Una vez más comparto otro ejemplar original de la revista AL-MOTAMID (VERSO Y PROSA) que guardo en mi biblioteca. Hasta ahora, ya he escaneado los números 11, 14, 17, 19, 21 y 22. Hoy cuelgo en este blog otro número completo, una de las joyas de la corona, por ser el nº 2 y por ser más dificultosa su localización.
Se editó en Larache, en abril de 1947, siendo directora la poeta Trina Mercader, con portada del pintor Enrique Sierra de Silva.
En este número participan autores como Carmen Conde, Jacinto López Gorgé, Antonio Coslado Arévalo, Miguel Rodríguez Valdivieso, la propia Trina Mercader, Luis G. Díaz Guerra, Enrique Sansano, Ibrahim El Ilgui, José Mª Díaz Ibarzábal, Pio Gómez Nisa, Eladio Sos, Juan Guerrero Zamora, Francisco Espinar Lafuente y Federico Schmid Vidal.
Podéis leer o descargar los anteriores números en los siguientes enlaces:
Uno de los más bellos poemas jamás escritos es A un olmo seco, de Antonio Machado. Los comentarios sobran. Solo merece ser leído o escuchado.
Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina que lame el Duero! Un musgo amarillento le mancha la corteza blanquecina al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores que guardan el camino y la ribera, habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera va trepando por él, y en sus entrañas urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero, con su hacha el leñador, y el carpintero te convierta en melena de campana, lanza de carro o yugo de carreta; antes que rojo en el hogar, mañana, ardas de alguna mísera caseta, al borde de un camino; antes que te descuaje un torbellino y tronche el soplo de las sierras blancas; antes que el río hasta la mar te empuje por valles y barrancas, olmo, quiero anotar en mi cartera la gracia de tu rama verdecida. Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera.
Abdelfattah Kilito es un enorme escritor marroquí, profesor en la Facultad de Letras de Rabat, su ciudad natal, aunque ha trabajado antes en las Universidades de Harvard, la Sorbona y en el Collège de Francia.
Extraigo un fragmento del relato El diván, que forma parte de su libro El caballo de Nietzsche (Le cheval de Nietzsche) que publicó la Editorial Losada en 2005, con traducción del francés de Marta Cerezales y prólogo de Ahmed Ararou, en el que nos habla de su proceso de aprendizaje como escritor y cómo se enfrentó a las enseñanzas de sus profesores cuando trató de escribir poesía (enamorado de una de sus profesoras, motivo de sus poemas iniciáticos):
“…Dejo de componer poemas, pero el deseo de escribir no me había abandonado: seguía estando ahí, vago y doloroso. Las palabras del profesor Talbi me preocupaban y la idea de haber tomado un camino falso al escribir en francés me dejaba perplejo. Había amado a una mujer que no se interesaba por mí y había escrito en una lengua que me rechazaba, había participado en un festín al que no había sido invitado.
Por encima de todo, sentía confusamente que había traicionado al árabe al escribir en una lengua extranjera. Pero lo que más me inquietaba era el haber unido la poesía al amor, que, según el profesor Talbi, era lo que menos importaba a los poetas árabes antiguos. “Fingían estar enamorados”, nos decía, “pero en realidad su única motivación era el amor a la poesía”.
Pero lo más sorprendente era esa necesidad que tenían de la autorización de un maestro. Su deseo de componer poemas solo podía concretarse y tener valor con su consentimiento y bajo su dirección. Para Abou Nowas, como para cualquier otro gran poeta, la poesía se acompañaba de ritos y ceremonias. Mi error había sido precipitarme a ciegas, sin indicaciones y sin guía.
Ahora bien, el profesor Talbi me había sugerido que aprendiese mil poemas. Podía pues seguir su consejo y emprender el camino largo y penoso que me indicaba. La perspectiva de memorizar tantos versos no me asustaba. Lo que por el contrario me parecía imposible era la obligación de olvidarlos después. ¿Cómo eliminar, como borrar lo que uno se ha esforzado -y con qué trabajo- en retener? El arte del olvido es más difícil que el de la memoria.
Pero el profesor Talbi me tranquilizó: no se trataba realmente de olvidar sino de fingirlo.”
Comparto, una vez más, los documentos antiguos que colecciono de Marruecos, y de Larache en particular. Tras los números 11 y 17, hoy escaneo el número 19 completo de la revista Al-Motamid (Verso y prosa), editado en Larache, en noviembre de 1949, siendo directora la poeta Trina Mercader, y donde aparece, entre los traductores, el poeta larachense Dris Diuri, junto a Abdelmalik Nader.
Curioso el hecho de que la suscripción costara 15 pesetas para 3 números, 30 pesetas para 6, y, por un número suelto, se pagaban 5 pesetas. No se dónde estaba el truco. Supongo que les importaba mucho más la poesía que vender ejemplares.
Continúo compartiendo con vosotros los documentos antiguos que colecciono de Marruecos, y de Larache en particular. Tras hacerlo con el número 11, hoy os escaneo el número 17 completo de la revista Al-Motamid (Verso y prosa), número editado en Larache, en junio de 1949, siendo directora la poeta Trina Mercader, y donde aparece, entre los traductores, el poeta larachense Dris Diuri. Que lo disfrutéis.