sergio Barce

Leyéndolo, Pepe Edery me ha llevado a Túnez, a Argelia, pero también a Ber Sheeva y a las Alpujarras moriscas. Me ha detallado la historia de Al-Andalus, la expulsión de los moriscos y los judíos de la España intolerante de los Reyes Católicos, y me ha hecho soñar con los corsarios. Me ha explicado parte de la historia de Marruecos, y me ha descubierto la tradición existente entre los sefarditas del norte y algunas ciudades costeras de Marruecos de regalar como joya de compromiso matrimonial una pulsera, su origen y su significado; o cómo se formó la Atlántida y también cómo desapareció para convertirse en leyenda. Me ha dado una explicación de las motivaciones de Moisés y de Abraham, me ha narrado la historia del Arca de Noé desde diversos prismas, y me ha desentrañado algunas tradiciones religiosas tanto de los musulmanes como de los hebreos marroquíes, del Alcorán y de la Torá, de La Meca y del pozo Zem Zem, e incluso me ha desvelado la existencia de muchos cuentos magrebíes que tienen a las anguilas como protagonistas o el de la leyenda de la propia Aixa Candixa, que nos atemorizó a varias generaciones de niños…

CONCHITA MONTENEGRO

Y me ha dejado boquiabierto el comprobar los nombres de los personajes históricos que, sólo en las primeras 200 páginas, ha tenido Pepe Edery el privilegio y la suerte de tratar personalmente: como la mítica actriz Conchita Montenegro, el legendario Mehdi Ben Barka, el coronel Dlimi, los embajadores De la Serna o Martín Gamero, el general Emilio Jiménez-Ugarte, Carlos Spotorno, el comisario Ali Belkacem…    Así, dicho de esta manera, uno pensaría que lo que estoy leyendo es un plomazo aburrido e intragable. ¡Error! Si uno ha mantenido una buena charla con Pepe Edery, cuando lee este libro siente que le está escuchando hablar, porque lo que ha hecho, simple y llanamente, es poner por escrito lo que nos habría contado de estar sentados alrededor de una mesa con un buen té, es decir, narración oral por escrito, sus palabras transcritas, como si se hubiera grabado y luego hubiese pasado a papel lo que su mente privilegiada había descargado… Lees y le estás escuchando, es su voz la que te susurra.

Tantos temas y sin embargo no hay cambios bruscos porque enlaza cada uno de ellos de manera natural, ya digo que de la misma manera a como lo habría dicho oralmente (quizá porque le gustaba escuchar a los cuentacuentos en el Zoco Chico, como  me decía el otro día por teléfono), y eso es un acierto para esta clase de literatura (inclasificable, por cierto).   

Y luego, claro, están sus consejos respecto al trato con el ciudadano magrebí, especialmente con el marroquí, al que tan bien conoce, y que me han hecho sonreír en muchas ocasiones: el síndrome del cepillo,  y sus anécdotas como médico, algunas de ellas hilarantes, como la del difundo bereber del Atlas o el accidente del agregado militar de la Embajada de la URSS, de la que él se convirtió en protagonista “voluntario”, sus recuerdos de acontecimientos que marcaron a generaciones, como el terremoto de Agadir, y muchos aspectos del trato social en Marruecos, con una especial relevancia al concepto de la hachuma, que tantas discusiones provoca a la hora de interpretarla correctamente. Y todo ello condimentado con una buena narración, rápida y eléctrica, que da al libro vitalidad; se nota que Edery le ha hecho a su libro una buena transfusión de sangre, que para eso es un médico excepcional.

Y, claro, entre líneas, durante toda la lectura aparece una y otra vez Larache. Pepe Edery me contaba en una ocasión, con motivo de regalarme un ejemplar de su libro “Guía Sanitaria de África” que con cualquier excusa introduce a su pueblo del alma en todo lo que escribe. Aquí no iba a ser menos. Sirvan dos ejemplos para terminar esta parte de mis impresiones de su libro, de las primeras 200 páginas.

La primera surge cuando al relatar lo sucedido durante la II Guerra Mundial en los países del Magreb, con motivo del desembarco aliado en Marruecos al mando del general Patton en las playas de Safi, Fedala (hoy Mohammedia) y en Port Lyantey (hoy Kenitra), rememora sus recuerdos de niño:

 <El conjunto de los efectivos anglo-norteamericanos que participaron en el desembarco en los dos países magrebíes fue de unos 600 buques, 70.000 soldados y una importante fuerza aérea. Aunque incomprensible por mi corta edad recuerdo la visión, desde la azotea de mi casa, de las pequeñas y redondeadas nubes negras que aparecían alrededor de los aviones que volaban a lo largo de la costa en dirección sur, probablemente para intervenir en el desembarco. Se debían a los disparos de la artillería antiaérea, pero nunca supimos si era la artillería francesa ubicada en las playas del Protectorado francés de Mulay Busselham, cerca de la frontera hispano francesa de Arbaua, o de los cañones españoles instalados cerca de Larache. Lo curioso y lo recuerdo perfectamente es que nunca acertaron con sus tiros a ningún avión, a no ser que se equivocaran intencionadamente y fueran disparos de advertencia a pesar de que las nubecillas de los proyectiles al estallar se observaban cercanas a los objetivos aéreos>.

O bien con un cierto regusto emotivo, especialmente para los lectores de más edad, como cuando recuerda cómo eran los trenes que llegaban a Larache durante la época de la posguerra en el Protectorado:

Estación Ferrocarril de Larache

<El convoy ferroviario de Franco estaba encabezado por la locomotora “Montaña del Norte”, de la serie de máquinas denominadas “cocodrilos”. Alguna de estas locomotoras sirvieron para mantener durante el Protectorado en la posguerra la línea férrea comarcal marroquí entre Larache (estación de Menzah) y Alcazarquivir (estación de Kerman). En cuyo trayecto de 36 kilómetros, con parada intermedia en el entonces aeropuerto de Auámara, se tardaba entre hora y media y dos horas (¡a una velocidad media de menos de 20 kilómetros por hora!) y las tarifas eran de siete, cinco y tres pesetas respectivamente la primera, segunda y tercera clase. Lo de las “clases” era un eufemismo, ya que todos los vagones eran iguales, completamente de madera y la diferencia dependía, y así eran distribuidos, de la clase social del viajero y del equipaje, así como de los bártulos o mercancías vivas (generalmente gallinas) que le acompañaban>.

Como especialmente emotivo es el homenaje que Pepe Edery rinde en este libro a Mohamed V. Cuenta José Edery lo siguiente:

MOHAMED V

<la discriminación y directivas xenófobas, las sufrí  de forma similar personalmente, como he relatado en otros capítulos, no sólo durante la época del Gobierno de Vichy, sino en años posteriores. Aquéllas se aplicaron a la mayoría de mis correligionarios y determinados grupos de ciudadanos musulmanes del Magreb (excepto en la zona del Protectorado español), por parte de muchas administraciones (sobre todo culturales) dirigidas o controladas por las autoridades francesas. Lo que no se debe olvidar es que a la persecución y medidas discriminatorias contra los judíos de Marruecos por parte de las autoridades francesas de Vichy en el país, e opuso tenazmente, a pesar de sus limitados poderes legislativos y ejecutivos, el entonces Sultán Mohamed Ben Yusef, Mohamed V. En el mismo sentido, dio instrucciones a su Jalifa de Tetuán en la zona del Protectorado español, S.A.I. Mulay el Hassan El Mehdi, en relación a ciertas discriminaciones a sus súbditos de confesión judía por parte de determinados sectores de las autoridades españolas, presionadas por los gobernantes y dirigentes nazis>.

En fin, sólo llevo un tercio del libro, pero qué tercio tan bueno. Me esperan los otros dos, que prometen ser aún mejores. Seguiré informando.

Sergio Barce, abril 2012

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Cuaderno de de Cine: FORTUNIO BONANOVA, un actor secundario excepcional

Fortunio Bonanova

    Antonio Banderas, Penélope Cruz, Javier Bardem… los actores españoles escalan puestos en Hollywood, se convierten en estrellas. Y a veces parece que ellos son los que lo han conseguido y que nadie antes lo había hecho. Pero la historia es bien distinta.

   Con Fernando Rey como referencia, que se convirtió en un actor reclamado en todos los países, que rodó bajo las órdenes de los mejores realizadores de varias décadas, otros actores y actrices españoles trabajaron mucho antes, incluso en el cine mudo, y también después, en Hollywood, y algunos llegaron a ser grandes estrellas. He pensado que sería interesante recuperarlos poco a poco, sacarles del olvido, y que las generaciones actuales sepan que fueron unos pioneros adelantados a su época. Sus nombres: Antonio Moreno, quizá el más deslumbrante de todos, Conchita Montenegro, Rosita Díaz, Julio Peña, María Alba, José Nieto…  

   Hoy me inclino por Fortunio Bonanova. Este actor español, cuyo verdadero nombre era José Luis Moll, formaría parte del reparto de varias de las películas más famosas de la historia del cine. Nacido en Palma de Mallorca en 1896, Bonanova fue un reputado actor de teatro que estrenó obras en Nueva York y en Chicago, pero también fue barítono y escritor. Tras debutar en el teatro de su ciudad natal, se haría famoso interpretando en su primer papel para el cine mudo a <Don Juan Tenorio>, dirigida por Ricardo y Ramón Baños.

Fortunio Bonanova como Don Juan Tenorio

   En 1924 se marchó a Estados Unidos, donde actuó en varias obras musicales como barítono, hasta que logra entrar en el cine actuando en una película que protagonizaba la gran Joan Bennet: <Careless Lady>. Pero hubo de volver a España donde era una auténtica estrella.

Bonanova como el profesor Matiste, en CIUDADANO KANE

   En los años treinta trabajó tanto en España como en Estados Unidos, y gracias a su papel en la obra teatral <Sex appeal> que triunfó en Broadway, Fortunio Bonanova comienza a ser tenido en cuenta en Hollywood para protagonizar films rodados en castellano, como <El Capitán Tormenta> del año 1935. Pero es en la década siguiente de los cuarenta, cuando el nombre de Fortunio Bonanova aparece en títulos míticos del cine americano rodado en inglés, y algunos de sus personajes, aunque secundarios, se han quedado grabados en la retina de quienes amamos el séptimo arte. ¿Quién no recuerda al desesperado profesor de canto Matiste tratando de que la esposa del protagonista no desafine en la mítica <Ciudadano Kane> (Citizen Kane, 1940) de Orson Welles? Pues el profesor Matiste era Fortunio Bonanova.

Fortunio Bonanova es el General Sebastiano, entre Anne Baxter y Erich Von Stroheim, todos dirigidos por Billy Wilder

   Actuó en otros cuatro films memorables protagonizados por Tyrone Power: <El signo del Zorro> (The mark of Zorro, 1940) y <Sangre y arena> (Blood and sand, 1941) ambas de Rouben Mamoulian, y en <Un americano en la RAF> (A Yank in the RAF, 1941)  <El cisne negro> (The Black Swan, 1942), las dos de Henry King. Fue el actor que encarnó al General Sebastiano en la magnífica <Cinco tumbas a El Cairo> (Five graves to Cairo, 1943) del maestro Billy Wilder, y encarnó a Fernando en la mitificada <Por quién doblan las campanas> (For whom the bell tolls, 1943) de Sam Wood, con Gary Cooper e Ingrid Bergman.

   Otro de sus papeles secundarios memorables, Sam Garlopis, lo interpretó en otra obra maestra: <Perdición> (Double indemnity, 1944) de nuevo de Billy Wilder.

   Intervino en muchas películas más, pero destacaría entre ellas, además de las ya citadas: <Siguiendo mi camino> (Going my way, 1944) de Leo McCarey, uno de los films más aclamados de Bing Crosby; <Pepita Jiménez> (1946) del gran Emilio Indio Fernández, en la que compartió cartel junto a Rosita Díaz, otra estrella española en tierras americanas; secundó a Henry Fonda en otro film inolvidable del gran amestro entre los maestros John Ford: <El fugitivo> (The fugitive, 1947), y otro de los grandes, Otto Preminger, le dirigió en <Vorágine> (Whirlpool, 1949), junto a Gene Tierney y José Ferrer.

     Ya en los años cincuenta sus películas no fueron tan extraordinarias, salvo quizá la romántica <Tú y yo> (An affair to remember, 1957) de Leo McCarey, con Cary Grant y Deborah Kerr, en la que destacó con su personaje de Courbet. Se refugió en westerns y en series de televisión, y ya al final de su carrera, regresó a España para rodar dos películas: una producción dirigida por Carol Reed, <El precio de la muerte> The running man, 1963) y un film dirigido por el inefable Jesús Franco, <La muerte silba un blues> (1964).

Fortunio Bonanova

     Un actor, en fin, de los llamados de carácter, que supo dejar su impronta tanto en sus protagonistas como, y esto es lo más difícil, en sus papeles secundarios, y Fortunio Bonanova lo logró.

      Sergio Barce, marzo 2012

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