Esta es la portada de mi último libro de relatos.
Abre esta puerta y descubre qué historias se encierran tras ella.
Café Hafa (la palabra Hafa en árabe viene a significar “borde”, “acantilado”) es uno de los sitios mágicos de Tánger pues combina, en perfecta armonía, su decadente estado junto a la evocación de un pasado que anhelaba el deslumbramiento de la redención.
La pequeña colina que conduce hasta el Café Hafa desafía, al olor de la hierbabuena, el lapislázuli de un Mediterráneo que deja de serlo para convertirse en Atlántico.
Allí, entre sus pequeñas mesas y sus desvencijadas sillas, camina la esencia del reino que un día quisieron conquistar Paul Bowles, Mohamed Chukri o Tennessee Williams
El Café Hafa es, esencialmente, la libertad: un recóndito reino donde del hachís no tiene el agrio sabor de lo prohibido, un territorio de mujeres desveladas, un paraíso detenido en el tiempo.
He aquí la mitología de este poema.
CAFÉ HAFA
(A Sergio Barce)
He llegado hasta el Café Hafa
preguntando por Paul Bowles,
por Tennessee Williams y por Jane.
Aquí, donde ya nadie les espera,
he intentado evocar los días
atrapados en sus cenizas de oro.
Un anciano sostiene una tetera.
Se ha girado para mirarme.
En sus ojos he adivinado
todos los rostros del olvido.
– Son fantasmas -musita
borracho de horas agotadas.
Y señala hacia el oleaje
que golpea contra el acantilado.
Las últimas garzas de Yeats
han ganado las costas africanas
y me hablan de sus nombres
como si fueran las alas perdidas
de una ciudad, sin precisa memoria,
que se ha entregado, prostituta
de sí misma, al abandono.
A veces los recuerdos imaginan
la soledad de los navíos,
que de tanto alejarse
no saben regresar
sobre sus propias huellas.
Esta tarde, el olor de los narguiles
embriaga el extravío
sobre las terrazas del Café Hafa.
JOSÉ SARRIA
LAS MUJERES DE MI PADRE
Mi abuela Salud. ¡Ah, mi abuela! Es de esas personas de las que has escuchado hablar toda tu vida y que lamentas no haber podido tener a tu lado. Murió mucho antes de que yo naciera. Y sí, habría dado cualquier cosa por haberla conocido, porque ella es la heroína de la familia, nuestra Kahina.
Se llamaba María Salud Cabeza y era originaria de Cádiz. Llegó a Larache con mi abuelo, que provenía de una acaudalada familia que se había arruinado tras varios negocios calamitosos. Recalaron en Marruecos en busca de un nuevo horizonte y de una vida mejor. Sí, los españoles eran quienes a principios del siglo pasado cruzaban el estrecho en sentido inverso.
Ya en Larache, mi abuelo paterno entró a trabajar en un establecimiento llamado La bandera española, donde se convirtió en uno de los empleados más fieles y cumplidores, pero también en un hombre demasiado serio e introvertido. Era la cara opuesta a María Salud, una mujer vibrante, llena de vida y divertida. Por supuesto, ella era la que llevaba los pantalones y la que dirigía la vida familiar, y en el barrio de Las Navas se convirtió en todo un personaje. Además de sus tareas domésticas, era la matrona del barrio, e incluso hacía las funciones de practicante. Cuando recibía un aviso, se arreglaba ceremoniosamente y cogía su maletín de cuero negro, en el que siempre tenía todo su instrumental preparado, y atravesaba las callejuelas del barrio resuelta a cumplir con la faena. Y le daba igual de quién se tratase. Atendía por igual a una mujer musulmana que a una hebrea o a una cristiana, y, si se trataba de gente humilde, rechazaba que le pagasen. La mayoría de los niños que correteaban por Las Navas habían nacido gracias a su ayuda. Su influencia, por tanto, se extendía más allá de los confines de su casa. Y así se ganó el respeto de todas esas familias.
Mi padre me relata anécdotas de ella y lo hace con un orgullo contagioso. Una de las historias que protagonizó y que más me fascinan tuvo lugar curiosamente frente al que años más tarde sería su consuegro, sin que ninguno de los dos supiese en ese instante que sus vidas se entrelazarían más adelante. El incidente ocurrió poco después de finalizar la guerra civil española…
De Dulce María Loynaz, Si me quieres, quiéreme entera (de Versos 1920-1938):
Si me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz o sombra…
Si me quieres, quiéreme negra
y blanca. Y gris, y verde, y rubia,
y morena…
Quiéreme día,
quiéreme noche…
¡Y madrugada en la ventana abierta!…
Si me quieres, no me recortes:
¡Quiéreme toda… o no me quieras!
INESPERADAS una de las ilustraciones de Alejandra Acosta
Y de María Zambrano, El agua ensimismada (para Edison Simons) – (de El agua ensimismada, 1978-2001) :
El agua ensimismada
piensa o sueña?
El árbol que se inclina buscando sus raíces,
el horizonte,
ese fuego intocado,
¿se piensan o se sueñan?
El mármol fue ave alguna vez;
el oro, llama;
el cristal, aire o lágrima.
¿Lloran su perdido aliento?
¿Acaso son memoria de sí mismos
y detenidos se contemplan ya para siempre?
Si tú me miras, ¿qué queda?