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«NADIE SALVA A LAS ROSAS», UNA NOVELA DE YOUSSEF EL MAIMOUNI

Esta segunda novela de Youssef El Maimouni es muy distinta a Cuando los montes caminen. Hay más hondura en los personajes, más pulso vital y más destreza narrativa. Me gustó mucho aquélla, pero ésta sube el nivel de la obra maimouniana. Aquí, utiliza varias voces para contar esta historia llena de sordidez, tristeza, desamparo, pero también de amistad, fidelidad y esperanza. Sabiamente, utiliza el género negro para mostrar la violencia que parece inevitable para quienes viven en la marginalidad y la orfandad. Los personajes pertenecen a una tragedia insoslayable, y su historia se transmuta en un lamento.

Me fascina cómo construye el carácter de los marroquíes que transitan por estas páginas según la generación a la que pertenecen y según el arraigo que mantienen con Barcelona, la ciudad donde se desarrolla gran parte de la novela, o la distancia que marcan con ella.

“…Ayer le di la noticia a la familia de Rihanna. Previamente telefoneé a mi madre para que me aconsejara cómo afrontar la llamada. Descolgó la hermana de Rihanna, Zakariaa para ella, y le pasó el móvil a la madre. Me llegaban insultos contundentes hasta que colgaron bruscamente. Su hijo era un perturbado. Sui hijo había manchado el nombre de la familia. Su hijo… Ellos no tenían hijo. Y yo, un pervertido. Un ould souk. Si pudieran tenerme enfrente, me escupirían a la cara.

Mi madre me había prevenido. Todos los jóvenes migrantes lloran a sus madres, algunos antes, otros después de rajarse los brazos con una cuchilla de barbero. Rihanna, en cambio, tenía las lágrimas secas. En una sola ocasión me habló de su familia. Serena, me explicó que no conservaba ningún recuerdo bonito, que los que nacen entre el polvo no tienen esa suerte. Del que sí mantenía una foto en la cartera de piel que se hizo ella misma -siempre le pedía que me la regalase y ahora que es mía, no la quiero- era de su abuelo, el único que le brindó el reconfortante aliento familiar. Una fotografía de un chavalín vestido de militar con la Giralda a sus espaldas. Un moro de Franco…”

No hay concesión alguna para el/la protagonista central de Nadie salva a las rosas. Zakariaa/Rihanna acaba por ser alguien que te conmueve profundamente. Una rebelde que pelea contracorriente, contra los suyos, contra sí mismo para encontrarla a ella, a su otro yo. Que busca, enrabietada, con una desesperación suicida, un destino esquivo. Marina, Yusuf, Llull… cada uno de una forma u otra van desvelando, desde muy distintos prismas, la realidad de Rihanna. La vida de alguien repudiado/da por ser quién es, por querer ser quien aspira a ser. Un desgarrador canto a la libertad personal.

“…Zakariaa siempre aparentó más edad de la que tenía y desconoció el día exacto de su llegada al mundo. Una semana antes, una semana después. Un mes antes, un mes después. ¿A quién le importa, además de a los dichosos habitantes del primer mundo, que sí acumulan derrochadores motivos de celebración? Sus padres, rehenes del alfabetismo y esposados a las labores del desposeído, tardaron meses en acudir al registro civil. El funcionario de turno, otro corrupto sin escrúpulos, miembro de la interminable horda de estafadores del país, sentado tras una máquina de escribir sin engrasar y enlazando cigarrillos sin filtro, inscribió una fecha aproximada en la partida de nacimiento después de recibir una pequeña cantidad que gastaría en las cafeterías clandestinas donde se podía fumar hachís y beber alcohol a resguardo de la hambrienta familia y del Majzén.

(…) La primera ocasión en la que Zakariaa escapó de casa, precoz como todos los hijos del hambre, estuvo deambulando por las calles, el cementerio judío y el puerto de Tánger reconociendo que el mundo que tenía a su alcance era un lugar en el que era preferible no permanecer sobrio más que en las primeras horas de la mañana…”

Y luego está Yusuf, el hombre de los mil nombres. La humanidad personificada. Lleno de contradicciones, es sin duda el personaje que en la novela insufla un algo de generosidad, de bondad. Su reciente paternidad confiere a su deambular un algo de ternura que contrasta con el resto de la trama, y eso convierte los capítulos en los que él lleva las riendas en áreas de reposo para continuar luego hundiendo al lector en la ciénaga de esta sociedad que sigue cercenando tantas alas.

Yusuf me recuerda algo a Youssef, al propio autor. Tal vez su compromiso social, su trabajo con los chicos en el casal, en los centros de acogida, su espíritu combativo contra las injusticias. Probablemente también sea por ese cariño que profesa a Muna, igual que él a su hija. Vuelca mucho de sí mismo en ese personaje.

Pero el Yusuf que Youssef crea en su novela es también un ser contradictorio, que se mueve a impulsos, que se descubre capaz de traicionar por pura atracción, hasta que, como un ave fénix, también resurge para buscar la verdad de Rihanna.

Es interesante esta mezcla de novela negra y novela intimista, lo que le permite jugar a varias bandas y tratar asuntos dispares: la paternidad, las relaciones familiares, el distanciamiento entre los marroquíes tradicionales y las nuevas generaciones nacidas en España, el choque entre progresismo y tradición, la religión planeando en las conductas familiares, la amistad, el enamoramiento, y, junto a todo esto, el mundo de la prostitución, la exacerbada violencia que rodea a todo ese mundo, el de la transexualidad, el ambiente de las drogas, la xenofobia, la islamofobia, la falta de integración social… Enhebrarlo todo con naturalidad es una de las bazas de este libro.

“…Nos hemos citado en casa de su madre, mi tía, la tía de mi madre, que hace años que vive en Marruecos y solo regresa para su cita con el médico. Las ventajas de la doble nacionalidad. La puerta la ha abierto el que creía que era uno de los amigos de mi primo, poco después me he dado cuenta de que es uno de sus trabajadores. Su seguridad personal.

La casa huele a mis veranos en Alcazarquivir y está decorada como el primer día. Cuadros con suras del Corán, fotografías de la Meca, cortinas de flores, flores de plástico en jarrones del mercadillo de los viernes o de tiendas Todo a cien, alfombras mullidas, sofás árabes, una mesa baja y redonda con hule. En la cocina, impregnada del olor a comino, con los electrodomésticos pidiendo un Plan Renove, otro de los acompañantes de mi primo prepara un té con mucha hierbabuena y azúcar. Hasta este momento, nunca me había planteado que las únicas casas de España sin artículos de Ikea, ni siquiera una escobilla de váter, son las de los primeros moros que inmigraron en los setenta.

(…) Amin consulta el reloj, un gesto que no le hace falta porque sus acompañantes le avisan siempre que llega la hora del rezo y porque en la pared hay uno viejo que no deja de dar por saco con su tictac cansado. En el suelo he dejado el regalo que ha comprado su mujer para Muna. Tres vestiditos rosas que irán a parar a un carro de Cáritas o a la maleta que cargan mis padres en la baca del coche cuando viajan a Marruecos. Ha agotado todas las bromas que podía hacer sobre la paternidad sin que ninguna fuera picante. No se habla de sexo entre buenos musulmanes, a no ser que sea el practicado fuera del matrimonio…”

Cuando escribe frases como “la casa huele a mis veranos de Alcazarquivir…”  denota esa conexión íntima del autor con esta historia desgarradora, intensa, cruda y humana. Youssef El Maimouni ha creado un universo personal del que salimos malheridos, como debe ser cuando se trata de una buena novela negra.

Nadie salva a las rosas ha sido publicada por Rocaeditorial.

Sergio Barce, 10 de marzo de 2023

 

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LEYENDO «NADIE SALVA A LAS ROSAS», DE YOUSSEF EL MAIMOUNI

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Leer a un amigo que escribe con tanta calidad te produce un doble efecto: el placer de la lectura y la alegría por comprobar que es un narrador de altura. Es lo que me está ocurriendo con Youssef El Maimouni.

Tras su novela Cuando los montes caminen, de la que ya hice una reseña en su momento y destaqué su buen pulso narrativo, ahora ando enfrascado en el nuevo título que también ha publicado Rocaeditorial: Nadie salva a las rosas.

Leídas las primeras páginas, le envié un whatsapp en el que le decía: “solo llevo dos capítulos, pero en esas páginas he descubierto el salto enorme que has dado hacia arriba en la calidad, pero también en la intensidad…”. Hoy, varios capítulos después, me reafirmo en esa primera impresión. Voy subrayando párrafos y frases que me parecen señas de identidad de un autor con una voz propia y distinta.

“…No es fácil ser madre de una hija triste.

La puerta se cierra. Una lágrima desciende hasta las comisuras de los labios. La sal es perjudicial para la salud…”

***

“…El reflejo en el cristal del metro escupe mi pasado. Los años pasan a la velocidad del transporte público, atravesando el túnel oscuro, y observo tras la niebla mis veintisiete años…”

Me abro camino por esta historia contada a varias voces, enhebrada con meticulosidad, por esta trama dura, sin concesiones, terriblemente real. Youssef me conduce por la ciénaga de la sociedad que nos ha tocado vivir, en la que todo parece tiznado de miedo, de rencor, de sufrimiento. No sé qué me espera en la segunda parte de esta novela, pero sigo adentrándome en este amasijo de sentimientos que se amontonan en lo que no es sino el derribo de muchos tabúes.

“…Cuánta razón tenía la muy cabrona. Si se entera de que me he liado con una gaditana y una murciana, se va a poner loca de atar: <No hay nadie que no sea bisexual y las de Murcia son las más guapas de España, te lo dije>. Se reirá de mí y tendré que imaginármelas para contrarrestar sus burlas. Leí, no sé dónde, que nadie domina del todo un idioma hasta que no es capaz de hacer bromas y de usar con fluidez la ironía. Pues Rihanna habla a la perfección, mucho mejor que yo. Y nunca usa el ascensor. <Las escaleras son buenas para la salud de los glúteos>. Bajar sí que las he bajado, subirlas no lo recuerdo. Alguna madrugada de borrachera, cuando las distancias son más cortas. Sí, todo es más sencillo si se está en lo alto y se desciende poco a poco, al ritmo que una desea, pero termina por ser monótono, poco estimulante. Sí, no existe nadie que haya caído de abajo arriba. Sería más bonito, más especial. Más justo.”

Sigo leyendo la novela de Youssef El Maimouni. Hacerlo es como cimentar además nuestra amistad y gozar con las páginas que es capaz de escribir con tanta solidez. Por supuesto, no se librará de mis impresiones finales.

Sergio Barce, 5 de febrero de 2023

 

 

YOUSSEF EL MAIMOUNI Y SERGIO BARCE
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«CUANDO LOS MONTES CAMINEN», UNA NOVELA DE YOUSSEF EL MAIMOUNI

Un tema atractivo es el que nos plantea Youssef El Maimouni en su novela Cuando los montes caminen (Rocaeditorial, 2021): la presencia de las tropas marroquíes en el ejército franquista. A esto se añade que la historia está escrita por un autor de origen marroquí, nacido en Ksar El Kebir, y que la relata en primera persona, lo que la dota de más realismo y verosimilitud. Otro aspecto es el del posicionamiento adoptado por el narrador que, en este caso, es el de un joven que no entiende la sinrazón de la guerra y que tampoco actúa como la mayoría de sus compañeros, empujados más por el odio y la venganza que por cualquier otro instinto.

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El siguiente párrafo puede servir de resumen ejemplificador del espíritu de esta novela:

“…debían de ser unos cuarenta hombres. Fueron alineados en una pared de la plaza. El mismo número de soldados marroquíes y legionarios los vigilaban de cerca apuntándolos con los fusiles mientras otro grupo comprobaba que no quedara nadie escondido. Tres oficiales llegaron acompañados de un cura. En cuanto lo vieron, los rendidos empezaron a gritar, a suplicar. Pedían que cumplieran con su juramento de guerra, que a los prisioneros no se les podía fusilar. Uno de los oficiales susurró algo en la oreja del cura y esta realizó la señal cristiana, una cruz dibujada en el aire con la mano de la que le colgaba un rosario. Murmurando alguna oración piadosa se retiró dando la espalda a los prisioneros.

Cuarenta disparos al unísono ahogaron las vidas de aquellos soldados. Solo uno tuvo tiempo de levantar el puño y gritar: <¡Viva la República!>. Un legionario se acercó hasta el cuerpo del hombre que había gritado con el puño alzado y con ojos relucientes le disparó en la cabeza para luego gritar: <¡Viva Cristo Rey, hijo de puta!>. Los demás lo imitaron y tirotearon los cuerpos que yacían sin vida, ensangrentados y apelotonados. Se vengaban. Sentían que de esa manera se hacía justicia. En el asalto a la iglesia habíamos tenido otras seis bajas más, un total de once muertos aquel día, más dieciséis heridos graves. Todos querían saldar las cuentas con el enemigo. Ni prisioneros ni vivos iban a quedar.

¿Qué razones movían a cuarenta hombres escasos a luchar contra todo un ejército? ¿Qué les impidió huir junto con sus familias y alejarse de la barbarie de la guerra? Cavamos un foso y arrojamos los cuerpos sin alma. Mudos, no podían responder a nuestras preguntas. Nadie nos explicaría de dónde provenía tanto odio.

Dominada la situación, tanto los soldados marroquíes como los legionarios aprovecharon el momento libre de ocupaciones para demostrar la verdadera naturaleza de sus caracteres. Saquearon iglesias y casas. No dudaban en apropiarse de cualquier objeto inútil que pareciera tener un mínimo de valor para más tarde intentar ponerle un precio o intercambiarlo. El pillaje se convertiría en una costumbre, aunque de aquel pueblo no conseguirían muchos objetos de valor más allá de sábanas, toallas, mantas, cubrecamas, vestidos y muebles que, por su gran tamaño, no podrían transportar y que acabaron en medio de las calles, recibiendo el castigo del sol y las meadas de los perros. Las casas quedaron prácticamente desvalijadas, destrozadas, llenas de las huellas de los animales furiosos del ejército.

Unos pocos, con gestos de desagrado, miraban incrédulos a sus compañeros, que como buenos ladrones fanfarroneaban ante el botín cosechado y vitoreaban a uno que se había vestido de mujer con ropas abandonadas.

-No os estáis comportando como buenos musulmanes.

-Tan solo estamos tomando lo que no es de nadie.

-Sois como animales.

-Si no te gusta, vuelve a tu asqueroso pueblo.

Entre los marroquíes se crearon dos bandos: quienes cometían toda clase de atropellos y quienes, los menos, juzgábamos aquellos actos pecaminosos, prohibidos, haram. A ojos de Dios quedarían como unos desalmados, unos haramis, peor que los kufar. La discusión no fue a más.

Como nos habían prometido al alba, los cabos fueron a manifestar a los superiores el malestar general por parte de las tropas moras. Si seguían sin respetar los horarios de las plegarias, sobre todo el matinal, y si continuaban sirviéndonos aquel café aguado y aquella insípida y desacostumbrada comida, muchos renunciarían, exigirían su paga y regresarían a Marruecos. Toda la respuesta fue que pronto solucionarían aquella situación pero que, hasta entonces, pedían disciplina y fidelidad a la causa. Quedaban muchos rojos por vencer y con nuestra ayuda la guerra finalizaría antes de la llegada del invierno y recibiríamos toda clase de recompensas.

Nadie quedó satisfecho y en cuanto nos avisaron de que la cena estaba lista, un supuesto puré de patata con unas minúsculas y raquíticas zanahorias, nadie probó bocado dejando los ardientes calderos intactos. Los legionarios y los escasos miembros de la Guardia Civil, que se harían cargo del pueblo tras nuestra pronta partida, nos miraban incrédulos. Ignoraban nuestra capacidad para pasar hambre. Durante el ramadán ayunábamos jornadas enteras. Aquello era un juego de niños…”

Youssef El Maimouni, con un lenguaje diáfano y sencillo, cuenta la historia de Yusuf, un joven que se ve abocado por las circunstancias a enrolarse en las tropas sublevadas contra el gobierno legítimo de la República. Su itinerario es el de miles de compatriotas suyos que fueron manipulados y engatusados para formar parte de un ejército que, en realidad, los despreciaba, que los consideraba carne de cañón. Con Yusuf acompañaremos a estos hombres y a los legionarios en su avance por pueblos y ciudades ganando batalla a batalla esa guerra enloquecida que acabó con la victoria franquista.

Hay cuestiones muy interesantes que Youssef El Maimouni plante a los largo de la novela: los motivos que movían a muchos marroquíes a alistarse; la actuación de los marroquíes en una guerra ajena, unos llegados a la península con ansias de sangre y pillaje y otros sobreviviendo para llevar algo de dinero a sus casas, reprimidos además por sus creencias y por su sentido humanitario; la contradicción entre destrucción y muerte y los principios morales establecidos por el Corán; el desprecio de los legionarios rebeldes hacia sus nuevos compañeros de armas marroquíes; la violencia gratuita y deshumanizada de esos mismos soldados hacia los vencidos… También es un acierto el que el protagonista, Yusuf, esté emparentado indirectamente con el General Mohammed Ben Mizzian, con el que mantiene una relación extraña pero muy interesante tal y como se plantea en la novela. Como lo son igualmente la relación entre Yusuf y Asma, la mujer que ama, y la forma original y sorpresiva como se resuelve esta historia, o la que se establece entre el protagonista y el sepulturero musulmán al que ha de acompañar como castigo.

Cuando los montes caminen es, en fin, una novela de guerra y de aventura, por la que desfilan numerosos personajes en un mosaico humano variopinto y realista, un libro muy entretenido, pero lleno de humanidad, que nos muestra uno de los capítulos menos conocidos de la guerra civil española.

 Sergio Barce, agosto 2021

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