
Durante estos últimos ocho días, he tenido la suerte de participar y de disfrutar del 24 Festival Internacional de Cine del Mediterráneo de Tetuán, como miembro del Jurado del apartado de Documentales. Ha sido una experiencia fascinante, emocionante y difícil de olvidar, especialmente por la suerte que se me ha brindado de poder conocer a personas muy interesantes y trabar una verdadera amistad con algunas de ellas.

Mohamed Bouissef y Sergio Barce
El escritor Mohamed Bouissef Rekab, Vicepresidente del Festival, con el que me une ya una estrecha y larga relación desde hace muchos años, tuvo la deferencia no sólo de estar al tanto de cuanto necesitábamos los asistentes, sino, además, de buscar tiempo donde no lo tenía para poder charlar y beber té verde conmigo, e, incluso, aprovechar unas horas para escaparnos y dar un larguísimo paseo por la Medina de Tetuán, paseo que me supo a poco por lo mucho que aprendí de sus conocimientos de la ciudad vieja. Lo disfruté. Además, encontramos la casa con la que soñaba para ambientar la novela que estoy escribiendo ahora. Una suerte que provocó Bouissef.
Los primeros días fueron los días de Luisa y Suren.

Suren, Luisa Gavasa y Sergio
El festival rendía homenaje este año a cuatro actrices: la italiana Anna Bonaiuto, la marroquí Mouna Fettou, la egipcia Menna Shalaby y la española Luisa Gavasa. Conocer a Luisa fue descubrir la cercanía, la elegancia y el saber estar de alguien que transmite, además de todo esto, una fuerza interior asombrosa. Escuchar su voz es rendirse, literalmente. Es la voz de la experiencia y del equilibrio, de la templanza y de la sensualidad. Es tal el poderío del timbre de su voz, ese que toda actriz querría poseer, que, cuando habla, sus palabras se quedan flotando unos segundos, como un viejo eco que las repitiese en un susurro de misterio. Su marido, Suren, fue otro regalo. Nos hicimos cómplices desde el primer segundo. Me contó historias fascinantes, y bebimos buen vino marroquí disfrutando de cuanto iba sucediendo. Nuestro grado de entendimiento llegó al extremo de que sólo teníamos que cruzar una rápida mirada para saber lo que estábamos pensando de algo o de alguien. Los acompañé en el homenaje a Luisa, que lo disfrutó absolutamente. Su reacción al tributo que se le brindaba fue bellísima. Un privilegio conocerlos.

Luisa Gavasa
El Jurado de Documentales, del que he formado parte, estaba compuesto por el realizador Adam Pianko, el poeta y escritor Salah El-Ouadie, la editora y novelista Nadia Essalmi, y, como presidente de este jurado, el realizador iraquí Kais Zoubaidi. Tuvimos un trabajo complicado porque se presentaban films muy interesantes, y, sinceramente, a la hora de decir a quién conceder el premio, no es fácil que tus gustos personales coincidan siempre con los del resto. Pero creo que llegamos a un buen equilibrio final.

El Primer Premio al Mejor film documental fue para la película de la directora marroquí Tala Hadid Maison dans la prairie / House in the fields, película con imágenes de gran belleza estética, que muestra la vida cotidiana de una familia amazigh a través de sus dos hijas: una a punto de contraer matrimonio con alguien a quien no conoce, y la otra, decidida a salir de ese entorno y convertirse en abogada, su sueño.

El Premio Especial del Jurado lo concedimos a la película italiana Appennino, de Emiliano Dante. Retrato de la situación que viven los habitantes de L´Aquila y otras poblaciones italianas, tras los seísmos que destruyeron la vida de miles de personas a partir de 2009. Es una película documental arriesgada, y apostamos por ella por la originalidad de su propuesta, con una fotografía en blanco y negro de gran calidad y un montaje excelente. Personalmente creo que era quizá el documental más cinematográfico y era justo apostar por él.

Y, finalmente, también decidimos premiar al documental español titulado Paquete sospechoso / Collis suspect, de Sofía Catalá y Rosa Pérez Masdeu. En este film, las dos realizadoras nos descubren la realidad que se esconde tras las políticas de seguridad de la Unión Europea sobre el control de la inmigración; un negocio puro y duro a gran escala. El jurado valoró el gran esfuerzo que ha supuesto este trabajo, al que han dedicado casi dos años de rodaje, y que posee un gran valor testimonial y de denuncia.

Ana Turpin, Sergio Barce y Luisa Gavasa
Mientras íbamos visionando las películas, se iban trenzando nuestras relaciones personales que, como decía al comienzo, en mi caso particular, han desembocado en el comienzo de las que, creo, serán unas amistades duraderas y sinceras. Ya mencioné a Luisa y Suren, y a Mohamed Bouissef. Pero también conocí a la actriz española Ana Turpin, miembro del Jurado de Largometrajes. En los almuerzos y cenas, íbamos cambiando impresiones sobre las películas que visionábamos esa misma jornada, yo le comentaba lo que me parecían los documentales y ella lo que pensaba de los largometrajes, y también hablábamos de sus proyectos y de los míos. Ana Turpin sabe lo que quiere, y creo que va directa a la meta que se ha propuesto. Tiene las ideas muy claras, y eso es una ventaja. Ha sido otro privilegio para mí conocerla.

Rosa Pérez, Ana Turpin, Sofía Catalá y Sergio Barce
Sofía Catalá y Rosa Pérez Masdeu son la fuerza y la ilusión personificadas. Transmiten tanto entusiasmo que te desbordan. También ellas van a convertirse en grandes documentalistas, son de raza. Y poseen tesón. Con el director Emiliano Dante disfruté también de su humor, de sus ganas por conocer y de sus ansias por encontrar lo que busca con ahínco. Ahora hago un repaso de esos días, y me doy cuenta de que Emiliano ha sido la parte más divertida. Una excelente persona, hay que decirlo.

Dora Masklavanou, Sergio Barce y Emiliano Dante
Y con él y con la realizadora griega Dora Masklavanou compartí mesa en los almuerzos y cenas, y también largas esperas que, a Dora, especialmente, desesperaban. Dora Masklavanou me hablaba de su trabajo cinematográfico, de las grandes dificultades que ha tenido para poner en pie su película Polyxeni, de cómo había decidido lanzarse al vacío sin esperar la promesa de varias coproducciones para su película; las había desechado porque se moría de ganas por rodarla cuanto antes. Ella también sabe lo que quiere. Me gustó su tranquilidad, contagiosa, y la emoción con la que acoge lo inesperado.

Especial fue también mi relación personal con el presidente del Jurado de Documentales, Kais Zoubaidi. Un hombre comprometido con su tiempo, pero que no pierde la perspectiva. Hicimos causa común a la hora de defender ciertas películas, y coincidimos casi al cien por cien en lo que pensábamos de cada una de las cintas que se iban proyectando. Me demostró que se puede tener una férrea conciencia política y moral sin que eso signifique perder la objetividad. Los dos buscábamos, por encima de todo, el lenguaje cinematográfico. Dimos varios paseos por las calles de Río Martín hablando de muchísimas cosas. Un placer compartir con él esos momentos. Nos veremos en Berlín, incha al´láh.

Kais Zoubaidi a la izquierda, y, de izquierda a derecha, Salah El Ouadi, Adam Pianko, Nadia Essalmi y Sergio Barce
Otro instante especial fue, cuando mi admirado compañero de jurado, Salah El Ouadi decidió llevarnos a Kais, a Nadia y a mí a cenar, fuera de la cena oficial, en concreto a un restaurante popular en una de las callejuelas de Río Martín (por cierto, no sé qué sentido tiene el que le hayan cambiado el nombre a la población y ahora se llame Martil, que nada significa). Delicioso. Un pequeño placer. A Nadia Essalmi he de agradecerle su paciencia con mi olvidado francés, que he tenido que ir rescatando día a día, hasta acabar soñando en ese idioma, y no es ninguna broma. Al final, me alegré mucho de poder escarbar en mi memoria.

Creo que no olvidaré los momentos más emotivos: cuando Emiliano Dante recibió el premio especial por su documental, porque significaba que algo se le devolvía con ese galardón por la pérdida de su hogar y de algunos amigos tras los terremotos; y cuando vi la cara de estupefacción de Dora Masklavanou al escuchar al presidente del Jurado de Largometrajes, Nacer Khemir, pronunciar el título de su película Polyxeni como la elegida para recibir el galardón más importante de la noche. Temblaba en el escenario. A los dos les dije que me hacía muy feliz sus premios, y es cierto. Lo merecían. Se marcharon con unas sonrisas indescriptibles.
Junto a Bouissef, tanto el presidente del festival Ahmed El Housni como el director Bendriss Nourddine, junto a Abdellatif Bazi y Driss Skaika, fueron amabilísimos en el trato, y dejo constancia de ello. Como lo fue también el de Sara Regragui, y del resto del equipo que han hecho un trabajo excepcional. Tampoco quiero olvidarme de las azafatas que nos acompañaban en todo momento en los desplazamientos o esperaban para darnos la información oportuna, fuera la hora que fuese: Lina, Haula, Ihssane… Perdón por no recordar todos los nombres. Chukran!!!
Tampoco quiero dejar de mencionar, por su cercanía y simpatía, a Lino Escalera, director del largometraje No sé decir adiós, y a su productor Damián París, y a Patricia; y a la deliciosa directora franco-palestina Norma Marcos, realizadora de Un long été brulant en Palestine / A long hot summer in Palestine. Me faltó tiempo para hablar mucho más con ellos.

Sergio Barce y Mohamed Abid
Y, como siempre, había algún paisano larachense, dos amigos… El realizador Mohamed Chrif Tribak impartía un cursillo, y me dio una gran alegría encontrarnos, como me ocurrió también al ver al poeta larachense Mohamed Abid. Fue divertido volver a vernos.
Olvido algo, como siempre… Y no sé qué es. Sé que es imposible resumir todo lo vivido y experimentado en ocho días, pero aquí queda mi pequeña crónica que deseaba compartir con vosotros.
Sergio Barce, abril 2018
GALERÍA DE FOTOS…

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Dora, Emiliano y Sergio
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